Prevengo a Zalabardo de que no
pienso hablar del tiempo de los moros, como, se cuenta desde tiempo inmemorial,
que traducía un mal estudiante de latín la queja ciceroniana. Cicerón se
quejaba de la corrupción en que se había hundido su tiempo; hoy, su frase se
emplea como recordatorio nostálgico de un periodo en que las costumbres eran
mejores. Al fin y al cabo, no ha variado tanto la cosa.
Nunca defenderé que cualquier tiempo
pasado fue mejor, porque no es cierta tal aseveración. Aunque veamos en el
actual muchas cosas que no nos gusten o aunque, a veces, muchas que recordemos
del pasado nos hagan sentir nostalgia. Le pese a quien le pese, siempre iremos
hacia mejor.
De lo que quiero hablar a Zalabardo
es de las abreviaturas, de la escritura en las redes sociales, de esos
lenguajes que nos vamos inventando (el políticamente correcto, el inclusivo…),
de las citas mal usadas y de cosas así. Pero hablar de todo eso nos llevaría,
por desgracia, demasiado tiempo. Así que me pondré límites.
Parto de la base, le digo a
Zalabardo, de que hoy se escribe de otra manera. ¿Mejor, peor? No sabría qué
decir. Observo que hoy tendemos a una simplificación grande y que en ello
tienen algo que ver las redes sociales. Pero tampoco debemos culparlas solo a
ellas. Sin embargo, a veces pienso que, en nuestros días, muchos tendrían dificultades
para redactar una carta como la que nos presenta Campoamor en su poema ¡Quién supiera escribir! o como la
que envía ese pobre soldado de la guerra de África, casi analfabeto, a su tío
dando cuenta de su situación y pidiendo noticias de la familia.
Porque hoy impera la brevedad. Twitter, Whatsapp,
Facebook
han impuesto el mensaje corto, acelerado, de pocas palabras, de consumo rápido
e inmediatamente desechables. En los mensajes que digo se usan en ocasiones más
emoticonos que palabras, se acude a las abreviaturas para no pasar un determinado
número de caracteres. Hace unos días, me comentaba un señora que había leído un
texto mío en Facebook a pesar de ser tan largo (unas diez líneas). Por
fortuna, ahora mismo mientras escribo siento el consuelo de haber leído una
columna de César Antonio Molina, que
se inicia con este recuerdo de Séneca:
“¿Qué mal puede hacer leer una carta? Puede que hasta en ella haya algo que te
guste”.
Es pues una razón de economía la que
nos fuerza a la brevedad. En la antigüedad, porque grabar sobre piedra un texto
era trabajo arduo o porque escribir a mano sobre pergamino todo un libro no
solo exigía tiempo al monje aplicado a la tarea, sino que el material era
escaso y caro. Se imponía, pues, la búsqueda del atajo que da la abreviatura.
Mirad, por favor, la lápida funeraria romana cuya foto
adjunto: D·M·S / Q·PVBL·HERACLIDA / AN V H·S·E S·T·T·L, lo que viene a decir Deis
Manibus Sacrum. Quinto Publio Heraclida, Quinque Annorum, Hic Situs Est. Sit
Tibi Terra Levis, o sea, Consagrado
a los Dioses Manes. Quinto Publio Heraclida yace en este lugar. Que la tierra
te sea te acoja. O esa otra imagen del comienzo del Beato de Liébana: IN
NME DEI NSTRI IHV XRI INCIPIT LIBER REVELATIONIS DNI NSTRI IHV XRI, que
traducido es: En nombre de Nuestro Señor Jesucristo comienza el Libro de las
revelaciones de Nuestro Señor Jesucristo. Pero es que en libros ya impresos,
mirad esa página de la Gramática de Nebrija, también las encontramos.
Lo que digo de las abreviaturas y
las redes lo traslado a ámbitos más amplios. No me gusta que nos abandonemos en
brazos de unos correctores ortográficos que, hoy por hoy, son incapaces de distinguir
entre vaya, valla o baya, por ejemplo. Así ocurre
que, en un medio de prensa leo puya, ‘punta acerada de la extremidad
de la vara de un picador’ donde debería decir pulla, ‘expresión aguda
con la que se humilla a alguien’. El autor del texto, imagino, confió plenamente
en un corrector que lo dejó en mal lugar.
¿Ves, le digo a Zalabardo, como en
esto hay mucho que decir? He comenzado por una cosa y he acabado saltando a
otra. Le pido que nos quedemos con que, para escribir, no es imprescindible ser
más o menos extenso, usar o no abreviaturas, valerse de un medio u otro. Lo
importante de verdad es tener un criterio y procurar ser lo más correcto posible.
1 comentario:
Publicar un comentario