Tres eran tres, las hijas de Elena.
Tres eran tres y ninguna era buena.
Julia, Paloma y Elena.
Tres eran tres, las hijas de Elena.
Tres eran tres, y ninguna era buena.
Rubia, castaña y morena.
(Canción popular)
La Trinidad, El Greco (M. del Prado) |
La familia de lenguas indoeuropeas
es muy amplia. Su estudio, como sucede con cualquier estudio lingüístico, nos
brinda resultados curiosos. Por ejemplo, que palabras aparentemente
muy distintas se remontan todas a la misma raíz. Por eso, cuando, por lo general
de forma casual, hallamos ejemplos de estas convergencias y reconstruimos la
filiación que las une, quedamos sorprendidos de que esas palabras sean —¡quién
lo diría!— primas en grado más o menos cercano. Es esta una cuestión que
aborda, entre otros estudiosos, Louis-Jean
Calvet en su claro y ameno libro Historias de palabras.
Le pregunto, al respecto, a
Zalabardo, si él había imaginado alguna vez que haya un tronco común entre tres,
tribu,
testigo,
testamento,
trivial y trabajo, por ejemplo. No quiero darle oportunidad de reponerse
de la sorpresa, porque me soltaría algún improperio, y decido comenzar la
explicación.
Si consulto en el Diccionario
etimológico indoeuropeo de la lengua española la existencia de la raíz trei-,
me entero que de ella proceden el sánscrito tráyah, el latín tres
y el gótico threis. Y así comprendo las semejanzas entre tres
(esp.), trois (fr.), três (port.), tre (ital.), three
(ing.), drei (al.), drie (hol.) o tair (gal.), que en lenguas
de raíz no indoeuropea son kimsa (quechua), ekolu
(hawaiano), sān (mandarín) o hiru (vasco).
Trimurti hindú. Foto de Redtigeryz (Flickr) |
Le digo a Zalabardo que estoy
tentado de adentrarme por el camino simbólico/mágico/religioso del tres
(la trinidad cristiana,
la trimurti
hindú, las tres Parcas, las tres Gracias, las potencias de las imágenes
de Cristo, las tres diosas sometidas
al juicio de Paris, los tres Reyes Magos, etc.), pero me contengo
y permanezco con los pies en la tierra y analizando la curiosa familia léxica de tres. Algunos términos no presentan
sorpresa alguna: trébol (‘tres hojas’), trébedes y trípode (‘tres pies’), triángulo
(‘tres ángulos’), triclinio (‘tres lechos’), tricotomía (‘tres secciones’), tricornio
(‘tres cuernos o picos’) y podríamos buscar más; En cambio, lo que ya nadie
espera es encontrarse ante uno que, aunque en su inicio parece simple, nos extraña
por su significado: si trivial, etimológicamente, significa
‘tres caminos’ o, en general, ‘cruce de caminos’, ¿cómo ha llegado a significar
‘vulgar, común y conocido por todos’? Por una razón también muy sencilla,
aunque quizá inesperada: porque en los cruces de caminos solían apostarse las
prostitutas.
Las Parcas, Fco. de Goya (M. del Prado) |
Un derivado también conocido es tercio,
‘tercero’ o ‘tercera parte’; pero ya es más llamativo que de él provenga terciar,
‘mediar o poner acuerdo y reconciliar a dos personas’. Y del tertius
latino nace el también latino testis, que nos dio testigo,
es decir, la ‘tercera persona que media en un conflicto’. Continuando esa senda
nos encontramos con testar y testamento, ‘que se hace
ante una tercera persona’, es decir, el testigo antes dicho, y desembocamos en atestar,
testificar,
contestar,
testimonio,
contestar
y protestar,
que giran todos en torno al significado ‘declarar’. Aquí es donde dejo boquiabierto a
Zalabardo, pues le aclaro que a la misma familia pertenece el diminutivo testículo,
literalmente ‘testigo pequeño’, que pasa a significar ‘lo que da testimonio de
la virilidad’.
Antes de continuar, convendría aclarar
que a los protestantes no se les llamó así porque ‘se quejasen del
catolicismo’, sino porque ‘daban testimonio de su fe’. Y ahí tenemos todavía,
para mayor abundancia, a los Testigos de Jehová. En ambos casos, protestante y testigo se utilizan en su más
original significado, ‘el que da testimonio’.
Pero aún hay más. La palabra latina tribus,
‘la tercera parte de un pueblo’, sirvió también para designar ‘cada una de las
partes de un pueblo’ e, incluso, ‘horda o conjunto de gente, o sea, nuestra tribu.
Y a ella siguieron tribuno, ‘el jefe de un grupo’, tribunal, tributo,
‘impuesto aplicado a una tribu’ o contribuir.
Tripalium |
Zalabardo protesta (es decir, se queja) y me pide que no lo maree
más amontonando palabras; que todo eso está muy bien, pero, pregunta extrañado: ¿qué pinta trabajo
en esta historia? En latín, trabajar era laborare, de donde salen laborar,
labor,
elaboración,
laboral,
etc. Pero ya nos cuenta Corominas
que el latín también tenía un verbo, tripaliare, que significaba ‘sufrir,
esforzarse’, procedente de tripalium, instrumento de castigo, formado
por tres palos, que da origen al término trabajo, es decir, ‘lo que cuesta
esfuerzo y hace sufrir’. Ahí tenemos el origen de trabajar y trabajo.
¿Hemos pensado por qué tituló Cervantes
una de sus novelas Los trabajos de Persiles y Segismunda? Por los sufrimientos que
padecen de los protagonistas. Lo que sucedió no es más que, con el tiempo, trabajar
le comió el terreno a laborar y se ha impuesto. ¿No es acaso
el trabajo un sufrimiento?
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