Si
tu enemigo tiene hambre, dale de comer; si tiene sed, dale de beber; que con
eso amontonarás ascuas sobre su cabeza y el Señor te recompensará.
[Proverbios, 25, 21-22]
Entre los refranes, sentencias y
decires que unen estas dos palabras, no hay duda, le comento a Zalabardo de que
el más conocida es cada uno acerca el ascua a su sardina, con el que se quiere
indicar que quien tal cosa hace busca aprovechar las ocasiones en beneficio
propio aun si con ello se provoca un daño a otros. Luego es un dicho que
encierra una alta dosis de insolidaridad.
No he encontrado una explicación
clara al refrán, aunque mi paisano Rodríguez
Marín le asigna un origen andaluz y humilde. A los trabajadores del campo
se les daba para comer sardinas, producto barato, que debían asar al calor del
fuego, lo que provocaba que cada uno acercase las brasas a la suya con la
consiguiente consecuencia de que la lumbre se deshacía y todos acababan
perdiendo. No sé si será verdad o no, pero pudiera ser verosímil.
Pero no solo hay este refrán con la sardina
como protagonista, sino bastantes más: estar como sardinas en banasta (o en
lata), ‘con bastantes apreturas e incomodidades’, ser la última sardina de la
banasta, ‘tener poco valor o ser algo despreciable’; de la
Virgen de julio a la Virgen de agosto, la sardina está en sazón, porque
es la mejor época para comerla; sardina que lleva el gato, tarde o nunca
vuelve al plato, con que se reprende la poca diligencia a la hora de
hacer algo que nos reportaría un provecho; si no hay sardina, la foca no trabaja,
para encarecer que toda tarea ha de tener su recompensa; para quien es
excesivamente melindroso, avariento o exigente cuando no ha de correr con los
gastos surgió en tu casa sardina y en la ajena gallina. Son, repito, muchos
más, pero dejo para el final uno que debe remontarse a tiempos muy antiguos porque
hace recordar el delicioso capítulo del Libro de Buen Amor en que el Arcipreste hace un encendido elogio de
la mujer pequeña: la mujer y la sardina, cuanto más pequeña, más fina. Aunque el Arcipreste recurre a comparaciones más
elegantes y valiosas (en chica rosa está mucha
color / e en oro muy poco grand preçio e grand valor).
Sobre ascuas encuentro menos
variedad. Junto a la ya citada, conozco estar en (o sobre) ascuas,
‘estar expectante, inquieto’; andar (o dar pasos) sobre
ascuas, ‘actuar con precaución, emitir una opinión con reservas porque
pudiera estar equivocada’. Sin embargo, hay una, que conozco por la Biblia
(aparece en los Proverbios y en la epístola a los Romanos), que no hallo
recogida en diccionarios: poner a alguien ascuas sobre la cabeza.
Me dice Zalabardo que menuda barbaridad, que hay que sentir mucho rencor hacia
alguien para someterlo a tal castigo. Pero, leyendo los párrafos en que
aparece, no creo que sea esa la explicación. Buscando, he encontrado una página
en la que se argumenta que dicha expresión no encierra ninguna idea de
venganza, sino todo lo contrario. Y se habla, le confieso a Zalabardo que tampoco
puedo aquí decantarme, de una antigua costumbre, no ya solo entre judíos, en la
que las mujeres encendían el fuego al inicio del día y recogían brasas que,
puestas en un recipiente que colocaban sobre sus cabezas, iban repartiendo
entre los vecinos. Naturalmente, este compartir el fuego con los demás no es ninguna
muestra de venganza ni represalia, sino de paz y armonía.
Algo que, por desgracia, y lo vemos
por luctuosos hechos de estos días, nos está haciendo mucha falta.
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