El mismo fotograma con subtítulos diferentes |
Es bueno, ¿quién lo discute?,
preocuparse por cualquier cuestión imporrtante. Pero la importancia debería
nacer de la propia naturaleza y del valor de aquello a lo que prestamos nuestra
atención; nunca de modas artificiales o efímeras que se quedan solo en lo
superficial. El lenguaje, no cabe la menor duda, es nuestro mayor patrimonio
cultural. La moda, sin embargo. nos lleva a fijar posiciones más o menos
rígidas acerca del llamado lenguaje inclusivo, resolver asuntos
o realizar cursos on line o a debatir la conducta de un coach en un concurso
televisivo. Mientras tanto, olvidamos cuestiones mucho más simples que, por esa
misma simpleza, debiéramos tener bien asentadas: si un verbo es o no transitivo,
el uso de los pronombres o por qué se debe decir detrás de mí y no detrás
mía. Y, fijándonos en el último ejemplo, por qué uso por
qué en lugar de porqué, o por qué he empleado se debe
decir y no se debe de decir.
En estos días, se han levantado
voces muy críticas contra el hecho de que una película mexicana, Roma,
del director Alfonso Cuarón, se esté
proyectando subtitulada. Naturalmente, le aclaro a Zalabardo, debo unirme a
esas críticas. Las razones esgrimidas por los productores, si es que son ellos
los culpables del atropello, es que con los subtítulos la película se entiende
mejor. O sea, que consideran natural que, en un concurso de talentos, los
aspirantes a estrella canten, la mayoría, en inglés, y, en cambio, creen que
una película hablada en español hispanoamericano debe subtitularse. Porque Roma
es, ya lo he dicho, una película mexicana y México es el país con mayor número
de hablantes de español, casi 130 millones. ¿Es igual el español de México que
el español de España? No, como tampoco es igual el español de Palencia que el
de Sevilla. Pero eso no debería de empañar la comprensión. Vale que se
subtitulen los pocos diálogos en mixteco (lengua aborigen de una
extensa zona mexicana) que aparecen en la película, pero subtitularla toda, si
no una ofensa como cree el director, me parece un despropósito.
Y vamos a lo que decía acerca del
descuido hacia cosas aparentemente nimias, pero que deberíamos considerar
importantes. Hace unos días, llamábamos al ayuntamiento de una pequeña
población de Jaén y nos contestaba una grabación: En breves momentos le atenderemos.
Casi nadie se escandaliza al oírla, salvo que la atención ofrecida se demore de
manera excesiva. Pero pocos repararán en que la frase, de tan solo cinco
palabras, contiene dos errores. El de mayor bulto afecta al uso de la
preposición en; el otro, al del pronombre átono le. Estas dos cuestiones,
tan simples, tan fáciles, nadie las ha tenido en cuenta. Y estoy seguro de que,
en ese ayuntamiento, todos emplearán la duplicidad ciudadano/ciudadana, niño/niña
y cosas así. ¿Por qué, entonces, despreciamos el buen empleo de preposiciones y
pronombres?
Tanto si consultamos la Nueva
Gramática de la Lengua Española (2009), como si consultamos una Gramática
Castellana, también de la RAE
(1883), o la Gramática de la RAE resumida y aclarada (1993), o La
Gramática descomplicada, de Álex
Grijelmo (2006), encontramos una total unanimidad en que la preposición en
indica tiempo (Las lluvias caen en otoño), lugar (Te espero en la cafetería), modo (Me
contestó en inglés) y aquello en
que se ocupa o sobresale alguien (Entendido
en matemáticas). En la NGLE
incluso se nos advierte: “Se recomienda usar al cabo de o después
de cuando el tiempo del que se habla no es el empleado en realizar la
acción, sino el que transcurre hasta que se inicia o se lleva a cabo”. Por eso es
incorrecto decir Te llamaré en quince minutos y debemos decir Te
llamaré dentro de quince minutos o una expresión equivalente.
Esto último se ve muy claro en un
titular periodístico de hace unos días: La
Universidad afronta la salida del 50% de sus catedráticos en siete años, porque, si leemos la información, se nos dice que
esa pérdida se producirá en el periodo que va entre 2016 y 2023, no dentro
de siete años.
¿Y qué pasa con los pronombres
personales átonos? Debiera estar claro que lo y la funcionan como
complementos directos (Lo vi esta tarde y La
llamé por la mañana), mientras que le, invariable para femenino o
masculino, es complemento indirecto (Le he dejado un recado, tanto si es
a él o a ella). Así de simple.
Para cerrar, quiero contarle a mi
amigo una de esas incongruencias en que incurrimos cuando pensamos que una
respuesta, para ser clara, ha de ser extensa. Un entrenador de
fútbol respondía hace unos días cuando le preguntaban sobre sus proyectos: Trabajo
para mejorar y optimizar la mejora de mi club. ¿No hubiese sido
preferible que dijera Trabajo para mejorar mi club?
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