sábado, abril 12, 2025

TIRAR DE LA MANTA Y DESCUBRIRSE EL PASTEL

 

Pudiera pensar alguien que en estos apuntes cito reiteradamente a mi paisano Francisco Rodríguez Marín, pero es que, en lo que se refiere a los temas que con frecuencia trato, es una autoridad no solo nacional, sino internacional. Otra figura de gran talla, Antonio Machado Álvarez, Demófilo, padre los poetas, dice en una introducción a la monumental Cantos populares españoles (1883), que es «la [obra] de más importancia nacional que actualmente se publica en la península». Pues bien, entre esos cantos aparece uno que dice: «Tú me estás dando lugar / de que eche la capa al toro / y que tire de la manta / y que se descubra todo», cantar que más tarde volvía a citar Melchor de Paláu en su libro Cantares populares y literarios, publicado en Barcelona en 1900. Traigo aquí ese cantar porque Rodríguez Marín le añade una nota en la que dice que tirar de la manta significa ‘descubrir, revelar lo que está oculto’, añadiendo como prueba estos versos de otro cantarcillo: «Tiró el diablo de la manta / y se descubrió el pastel». Se unen ahí dos locuciones aparentemente diferentes, pero que significan lo mismo: ‘poner al descubierto algo que antes no se sabía’, aunque el diccionario académico dice de la primera que lo que se hace público ‘es algo escandaloso’.

            Como Zalabardo me hace notar que muy poca gente habrá que no sepa el significado de dichas locuciones, me veo obligado a responderle que, siendo verdad lo que me dice, traigo aquí el asunto por la sencilla razón de que extraña que Rodríguez Marín considere preciso utilizar esa nota aclaratoria. Hacerlo ―le digo a mi amigo― tal vez responda a que consideraba que la locución, aun siendo antigua, podía haber adquirido un sentido nuevo respecto al original. La explicación a todo ello, supongo, podría estar en que ya para esa época ―finales del siglo XIX y principios del siglo XX― los hablantes tuvieran dudas acerca de la manta de que se tira o del pastel que se descubre. Porque para el común de los hablantes la manta es la ‘pieza de lana, algodón u otro material, de forma rectangular, que sirve de abrigo en la cama’ y el pastel es ‘cualquier tarta, bizcocho o dulce’.

            Pero no siempre fue así. El andaluz Nebrija, en diccionario de 1495, traduce el término latino aulaeum como manta de pared, que se corresponde con lo que hoy llamaríamos tapiz. Y en el Diccionario de autoridades, de 1737, entre los significados de manta encontramos el siguiente: ‘cubierta que para el abrigo se pone en la pared, como los paños de corte u otros’. ¿Tiene esto algo que ver con tirar de la manta? Pues sí y, además, con la situación de los judíos en España desde que los Reyes Católicos decretaron la expulsión de quienes no se convirtieran al cristianismo. Muchos judíos emigraron hacia tierras del norte, donde existía mayor tolerancia.



            Pasado un tiempo, esta tolerancia fue decayendo y los judíos se vieron forzados a convertirse. Aquí surgen entonces dos teorías en torno a qué hay que pensar que sea la manta. Una dice que, para preservar la pureza de sangre de los cristianos viejos, se ordenó hacer un censo de judíos conversos, con el fin de evitar los matrimonios mixtos. Estas nóminas que daban cuenta de quiénes tenían una ascendencia judía quedaba reflejada en mantas ―las que Nebrija llamó de pared― que se colgaban en lugares visibles de los templos. Se cita como una de las más conocidas la llamada Manta de Tudela, colocada en una pared de la Capilla del Perdón de su Catedral.

            La otra teoría ―que implica también a los judíos― se asocia con el sambenito o manta que la Inquisición imponía a los condenados por judaísmo, en la que quedaba reflejado su «delito». Cuando se consideraba que había cumplido su castigo, el antiguo judaizante entregaba su manta o sambenito a una iglesia, que iba componiendo un tapiz con estos lienzos. Se dice que llegó un tiempo en que se consideró procedente tapar estas mantas o sambenitos con una manta (de pared) mayor. Esto hacía que, si alguien quería conocer quiénes pertenecían al linaje de un condenado por la Inquisición, tuviese que destapar o tirar de la manta para conocer lo que la vergüenza ocultaba.

            Aunque nada tenga que ver con esta historia, le digo a Zalabardo que, en algunos países de América del Sur sigue usándose la palabra manta como ‘tela larga y rectangular en la que se pintan eslóganes y mensajes comerciales.

            «¿Y qué relación tiene esto con descubrirse el pastel?», me pregunta Zalabardo. Le cuento a mi amigo la curiosa historia que ha llevado a esta locución a significar ‘hacer público y manifiesto algo que se procuraba ocultar o disimular’. Y es que pastel, en un principio era una ‘composición de masa de harina, manteca y carne picada que se hace formando una caja de dicha masa y poniendo en ella la carne, se cubre con otra masa más delicada, que llaman hojaldre’. Aquellos pasteles se correspondían más con lo que hoy llamamos empanadas, pues, para los actuales, la palabra común era confite, de donde procede confitería.



            La literatura del siglo XVII está llena de alusiones a estos pasteles. Concretamente sobre los llamados pasteles de a cuatro, Fernando Cabo Aseguinolaza, en nota a una edición de La vida del Buscón, de Quevedo, comenta la mala fama que arrastraban por admitir en sus rellenos, aparte de carne de ínfima calidad, moscas, cabellos o cualquier otra materia inmunda. Incluso en tono burlesco se los acusaba de que en ellos se utilizase carne humana. En el capítulo cuarto del libro segundo de esta novela, asistimos a una escena entre cómica y macabra: «…después de haber quitado las hojaldres, dijeron un responso todos, con su réquiem aeternam, por el ánima del difunto cuyas eran aquellas carnes». Alonso Ramplón, verdugo de Segovia y tío de Pablos, le dice después de haber abierto un pastel y descubrir la calidad de su relleno, que aquella carne pudo pertenecer a su padre, recién ajusticiado.

            Esta anécdota aclara que solo levantando la tapa de hojaldre del pastel era posible cerciorarse de su calidad, o sea, que había que descubrir el pastel para conocer lo que ocultaba en su interior, del mismo modo que solo levantando la manta ―o tirando de ella― se podía tener seguridad del linaje de alguien. Todo lo anterior explica que hoy, si queremos hacer pública la vergonzosa conducta de alguien lo amenacemos con tirar de la manta; o que, si algo que se pretende mantener oculto sale a la luz, digamos que se ha descubierto el pastel.

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