Las
casualidades nos deparan en ocasiones alegrías insospechadas. Zalabardo sabe
bien lo que digo. Llevo un tiempo rastreando para hallar muestras en nuestra
literatura y nuestro folclore que prueben cómo nuestra sociedad, la española,
ha sido injusta, desde bastante antiguo, con comunidades que han aportado mucho
a nuestra cultura. Judíos y moriscos, por ejemplo, perseguidos hasta el punto
de ser expulsados de nuestra tierra, pueden dar fe de lo que digo.
No hace falta
recurrir al muy conocido episodio de la segunda parte del Quijote
en la que el morisco Ricote, disfrazado, regresa a España para
recoger a su familia. Casualmente, se encuentra con Sancho, a
quien conocía por ser ambos del mismo pueblo; en la larga conversación que
tienen, dice en un momento dado: Doquiera que estamos lloramos por España,
que, en fin, nascimos en ella y es nuestra patria natural.
Alguien me
podría decir que, al cabo, cito un texto literario en el que Cervantes
insiste en el tópico del moro bueno que se cultivó en los siglos XVI y XVII.
Pero nada de tópico hay en mi descubrimiento, hace apenas dos días, de la haketía.
Digo descubrimiento porque, aunque sabía del ladino, del judeoespañol, la
lengua de los sefarditas expulsados de España, nada conocía de la haketía.
Escuchando una canción sefardita, Zalabardo me acompañaba, me topé con unas
palabras que se me resistían: kappará, al-azbas, fughrear…
Salomon Corcia, de la comunidad sefardita de Sevilla me señaló un camino:
La lengua de esa canción no es exactamente ladino, sino haketía,
me dijo.
Casualidad
sobre casualidad, así contacté con Mordejay Guahnich, presidente de la
asociación Mem Guímel, de Melilla, con quien he podido tener una
interesante conversación y a quien estoy muy agradecido. Hemos hablado del
respeto que merece toda cultura y me ha explicado que la haketía
es una modalidad del ladino específica del norte de Marruecos. En la charla, me
manifestaba con un deje de amargura su queja: La gente dice que esto es
lengua de hebreos, pero no saben que es una lengua española, que es el español
que, desde la Edad Media, nosotros hemos venido manteniendo.
Al encuentro de
Mordejay ha seguido el de Alicia Risso Raz, de quien encuentro
cosas en el portal Voces de haketía. Ella llama a la haketía
el vernaculó ĵudeoespañol del norte de Marruecos, es decir, la lengua
que aún emplean los descendientes de los judíos expulsados de España. De ella, licenciada
en Filosofía y Arte por la Universidad de Nueva York, criada en Israel, pero
cuya madre es de Tetuán y su padre de Fez son también estas palabras: Yo me
puĵí (crecí) en Israel desde los 20 días en una caza ande se cantaba, se
soñaba, se sentía, y se jammeaba (pensaba) en español, es dizir, haketía
españolizada que me parecía español espejeado ḥatta (hasta) que me
parece que fui yo la que me puĵí ahí! O que en la pequeña población del
este de Marruecos Debdú a la kehi.la (comunidad) judía de allí se
la sigue conociendo como la de los sevillanos.
fragmento del Quijote en haketía |
Zalabardo y yo
hemos disfrutado con este acercamiento a la haketía. Hemos
conocido un pequeño glosario y una colección de expresiones que suenan a un dulce
español de hace siglos que resiste en una especie de estado fósil. Nos enteramos
de que suelen saludar con un ansí me quedís vivos e sanos, que a ‘fallecer’
lo llaman arrancar de la vida o que ‘una cosa extraordinaria’ es eso
que no viene en libro; que a quien está abatido o desanimado se
le cae el alma al suelo, que al orgulloso se le suben los humos,
que el derrochador tiene la manos aburacadas (con un agujero) o que
para no ser molesto en una visita es aconsejable alibianar el pie
(no quedarse quieto mucho tiempo en un lugar). También conserva la haketía
muchos refranes y sentencias que no deberían sorprendernos: al enemigo
que escapa, ponle puente; cuando la vaca cae, todos le dan con el
pie; emenda la gotera y adobarás la caza entera; si
tienes prisa, vístete debagar; todo lo lava la agua y lo leva el
tiempo… Nada de ello debiera extrañar en el español de nuestros días.
No es solo Ricote,
pues, personaje de un libro. Los hablantes de esta reliquia del español de
otros tiempos se consideran españoles y presumen de que el propio Cervantes
utilice una palabra, hoy muy rara entre nosotros, desmazalado,
‘abatido, descuidado’, que entre ellos es muy común; o de que un personaje de El
casamiento engañoso use el refrán Pensóse don Simueque que me
engañaba con su hija la tuerta, y por el Dío, contrecho soy de un lado,
en que aparece la forma Dío, que así lo llaman los sefarditas, en
lugar de Dios. Y aún más, de que en El Quijote universal.
Siglo XXI, edición que recoge traducciones en lenguas y modalidades a
las que nunca había sido vertida la obra de Cervantes, aparezca un
capítulo en haketía.
Pero hay algo,
se lo confieso a Zalabardo, que me ha sorprendido más. En español actual tenemos
boca a boca o de boca en boca para referirnos a ‘lo
que se transmite oralmente’. Así lo recoge el DLE. Mucho se ha
discutido sobre si no sería más correcto decir de boca a oreja. A
este respecto, la Fundación para el español urgente afirma: boca a
boca es lo correcto (o, con valor adverbial de boca en boca);
boca a oreja tal vez sea un catalanismo (y traducido no muy propiamente,
pues bocaorella aquí en todo caso sería “boca a oído”). No sé si la
locución será catalanismo o no; lo único que puedo decir es que en este castellano
medieval jaltedo con palabras de otros manaderos lingüisticòs que es la haketía,
lo que se transmite oralmente va de boca a orella.
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