Leemos en el DLE
que, si nos referimos al lenguaje, es ambiguo lo que puede
entenderse de varios modos o admitir distintas interpretaciones y dar, por
consiguiente, motivo a dudas, incertidumbre o confusión; que es incierto o
dudoso. Y de equívoco dice que es lo que puede
interpretarse en varios sentidos, o dar ocasión a juicios diversos; también,
equivocación, error.
De inmediato, me
pregunta Zalabardo si, atendiendo a lo anterior, es lo mismo una cosa ambigua
que una equívoca. He de contestarle que, en ambos casos, tenemos
el doble sentido; y en ambos, también, la posibilidad de confusión. Y que,
aunque busco con detenimiento, no hallo ninguna norma gramatical que aclare la
diferencia que pueda haber entre un concepto y otro, lo que me inclinaría a
responderle que sí son sinónimos. No obstante, me queda una duda que no sé
resolver, pues equívoco es ‘lo que induce a errar’, lo que puede
llevar a creer lo que no es, mientras que ambigüedad no pasa de
ser ‘lo que induce a confusión, a duda, a incertidumbre’
Pero la anfibología
está muy presente en la lengua cotidiana sin que apenas nos apercibamos de
ello. Y, en la mayor parte de los casos, es el contexto quien nos ayuda a
solventar cualquier duda. O la presencia de los interlocutores en la
comunicación directa. Si yo digo a alguien Ayer vi a tu amigo mientras
corría por el parque, siempre cabrá la duda de saber quién corría; o si
le digo que Margarita quiere a María Jesús porque es muy buena,
¿quién de las dos es muy buena? La anfibología también la provoca
la inadecuada colocación de las palabras en la frase. Así, cuando pregunto en
una tienda ¿Venden sombreros para señoras de corcho?, no hay duda
de que el complemento de corcho tendría que ir junto a sombreros.
Muy frecuentes son las anfibologías que provoca el uso de posesivo su.
En Tu primo y Felipe han discutido en su casa, ¿en casa de quién?
Le llamo la
atención a Zalabardo acerca de las anfibologías que se nos
presentan en la prensa. Hay ocasiones en que la propia ambigüedad de una
palabra impide una redacción que resulte más clara para el lector. Hace unos
días, leía una información en la que se decía: La elección de los miembros
de la Mesa del Congreso se convirtió en un suplicio para casi todos los
partidos. Y, claro, me surgió la duda: ¿se hablaba de que los miembros
de la Mesa eligieron algo o de que los partidos tuvieron dificultades para
elegir a esos miembros? Solo la lectura del párrafo completo podía sacarme de
esa confusión.
Pero hay otras
veces en que tendríamos que hablar de descuido por elegir una palabra que, aunque
correcta, puede inclinar a entender lo que no se dice por las connotaciones que
tiene. No hace tanto, se escribía en la cabecera de una noticia: Cifuentes
planta a la juez alegando razones de enfermedad. La
información era veraz, pero ambigua, pues utilizar el verbo plantar
hacía pensar que Cifuentes se valió de alguna artimaña para dar un plantón
a la jueza y eludir su obligación. Nada de eso sucedió. El DLE recoge
bien ese significado para su no presencia, pero ¿no hubiese sido mejor titular Cifuentes
excusa su comparecencia ante la juez por razones de enfermedad? Se
hubiese evitado cualquier interpretación confusa.
No es lo mismo
cuando se quiere hacer uso de las anfibologías para dañar a
alguien. Le cuento a Zalabardo lo que me parece una malévola intención de quien
escribió este titular: Anders Breivik estudiará la misma carrera que Pablo
Iglesias en la Universidad de Oslo. ¿Qué mueve a relacionar a este
terrorista de extrema derecha con el presidente de Podemos? Y, por fin,
en ocasiones, lo que hay es despiste supino o ignorancia en el origen de una
redacción confusa o equívoca. Quien escribió Los 200.000 musulmanes
españoles formularán sus deseos… no se molestó lo más mínimo en
informarse que no hay esa cantidad de españoles que practiquen la religión
musulmana; en realidad, no pasan de 3000. Cuando él escribía españoles,
lo que debió haber escrito es que viven en España, la mayoría de
los cuales son marroquíes.
Pero como le
estoy tratando de explicar a Zalabardo que la anfibología se
utiliza más para el humor y la ironía, le cuento el caso de este anuncio en el
que el pobre anunciante no se dio cuenta de lo que realmente decía: Vendemos
coches usados. ¿Piensa acudir a uno de esos sitios donde lo estafarán?
Visítenos primero a nosotros.
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