De qual guisa salió decir non lo sabría,
ca fellesçio el libro en que lo aprendía;
perdiose un quaderno, mas non por culpa mía,
escribir aventura sería grant follía
(Gonzalo de Berceo)
Que el concepto de autoría ha
cambiado desde la Edad Media a nuestros días no tiene discusión. No obstante,
creo que en aquellos lejanos tiempos, en los que también se practicaba una
especie de “propiedad común de la cultura”, por darle un nombre, la reelaboración,
la transmisión de lo que otros habían dicho o escrito se hacía con otro talante;
yo diría que, por lo que vemos en Berceo, con más respeto.
No debe olvidarse, le explico a
Zalabardo, la situación de aquellos escritores: inexistencia de la imprenta
(los libros se copiaban a mano), complejidad para preparar la vitela utilizada
para escribir los libros, escasez de bibliotecas (solo algunos monasterios
disponían de scriptorium), altísimo
nivel de analfabetismo incluso entre las clases privilegiadas…
Le pido a Zalabardo que medite la
diferencia entre los medios de información y documentación con que contábamos
en nuestra juventud y los que hoy se ponen a nuestro alcance. Había que meterse
en una biblioteca, si se disponía de alguna cerca, en la que existiesen la
enciclopedia o los libros necesarios para una investigación. Si el libro ya estaba prestado, había que engrosar una extensa
lista de espera. Luego, leer capítulos completos hasta hallar el dato buscado y
copiarlo a mano para utilizarlo más tarde. En fin, algo que los más jóvenes,
afortunadamente, ya no tienen que hacer.
Porque un día llegó Internet. Y, con ello, se nos concedió un caudal de información incalculable. No seré yo quien reniegue de Internet.
¡Ojalá hubiese dispuesto de tal instrumento en mis tiempos de estudiante! Y,
sin embargo, hay bastante que decir de tal adelanto.
El mal, le digo a Zalabardo, no está
en el instrumento, sino en cómo lo empleemos.
¿Condenaremos un cuchillo porque puede herir? El
progreso tecnológico hay que acogerlo con los brazos abiertos, pero hay que ser
consciente de cuanto bueno o malo pueda tener. Y, yo al menos no lo dudo, el
mal solemos añadirlo nosotros, no viene de fábrica.
Con frase publicitaria, diríamos que Internet
nos pone todo un mundo al alcance de un
clic. Y ahí está el quid, saber cuándo pulsar la tecla. El peligro que encuentro
en Internet es el de la impunidad con que podemos actuar: unas veces de manera inconsciente;
otras, eso es lo malo, con total inconsciencia. Lamentablemente, con facilidad sucumbimos
a la tentación de creer que cuanto aparece en la Red es dogma de fe. Y no
dudamos en aceptarlo con cándida credulidad. Renunciamos a ejercer nuestra capacidad
crítica.
Digo impunidad porque resulta muy
fácil subir contenidos no contrastados, opiniones, datos de muy variada
naturaleza, sin que nadie nos pida responsabilidad por ello. Y donde digo
impunidad digo también irresponsabilidad. Si lo hacemos inadvertidamente, por
ignorancia, malo; pero si lo hacemos con intenciones torcidas, es peor aún.
Lo peor de todo es cuando ponemos en
boca de alguien palabras que el interesado nunca empleó. A diario tenemos muestras de ello y las redes sociales son su mejor exponente. El actor gallego Moncho Borrajo se ve obligado a tener
que explicar que una carta abierta dirigida a Pablo Iglesias, aunque suya, ha sido manipulada en tono y contenidos
hasta modificar y/o añadir frases que él nunca escribió. Libremente circula
como carta escrita por el humorista Antonio
Fraguas, Forges, un texto escrito hace cuatro años por otra persona en su blog. Un periódico publica una foto en la que,
según el pie, aparecen militantes de Podemos
orinando y defecando ante la madrileña Catedral de la Almudena. Detalles de la
foto permiten ver que ni es la catedral madrileña, sino la de Buenos Aires, ni
la foto es actual, ni los guarros que en ella aparecen son de Podemos. En Facebook se difunde una
frase de Antonio Machado, acompañada
de la foto del escritor; el problema es que la frase es de Manuel Azaña. Nos llega un poema de Benedetti (en otros lugares se atribuye a otra persona) que no
encuentro en ningún libro del escritor uruguayo. Ayer mismo leía que Matteo Renzi, primer ministro italiano,
quiso mostrarse elogioso hacia los argentinos, durante una visita a Buenos
Aires, leyendo un poema de Borges
que, ¡oh, desdicha!, no es de Borges.
Sus asesores lo habían tomado de… Internet.
Creo que necesitamos ser menos
cautos, pensar un poco cuanto vemos en Internet y, si vamos a contribuir a su difusión, cerciorarnos de su veracidad. Algunos casos son del todo irrelevantes, pero otros pueden
provocar un daño irreparable. Todo, porque no pensamos como Berceo que, si desconocemos la fuente,
escribir al buen tuntún es grave locura. Con la lamentable moda del copiar y
pegar, nos acostumbramos a dar como
propio lo que tiene una autoría diferente. Además, con la falta de elegancia que
supone apropiarnos de lo que no es nuestro.
Esta misma Agenda de Zalabardo no se
ha librado de sufrir actos que, aunque diferentes a los comentados, casi rozan el pirateo. No
digo que de manera premeditada. Ni somos el Pentágono ni el hecho reviste mayor
importancia. Esta página recibe un número modesto de visitas. Algún
apunte tiene suerte y acuden a él más lectores. Uno ha sobrepasado las 6000
visitas; otros están entre las 1000 y las 5000. Varios superan unas
centenas. Pero un buen día (o malo) de septiembre de 2013 un apunte comenzó a
recibir un número desproporcionado de visitas (más de doscientas diarias). El
dato era a todas luces falso. No sé explicar bien el caso. En él clavó sus garras uno
de esos programas fantasmas que circulan por ahí y lo reproducía de manera descontrolada.
Traté de poner medios para evitarlo y ya recibe menos visitas anormales, aunque el caso no ha concluido.
Ese programa, logré saberlo, aparecía ligado a una inexistente
compañía de vuelos baratos. Si entrabas en ella, te llevabas el chasco de que
lo que veías era esta Agenda. ¿Y a quién se piden
responsabilidades? Pues vaya usted a saber.
1 comentario:
Es curioso, pero me he topado mas a menudo de lo que usted creería, con gente que asume que si algo está en internet, es cierto. Y el asunto no tiene discusión. Vaya uno a saber porqué se le tiene mas fe que a algunos dioses.
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