Cervantes. Argamasilla de Alba |
No
pecamos nosotros, los españoles, por exceso de celo en el culto de nuestros
clásicos; pocos pueblos tan desatentos y distraídos en esa especie de deber que
es la atención a los grandes creadores (María Zambrano: Cervantes, clásico de Europa)
Lo que tiene no ser un número uno,
comento a Zalabardo, que se ríe de mis palabras, es que has de conformarte con
ser un seguidor, un epígono, alguien que llega a todo después de que el número uno ya haya llegado. Nada malo tiene no ser el primero. Lo digo sin envidia, sin
pesar, sin rencor. Me limito a constatar una verdad de Perogrullo.
Don Quijote y Sancho. Villanueva de los Infantes |
Marías
hacía una diferenciación entre ingleses y españoles ante un evento semejante, a
cuenta de que el mismo día se celebra idéntico aniversario de la muerte de Shakespeare: entusiasmo inglés/
indiferencia española; amplio programa de fastos en Inglaterra/parvas
celebraciones en nuestro país; firme implicación de las autoridades británicas/desprecio de las españolas por la cultura…
La tesis de Javier Marías es que a nosotros no nos importan los muertos, sino
solo aquellos vivos a los que podemos poner una zancadilla o hacer daño. Puede
que tenga razón. Añade que entre nosotros solo parecen contar, y por motivos
harto interesados y no poco discutibles, Lorca
y Machado. Yo diría que tal vez ni
estos, pues basta ver la de veces que se les cita, muchas, y la de veces que
estas citas son erróneas, también muchas. Aparte de que el conocimiento del que
se presume respecto a estos autores es bastante limitado.
Pensé si mantener o no este apunte,
dado que significaría insistir en lo ya dicho. Fue Zalabardo quien me convenció
de que no renunciara porque, me decía, nunca una verdad deja de serlo porque se
repita mucho.
Sancho decapitado, a la entrada de la Cueva de Montesinos |
Miremos, si no, la cita de María Zambrano que coloco al principio.
¿Es verdad que los españoles no solo no atendemos, sino que maltratamos a
nuestros grandes artistas? Yo creo que sí. Maltratamos, despreciamos, nuestra
cultura y nuestra historia. No nos interesa la historia para reflexionar cómo
hemos llegado a ser lo que somos, sino para montar nuestra revancha contra
quien no piensa igual. Lo he dicho en multitud de ocasiones: ¡Qué aburrimiento
si todos pensásemos lo mismo! La nuestra es una historia de caínes, que el Duelo
a garrotazos, de Goya, o La
tierra de Alvargonzález, de Machado,
nos retratan a la perfección.
Me mantengo en el campo de la literatura. ¿Qué nos importa Cervantes, qué Quevedo, qué Garcilaso,
qué Feijoo, qué Jovellanos, qué Unamuno,
qué Juan Ramón Jiménez? ¿Quién sabe
que Quevedo padeció cárcel por
criticar al poder? ¿Quién sabe el silencio a que fue condenado durante muchos
años Góngora? ¿Quién sabe que hizo
falta que todo un rey, Fernando VI,
publicara una pragmática en la que prohibía que se criticara a Feijoo porque sus obras eran “del real
agrado”? ¿Quién sabe que Unamuno fue
desterrado por su oposición al dictador Primo
de Rivera y depuesto de su cargo de rector en 1936 por decir a Millán Astray “Venceréis, porque tenéis
suficiente fuerza bruta para ello, pero no convenceréis”? ¿Quién sabe que desde
instancias oficiales se hizo cuanto se pudo para que a Juan Ramón no se le concediera el premio Nobel? Se podría alargar, bastante, esta lista de atentados a
nuestra cultura.
Ahora estamos en el IV Centenario de
la muerte de Miguel de Cervantes.
¿Qué sabemos de él? ¿Qué del Quijote o del Persiles o de su poesía y
su teatro? Conocida es la aversión que los españoles sentimos por la lectura
del Quijote.
Contra estos molinos luchamos hoy. También en La Mancha |
Yo, que toda mi vida he estado
agradecido al maestro que me enseñó a leer en una edición adaptada del Quijote
y que, a lo largo de mi vida, creo haber leído la novela cuatro veces así, de
un tirón, y que no dejo de acudir continuamente a la lectura de episodios
sueltos, el año pasado, al realizar un proyecto largamente soñado, recorrer las
tierras y caminos por los que discurrieron las aventuras del hidalgo manchego,
sufrí un gran desengaño. En La Mancha son muchas las personas a las que no
interesan ni Cervantes ni el Quijote.
La gente no sabía quienes fueron el pastor Grisóstomo, ni el rico Camacho,
ni Basilio,
ni Ana
Félix, ni Marcela, ni Dorotea, ni don Diego Miranda…
En todo el país hay muchos curas y
muchos bachilleres sin otro objetivo que retraer a los soñadores a su rincón, que
miran con malos ojos a quienes buscan un mundo mejor, aun a sabiendas de que es
imposible.
Tiene razón Javier Marías. En España matamos a los muertos. A ver si pasa
pronto el 2016, porque ya está bien de tanto Cervantes, dicen algunos. Y eso que no tenemos ni puñetera idea ni
de él ni de su obra. La del clásico europeo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario