Porque, le digo
a Zalabardo, tengo la sensación de que nos movemos, o muchos se mueven, en el
resbaladizo terreno de las interpretaciones. ¿Y qué es interpretar?
Si nos vamos al Diccionario de la Academia, el DLE,
encontramos ocho entradas o acepciones posibles de la palabra: 1. Explicar o
declarar el sentido de algo. 2. Traducir de una lengua a otra. 3. Explicar
acciones, dichos o sucesos que pueden ser entendidos de diferentes modos. 4.
Concebir, ordenar o expresar de un modo personal la realidad. 5. Representar
una obra teatral, cinematográfica, etc. 6. Ejecutar una pieza musical. 7.
Ejecutar un baile. Y 8. Determinar el significado y alcance de las normas
jurídicas.
Lo que quiero
decir, razono a mi amigo, es que intento limitarme a escuchar solo las
versiones oficiales de los hechos, porque no me cabe duda de que se abusa demasiado
de las interpretaciones que nacen de un particular modo de mirar
y no de la autenticidad de la realidad, que no están contrastadas de un modo pertinente
o que, en no pocos casos, son abiertamente falsas. Porque, esto lo deberíamos
tener claro, la realidad es la que es y no engaña; nos engañamos nosotros por
no analizarla bien o por empecinarnos en distorsionarla para ver algo diferente
a lo que ella nos muestra. Sobre este asunto, siempre he considerado magistral (acepto
que estoy interpretando) el episodio de los molinos, en el
capítulo 8 de la primera parte del Quijote. El caballero descubre,
en la vaguedad de la lejanía, lo que le parece que son gigantes;
de inmediato, su desbocada imaginación, deformada por la lectura de los libros
de caballerías, interpreta que lo que ve son gigantes. Una
secuencia perfecta: aparecer-parecer-ser.
Sin embargo, si los dos primeros pasos del proceso son perfectos, el tercero es
errado. Un hombre sencillo, nada dado a la especulación, Sancho, lo
dice: ¿No le dije que aquello que parecen gigantes no son sino molinos? El
caballero interpretaba la realidad de acuerdo a unos parámetros
falsos que, en su modo de ordenar la realidad, ansiaba que fuesen verdaderos.
El bueno de Sancho, simplemente miraba lo que había.
Atendamos a una
de estas interpretaciones caprichosas. Por Whatsapp me llega un
vídeo que muestra a una jabalina paseando libremente con sus jabatos por las
calles, me dicen, de la urbanización Pinares de San Antón, aquí en Málaga. A no
mucho tardar, se me repite el mensaje, pero con la corrección de que no se
trata de los Pinares de San Antón, sino que el lugar es Monte Sancha. Y tampoco
tuvo que pasar demasiado tiempo para que me entrase un tercer mensaje: ni
Pinares de San Antón, ni Monte Sancha, ni Málaga. Ese vídeo (del que he
extraído algunos fotogramas), ha sido tomado hace pocos días en Italia, en
Brescia. ¿La prueba? El reportaje sobre el tema que publica la Gazzetta
di Modena y que ilustra con este vídeo y otros semejantes.
Acabo con una
breve nota filológica. Aunque la mayoría de los nombres de animales son
epicenos, igual palabra para macho y hembra (foca, avestruz,
delfín, ballena, etc.), no faltan algunos que se
valen de las marcas normales de diferenciación entre masculino y femenino para
nombra al macho y a la hembra (gato/gata, oso/osa, jabalí/jabalina),
sin que olvidemos en que hay otros casos en los que para el macho y la hembra
se emplean heterónimos, palabras diferentes (caballo/yegua, toro/vaca,
carnero/oveja, etc).
Lo anterior
podría parecer que no viene a cuento. Y a lo mejor es verdad, pero no me
resisto a exponerlo: la palabra jabalina, ‘hembra del jabalí’, no
tiene absolutamente nada que ver con la jabalina, ‘aparato de
atletismo’. Jabalí, ‘animal’, procede del árabe gābalí,
‘de monte, montaraz’, mientras que la jabalina del atletismo
viene del indoeuropeo ghabholo, ‘horcadura, rama de árbol’, y a
nuestra lengua llegó desde el francés javeline, que designaba
primitivamente una ‘especie de venablo que se usaba en la caza’, para pasar
luego a ser ‘pica empleada en la guerra’. Por fortuna, hoy las jabalinas
no se lanzan contra nadie, sino solo con la intención de llegar lo más lejos
posible. Confundir una jabalina con otra sería una interpretación
carente de sentido.
Y ya hemos
cumplido otra semana de confinamiento. Mucho ánimo, que queda menos para salir
de la pesadilla.
No hay comentarios:
Publicar un comentario