Cualquiera se daba cuenta rápido de que allí muchos no se podían ni
ver, aunque todos fueran del mismo paño; eso salía p'afuera y ya iba yo notando
las soberbias encampanás, cada uno a su estilo, sin dislocarse nunca nadie y
siempre en plan educao, eso siempre, claro. (Fernando Quiñones)
El violinista alegre (fragmento), de Van Honthorst |
Hay
palabras ricas en sinónimos, opción que nos permite decir lo mismo con palabras
diferentes. Suelen ser vocablos de uso frecuente, que señalan conceptos cercanos
y cotidianos. Cerdo es uno de ellas; también botijo. No obstante, sorprende
que haya otros igual de cercanos y cotidianos tan pobres en este aspecto. Es lo
que pasa con vino. No pienso en tipos de vino ni en términos
empleados en las tareas de cultivo de la vid o de su elaboración. Hablo de la
palabra que designa la ‘bebida alcohólica que se hace del zumo de las uvas exprimido,
y cocido naturalmente por la fermentación’.
Hace
no muchos días, me pidieron consejo sobre un lugar para comer; pregunté qué
tipos de locales buscaban y me contestaron en tono jocoso: “Lo principal, que
tenga buen mollate”. No pudo tener más rápido efecto la madalena de Proust o la campanilla de Pavlov. Algo se removió en mí que me
trajo el recuerdo de mi pueblo, Osuna, en tiempos ya lejanos y de otro amigo, Mariano Zamora, a quien gustaba hablar de
la ruta
del mollate. Allí, en mi pueblo, mollate era una palabra que se oía
bastante; como vilorio, como cisco, como pleita y tantas más. Hoy,
al parecer, han caído en desuso.
Cuando
llegué a casa, se lo conté a Zalabardo, que no estuvo presente. Él me animó a
iniciar esta búsqueda. La tarea no resultó fácil; por lo pronto, el catálogo de
términos para vino nos quedó corto: alpiste, morapio, zumaque,
mostagán,
pimple
y mollate.
Morapio
y alpiste
parecen los más conocidos. Zumaque y mostagán son más rebuscados.
Pimple
se deriva de pimplar, ‘beber en exceso, especialmente vino y licores’.
Un trago de vino, de Mauricio Flores Kaperotxipi |
Pero,
como a quien me pidió consejo, me interesa el mollate. La palabra ha estado
ausente del DRAE hasta esta última edición, donde se afirma que es un término
de jerga que significa ‘vino corriente’ y procede del caló moliate, locativo de mol,
‘vino’. El Diccionario del Español Actual, de Seco, se limita a marcarla como regionalismo que significa ‘vino
común’. Y, sumando datos de CORDE y CREA, extraña no encontrar
más allá de seis ejemplos documentados, en su mayor parte de escritores andaluces.
Fijo por ello la mirada en varios vocabularios específicos y solo me aparece en
el Vocabulario
popular andaluz, de Francisco
Álvarez Curiel, en el Vocabulario andaluz, de Alcalá Venceslada, y en el Vocabulario
popular malagueño, de Juan Cepas.
En los tres casos se dice: ‘vino’.
Cata, de Ernest Descals |
Creo,
le digo a Zalabardo, que aquí podemos concluir la investigación. Estamos ante
un caso de metonimia (una cosa se designa con el nombre de otra con la que presenta
una relación de contigüidad espacial, temporal o lógica: el efecto por la
causa, el signo por lo significado, el continente por el contenido, etc., y a
la inversa). Eso explica que mollate, ‘botella’, pase a
significar lo que en ella se contiene, ‘vino’.
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