Oye la serenata,
que va a ser de mistó,
porque de la cabeza
me la he sacado yo.
(El
barquillero, zarzuela de López
Silva, Jackson Veyán y R. Chapí)
Regreso de unos días de descanso en
las Alpujarras (almeriense y granadina) y me encuentro con un apunte pendiente
que no quiero dejar. Hablo con Zalabardo y trato de explicarle que hay que aceptar con
toda naturalidad lo que conocemos como registros del habla, es decir, esas utilizaciones
que cada hablante hace de los niveles de lengua, según la situación, la conveniencia
o el conocimiento que de ella se tenga (culto, popular, técnico, vulgar…) Lo adecuado
es que el hablante adapte su registro al propio del ambiente en que se halla.
No se habla igual cuando se está entre amigos en un bar, cuando se imparte una
conferencia, cuando se redacta una carta comercial, etc. Por eso, no considero
desdoro que una dama distinguida,
como dice Valera, haga uso de giros
populares, e incluso vulgares, cuando el ambiente lo permite.
Y vamos con las expresiones que Valera consideraba tabernarias e inapropiadas en personas de rango. El escritor
egabrense debió extraerlas de ese teatro que él calificaba de menor: el sainete
y la zarzuela. Al menos, la mayor parte. Imagino que tener la mar de infundios
debe ser sin duda un vulgarismo provocado por el mismo sainetero al hacer que
su personaje confunda infundio, ‘mentira, patraña
generalmente tendenciosa’ con ínfulas, ‘cintas que en la
antigüedad ceñían la frente de sacerdotes y personas principales’ y que pasó,
en la expresión tener o darse muchas ínfulas a significar ‘darse una
importancia que uno no tiene, ser vanidoso en exceso’.
Hay dos referidas a pelo: tomar
el pelo y estar al pelo. Siendo parecidas en la forma son diferentes en
el sentido. La primera, bien conocida, significa ‘burlarse de alguien’. ¿Por
qué? Aunque hay más de una versión, me decanto por la que me parece más
plausible. De antiguo, en las cárceles y cuarteles se rapaba el pelo a los
recién ingresados, más que nada por razones higiénicas. Así, los novatos, a los
que les habían tomado el pelo, eran bien reconocibles y objeto de las
burlas de los demás.
La segunda presenta algo más de
complicación. En la revista El Folk-lore andaluz (1882-1883), F. de la Sierra y Fabra defiende que
proviene del lenguaje armamentístico, ya que hay unas escopetas montadas
al pelo, que permiten disparar ejerciendo menos presión sobre el
gatillo. Esto las hace más fáciles de usar. Y también más peligrosas. Pero el
ejemplo dado en el apunte anterior del uso que hace Cervantes nos inclina a pensar que no es ese su sentido. Hoy
tomamos venir a pelo para indicar que algo es apropiado. Y ya Covarrubias recogía los giros a
pelo y a contrapelo para indicar que algo sigue o no el sentido normal
del pelo de un animal.
Dar la lata y tener poca lacha no creo
que presenten problemas. La primera es ‘molestar’ y proviene de la costumbre
de, en determinadas festividades y ritos, arrastrar latas vacías que producían
enorme ruido. Y la segunda significa, simplemente, ‘tener poca vergüenza’.
También pitorrearse es suficientemente conocida, ‘hacer burla de alguien’.
El origen que encuentro es, al menos, curioso. A finales del siglo xix había en México una revista
satírica, El Pito Real. Por eso, cuando se hacía crítica o mofa de
alguien, se decía que se pitorreaba de él.
Y nos quedan dos. Ambas las
encuentro empleadas en libretos de zarzuelas. En La Verbena de la Paloma,
de Ricardo de la Vega y música de Tomás Bretón, don Hilarión canta eso
de: una morena y una rubia, / hijas del
pueblo de Madrid, / me dan el opio con tal gracia / que no me puedo resistir.
De ahí se deduce que dar el opio es ‘embelesar’, por
comparación del efecto que causa el opio en quien se administra.
I. Eory, M. Ligero y C. Velasco en La verbena de la Paloma |
Más trabajo me ha dado ser
de mistó, pues no me aparecía el término por ninguna parte. Hasta que
encontré que en la zarzuela El barquillero, con letra de José López Silva y J. Jackson Veyán y música de Ruperto
Chapí, un personaje canta: Oye la serenata,
/ que va a ser de mistó, / porque de la cabeza / me la he sacado yo.
Realmente, lo que se quiere decir es misto, con pronunciación llana, pero
la rima con yo exige que la palabra se pronuncie aguda, mistó.
¿Y qué significa ser de mistó? ‘Que es importante, que tiene calidad’. Casualmente
también, encontré que en un texto de derecho del siglo xix (Instituciones prácticas, 1842) se
habla de fuero misto (por mixto). En dicho texto se afirma que
son de fuero misto las cuestiones en que deben intervenir tanto el
juez civil como el eclesiástico. Es decir, que debería tratarse de asuntos
importantes. Y ahí me pareció haber encontrado la explicación.
Le digo a Zalabardo que la
conclusión que saco de estos dos últimos apuntes es algo que estoy harto de
repetir: que la lengua no está sujeta a ataduras rígidas, que giros y palabras
aparecen y desaparecen de forma natural, como las personas y que si algo hay
que criticar es, también lo he dicho, la falta de claridad y de propiedad,
porque, por otra parte, todas las palabras son de buena cuna y hay que
menospreciar ninguna.
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