Dícese que es de tanta importancia y riquezas como Lisboa, y más.
Cogieron muchos navíos, en particular cuatro, cargados hasta
el tope de infinitas riquezas que salían á contratar á otras partes, apreciados
en tres millones y medio, afuera de lo que en la ciudad hallaron, que fue un
asombro. (Jerónimo de Barrionuevo)
Es
verdad, lo he hablado bastantes veces con Zalabardo, que hay palabras y expresiones
que, porque desconocemos su origen, tendemos a darles una explicación que en
ocasiones resulta arbitraria o, si no nos atrevemos a manifestarnos sobre lo que
desconocemos, quedamos en la duda de cuál sea la razón de que se diga tal cosa.
Es algo parecido a lo que sucede con las ultracorrecciones. Por ejemplo, del
latín ante ostianu, ‘espacio que, en las iglesias, hay ante la
puerta’ derivó al castellano antuzano. Pero, dado que por lo
general las iglesias se construían en lugares elevados, por motivos defensivos,
no pasó mucho antes de que la gente convirtiera el término en altozano.
Pero
no voy a hablar de ultracorrecciones, sino de dos expresiones cuyo origen, por
descuido, tendemos a explicarnos mal: estar hasta los topes, ‘al máximo,
hasta donde se puede llegar, enteramente’ y pagar el pato, ‘padecer
pena o castigo no merecido, o que ha merecido otro’. Porque, le digo a
Zalabardo, ¿nos paramos a pensar de qué topes o de qué pato hablamos? Así, a la
ligera, pensamos en el transporte ferroviario y en un vagón tan lleno que obliga
a la gente a viajar en los topes; podría ser. Pero la segunda expresión nos
desconcierta, porque, ¿qué pato es ese que se paga
inmerecidamente?
La
verdad es más simple que todo eso. Estar hasta los topes no tiene nada
que ver con los trenes, lo que deberíamos deducir de la cita introductoria, que
pertenece a un escritor del siglo xvii.
Su origen hay que buscarlo en el lenguaje marinero. En efecto, si acudimos al Diccionario
marítimo español, de 1831, compuesto por Martín Fernández Navarrete,
leemos que tope es el ‘extremo o remate de cualquier palo de arboladura’.
Más adelante, explica la locución estar hasta los topes: ‘Hallarse muy
cargada la embarcación. Dícese también figuradamente del que abunda en alguna
cosa física o moral’.
Pero
ya digo que pagar el pato requiere una explicación algo más enrevesada. La
expresión puede que sea anterior al siglo xvi
y se fundamenta en la mala relación entre cristianos y judíos en España. Estos
últimos afirmaban que su fe se mantenía gracias al pacto que Dios había hecho con Abraham. Los cristianos, unas veces por
mofarse de ellos y otras por infligirles algún castigo, les decían que habría
de llegar el momento de pagar aquel pacto. Y así, se los
sometía a tributos de los que estaban exentos los cristianos o a diferentes
tipos de humillaciones. Pero a mucha gente del pueblo aquello del pacto
no le sonaba y de esa manera se fue extendiendo el vulgarismo pato, por lo que pagar
el pacto acabó siendo pagar el pato.
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