Entre
las enemistades, la oculta y no declarada es la más peligrosa, porque el
enemigo desta calidad es ladrón casero y con más cara de leal nos roba los
íntimos secretos, […]. A los tales debemos responder haciéndoles la puente de plata,
como dicen, hablándoles con suavidad y blandura, significándoles nos
satisfacemos de su fidelidad, no dándonos por entendidos de sus ofensas. [Pues]
no hay mejor satisfacción que la que se hace sin escándalo ni más suave cura
que la que se hace sin hierro.
(Matías de los Reyes: El
curial del Parnaso, 1624)
El tiempo, la edad, enseña muchas
cosas. No en vano existe un refrán que afirma que el diablo sabe más por ser
viejo que por ser diablo. Entre lo que yo he aprendido, le digo a Zalabardo, ocupa
lugar importante que pocas cosas hay que no estén sujetas a cambio.
Como no podía ser menos, la lengua
también pasa por este aro, sigo con las frases hechas, de las inevitables
mudanzas. El cambio de la lengua no afecta tan solo, como algunos creen, a que
hay palabras que aparecen y palabras que desaparecen (ya pocos conocen pisaverde
o siguemepollo),
a las alteraciones fonéticas (¿quién repara en la razón de que usemos herrero,
pero también ferretería?) o al simple significado de algunos vocablos (por
qué retrete
ha pasado de ser ‘aposento recogido’ a ‘letrina’ o por qué jamás, que en su origen
significaba ‘siempre’, ha pasado a significar ‘nunca’).
Pero todos esos cambios tienen una
lógica que puede ser perfectamente asumida. Distintos son los producidos por un
error, por una interpretación equívoca de la palabra o expresión original.
Muchas veces se ha explicado, que al escribir Cervantes en el capítulo ix
de la segunda parte del Quijote: Con la iglesia hemos dado, Sancho,
no quería sino señalar que habían encontrado un lugar de referencia, pues era
de noche y andaban buscando la casa de Dulcinea. La mala lectura nos ha llevado,
incluso, a sustituir en el habla el verbo dar, ‘encontrar’ por topar,
‘chocar’, y a interpretar la frase como manifestación del malestar que supone
verse frente a una institución o dificultad que echa por tierra nuestros deseos.
Algo parecido sucede con meter
la pata, ‘cometer una indiscreción o un error’. Parece que, en verdad, pata
no aludía en su origen a ninguna extremidad anatómica, sino a pateta,
uno de los sinónimos para referirse al diablo. La expresión sería mentar
a Pateta, que estaría en la línea de mentar la soga en casa del
ahorcado o mentar la bicha, es decir, cometer una imprudencia en el
momento menos deseado. Alguien, por desconocimiento, mudó pateta por pata,
sintió extraño eso de mentar y acabó diciendo meter
la pata. Como quien dice poner entre la espalda y la pared
sin reparar en que lo correcto es espada.
Y, por citar un último ejemplo, tener
la mosca detrás de la oreja. La expresión, que significaba ‘estar
prevenido ante una eventualidad’, ha acabado entendiéndose como ‘desconfiar’.
¿Por qué? Porque mosca, en un tiempo, fue una de las maneras de llamar la mecha
con que se accionaba el mecanismo de disparo de un arcabuz. Esta mecha
o mosca,
se la colocaban los arcabuceros en la oreja, con lo que pronto podían acudir a
ella si la necesitaban.
Hay un refrán que aún hoy se
interpreta de manera ambigua por la antedicha razón de una interpretación no
del todo acertada: a enemigo que huye, puente de plata. El mismo refranero del Centro Virtual Cervantes lo explica
diciendo que cuando un contrincante
abandona, conviene darle facilidades para que se marche y, de este modo, nos
deje tranquilos. La expresión más antigua que encuentro es hazer
la puente de plata, sin más. Luego apareció al enemigo, la puente de plata
y, finalmente, al enemigo que huye, puente de plata. Hay quienes aplican la
invención de tal frase al Gran Capitán,
pero hay textos que nos inducen a entender algo diferente a lo de ‘facilitar la
huida del enemigo’. Doctrina física y moral de príncipes es un libro publicado en
1615 cuyo autor fue el guipuzcoano Francisco
Gurmendi. En ese libro, en su capítulo xxv,
titulado En que se vitupera el reñir y pelear sin ocasión, se indica que
fue un poeta árabe quien pronunció por vez primera la frase y así leemos:
quando fuese honesto y lícito, se deven
anteponer los medios de paz a los de guerra, y los de amistad a los de enemistad,
porque eso es lo que quiso decir el poeta que dixo: Al enemigo que huye, hazer puentes de plata.
O sea, que no se trata ya de
despejar el camino a quien huye, sino de procurar, antes de luchar, buscar
medios para evitar el encuentro. Zalabardo me pregunta si algo que leyó hace
unos días puede tener relación. Un titular periodístico decía que los mossos d’esquadra catalanes querían tender
puentes que eliminasen la desconfianza que se ha cernido sobre ellos.
Le debo contestar que sí, que tender puentes, aunque no sean de
plata, es, entre otras cosas, dar la mano para evitar el estallido de un
conflicto. Pero, por desgracia, en la situación actual de nuestro país parece
que hay más interesados en destruir los pocos puentes que van quedando para una
pacífica convivencia.
1 comentario:
Magnífico, Anastasio.UN ABRAZO
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