Salvador Espriu (1913-1985): La pell de brau (1960) |
Me insinúa Zalabardo que, siguiendo
la tendencia imperante de estos días, deberíamos hablar de Cataluña. Le
contesto que, por lo que conozco de allí, aprecio aquella tierra y siempre me
he sentido bien tratado por sus gentes. Pero que, aunque tengo mi opinión sobre
la situación actual, dada la naturaleza de esta Agenda, prefiero limitarme
a las expresiones y palabras que usan quienes hablan dicha situación.
Partiré, pues, de un clásico refrán:
al
pan, pan, y al vino, vino, que nos induce a hablar de forma lisa y sin
rodeos, para que todos nos entiendan, y le aclaro que, en su forma más antigua,
se decía pan por pan y vino por vino. Así lo recoge, por ejemplo, Covarrubias, que lo define como ‘hablar
llanamente’.
Casi un siglo antes, posiblemente
sobre 1535, Juan de Valdés había
escrito Diálogo de la lengua, obra que circuló manuscrita hasta su
publicación en 1737, doscientos años más tarde. En ella, uno de los personajes
que intervienen en el diálogo, Marcio, pregunta al autor sobre su
estilo y este contesta de manera sentenciosa: El estilo que tengo me es natural, y sin afectación ninguna escribo
como hablo; solamente tengo cuidado de usar de vocablos que signifiquen bien lo
que quiero decir, y dígolo cuanto más llanamente me es posible.
La llaneza y claridad son
generalmente apreciadas, aunque no siempre nos sujetamos a ellas. Recordemos,
si no, la agria polémica entre culteranos y conceptistas. Ambas corrientes podrían
ser acusadas de valerse de complicados recursos estilísticos, aunque de naturaleza
dispar. Sin embargo, fue el culteranismo el que más críticas sufrió. Su más insigne
representante, Góngora, habría
quedado en el olvido de no haber sido rescatado por los escritores de la Generación del 27. Quevedo, escritor de agrio carácter y lengua viperina, lo convirtió
en diana de sus sátiras. Suyos son estos versos:
¿Qué captas, nocturnal, en tus canciones,
Góngora bobo, con crepusculallas,
si cuando anhelas más garcivolallas
las reptilizas más y subterpones?
La tarea de Góngora fue importante: introdujo muchos vocablos latinos, incomprensibles
en su época, que hoy nos parecen normales (nocturno y crepúsculo, por ejemplo).
Los versos de Quevedo son una sátira
contra el estilo oscuro de Las soledades; hacen burla de un
fragmento (vv. 902-936) de la Soledad Segunda, conocido en su
tiempo como la Garza de Góngora. Más o menos dicen: ¿Qué buscas (captas), autor de canciones oscuras e incomprensibles
(nocturnal, en tus canciones), Góngora bobo, con tantas oscuridades
(crepusculallas), si cuando más anhelas elevarte como el vuelo de la garza
(garcivolallas) te arrastras más y caes más bajo (reptilizas y subterpones)?
Celso Emilio Ferreiro (1912-1979): Longa noite de pedra (1962) |
Pero no olvidemos que partimos de
una especie de trampa que me pone Zalabardo. Vengamos al presente. Por
desgracia, nuestros políticos, de cualquier tendencia e ideología, con mucha
menos calidad y con un ínfimo estilo, continuamente retuercen el lenguaje de
manera que nadie los entienda o, en el mejor de los casos, de modo que les
quede la posibilidad de decir que no decían lo que dijeron. Parecen tener miedo
a quedarse, como el rey del cuento, desnudos ante el pueblo; dudan si decir lo
que de verdad sienten; no se atreven a decir lo que el cuerpo, y la ética, les
pide. O, quizá es solo que no saben qué decir. Por todo ello les cuesta decir pan
por pan y vino por vino; rehúyen usar los vocablos que significan sin
doblez. Su habla resulta, por ello, nocturnal, incomprensible para la mayoría.
Solo que ellos no son, ¡qué más quisieran!, ni Góngora ni Quevedo.
Veamos ejemplos de perlas usadas por
políticos catalanes y no catalanes. Oímos que se pide una reforma de la Constitución
que reconozca el hecho diferencial catalán. También piden que se reconozca su singularidad.
Sinceramente, no lo entiendo. ¿Qué es eso del hecho diferencial? Si
miramos el DRAE, diferencia es la ‘cualidad
o accidente por el cual algo se distingue de otra cosa’ y singular, que es ‘único
en su especie’. Nadie carece, creo, de un hecho diferencial ni de una singularidad.
Le digo a Zalabardo que si Cataluña posee una lengua, una tradición, una
cultura, unas costumbres…, que la hacen distinta a las demás Comunidades,
estas, a su vez, también gozan de tradiciones, costumbres, culturas, lenguas,
etc., que las convierten en únicas frente a las demás. Incluso podríamos
llevarnos algunas sorpresas. Pensemos solo en la literatura. Galicia puede
presumir de un Meendinho o un Airas Nunez, gallegos por los cuatro costados,
pues nacieron en Vigo; Andalucía alardea de Ibn Gabirol, cordobés, o de Ibn
Ubada, malagueño, creadores de las primeras manifestaciones poéticas de la
Península; La Rioja, por su parte, es cuna del primer escritor de nuestra
lengua de nombre conocido, Gonzalo de
Berceo. ¿Qué pasa si miramos las letras catalanas? Ramón Llull y Ausiàs March,
sus máximos representantes, nacieron en Palma de Mallorca y en Gandía, respectivamente;
es decir, uno es balear y otro, valenciano. Vamos al folclore: Cataluña cuenta
con la sardana. Pero, si miramos a otras partes, vemos el aurresku
en el País Vasco, la jota en Aragón, la muñeira
en Galicia y las sevillanas o los verdiales en Andalucía. ¿Son hechos diferenciales o aportan
singularidad?
Digamos, simplemente, que todos somos diferentes, pero que ninguno es más
diferente que otro.
Ibn Ubada (¿1051-1091?): Jarcha |
Sigamos. Hay partidos que, pese a la
presión que padecen, dudan en definirse sobre la cuestión catalana (otro bonito
eufemismo). No quieren decir ni mu. O cojamos eso del derecho a decidir. ¿Qué
es el derecho a decidir? En democracia, ¿no decidimos en las urnas? ¿Quién
nos coacciona el voto? No dejemos de lado que, en caso de conflicto, existe eso
que se llama diálogo. Si una ley no nos gusta, trabajemos para cambiarla, pero
no la infrinjamos.
Me temo que, muchas veces, estos
políticos de los que hablo, más que defender unas ideas, buscan unos votos que
luego manejarán a su antojo. Tendríamos que pedirles claridad y honradez de
intenciones. ¿Qué se quiere independencia? Pues digamos independencia y asumamos las consecuencias. ¿Qué buscamos
una porción mayor de la tarta económica? Digamos llanamente que queremos más
dinero y tratemos de de perjudicar a los demás. Pero hablar de derecho a decidir o de hecho
diferencial no me parece serio. Cada lugar, cada persona, incluido yo,
podemos presumir de nuestro hecho diferencial y nuestra singularidad.
Afortunadamente. Si no fuese así, menudo aburrimiento. Digamos, por tanto, pan
cuando queramos pan; y vino cuando deseemos vino. Lo demás, aparte de burdo engaño,
es reptilizar
con la ilusión de garcivolar.
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