Pudiera pensar alguien que en estos apuntes cito reiteradamente a mi paisano Francisco Rodríguez Marín, pero es que, en lo que se refiere a los temas que con frecuencia trato, es una autoridad no solo nacional, sino internacional. Otra figura de gran talla, Antonio Machado Álvarez, Demófilo, padre los poetas, dice en una introducción a la monumental Cantos populares españoles (1883), que es «la [obra] de más importancia nacional que actualmente se publica en la península». Pues bien, entre esos cantos aparece uno que dice: «Tú me estás dando lugar / de que eche la capa al toro / y que tire de la manta / y que se descubra todo», cantar que más tarde volvía a citar Melchor de Paláu en su libro Cantares populares y literarios, publicado en Barcelona en 1900. Traigo aquí ese cantar porque Rodríguez Marín le añade una nota en la que dice que tirar de la manta significa ‘descubrir, revelar lo que está oculto’, añadiendo como prueba estos versos de otro cantarcillo: «Tiró el diablo de la manta / y se descubrió el pastel». Se unen ahí dos locuciones aparentemente diferentes, pero que significan lo mismo: ‘poner al descubierto algo que antes no se sabía’, aunque el diccionario académico dice de la primera que lo que se hace público ‘es algo escandaloso’.
Como Zalabardo me hace notar que muy
poca gente habrá que no sepa el significado de dichas locuciones, me veo
obligado a responderle que, siendo verdad lo que me dice, traigo aquí el asunto
por la sencilla razón de que extraña que Rodríguez Marín considere
preciso utilizar esa nota aclaratoria. Hacerlo ―le digo a mi amigo― tal vez
responda a que consideraba que la locución, aun siendo antigua, podía haber
adquirido un sentido nuevo respecto al original. La explicación a todo ello,
supongo, podría estar en que ya para esa época ―finales del siglo XIX y principios
del siglo XX― los hablantes tuvieran dudas acerca de la manta de
que se tira o del pastel que se descubre. Porque para el común de
los hablantes la manta es la ‘pieza de lana, algodón u otro
material, de forma rectangular, que sirve de abrigo en la cama’ y el pastel
es ‘cualquier tarta, bizcocho o dulce’.
Pero no siempre fue así. El andaluz Nebrija,
en diccionario de 1495, traduce el término latino aulaeum como manta
de pared, que se corresponde con lo que hoy llamaríamos tapiz.
Y en el Diccionario de autoridades, de 1737, entre los
significados de manta encontramos el siguiente: ‘cubierta que
para el abrigo se pone en la pared, como los paños de corte u otros’. ¿Tiene
esto algo que ver con tirar de la manta? Pues sí y, además, con
la situación de los judíos en España desde que los Reyes Católicos
decretaron la expulsión de quienes no se convirtieran al cristianismo. Muchos
judíos emigraron hacia tierras del norte, donde existía mayor tolerancia.
Pasado un tiempo, esta tolerancia fue decayendo y los judíos se vieron forzados a convertirse. Aquí surgen entonces dos teorías en torno a qué hay que pensar que sea la manta. Una dice que, para preservar la pureza de sangre de los cristianos viejos, se ordenó hacer un censo de judíos conversos, con el fin de evitar los matrimonios mixtos. Estas nóminas que daban cuenta de quiénes tenían una ascendencia judía quedaba reflejada en mantas ―las que Nebrija llamó de pared― que se colgaban en lugares visibles de los templos. Se cita como una de las más conocidas la llamada Manta de Tudela, colocada en una pared de la Capilla del Perdón de su Catedral.
La otra teoría ―que implica también a los
judíos― se asocia con el sambenito o manta que la Inquisición
imponía a los condenados por judaísmo, en la que quedaba reflejado su «delito».
Cuando se consideraba que había cumplido su castigo, el antiguo judaizante entregaba
su manta o sambenito a una iglesia, que iba
componiendo un tapiz con estos lienzos. Se dice que llegó un tiempo en que se
consideró procedente tapar estas mantas o sambenitos
con una manta (de pared) mayor. Esto hacía que, si
alguien quería conocer quiénes pertenecían al linaje de un condenado por la Inquisición,
tuviese que destapar o tirar de la manta para conocer
lo que la vergüenza ocultaba.
Aunque nada tenga que ver con esta historia, le
digo a Zalabardo que, en algunos países de América del Sur sigue usándose la
palabra manta como ‘tela larga y rectangular en la que se pintan
eslóganes y mensajes comerciales.
«¿Y qué relación tiene esto con descubrirse
el pastel?», me pregunta Zalabardo. Le cuento a mi amigo la curiosa
historia que ha llevado a esta locución a significar ‘hacer público y
manifiesto algo que se procuraba ocultar o disimular’. Y es que pastel,
en un principio era una ‘composición de masa de harina, manteca y carne picada
que se hace formando una caja de dicha masa y poniendo en ella la carne, se
cubre con otra masa más delicada, que llaman hojaldre’. Aquellos pasteles
se correspondían más con lo que hoy llamamos empanadas, pues, para
los actuales, la palabra común era confite, de donde procede confitería.
La literatura del siglo XVII está llena de alusiones a estos pasteles. Concretamente sobre los llamados pasteles de a cuatro, Fernando Cabo Aseguinolaza, en nota a una edición de La vida del Buscón, de Quevedo, comenta la mala fama que arrastraban por admitir en sus rellenos, aparte de carne de ínfima calidad, moscas, cabellos o cualquier otra materia inmunda. Incluso en tono burlesco se los acusaba de que en ellos se utilizase carne humana. En el capítulo cuarto del libro segundo de esta novela, asistimos a una escena entre cómica y macabra: «…después de haber quitado las hojaldres, dijeron un responso todos, con su réquiem aeternam, por el ánima del difunto cuyas eran aquellas carnes». Alonso Ramplón, verdugo de Segovia y tío de Pablos, le dice después de haber abierto un pastel y descubrir la calidad de su relleno, que aquella carne pudo pertenecer a su padre, recién ajusticiado.
Esta anécdota aclara que solo levantando la
tapa de hojaldre del pastel era posible cerciorarse de su
calidad, o sea, que había que descubrir el pastel para conocer lo
que ocultaba en su interior, del mismo modo que solo levantando la manta
―o tirando de ella― se podía tener seguridad del linaje de
alguien. Todo lo anterior explica que hoy, si queremos hacer pública la
vergonzosa conducta de alguien lo amenacemos con tirar de la manta;
o que, si algo que se pretende mantener oculto sale a la luz, digamos que se
ha descubierto el pastel.
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