Este vino alegra el corazón |
Los
retratos y los dinteles
Mogarraz no es el pueblo “donde
cuelgan las fotos de los difuntos en las fachadas de las casas”, como algunos
creen, le digo a Zalabardo. La historia es la que contaron en el pueblo.
En
1967, a un alcalde se le ocurrió pedir a un vecino, Alejandro Martín Criado, militar
jubilado y fotógrafo, que fotografiase a todos los habitantes del pueblo, 388,
con el fin de facilitarles los trámites a la hora de desplazarse a Béjar para
hacerse el DNI.
Alejandro
Martín guardó los negativos hasta que en 1975 decidió desprenderse de ellos,
cosa a la que su mujer se opuso. Aparece entonces la figura del pintor Florencio
Maíllo, natural del pueblo, que se los quedó como modelos para hacer unos
retratos que se expondrían en el pueblo. La exposición (Retrata2/388) se inauguró
en 2012 y habría de durar seis meses: pero los retratos aún siguen colgados.
Al
parecer, no todos los vecinos están contentos. Algunos ya se negaron a que
sobre sus fachadas colgasen aquellos cuadros y consideraban un atentado ver los
muros de la iglesia y su torre campanario (del siglo XIII) casi ocultos por las
pinturas de Maíllo. Hubo quien me insinuó que el cura lo autorizó por un
interés económico.
A
mí, la verdad, me parece una iniciativa curiosa, aunque a muchos se les podría
buscar mejor emplazamiento, pues tampoco me gustó ver la iglesia y la hermosa
torre tapadas con tantos “cromos”.
Escudo de la Inquisición |
Distinta
impresión me causaron los dinteles de innumerables viviendas. Unas veces sencillamente
grabadas sobre el granito, otras talladas en relieve, por todas partes se repite,
con diferencias a veces acusadas, este motivo: una cruz, los monogramas de Cristo
y María, y la fecha de construcción de la casa.
Pregunté
la razón y me dieron una bastante convincente: la zona acogió numerosas
juderías y, como suele ser común en los conversos, había ansia por demostrar
que su cristianismo era sincero. Lo que comenzó siendo una cuestión de
profesión de fe, acabó en costumbre generalizada.
Eso explica varias cosas: que en Sequeros, donde apenas hubo
judíos, sean escasos estos dinteles labrados; que en La Alberca, núcleo de la
zona, abunden más los escudos de órdenes, familias o instituciones (dominicos,
carmelitas, Santiago, la Inquisición); o que en Mogarraz, con ingente población
judía, sea donde más abundan.
Ya
digo que hay gran variedad. Lo más sencillo es la simple inscripción. Pero hay formas
curiosas: en la llamada casa de las Ánimas vemos el escudo de los dominicos,
los monogramas de Cristo y María y dos cuerpos entre llamas, presididos por el
Espíritu Santo; en otros, el monograma de Cristo se repite en latín y griego
(IHS / YHΣ); otros presentan una frase en latín, incluso con faltas de ortografía;
o un jeroglífico, una S atravesada por un clavo que hay que leer como “esclavo”;
extraño es el que presenta las vocales representadas por números (1=a, 2=e,
3=i, 4=o, 5=u), en que con dificultad se puede leer S2 H3Z4 (‘se hizo’), 1Ñ4
(‘año’), etc. Pero también hay los que abandonan el motivo religioso y se
inclinan por algo más profano, motivos florales o un barril.
Soy esclavo de María |
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