Esta opinión es honrada.
Procure siempre
acertalla
el honrado y principal;
pero si la acierta mal,
defendella, y no
emendalla.
(Guillén de Castro)
Escena de Fahrenheit 451 |
Hablamos de esta cuestión con motivo
de la tendencia revisionista que se contempla en todos los ámbitos de la
sociedad presente —cine, política, literatura, televisión, lenguaje…—. Chocamos
una y otra vez con la peligrosa plaga de la corrección política, que
no es sino el mayor ataque que se puede perpetrar contra la libertad de opinión,
expresión y creación. Es la Inquisición de nuestro siglo,
dispuesta a quemar todo lo que no les gusta. En suma, nos hemos convertido en
una sociedad de censores. No obramos empleando juicios, sino blandiendo prejuicios.
Lo que no nos gusta no solo no lo respetamos, sino que exigimos su supresión.
Lo peor de este revisionismo es que
pretende tratar las creaciones o ideas de cualquier tiempo sometiéndolas al
análisis de los cánones de la ideología (o del prejuicio, las más de las
veces) actual imperante, sin reparar en que toda época ha tenido unas
características definitorias, buenas o malas, que van cambiando con el paso de
los años. Por suerte, ese cambio suele ser casi siempre a mejor, pero esto no
lo miran los intolerantes.
Inicio de Caperucita políticamente correcta de James Finn Garner |
Los prejuicios creados por la
corrección
política han alcanzado, cómo no, también a los libros, que han sido
mirados con recelo por los censores de todas las épocas. Se los considera
peligrosos porque enseñan a la gente a pensar. Y hasta ahí se podía llegar. No
solo es ese movimiento que trata de modificar los cuentos infantiles tradicionales,
falsificando tramas y finales. Por cierto, le digo a Zalabardo que me gustaría
poseer el sentido del humor que llevó a James
Finn Garner a escribir, con una gran dosis de ironía contra los
intolerantes sus Cuentos infantiles políticamente correctos. Lo último que
conozco en este movimiento censor es la campaña contra la novela Lolita,
de Nabokov. Recientemente, Laura Freixas publicó un artículo en
que la acusaba de ser una incitación a la pedofilia: Al mismo ha contestado Sergio del Molino, argumentando que lo
que hacen falta son lectores sin prejuicios que entiendan el
auténtico sentido de esta y de cualquier otra la novela y que habria que acabar con la decodificación ideológica que impone lecturas
políticamente correctas. No me caben dudas de que la posición de Freixas será más seguida que la de Molino. Las cosas están así.
Seguidores del ISIS queman libros |
Si alguien cree que este es un
asunto de hoy se equivoca. Pensemos que a don Quijote le quemaron sus libros
con la excusa de que eran el motivo de su locura; o que en 1953, Ray Bradbury escribió Fahrenheit
451, historia de una sociedad en la que la misión del cuerpo de bomberos
era quemar libros. Si en lugar de la ficción miramos la historia, vemos que en
el año 292, Diocleciano mandó quemar
todos los libros de alquimia de la Biblioteca de Alejandría; que en el
siglo xv, Girolamo Savonarola, dominico,
organizó las que se llamaron hogueras de las vanidades, donde se
quemaban, entre otras cosas, los libros considerdos licenciosos, por ejemplo,
los de Boccaccio; que en 1562, otro
religioso, Diego de Landa ordenó
quemar los Códices Mayas, por ser contrarios al cristianismo; que en 1933,
los nazis quemaron las obras de Brecht,
Einstein, Kafka, Hemingway, Jack London, John Dos Passos y no sé cuántos autores más; que la Iglesia Católica ha
mantenido durante siglos el Índice de libros prohibidos; que en
mi juventud, era casi imposible encontrar libros de Machado, Lorca; que en 2015, el terrorismo yihadista de ISIS hizo destruir más de
8000 libros.
Me pregunta Zalabardo qué tiene que
ver con todo eso el título de este apunte. Le contesto que nada y, a lo mejor,
bastante; mi idea inicial era explicar el origen de algunas expresiones
españolas que revelan nuestra, para mí, proverbial tendencia a la terquedad, cuando no a la intolerancia:
No
es por el huevo, sino por el fuero, No bajarse del burro, No
dar el brazo a torcer, Mantenerse en sus trece… Frases que remiten, todas, a ‘mantener con
obstinación y tozudez el propio dictamen o propósito’ incluso a sabiendas de
que estamos equivocados, como bien se ve en el texto de Guillén de Castro. Pero la cosa ha salido así y así quedará. La
primera de estas frases, la que enfrenta al huevo con el fuero,
tiene incluso una historia bonita que me hubiese gustado contar. Pero se me
haría largo el apunte; algún día volveré sobre ella.
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