El
periodismo tiene como finalidad informar veraz y rápidamente todos los hechos
noticiosos; así como analizar, comunicar y valorar con veracidad y públicamente
noticias y opiniones (Nubia Citlalli
Salas Lizana)
Recientemente, la periodista Soledad Gallego-Díaz, avisaba en su
artículo No morderse la lengua de que uno de los problemas con que se enfrentan
los periodistas que trabajan en Estado Unidos es evitar que la información
sobre el recién elegido presidente Trump
acabe “normalizando” la figura, lenguaje, actitudes y papel político de este,
por el momento, siniestro personaje. Teme, le digo a Zalabardo, que algo que en
principio nos puede parecer rechazable acabe por parecernos normal.
Los desplazamientos se han dado a lo
largo de toda la historia de las lenguas y son por completo naturales. Por eso
no nos extraña que la azafata, ‘servidora de la reina’
acabe siendo ‘auxiliar de vuelo’ y cosas por el estilo. O que pródigo,
que puede tener tanto un significado negativo, ‘que dilapida lo que tiene’ como
positivo, ‘generoso, dadivoso’ pase a significar, por contagio con la parábola
del hijo pródigo, ‘el o lo que vuelve o se recupera tras estar perdido’. Sería
curioso explicar cómo timbre, ‘tripa, parche de tambor’ ha llegado a significar
sello
postal.
Trump señala qué tornillo le falta |
Y ahora viene este populista Trump
amenazando con todas las amenazas que puedan esgrimirse. Por lo pronto, ya ha
declarado la guerra a la prensa acusándola de mentir (el viejo recurso de matar
al mensajero). Este hombre soez, ineducado, soberbio, rico hasta más arriba de
las cachas y acostumbrado a que nadie le tosa, que quiere poner una puerta en
su casa, pero que se la pague el vecino, no dudará en servirse del lenguaje, en
desplazar los significados para que su anormalidad acabe viéndose normal. Por
lo pronto, los portavoces de la Casa Blanca, en la primera comparecencia, no han
admitido ninguna pregunta y declaran sin rubor que, frente a lo que resulta
palmario para todos, ellos nos presentarán los hechos alternativos. Eso
es lo que hacía el Ministerio de la Verdad orwelliano, que disponía qué es
verdad y qué es mentira y se esforzaba en convencer de que los hechos los
define el Estado y no los ciudadanos. Lo peligroso es que habrá muchos que se
lo crean.
Por ahí iba el artículo de Gallego-Díaz, que nos previene para que
no caigamos en la trampa lingüística que nos tienden. Y del mismo modo que Trump pretende que los mexicanos paguen
el muro que él desea levantar, por aquí nos convencen de que a quienes están
necesitados de acogida y protección lo que hay que hacer es pedirles los papeles.
Así se normaliza lo que antes veíamos aberrante.
No hay comentarios:
Publicar un comentario