La única persona que habla español, en
español, el español que yo creo español, era mi madre, tan natural, tan directa
y tan sencilla, cuya voz sigo oyendo debajo de la mía inolvidablemente.
(Juan Ramón Jiménez: Mi
español perdido)
Como médanos, mi última novela, va dando sus primeros pasos
sin, aparentemente, dificultades. El pasado día 6 se presentó en Osuna, mi
pueblo. El próximo 9 de noviembre se presentará en Málaga (Sociedad Económica
de Amigos del País, 19:30) y el 17 en Rincón de la Victoria (Casa Fuerte,
20:00).
La novela pretende ser una reflexión sobre el recuerdo y la
memoria. El protagonista, un periodista al que anuncian que puede padecer
alzhéimer, decide recoger en un diario los recuerdos sobre su pueblo, al que no
ha regresado tras salir muy joven, y sobre sus amigos, a los que hace mucho que
no ve.
No ha dejado de causarme
admiración la de veces que se me ha preguntado por el título y, en especial por la palabra médano.
La pregunta se ha planteado casi siempre en la línea de por qué escogí médanos
y no dunas.
Se me decía que médano es una palabra ‘exquisita’, alejada de la lengua común. Otros
me han preguntado qué es un médano. Cada vez que se ha dado el
caso, he explicado que como médanos es expresión tomada de
un poema de Juan Ramón Jiménez que
comienza: Como médanos de oro / que vienen y que van, son los recuerdos.
Y que, por ello, el protagonista de la novela tituló así el archivo en que recogía
sus memorias.
La pregunta, no obstante, me ha
hecho reflexionar sobre otro asunto distinto a la novela: cómo va degradándose
nuestro léxico, cómo vamos creando, conscientemente o no, un cuerpo léxico
común que elimina las palabras más familiares, más próximas, más de nuestro
ámbito, a la vez que se nos impone un léxico extraño, plagado de extranjerismos
y tendente a crear términos ambiguos o empobrecidos.
Azamboas |
Juan Ramón solía repetir que había nacido el 24 de diciembre, en
realidad nació el 23, lo mismo que afirmaba que su madre, Mamá Pura, era natural de Osuna, pese a que quien nació en Osuna
fue su abuela, doña María Teresa de Jesús
López Parejo. Pues bien, Juan Ramón,
a quien gustaba hablar de español y no de castellano, dijo bien claro en Estética
y ética estética que el español al que él se refería quedaba enmarcado
en un triángulo cuyos vértices venían marcados por Moguer, Cádiz y Osuna.
De su madre debió aprender el
poeta muchas de las palabras que fue derramando por sus libros. Eran palabras
corrientes, que usaba la gente común de la tierra de Moguer. Allí, en su
pueblo, la gente de su pueblo, como su madre, llamaba azamboa al membrillo o
gamboa; albérchigo al albaricoque; montera al lucernario o techo acristalado;
zaratán
al cangrejo y, especialmente, a un tipo de cáncer de mama; gavia, a una zanja de
desagüe; almoraduj a la mejorana; tomiza, a la cuerda de esparto. Y podríamos seguir. Muchas de ellas son
palabras que se remontan al árabe hispánico, es decir, palabras andaluzas. A
las citadas hay que sumar médano, del mismo origen y que,
aparte de ser sinónimo de duna, más común, significa ‘barra de
arena casi a flor de agua, en un paraje en que el mar tiene poco fondo’.
Almoraduj |
También yo aprendí en mi pueblo,
de mi madre, palabras que hoy no se usan o se usan poco: sahumerio, vilorio,
enjaretar,
entenguerengue,
copa,
almáciga…
Hablando de estas palabras que van desapareciendo, le digo a Zalabardo que la
extrañeza debería causárnosla el uso de duna, que nos llegó desde lejos, su
ascendencia es neerlandesa, en lugar de médano, que nació entre nosotros.
En cambio, a nadie extraña que,
en lugar de usar las palabras con su sentido más propio, se nos vayan
imponiendo algunas que asumen el significado de otras a las que, poco a poco,
se va desterrando. Los tristes acontecimientos de estos días nos pueden dar un
claro ejemplo. Leemos y oímos hoy cómo, indistintamente, se dice que el
Gobierno de la nación ha cesado o destituido a altos cargos
catalanes por su no acatamiento de la Constitución e infringir las leyes no
solo del Estado, sino de la propia Comunidad autonómica. Alguien me dirá que si
miramos el diccionario de la RAE,
ambos términos significan lo mismo. Ahí está el mal, que de tanto usarlos mal,
la Academia ha terminado cediendo en
su última edición. En nuestra lengua, siempre ha sido clara la diferencia entre
cesar,
destituir
y dimitir:
cesa
quien deja de desempeñar un cargo por expirar el plazo para el que fue elegido
o nombrado o desaparece el cargo (los diputados catalanes cesan por haber sido disuelto el parlament); se destituye a quien se
aparta de un cargo por incompetencia o mala práctica del mismo (Puigdemont ha sido destituido); y dimite
quien voluntariamente deja su puesto por la razón que sea (el conseller Santi Vila dimitió por no estar de
acuerdo con la actitud del govern). Por
cierto, creo que este hombre es uno de los pocos españoles que saben de la
existencia del verbo dimitir, puesto que son muy pocos
los que lo conjugan.
Médano |
En Como médanos, en el
primer capítulo, se dice que cuando se
pierde una palabra, se pierde un trozo de la propia vida. Por eso, entre
otras cosas, he titulado Como médanos a mi novela. Por el
poema de Juan Ramón Jiménez, porque
así tituló sus memorias el protagonista de la novela, dado que los recuerdos,
como los médanos, son inconstantes, cambiantes, van y vienen sin que
nadie los pueda controlar sino el viento o las mareas que van arrastrando sus
arenas; y porque médanos me gusta más que dunas.
1 comentario:
Buen título el de tu novela «Como Médanos»Nos vemos en la presentación.Un abrazo
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