El sol de la mañana reverberó en la espada de bronce. Ya
no quedaba ni un vestigio de sangre.
—¿Lo creerás, Ariadna? —dijo Teseo—. El minotauro apenas
se defendió. (Jorge Luis Borges)
Ariadna y Teseo, anónimo del s. XIX |
En su cuento La casa de Asterión, nos
dice Borges que no era difícil
adentrarse en el laberinto, pues el minotauro tampoco ofrecía
resistencia a nadie; lo difícil era salir. El cuento pudiera tomarse como una
inquietante metáfora. Cada vez que lo leo, me planteo la extrañeza
ante el hecho de que la historia siga concediendo más valor a la acción de Teseo
que al hilo de Ariadna, que fue quien hizo posible su salida.
¿Qué se inventó antes —me preguntó una vez
Zalabardo—, la rueda o la rueca? Estuve por decirle que sin una cosa no
existiría la otra y tal vez la aparición de ambas fuese simultánea o próxima, pero
preferí no hacerlo y le contesté que no lo sabía.
Tanto la rueda como la rueca, o lo
que con ella se hace, el hilo, han sido repetidamente utilizadas como símbolo
de la vida. También los laberintos. El Laberinto de Fortuna, de Juan de Mena, es solo una de la obras
en que se habla de las tres ruedas, pasado, presente y futuro, quietas la primera
y la última, en movimiento la segunda. Pero me interesa hoy, así se lo digo a
Zalabardo, hablar más del hilo que se obtiene gracias a la rueca y al huso. Son
variadas las expresiones frecuentes donde está presente: El hilo de Ariadna, Pender
de un hilo, Seguir/perder el hilo, Por el hilo se saca el ovillo, Irse
al hilo de la gente, Al hilo, Cortar el hilo de la vida,
o No
dar puntada sin hilo son algunas; es posible que haya más y yo no las
mencione ahora aquí.
Minotauro ciego guiado por una niña, Picasso |
La historia de Ariadna, Teseo
y el Minotauro
la conocemos por la mitología. Todos cuantos entraban en el laberinto morían;
solo Teseo,
a quien Ariadna entregó un ovillo para que se sirviese de él, consiguió
entrar, orientarse, matar al monstruo y regresar al exterior. Le digo a
Zalabardo que a mí me gusta particularmente la versión de Borges, en la que se dice que el Minotauro no mató a
nadie, ni siquiera se defendió, porque quienes entraban morían perdidos en
aquella intrincada construcción de infinitas estancias. Y aunque no lo diga de
forma explícita, la lectura nos permite deducir que, si hubiera que hablar de mérito, se lo tendríamos que otorgar a Ariadna y su madeja. De esta historia proceden, no me cabe la
menor duda, Por el hilo se saca el ovillo, fácil de entender, y Seguir/perder
el hilo, ‘desarrollar un discurso sin interrupción’ u ‘olvidarse de lo
que se está exponiendo o no ser capaz de seguir o entender una explicación’. Como
el espeleólogo que se vale de la cuerda para volver al punto de partida.
Las Moiras, John Melhuish Strudwick |
Pender algo de un hilo y Cortar
el hilo de la vida y Al hilo nos remiten también a la mitología.
Las Moiras,
Parcas
o Nornas,
según a la tradición a que acudamos, eran tres seres que mantenían con un hilo
la vida de las personas por encargo del Destino: Cloto (‘la que hila’) elaboraba
la hebra de la vida de cada ser y disponía su nacimiento; Láquesis (‘la que asigna
el destino') medía con su vara la longitud del hilo de cada vida; y Átropos
(‘la inflexible’) cortaba ese hilo cuando el Destino se lo mandaba y
determinaba la forma de la muerte de cada uno. Por eso, Pender de un hilo nos
avisa de que todo vive en un continuo sobresalto o duda, esperando/temiendo que
su final se produzca en cualquier momento. Al hilo significa ‘sin interrupción,
sin que se corte el transcurso o duración de algo’
Pero hay dos que parecen separarse
algo de las anteriores. Por ejemplo, Irse al hilo de la gente significa
‘hacer algo porque lo hacen los demás’. Podría interpretarse como ausencia de
criterio propio; pero también como señal de prudencia. Así pues, podemos
considerarla expresión un tanto equívoca.
Como equívoca es No
dar puntada sin hilo, que suele emplearse, a mi entender, de manera
torcida. Es frecuente oírla como elogio del certero y fino proceder de alguien.
Sin embargo, si acudimos al diccionario, vemos que su sentido no es tan positivo
y podría incluso dejar al descubierto un comportamiento egoísta, ya que significa
‘obrar de manera intencionada, de manera calculada, buscando el propio beneficio
o provecho’.
Zalabardo me pregunta: "¿Y eso es malo?" Como me sucedió aquella vez, estuve por responderle, pero me lo pensé y opté por callar.
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