Francisco Rodríguez Marín |
No es cosa oculta
que a Zalabardo y a mí nos gustan los romances. Aquí he hablado en varias
ocasiones de ellos. Ayer mismo, por ejemplo, revisábamos, por puro placer, los refranes
contenidos en el Quijote. Al comentar algunos, no podíamos olvidar la labor
inestimable de los muchos e insignes paremiólogos que ha habido en
nuestro país. Paremiología es el nombre de la rama del saber dedicada al
estudio de las paremias (del griego παροιμία, ‘refrán, sentencia, proverbio’).
Desde el clásico
Refranes
que dicen las viejas tras el fuego, del Marqués de Santillana, figuras como Pedro de Valdés, Sebastián
de Covarrubias, Gonzalo de Correas,
José María Sbarbi, Joaquín Bastús, Luis Montoto, Francisco Rodríguez
Marín o, ya más cercana a nosotros, Julia
Sevilla Muñoz, fundadora a finales del siglo XX de la revista Paremia,
han dedicado muchas horas de sus vidas a recopilar, estudiar y explicar los
refranes. Muchos se habrían perdido de no mediar su paciente labor.
Porque, aunque
exista un número relativamente amplio de refranes que repetimos con insistencia
(A
quien madruga, Dios ayuda, Vísteme despacio, que tengo prisa,
etc.), son muchos más los que se habrían perdido de faltarnos la mediación de estos
investigadores o que entendemos solo a medias. Dos son los principales motivos
por los que podemos perderlos: la desaparición de las palabras empleadas, lo
que los hace difícilmente inteligibles, y la desconexión con el hecho que los
originó.
José María Sbarbi |
Otras veces, ya digo, la razón por
la que un refrán se nos puede atragantar es que tenga su origen en algún hecho,
cierto o solo anecdótico, del que hemos perdido la noción. De este caso es el
refrán El diablo anda en Cantillana y el obispo en Brenes, que se usa
para señalar que algo se está haciendo mal o hay desorden. ¿Qué tienen que ver en ello Cantillana y Brenes, poblaciones distantes entre sí unos doce kilómetros y
alejadas unos veinte de Sevilla, o un obispo? El origen no está claro del todo.
Algunos aluden a una leyenda del rey don
Pedro I, que cuenta cómo hizo justicia sobre un noble que se había
comportado de manera despótica en Cantillana. Otros hablan de un caballero de la corte de Enrique IV, Juan Pacheco, muy odiado en Sevilla. Eso podría valer para la primera
parte; pero, ¿y la segunda? Hay otra teoría diferente que hace remontarse el
episodio a tiempos de Alfonso X. El
rey había concedido al arzobispo
sevillano don Remondo el poder sobre
estas dos poblaciones; se cuenta que estando el obispo descansando en Brenes,
unos sobrinos suyos alteraron la paz nocturna en Cantillana paseando figuras de
diablos y fantasmas para asustar a la gente y estar más libres para encontrarse
con sus amadas.
Julia Sevilla Muñoz |
En cualquier
caso, comento a Zalabardo, lo importante es que, como don Quijote dice a su
escudero, no hay refrán que no sea
verdadero, porque todos son sentencias sacadas de la misma experiencia, madre
de las ciencias todas. Y si no todos, bastantes. Por ejemplo, Por
su mal nacieron alas a las hormigas, que a lo largo del tiempo ha
presentado formas diferentes (Da Dios alas a la hormiga para morir más
aína, Naciéronle alas a la hormiga para perderse, etc.). ¿Qué se
quiere decir con esto? Afea la conducta de quien, habiendo obtenido un alto
cargo, por usar mal su libertad, poder y dominio, acaba muchas veces fracasando,
como cuando la hormiga se levanta del suelo para volar, que se pierde o se la
comen los pájaros.
También es
sumamente ilustrativo este otro, No todo el monte es orégano, así en su
versión moderna, pero que en época clásica era más largo, Plega a Dios que orégano sea y no
se nos torne alcaravea; lo usamos para expresar nuestro recelo por que
algo salga mal y obtengamos otra cosa de inferior valor. Porque siendo tanto el
orégano
como la alcaravea plantas que se usan en cocina, el orégano
tiene muchas más propiedades: es digestivo, ayuda al aparato respiratorio y a
la circulación, es carminativo y antibiótico, antioxidante y estrogénico; hace
remitir los dolores de la menstruación, de la cabeza y los problemas gástricos;
y a mayor abundancia, se emplea para hechizos amorosos y para ahuyentar los
malos espíritus. ¿Hay quien dé más?
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