El cenachero |
Para no caer en el vicio que
censuro, me pongo la venda antes de que haya herida y aviso que no todo lo que
digo aquí ha de ir a misa. El diario SUR, de Málaga, ha ha tratado de
elaborar este pasado verano una relación de las palabras más malaguitas.
No estoy de acuerdo ni con el método empleado (pedían a los lectores que, mediante
twitter o facebook, enviasen vocablos que consideraran merecedores de tal
condición) ni con el resultado obtenido (al parecer, la palabra más malaguita
que hay es pechá).
Ya de inicio me extraña la
proliferación del término malaguita en tiempos recientes. Siempre
entendí (ya digo que puedo estar equivocado) que malaguita era palabra que
se aplicaba, en ambientes ajenos y lejanos a la provincia de Málaga, a quienes
procedían de esta provincia y, en especial, de la capital. Así ocurría, por ejemplo,
en la mili. Busco en los inagotables fondos de la Red y me encuentro con que
hay en Las Palmas de Gran Canaria un aficionado forofo, y al parecer conflictivo,
del Club
Baloncesto Gran Canaria a quien apodan el Malaguita por el motivo
aludido. En alguna película de Torrente aparece un personaje al que
llaman Malaguita y también encuentro un Blog del Malaguita que,
al parecer es alguien que interviene en uno de esos programas “culturales” con
los que nos deleita Telecinco. O
sea, que la palabra no nos ofrece unas connotaciones demasiado positivas.
Pero, en esa búsqueda, me encuentro
también con una página de un colaborador del diario SUR en la que se lee que malaguita es un término que usamos los malagueños
para denominar a los ciudadanos que están muy implicados en la defensa de la
ciudad y sus tradiciones. A los malaguitas
les gusta comer espetos, callejear y perderse por el casco antiguo; y, por
supuesto, son defensores a ultranza de la Semana Santa, de la Feria de Agosto,
del Málaga C. F. y de las viejas costumbres populares.
Confieso mi sorpresa. Debe ser un
término (y un concepto) de reciente uso, ya que no aparece ni en el clásico Vocabulario
Andaluz, de Alcalá Venceslada,
ni lo recoge ninguno de los vocabularios malagueños que consulto, algunos respaldados
por un notable prestigio (Juan Cepas,
Francisco Álvarez Curiel, Antonio del Pozo…). Si se trata de un
nuevo vocablo, bienvenido sea; nada tengo que decir, pues las palabras, como
las golondrinas con las estaciones, van y vienen. Algunas (palabras) se quedan
para siempre; otras, como ciertas estrellas, son fugaces y duran lo que duran.
Solo le pongo un reparo. Malaguita me recuerda bastante a capillita,
palabra de origen quizá sevillano, aunque se haya ido extendiendo su uso, que
señala tanto al miembro de una cofradía como al exageradamente aficionado a la
Semana Santa. Y, ya sabemos, al capillita se lo mira como un tipo un
poco raro en el conjunto de la sociedad.
Asador de espetos en la playa de la Misericordia |
Como hacer una revisión de cada
término de los ofrecidos por el periódico (y no negaré que algunos sí pueden considerarse,
con las reservas que siempre digo, característicos de Málaga), sería cansino, me detendré solo
en tres que ocupan un destacado lugar en la mencionada relación:
Chiste de Idígoras, en el diario SUR |
Esmayao (derivado del verbo desmayar)
significa, en casi toda Andalucía, ‘hambriento, desfallecido por no haber
comido’. Claro es que debe escribirse así y no esmallao como hace el
periódico. Eso sería derivarlo de malla
y su significado sería uno muy diferente.
Majarón, o maharón según la
aspiración sea más o menos acusada, es también término que traspasa nuestras
fronteras y se comprueba si atendemos a que lo utilizan tanto Muñoz Seca (gaditano) como González Anaya (malagueño).
Y el último caso. Se repite más de
la cuenta que merdellón es palabra malagueña (¿malaguita?). No hay nada
peor que repetir lo que alguien ha dicho alguna vez sin detenerse a comprobar la
validez de lo dicho. Porque resulta que, en el Entremés de los mirones,
supuestamente escrito por Cervantes,
una vendedora de verduras, recrimina el comportamiento de su hija gritándole: ¡Cochina, deshonrabuenos, merdellona! ¿Dónde tenías el juicio
cuando tal porquería te salió por esa boca de horno? La escena, curiosamente,
acaece en Sevilla, en el lugar llamado entonces La Costanilla, que, si no ando
errado, es la actual Plaza Pescadería, al final de la Cuesta del Rosario. En un
estrecho callejón de aquella zona, en mis ya lejanos años de universitario,
viví yo, según le digo a Zalabardo. Ese entremés demuestra que, en Sevilla, en
tiempos de Cervantes, esa palabra ya
se utilizaba.
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