He recordado que ya en tercero y
cuarto de bachillerato (hablo de los años 1958 a 1960) mis manuales de lengua
latina dejaban bien claro que el verbo sum, antecedente de nuestro verbo ser,
carece de supino, gerundio y participio de presente o activo. También decían
esos mismos libros que el participio latino tenía más usos, y a la vez
diferentes, que los españoles.
Me pregunta Zalabardo qué tiene que
ver el participio con las elecciones a la Junta
de Andalucía. Aquí entra, le digo, lo del whatsapp. Hace ya tiempo que, por
diferentes conductos, había conocido ese texto. Me extraña que una de las
fuentes no anónimas sea el blog personal de una novelista que, si no estoy
errado, es mejicana: Ángeles Mastretta.
Se supone, de aquí mi extrañeza, que una escritora debe poseer un dominio
fluido de la lengua que utiliza. Al parecer, no es así.
Ese escrito al que aludo, en el que
se defiende que presidenta es una forma incorrecta y lo que vale es decir presidente,
palabra invariable en cuanto a su género, se basa en tres argumentos iniciales
que suponen un completo desconocimiento de nuestra gramática: 1. En español existen los participios activos.
Falso; la Nueva Gramática de la Lengua Española dice bien claro (27.8d, pág. 2086) que no existen en
español actual participios de presente, que eran abundantes en el español
antiguo. 2. ¿Cuál es el participio activo
de ser?: ente. También falso. Ya he dicho que sum carecía de ese
participio y, aunque el latín tardío emplease una forma ens, entis, el actual
participio de ser sería, basta consultar el DLE, un más que anticuado
eseyente.
Y 3. De ente, ‘el que es’, se derivan todas las formas españolas acabadas
en -ente, que son invariables en
cuanto al género. Vaya por Dios, también falso, porque tanto ente
como cualquier otra palabra española terminada en -ente no proceden de ens,
entis,
sino de la terminación del genitivo -ntis, propia de una de las clases de
adjetivos que seguían la tercera declinación.
Vuelvo a mis viejos libros de latín.
En ellos aprendí que de los adjetivos de una sola terminación había dos tipos:
uno, los terminados en -ns, con genitivo en -ntis
(prudens,
prudentis
/ ingens,
ingentis);
y otro, los acabados en -x, con genitivo en -cis
(felix,
felicis).
Si pensamos solo en los primeros, hay que decir que -is es el sufijo propio
del genitivo y que -nt- es un interfijo, una clase especial de sufijos, que aparece
en ciertos casos (por ejemplo, en español, la -l-, la -t-
o la -c- que aparecen en el diminutivo de café son interfijos: cafe-l-ito,
cafe-t-ito, cafe-c-ito). Y concluían esos libros diciendo que ese es el
modelo que seguían los participios de presente: amans, amantis;
monens,
monentis,
etc. Por tanto, la terminación -ente española no es sino el sufijo -nte,
que puede tomar diferentes formas: -ante, -ente, -iente…
Ya hemos dicho, aunque no esté de
más repetirlo, que en español no hay participios activos o de presente. La
realidad es que los participios latinos, de presente o de pretérito, aun siendo
formas de origen verbal, en español han pasado a construir sustantivos o
adjetivos más que formas propiamente verbales. ¿Quién piensa hoy que cantante,
ayudante,
intrigante,
etc., sean verbos?
¿Y qué pasa con presidente/presidenta?,
insiste Zalabardo; ¿las palabras terminadas en -ente no son de un solo
género? Dos observaciones: la primera, que no todas las palabras que significan
‘el que…’ acaban en -ente. Por ejemplo, de lucha
es luchador;
de trabajo,
trabajador;
de invento,
inventor,
etc.; y la segunda, que aunque sea verdad que la mayoría de estas palabras tengan
idéntica terminación para femenino y masculino (cantante, escribiente,
oyente…),
ya la NGLE nos dice (6.10a,
pág. 478) que se exceptúan cliente/clienta, comediante/comedianta,
dependiente/dependienta,
presidente/presidenta,
figurante/figuranta, infante/infanta,
intendente/intendenta,
sirviente/sirvienta
y otros. Y esto no es ninguna novedad de nuestros días; presidenta, por ejemplo, aparece
en numerosos textos antiguos. El más viejo de que tengo noticia es el anónimo Libro
de las donas, de 1448, donde leemos: E commo después de la
vesitaçión él fallase & fuese informado que la dicha rreligiosa era muy
vana & seglar, & enamoradiza de seglares & toda rrepugnante a
su presidenta…
Por
todo lo anterior, pido a nuestros gobernantes que, cuando hablen de cuestiones
relacionadas con la educación, no discutan solo si religión sí o no, si centros
concertados sí o no, si coeducación o grupos segregados por sexos… Que piensen,
por favor, en el valor de las humanidades para la formación de las personas. Y
las repongan cuanto antes. Por lo menos, podríamos evitar discusiones tan poco
edificantes como esta.
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