¿Me sonrojé? ¿Cómo saberlo? Cué no era, por
cierto, mi espejo.
—Enunciación. Tu problema es más bien de
articulación.
—Al carajo.
—¿Estás molesto?
—¿Yo? ¿Por qué? Al contrario me siento muy
bien, muy descansado. Como un hombre sin secreto.
(Guillermo Cabrera Infante)
Cofa de un buque |
Hace
algún tiempo que una buena amiga me preguntó si el origen de esta expresión era
marinero. Si estar seguro de ello, yo creía que no; pero me picó la curiosidad
y me puse a investigar. La duda se convirtió en certeza. Pero he aquí que, ayer
mismo, en un concurso de la tele, pidieron cuál de las expresiones propuestas
tenía origen marinero. Y daban como correcta la que hoy no ocupa.
Esta
semana creí que iba a faltar a la cita, pues nos hemos ido a visitar Gorafe
(Granada): su Parque Megalítico, su desierto, la acequia del Toril… A quien no
conozca esos lugares les recomiendo que vayan. Al menos yo, he descubierto que
Granada tiene otras cosas aparte de Sierra Nevada y la Costa Tropical. Pero lo oído
en la tele me impulsó a escribir este apunte que iba a quedar en falta.
Comento
a Zalabardo que la confusión de mi amiga y la del concurso (en este último caso
es más grave porque se supone que los responsables deben tener unas fuentes de
información fiables) nacía, como otras muchas aseveraciones que se hacen sin
fundamento, de Internet. La Red, instrumento magnífico para informarnos sobre
muchas cosas, se convierte en un peligro grave si damos credibilidad a todo lo
que a ella se sube sin contrastarlo.
Lo
que se lee en Internet, me preguntaba mi amiga y se sostenía en el concurso de
la tele es que mandar al carajo es expresión marinera porque carajo
es una pequeña cesta situada en lo más alto de un mástil (la cofa)
y mandar allí a alguien se podía entender como castigo, ya que es el lugar más
incómodo del barco.
Empecemos:
ni el Diccionario de la Academia, ni el de Manuel Seco, ni el de María
Moliner (para mí los tres más fiables de nuestra lengua) recogen tal
significado. En el DRAE, se dice que al carajo es ‘expresar un fuerte
rechazo de alguien o de algo’ y mandar al carajo, ‘rechazar con
insolencia y desdén’, aunque nada se explica del origen. A la vista de ello,
recurrí al Diccionario Marítimo Español, de 1831, escrito por Martín Fernández Navarrete, y que me lo
recomendó el Ministerio de Defensa
para un trabajo que tuve que hacer. En él no encuentro la palabra carajo
por ningún lado. Para la cofa, ese diccionario utiliza las
siguientes formas: canasta, gavia, carchés, calcés,
galcés
y garcés.
Nunca carajo.
No me di por vencido y acudí a libros que recogen y explican
el origen y significados de expresiones diversas. Ni José María Iribarren ni José
María Sbarbi, los dos más prestigiosos, recogen tal significación. Volví a
los diccionarios y consulté un vocabulario marinero que la Armada Española tiene en su página web. Allí está cofa,
pero no carajo. Y en el Diccionario de sinónimos y antónimos,
de Gredos, carajo solo aparece como uno de los sinónimos de pene.
Me
acordé, entonces, del Diccionario secreto, de Camilo José Cela. Todo un capítulo
(unas sesenta páginas) del volumen segundo se dedica a carajo. Tras un exhaustivo
análisis del origen del término, concluye en que su etimología es desconocida o
dudosa. Luego pasa a explicar usos y giros en que aparece. En la acepción 12
(pág. 116), dice: lugar remoto,
fantástico e ignorado —y sin duda no deseable— al que se echa o se manda ir al
pelma, al molesto o al impertinente). Coincide con lo que dicen otros
diccionarios de referencia; pero por
ninguna parte se pone en relación carajo con el vocabulario marinero,
pese a los muchos ejemplos (antiguos y modernos) aportados.
Leí
que una persona planteó al Departamento de consultas de la RAE esta misma cuestión. La respuesta fue concluyente: ningún
diccionario de nuestra lengua recoge el supuesto. Le decían, además, dos cosas:
que la palabra carajo se introdujo en el diccionario oficial en 1983, pero con
el significado que aún hoy se puede leer; y que solo se conoce un caso en que
aparezca esa relación carajo/cofa: un Diccionario
náutico abreviado que se puede ver en Internet.
Zalabardo
sabe que soy tenaz, y hasta tozudo, y me sumergí en Internet. Y ahí hallé la
pista que, como el hilo de Ariadna, me sacaría del laberinto. Y es que en la
búsqueda di con “trabajito” que unas personas llamadas G. Poncio, L. Ballesta, R. Nicotra y A. Wild hicieron tras participar en un curso para obtener el título
de patrón de yates. Lo llamo “trabajito” porque la bibliografía en la que dicen
basarse es sumamente pobre: el citado curso de vela, un cuaderno titulado Teoría
y práctica de yachting, los apuntes de clase de un arquitecto que era a
la vez profesor de navegación a vela y dos enciclopedias muy generales, una de
Salvat y otra de Labor. El citado diccionario se incluía, supongo que todavía
podrá consultarse, en la Página personal de Gerardo Poncio,
de Córdoba, Argentina. Ese dato me hizo pensar que estuviésemos ante un americanismo,
pero el Diccionario de Americanismos, hecho conjuntamente por las Academias españolas y americanas, no
recoge carajo más que como ‘lugar muy lejano al que se envía a
alguien’. O sea, lo ya sabido.
Ahí debería decir mandar a algunas y me acuerdo de que |
Le confieso a Zalabardo que llegué a una conclusión: que esa interpretación
de carajo/cofa no era sino un invento de alguien
de aquel curso. Alguien en clase, un profesor o un instructor del
curso pudo haber hecho la comparación de que, en un buque de vela, mandar
a alguien a la cofa para vigilar (la cofa es un lugar alto e
incómodo) sería como mandarlo al carajo. Y estos buenos
señores que hicieron el trabajito se lo tomaron al pie de la letra y pensaron
que carajo
es otro de los nombres de la cofa.
Así
que, dejando de lado el significado de carajo que trae el DRAE,
‘miembro viril’ o el que dice Cela,
‘pija’, si seguimos el estudio del escritor gallego, junto a ese sentido de
‘lugar remoto al que enviamos a alguien’ le encontramos estos otros: ‘valor,
importancia o mérito’ (costar un carajo, estar
o ser algo o alguien de carajo); ausencia de valor (no
importar o no valer algo un carajo); ‘voluntad o capricho’ (salirle
algo a alguien del carajo); ‘negación’ (¡y un carajo te voy a dar lo que
pides!); ‘intensidad o encarecimiento’ (¡manda carajo!); ‘miserable,
vil’ (echa ya a esos carajos); ‘interjección sin valor significativo
especial’ (¡carajo, qué frío hace!); ‘estropearse algo’ (el intento
se nos fue al carajo), y quizá alguno más, pero en ningún caso cofa.
Lo
peor de todo es que alguien con poco criterio copió el trabajo citado y la confusión
carajo/cofa
sigue apareciendo en algunos otros vocabularios náuticos de Internet. ¿Qué le
vamos a hacer? Casos así se dan no ya por docenas, sino por centenares, Como
cuando se repite hasta la saciedad que en la tumba de Groucho Marx pone Perdonen que no me levante, cuando
basta con ver una simple foto de dicha tumba para comprobar que es una burda
mentira. Pero hay quien se sigue creyendo a pies juntillas todo cuanto aparece
escrito en Internet. La falta de cautela hace que estas y otras muchas mentiras
circulen por las redes sociales sin que se pueda poner remedio.
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