Del
lethe o letze (olvido) tomaron nombre los ríos Guadalete y Limia, el primero por el
armisticio ajustado en sus orillas entre cartagineses y españoles, y el segundo
por la creencia de que sus aguas hacían perder la memoria a quienes las bebían.
(Fermín Caballero: Nomenclatura geográfica de España.
1834)
A propósito de un paseo por los
bellos parajes de la
Fuente de los Cien Caños y el
Mirador
del Hondonero (en tierras de
Villanueva del Trabuco y de
Villanueva
del Rosario), me preguntaba una antigua, respetada y admirada profesora
de mis años en la Universidad de Sevilla, la poeta
Julia Uceda, por la razón del nombre del primero de esos pueblos.
Hasta donde yo sé, no conozco
documentos que lo certifiquen, le he contado las dos historias (o leyendas) que
existen sobre el tema; la más verosímil es la que mantiene que se llama así
porque cuando los Reyes Católicos acamparon
allí antes del asedio de Málaga, aprovecharon para construir con la madera de
los árboles de la zona trabucos, es decir, catapultas. El
nombre viene de trebe, ‘viga’, que era la pieza principal de dicho artilugio
militar. Nada tiene que ver la localidad con el posterior trabuco, arma de fuego,
inventado con bastante posterioridad a que el pueblo tuviese el nombre que
conocemos. Pero, mientras lo hacía, me vino a la memoria que, en esto de los
pueblos, y no solo por sus nombres, nos encontramos con historias curiosas.
Por ejemplo, siempre creí, y no era
el único, que el nombre de mi pueblo,
Osuna, procedía del antiguo nombre
latino
Urso, que significa oso. De hecho, en el escudo de la población
aparece una matrona (en otras versiones una esfinge) sobre un torreón que
flanquean dos osos rampantes. Sin embargo, más tarde he conocido una versión
que pone en duda todo lo anterior. Cuando los romanos llegaron a aquellas tierras,
el pueblo ya se llamaba
Urtzo o algo parecido, y los conquistadores
solo latinizaron el nombre.
Urtzo, leía, es una palabra de
origen ibérico que se relaciona con ‘laguna’, ‘terreno pantanoso’. Según eso,
el nombre de mi pueblo no significa ‘tierra de osos’, que nunca los hubo, sino
‘tierra de lagunas’, de las que todavía perduran algunas, más cercanas a
La
Lantejuela (sobre cuyo nombre también hay dudas, pues unos lo hacen proceder
del apodo de un rico hacendado, el
tío Lentejas, y otros de que en sus
tierras, mientras araba, un labrador halló unas lentejuelas de oro) que a la propia
Osuna.
Pero si hablo de historias curiosas
de pueblos, le digo a Zalabardo, hay otra que resulta quizá más atractiva en la
que también se mezclan historia y leyenda y que alguna relación tiene con mi
pueblo. En
Olvera, de la provincia de Cádiz, hay una zona llamada
Valle
Hermoso. Cuenta la leyenda (¿cuántas de estas hay por toda España?) que
en 1512, un pastor había perdido una res de su rebaño y, buscándola, lo que
halló fue una talla de la
Virgen María
depositada en una cueva donde manaba una fuente (llamada por lo acaecido de los
Caños
Santos). Por tres veces la llevó a la parroquia de
Olvera, pero la imagen
desaparecía y volvía a ser encontrada en la cueva. Se decidió, pues, levantar
allí una ermita y poco después, don
Juan
Téllez Girón, iv Conde de Ureña, cedió en 1542 unos terrenos para
erigir un convento que regirían los franciscanos. Este Conde, hombre magnánimo,
fundó 16 monasterios y, en su pueblo,
Osuna, la
Universidad, la
Iglesia
Colegial y la
Capilla del Santo Sepulcro entre
otras cosas. En el Monasterio de
Olvera se veneraría la que se llamó
Nuestra
Señora de los Caños Santos, a la que se guardaba gran devoción en toda
la comarca, especialmente en
Alcalá del Valle, pueblo también
gaditano situado a 8 kilómetros, en línea recta, de
Olvera, pero junto al
lugar de
Valle Hermoso.
En 1810, cuando los franceses
ocuparon la provincia de Cádiz, los vecinos del pueblo malagueño Cañete
la Real, a 12 kilómetros, en línea recta, del paraje del que hablamos, se
llevaron la imagen para preservarla del saqueo. Pasados aquellos años de guerra
contra los franceses se optó por donar la imagen al pueblo de Cañete
en recompensa por su valentía y Nuestra Señora de los Caños Santos
pasó a ser patrona de la localidad.
Pasan los años, el convento es
abandonado y acaba en estado ruinoso. De él, lo más notable que queda es la
fachada y parte de la iglesia. En 1984, el Ayuntamiento de Alcalá del Valle propone
comprarlo al de Olvera, junto a unas pocas tierras de su entorno, operación que
se lleva a cabo. Sobre las ruinas, se proyectó construir un hotel, aunque, por
causas que ignoro, ya iniciadas las obras, el plan se detuvo y allí siguen los
restos del Monasterio y el hotel a medio construir.
Es un bonito enclave en el que cada
año se celebra una romería. ¿Curiosidad de esta historia que acabo de contar?:
el Monasterio
de Nuestra Señora de los Caños Santos es un hermoso paraje enclavado en
el término municipal de Olvera, que, sin embargo, pertenece
a Alcalá
del Valle, en tanto que la imagen que da nombre al lugar se encuentra
en Cañete
la Real, de donde es patrona.
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