En el último apunte, comentaba con Zalabardo mi intención de hablar ―cosa que no hice― sobre la propiedad lingüística, «ajuste exacto entre la palabra empleada y lo que se desea significar con ella», que no es lo mismo que la corrección, «acomodación de la lengua a las exigencias gramaticales y expresivas del sistema». Pero hoy me veo precisado a hacerlo. A los hablantes comunes y corrientes no se los puede es liar con cuestiones académicas ni hay que exigirles el conocimiento que se exige a un especialista.
Veíamos un
concurso de televisión. En un momento, se pidió contestar qué era correcto:
decir alrededor tuyo, alrededor de ti o si ambas formas
son correctas. El concursante dijo recordar lo que había
aprendido en la escuela, que cuando van unidos un adverbio y un posesivo ―así
lo explicó él― no rige la concordancia y optó por alrededor de ti.
Y perdió, porque le dijeron que, según la RAE, ambas respuestas son
correctas.
Desde época muy
antiguas, los gramáticos han discutido sobre si en la lengua predomina la
analogía o la anomalía, es decir, si hay más reglas que excepciones o al revés.
A quien quiera participar en el debate le sugiero que repase los verbos
irregulares y explique por qué usamos quepo y no cabo,
si el verbo es caber. Los que hemos sido profesores tenemos la cosa
más o menos clara ―aunque no mucho― y vamos saliendo del paso. Así, hemos
tratado de inculcar en los cerebros de nuestros alumnos que el adverbio es una
palabra invariable y que, por tal motivo, no admite concordancia. Por eso, les
aconsejábamos que no dijesen nunca detrás mío ni delante
tuya, sino detrás de mí y delante de ti. Porque
los posesivos que acompañan a un adverbio no deben respetar ningún tipo de concordancia.
¿Cuál fue el error del concursante?
El Diccionario Panhispánico de Dudas y otros manuales dicen que,
al ser alrededor un adverbio formado por la contracción al
más el sustantivo rededor, el hecho de que este último pueda
funcionar como sustantivo independiente justifica que se pueda decir tuyo.
Y le digo yo a Zalabardo: dando por buena esa explicación, ¿por qué no se
aplica también a enfrente, compuesto de la preposición en
más el sustantivo frente, que puede actuar, y actúa, como tal? Pero
los manuales condenan enfrente tuyo como incorrección. Eso obliga
a que al hablante haya que enseñarle lo que es la norma de uso, más las
posibles excepciones, más cuáles de ellas no habrá que aplicar. Por este
motivo, siempre enseñé ―o lo intenté― que, cuando el posesivo acompañe a un
adverbio, nunca mostrará diferencia de género, por lo que lo correcto será cerca
de nosotros, detrás de ti, delante de ellos,
etc. De esta forma, el alumno atento dirá alrededor de vosotros
sin que le asalte la duda de si será más correcto alrededor vuestro.
Si alguna vez necesitara saberlo, ya lo aprenderá.
Tras hablar de esta cuestión, y a la vista de cómo está ―en cuanto a nivel de conocimiento lingüístico― este patio de monipodio en que se quiere convertir el país ―España, para que ningún listillo me salga diciendo que evito decir el nombre―, le pregunto a Zalabardo qué ceses tendríamos que pedir desde este apunte. Porque, si atendemos a los medios, nos enteramos de que, cada día, según quiénes, se pide el cese del presidente del Gobierno, el de Ayuso, el del Fiscal General, el de los ministros Marlaska y Puente… Y se hace sin tener en cuenta que todos cesarán un día sin que nada lo evite, sin que medie ningún vergonzoso motivo y sin que nadie tenga que solicitarlo.
Si lo dicho antes sobre los
adverbios es cuestión de corrección, con esto entramos en lo de la propiedad
lingüística, pues olvidamos con demasiada frecuencia la riqueza de nuestro
vocabulario y nos acogemos a una monótona y aburrida serie de palabras, sin
pensar que existen otras que, además, podrían significar mejor lo que
pretendemos decir. Por ejemplo, cojamos el campo semántico que forman cesar,
dimitir, destituir, despedir y deponer.
¿Cuáles son los valores más comunes
de estos verbos? Dimitir significa «renunciar, abandonar, dejar
voluntariamente el puesto que se ocupa y para el que alguien fue elegido o
nombrado». Como verbo intransitivo que es, nadie puede dimitir a nadie,
aunque se le pueda pedir que lo haga. No tiene que ver con la situación de una
persona que rechaza un cargo que se lo ofrece, pues esta no dimite,
sino que rehúsa el nombramiento. Destituir es, por
su parte «separar a alguien, expulsarlo de su cargo, por decisión de la
persona, que tiene autoridad para ello y que, por lo general, es quien lo puso
en el cargo». Destituir es, por tanto, echar, despedir
porque se ha mostrado ineficaz o porque, por cualquier otra razón, ha perdido
la confianza de quien lo nombró. Es homologable a deponer, aunque
este verbo, además, se emplea más para manifestar la voluntad de alguien en
seguir manteniendo una actitud o una opinión. Yo puedo deponer mi actitud
de enfrentamiento a una idea o un militar puede deponer las armas
frente a un enemigo superior. Pero también deponer sirve como
sinónimo de testificar o declarar.
Llegamos, entonces, a cesar.
Tan socorrido es su uso que, en 2014, la Academia lo acogió en la vigesimotercera
edición de su Diccionario, como «destituir o deponer
a alguien del cargo que ejerce». La lengua ―se lo he repetido muchas veces a
Zalabardo― no es un organismo estable, inamovible. La hace la gente que la
habla y, cuando un cambio se generaliza, se acoge dentro del sistema. Lo que no
significa siempre enriquecimiento; a veces, es síntoma de pobreza.
Breve historia de cesar. En el Diccionario de Autoridades de 1729 ni siquiera aparece la palabra. Sin embargo, en 1611, Covarrubias daba entrada en su Tesoro a cessar, «parar, dejar de continuar una cosa». El latín poseía el verbo cesso, «parar» y el sustantivo cessatio, «suspensión, interrupción, detención», de modo que cessatio pugnae, «detención de la lucha» equivalía a tregua. Habría que esperar a 1780 para que se diese entrada a cesar, «suspenderse o pararse una cosa». Con cesar se indicaba que se dejaba de hacer algo ―se cesaba, por ejemplo, la tarea--, o que paraba lo que estuviese sucediendo ―cesaba la lluvia, el viento, el frío…―.
Cuando llegamos a 1925, hace casi un
siglo, en el DLE apareció cesar, «dejar de
desempeñar un empleo o cargo». Pero, ojo, cesar significa,
propiamente, «dejar de desempeñar un cargo porque se extingue el tiempo para el
que alguien fue elegido». En España, cumplidos los cuatro años de una legislatura,
presidente, ministros, diputados, senadores…, que ocupan un puesto por haber
sido elegidos, cesan. Si acaso, hasta que se produzcan nuevas
elecciones, los cargos relevantes se conservan «en funciones».
Pero ya decía antes lo de los
cambios en la lengua. Ha sido tanto el desconocimiento entre lo que eran estas
palabras, cesar y destituir, que, incluso la Academia
ha tenido que rendirse y conceder a cesar un significado que
nunca tuvo.
1 comentario:
No ceso de sorprenderme con sus conocimientos. Un abrazo
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