Leer nos permite adquirir conciencia del
mundo y de nosotros mismos. Leer nos devuelve al estado de la palabra y, por lo
tanto, porque somos seres de palabra, a lo que somos esencialmente.
(Alberto Manguel)
Mañana, 23 de abril, Día del Libro, a esta hora —escribo
esto un poco después de las 20:00 del domingo— estaré en mi pueblo, Osuna,
haciendo un elogio del libro y de la lectura. Porque no quiero que un día
pudiésemos encontrarnos en una sociedad como la retratada por Ray Bradbury en Fahrenheit 451. En el
apunte de hoy, prefiero dejar algún fragmento de esta inquietante novela de
1953:
“—¿Le gustaría algún día, Montag,
leer La República, de Platón?
—¡Claro!
—Yo soy La República de Platón. ¿Desea leer a Marco Aurelio? Mr. Simmons es
Marco.
—¿Cómo está usted? —dijo Mr.
Simmons.
—Hola —contestó Montag.
[…]
—También nosotros quemamos libros.
Los leemos y los quemamos, por miedo a que los encuentren. Registrarlos en
microfilm no hubiese resultado. Siempre estamos viajando, y no queremos
enterrar la película y regresar después
a por ella. Siempre existe el riesgo de ser descubiertos. Mejor es guardarlo
todo en la cabeza, donde nadie pueda verlo ni sospechar su existencia. Todos
somos fragmentos de Historia, de Literatura y de Ley Internacional, Byron, Tom
Paine, Maquiavelo o Cristo, todo está aquí.”
En el mundo imaginado por Bradbury,
los bomberos no apagan incendios, sino que los provocan para quemar libros
porque “quién sabe cuál podría ser el objetivo de un hombre que leyese mucho.”
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