sábado, mayo 11, 2024

¿A QUIÉNES CESAMOS HOY?

En el último apunte, comentaba con Zalabardo mi intención de hablar ―cosa que no hice― sobre la propiedad lingüística, «ajuste exacto entre la palabra empleada y lo que se desea significar con ella», que no es lo mismo que la corrección, «acomodación de la lengua a las exigencias gramaticales y expresivas del sistema». Pero hoy me veo precisado a hacerlo. A los hablantes comunes y corrientes no se los puede es liar con cuestiones académicas ni hay que exigirles el conocimiento que se exige a un especialista.

            Veíamos un concurso de televisión. En un momento, se pidió contestar qué era correcto: decir alrededor tuyo, alrededor de ti o si ambas formas son correctas. El concursante dijo recordar lo que había aprendido en la escuela, que cuando van unidos un adverbio y un posesivo ―así lo explicó él― no rige la concordancia y optó por alrededor de ti. Y perdió, porque le dijeron que, según la RAE, ambas respuestas son correctas.

        Desde época muy antiguas, los gramáticos han discutido sobre si en la lengua predomina la analogía o la anomalía, es decir, si hay más reglas que excepciones o al revés. A quien quiera participar en el debate le sugiero que repase los verbos irregulares y explique por qué usamos quepo y no cabo, si el verbo es caber. Los que hemos sido profesores tenemos la cosa más o menos clara ―aunque no mucho― y vamos saliendo del paso. Así, hemos tratado de inculcar en los cerebros de nuestros alumnos que el adverbio es una palabra invariable y que, por tal motivo, no admite concordancia. Por eso, les aconsejábamos que no dijesen nunca detrás mío ni delante tuya, sino detrás de mí y delante de ti. Porque los posesivos que acompañan a un adverbio no deben respetar ningún tipo de concordancia.

            ¿Cuál fue el error del concursante? El Diccionario Panhispánico de Dudas y otros manuales dicen que, al ser alrededor un adverbio formado por la contracción al más el sustantivo rededor, el hecho de que este último pueda funcionar como sustantivo independiente justifica que se pueda decir tuyo. Y le digo yo a Zalabardo: dando por buena esa explicación, ¿por qué no se aplica también a enfrente, compuesto de la preposición en más el sustantivo frente, que puede actuar, y actúa, como tal? Pero los manuales condenan enfrente tuyo como incorrección. Eso obliga a que al hablante haya que enseñarle lo que es la norma de uso, más las posibles excepciones, más cuáles de ellas no habrá que aplicar. Por este motivo, siempre enseñé ―o lo intenté― que, cuando el posesivo acompañe a un adverbio, nunca mostrará diferencia de género, por lo que lo correcto será cerca de nosotros, detrás de ti, delante de ellos, etc. De esta forma, el alumno atento dirá alrededor de vosotros sin que le asalte la duda de si será más correcto alrededor vuestro. Si alguna vez necesitara saberlo, ya lo aprenderá.


            Tras hablar de esta cuestión, y a la vista de cómo está ―en cuanto a nivel de conocimiento lingüístico― este patio de monipodio en que se quiere convertir el país ―España, para que ningún listillo me salga diciendo que evito decir el nombre―, le pregunto a Zalabardo qué ceses tendríamos que pedir desde este apunte. Porque, si atendemos a los medios, nos enteramos de que, cada día, según quiénes, se pide el cese del presidente del Gobierno, el de Ayuso, el del Fiscal General, el de los ministros Marlaska y Puente… Y se hace sin tener en cuenta que todos cesarán un día sin que nada lo evite, sin que medie ningún vergonzoso motivo y sin que nadie tenga que solicitarlo.

            Si lo dicho antes sobre los adverbios es cuestión de corrección, con esto entramos en lo de la propiedad lingüística, pues olvidamos con demasiada frecuencia la riqueza de nuestro vocabulario y nos acogemos a una monótona y aburrida serie de palabras, sin pensar que existen otras que, además, podrían significar mejor lo que pretendemos decir. Por ejemplo, cojamos el campo semántico que forman cesar, dimitir, destituir, despedir y deponer.

            ¿Cuáles son los valores más comunes de estos verbos? Dimitir significa «renunciar, abandonar, dejar voluntariamente el puesto que se ocupa y para el que alguien fue elegido o nombrado». Como verbo intransitivo que es, nadie puede dimitir a nadie, aunque se le pueda pedir que lo haga. No tiene que ver con la situación de una persona que rechaza un cargo que se lo ofrece, pues esta no dimite, sino que rehúsa el nombramiento. Destituir es, por su parte «separar a alguien, expulsarlo de su cargo, por decisión de la persona, que tiene autoridad para ello y que, por lo general, es quien lo puso en el cargo». Destituir es, por tanto, echar, despedir porque se ha mostrado ineficaz o porque, por cualquier otra razón, ha perdido la confianza de quien lo nombró. Es homologable a deponer, aunque este verbo, además, se emplea más para manifestar la voluntad de alguien en seguir manteniendo una actitud o una opinión. Yo puedo deponer mi actitud de enfrentamiento a una idea o un militar puede deponer las armas frente a un enemigo superior. Pero también deponer sirve como sinónimo de testificar o declarar.

            Llegamos, entonces, a cesar. Tan socorrido es su uso que, en 2014, la Academia lo acogió en la vigesimotercera edición de su Diccionario, como «destituir o deponer a alguien del cargo que ejerce». La lengua ―se lo he repetido muchas veces a Zalabardo― no es un organismo estable, inamovible. La hace la gente que la habla y, cuando un cambio se generaliza, se acoge dentro del sistema. Lo que no significa siempre enriquecimiento; a veces, es síntoma de pobreza.

 

           Breve historia de cesar. En el Diccionario de Autoridades de 1729 ni siquiera aparece la palabra. Sin embargo, en 1611, Covarrubias daba entrada en su Tesoro a cessar, «parar, dejar de continuar una cosa». El latín poseía el verbo cesso, «parar» y el sustantivo cessatio, «suspensión, interrupción, detención», de modo que cessatio pugnae, «detención de la lucha» equivalía a tregua. Habría que esperar a 1780 para que se diese entrada a cesar, «suspenderse o pararse una cosa». Con cesar se indicaba que se dejaba de hacer algo ―se cesaba, por ejemplo, la tarea--, o que paraba lo que estuviese sucediendo ―cesaba la lluvia, el viento, el frío…―.

            Cuando llegamos a 1925, hace casi un siglo, en el DLE apareció cesar, «dejar de desempeñar un empleo o cargo». Pero, ojo, cesar significa, propiamente, «dejar de desempeñar un cargo porque se extingue el tiempo para el que alguien fue elegido». En España, cumplidos los cuatro años de una legislatura, presidente, ministros, diputados, senadores…, que ocupan un puesto por haber sido elegidos, cesan. Si acaso, hasta que se produzcan nuevas elecciones, los cargos relevantes se conservan «en funciones».

            Pero ya decía antes lo de los cambios en la lengua. Ha sido tanto el desconocimiento entre lo que eran estas palabras, cesar y destituir, que, incluso la Academia ha tenido que rendirse y conceder a cesar un significado que nunca tuvo.

1 comentario:

siroco-encuentrosyamistad dijo...

No ceso de sorprenderme con sus conocimientos. Un abrazo