
Cuando alguien habla de temas que no sabe o tiende a expresar barbaridades, solemos decir que sube el pan. Ahora que tanto se habla de ello no sé si de forma ignorante o diciendo alguna que otra barbaridad, lo único que tenemos cierto es que, un día de estos, el pan va a subir de precio.
El precio del pan es un indicativo fiel de por dónde andan los asuntos de la economía de un país. Quizá sea el más sensible de los precios y cada vez que sufre una modificación, siempre hacia arriba, nunca hacia abajo, el personal se rebela y dice eso de adónde vamos a ir a parar. Por eso, para subir el pan, hay que buscar una buena excusa, algo o alguien a quien culpar de forma que gobernantes y panaderos puedan permanecer con las conciencias tranquilas.
Y esta vez le ha tocado al biodiésel. ¿Y qué puñetas es eso del biodiésel?, me suelta con gesto enfadado Zalabardo, que teme que su tostada con aceite para el desayuno le salga más cara que el jamón ibérico de pata negra. Y aquí estoy yo intentando explicarle, sin saber bien cómo, que el biodiésel, según se dice, es un combustible altamente ecológico, económicamente viable y la mayor y mejor alternativa a los combustibles fósiles. El biodiésel se obtiene a partir de aceites vegetales extraídos del girasol, la soja, la colza, la palma y otros productos agrícolas. Total, me dice, por lo que creo entender, los cereales y productos afines rinden ahora más beneficios si se orientan a la producción de carburante que si los destinamos a producir pan, porque, a lo que imagino, un litro de biodiésel siempre será más caro que una barra de pan viena.
Si atendemos a los industriales panaderos, así debe ser porque ellos se quejan de que el precio del trigo se ha puesto por las nubes. Lo que no dicen es que en el precio del pan, el del trigo repercute tan solo en un 5 %. No hay problema. Por si alguien se da cuenta, también les echamos las culpas a los países nórdicos, que tienen mayor conciencia ecológica que nosotros y ya empiezan a utilizar el biodiésel.
Zalabardo se rasca la coronilla y vuelve a preguntar: ¿Y El Tejar? ¿Qué es eso de El Tejar?, le respondo, a lo que él continúa: El Tejar es un pueblito de Córdoba que tiene una aceitera en la que llevaban tiempo investigando el logro de un carburante ecológico obtenido a partir de los desechos de la aceituna molida, es decir, del orujo. ¿No es eso también biodiésel? Y, a más, se decía que sus camiones funcionaban con dicho carburante. Le respondo que ignoro qué habrá pasado con esas investigaciones. Me replica que lo más posible es que, como en este caso, la materia prima son desechos de la molienda, el beneficio económico sea menor. Mejor utilizar los cereales, con lo que hay un triple rendimiento de beneficios: se obtiene un mejor precio por el cereal, se encarece el pan y rinde más ganancias la venta del biodiésel. Si ahora lo disimulamos todo con el argumento de que ello va en beneficio del medio ambiente, ¿quién se atreverá a quejarse?
Zalabardo me dice que no siga, no sea que alguien nos eche en cara que no tenemos la menor idea de esto del biodiésel y que cada vez que hablamos sube el pan. O sea, que, al final, la culpa de esa subida incluso a lo peor es nuestra.