Como médanos de oro,
que vienen y van, son los
recuerdos.
El viento se los lleva,
y donde están, están,
y están donde estuvieron,
y donde habrán de estar…
—Médanos de oro—.
(Juan Ramón Jiménez)
Le digo a Zalabardo que notará que
he hecho cambios en el aspecto de la Agenda. Ha desaparecido la portada
de No
tendrías que haber vuelto y he querido rendir mi pequeño homenaje a Miguel Hernández, aunque sea con algo
de retraso.
Para este cambio hay, en principio,
una razón de peso: mi novela No tendrías… ya está en condiciones
de caminar por sí sola. Le he dado cuanto he podido y sabido, la he presentado
en sociedad, la he acercado a lectores de muy diferente índole. Por tanto, creo
llegado el momento de no tener que llevarla más de la mano. No la abandonaré; a
ningún hijo se abandona. Estaré preguntándole a cada instante cómo le va. Pero,
lo que decía, la dejo que camine sola, la libero de mi vigilancia.
Pero hay otra razón que no es
baladí. A esta novela le ha surgido una hermana, otra novela, que requiere la
atención que antes le di a ella. Es un proyecto casi culminado y, si todo sale
de acuerdo a lo previsto, verá la luz en octubre. Ya tiene nombre, Como
médanos, y espero su aparición con actitud temerosa.
Confieso a mi amigo que ese miedo lo
provoca el hecho de que sea un proyecto muy antiguo, tal vez demasiado antiguo,
que se remonta a hace unos cuarenta o cincuenta años. Incluso comencé a
escribirla y, si bien no recuerdo con exactitud su inicio, más o menos decía: Al llegar a la altura del puente que salva
las vías del tren, Arcadio se quedó mirando cómo Nosua, a aquella hora, dormitaba
tendida sobre la falda de la suave colina en que se asienta. ¿Cuánto tiempo
había tardado en regresar?
Yo quería escribir una historia en
la que, de alguna manera, fuese protagonista mi pueblo. Y como Clarín
convirtió Oviedo en Vetusta o Muñoz Molina Úbeda en Mágina, yo cambié Osuna en Nosua. Nada original. Pero, muy pronto,
abandoné el proyecto y la idea quedó ahí, no olvidada, aunque sí marginada.
Cuando me jubilé en 2008, decidí
retomarla y, lógico, empezar de nuevo. Naturalmente, ha cambiado mucho, prácticamente
todo, del proyecto inicial. Pero Osuna, Nosua,
seguía, y sigue, en ella. Me ha costado mucho trabajo, nueve años, porque, aun
valiéndome de muchos elementos autobiográficos, he debido luchar por que no sea
una autobiografía, sino una ficción, que eso ha de ser una novela. Han sido
muchas redacciones, muchos cambios, muchas lecturas. Finalmente, ha quedado
convertida en una novela sobre el recuerdo, sobre la memoria y sobre la lucha
por recuperar y preservar el pasado del que el protagonista está casi a punto
de desligarse porque le han diagnosticado un alzhéimer que progresa de un modo
inusualmente rápido. ¿Valor del resultado final? Sinceramente, no lo sé. Lo que
temo es que se haya quedado en un parto de los montes.
En cierto modo, la novela, en sus
orígenes, la inspiró la foto que incluyo. Si la observamos, se ve una carretera y, al fondo, un pueblo, el mío. Uno de mis hermanos está apoyado sobre la baranda del puente
bajo el que pasaba el tren. Yo, doy la espalda al pueblo, como si me alejara de él.
Pasado el tiempo, me marcharía y tardé en regresar. Con la
novela, Como médanos, he querido simbolizar ese regreso al lugar en el
que viví tantos momentos de felicidad.
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