
Huertas y yo, aunque la idea
nació de él, pusimos en marcha un proyecto, la creación de un Departamento de
Orientación, cuando en ningún centro educativo de España se sabía qué podía ser
eso. La experiencia, dentro de la modestia de medios con que contábamos y de
los palos de ciego que a veces dábamos porque nos movíamos en terreno
inexplorado, tuvo resultado positivo. Varias Consejerías de Educación de otras
Comunidades Autónomas nos pidieron información sobre nuestros esquemas de
trabajo y sobre los resultados obtenidos. Desgraciadamente, fue un proyecto que
no pudo tener continuación el curso siguiente. Las trabas nos las puso la Junta
de Andalucía que, en aquella época estaba en manos del PSOE.
Si cuento esta experiencia es a
propósito de un ridículo episodio ―pero a la vez bastante revelador― que tuvo
lugar hace unos días. El Pespunte, periódico digital de mi pueblo,
Osuna, publicó un reportaje sobre las quejas del personal sanitario del Hospital
Regional de la localidad. Tras leerlo, se me ocurrió comentar que, en mi
opinión, las áreas de Sanidad y Educación deberían ser las más cuidadas por los
gobiernos, cosa que, lamentablemente, no se cumple. Una señora, en tono ofendido,
me respondió que, mientras critico a la Junta del PP, no digo
nada de que el PSOE pretende suprimir los toros y la cacería. La pobre
señora anda errada de punta a rabo, porque, primero, yo no distinguía entre
gobiernos ―por eso relato la anécdota de la experiencia que vivimos Antonio
Huertas y yo― y, segundo, porque no creo que nadie en España esté pensando
en suprimir la caza y los toros, aunque estamos pendientes, esa es la verdad,
de una normativa europea sobre tales actividades.
Algunos tal vez consideren poco relevante mi ejemplo, pero a mí me sirve para entrar en el tema del día. Fundéu ―Fundación del Español Urgente― asociación promovida por Real Academia Española y la Agencia EFE consideraron que polarización era la palabra del año de 2023. Entre todas las propuestas, se eligió porque polarización «alude a situaciones en las que hay dos opiniones o actividades muy definidas y distanciadas (en referencia a los polos), en ocasiones con las ideas implícitas de crispación y confrontación»; o sea, que es palabra que define muy bien la sociedad en que vivimos. El más reciente ejemplo lo tenemos en el atentado de Eslovaquia. Un desequilibrado ―¿seguro?― intenta matar al primer ministro porque no le gusta su política. Imposible mayor polarización.
Aquí en España no hemos
llegado aún a eso, pero asusta el grado de crispación alcanzado. La palabra en
sí no es nada nueva. Polarización cuenta con bastantes años de
antigüedad, aunque con ese matiz de duro enfrentamiento, la Academia no
la acogió hasta 2001, creo. Su empleo, sin embargo, es anterior. En el CREA
(Corpus de Referencia del Español Actual) encuentro,
por citar solo dos, estos casos: «…excitar una polarización sindical
donde no hay más que refriega política…» (ABC, 1986) y «…la polarización
de la sociedad…» (El País, 1988). Hoy, la palabra y su
significado dibujan bien nuestra situación.
Contra lo
que se dice, no siempre las palabras se las lleva el viento. Las palabras son
síntomas que sirven para diagnosticar el talante con el que encaramos cualquier
asunto. Y hoy, aunque no se diga con esa expresión, la verdad es que está muy
extendida la actitud de «o estás conmigo o estás contra mí», lo que es gran y
grave error, Yo puedo estar al lado de alguien y, sin embargo, afearle sus
errores. O puedo ser su adversario sin tener que callar que en ocasiones hace
buenas cosas. No todo es o blanco o negro; hay una escala muy amplia de matices
entre los polos.
Le digo a
Zalabardo que experiencias de este tipo se observan incluso en ambientes en los
que se supone que debería reinar la cordialidad. Como profesor, he trabajado en
la enseñanza privada y en la pública y, aunque reconozca la libertad de cada
familia para elegir el tipo de educación que quieren para sus hijos, siempre me
inclinaré en favor de la enseñanza pública. ¿Qué alguien defiende un sistema que
le ofrece un centro privado ―que, se diga lo que se diga, es una empresa con
fines lucrativos―? Está en su derecho y ninguna ley lo prohíbe como tampoco se
puede decir que sea delito montar un centro de enseñanza de carácter privado. Pero
si yo defiendo que un centro privado no debe ser sufragado por el Estado,
porque eso supone detraer medios para la enseñanza pública, no se me puede
contestar que ataco la libertad. Eso es llevar el debate al terreno de la polarización.
Lo mismo podría decir de la sanidad.
Tenemos que exigir al Estado una sanidad digna, en condiciones, con todos los
medios necesarios y que llegue a toda la población. ¿Que yo quiero otra cosa?
No hay problema, me pago la mejor compañía sanitaria privada que exista. Lo que
habría que evitar es que el Estado privatice la sanidad, externalice la
atención derivando dinero hacia centros privados.
Lo grave de este asunto es que sean nuestros representantes públicos, los que han sido elegidos democráticamente, quienes alienten la polarización cuando, por sistema, el grupo A se opone a lo que dice el grupo B por el solo hecho de que es el otro quien lo dice. O viceversa. Polarización es negar la posibilidad de puntos de encuentro. Es polarización no querer ver que nadie tiene nunca toda la razón ni nadie es poseedor en todo momento de la verdad. Por encima de A y por encima de B, por encima de los capitostes de A y de B, está el ciudadano común y corriente. Y si A no respeta a B o B no respeta a A estaremos engañando y maltratando a los ciudadanos. Esa es la polarización que padecemos y en la que muchos se dejan enredar.
Por eso le recuerdo a Zalabardo la
figura de mi amigo Antonio Huertas. Éramos muy diferentes, teníamos
muchas discrepancias. Pero nos respetábamos y reconocíamos cuándo la razón
asistía al otro. No negábamos nuestros momentos de confrontación, pero sabíamos
que había una puerta abierta al acuerdo y a la armonía y la utilizábamos.
2 comentarios:
Conocí a Antonio cuando nos formábamos en el Seminario Diocesano, aunque era 5 o 6 años mayor que yo. Defendía con convicción y vehemencia sus opiniones por encima de lo que opinara la jerarquía. Esto le acarreó algun disgusto y, sobre todo, no sentirse cómodo en aquella camisa de fuerza. Pero era noble defendiendo su punto de vista y, a veces, reconociendo sus errores de planteamiento. Cuando andábamos por aquella casa, parecía un clérigo cerbatana quevedesco, andando a grandes zancadas, alto, enjuto, nariz aguileña y ojos inquisitivos. Me enseñó a tener criterio pero a no encerrarme en él. El otro también cuenta. Era grande por dentro y por fuera. Gracias por taerlo a colación en tu blog.
Buenos días, hubiera sido más que interesante estar en ese departamento de Orientación, tal y como lo planteas; a Zalabardo, en el que tanto confío, también le pareció interesante.
Respecto al término "polarización", podría definirse como cuando uno busca la ideas en el Polo Norte y el otro en el Polo Sur, los dos creen haber encontrado el único Polo, pero lo que encuentran es la falta de comunicación y el desencuentro. Así no hay manera de conocer la verdad.
Un saludo cordial.
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