Le leo a Zalabardo un texto de Álex Grijelmo contenido en Defensa apasionada del idioma español (1998): «Las palabras consiguen que los conceptos existan, y no al revés […] Las palabras no forman, pues, una caja de cartón en cuyo interior solo se ve el dibujo de una idea. Al contrario, dentro de la caja se halla la idea misma. Quien logra cambiar las cajas de sitio, anularlas, agrandarlas o reducirlas habrá conseguido también alterar los pensamientos». Le leo a mi amigo esto mientras hablamos del conflicto entre el Estado israelí y el pueblo de Palestina.
Sería conveniente, le digo antes de
liarnos o dejar que nos líen con las palabras de modo que se altere nuestro
pensamiento, revisar unos hechos objetivos. Hamás, grupo terrorista que
se plantea como objetivo la destrucción del Estado israelí y la
imposición de un Estado islámico en la región histórica de Palestina,
ha sido autor de un atentado sin precedentes en territorio israelí;
resultado, 1.200 muertos y 200 rehenes. El Estado israelí, alegando una
justa defensa propia, inicia un ataque represivo, también sin precedentes,
contra el territorio de Gaza, que ha dejado hasta el momento un
resultado de casi 40.000 muertos y un desplazamiento de casi el 80% de la
población palestina, con independencia de que sean o no miembros de Hamás.
Ese ataque podemos llamarlo como queramos, pero no cabe duda de que está
suponiendo un verdadero genocidio, «exterminio o eliminación sistemática de un
grupo humano por motivos de raza, etnia, religión, política o nacionalidad».
El origen de esta situación no es cosa de hoy ni tampoco de unos años. Intento resumírselo a Zalabardo en muy pocas palabras. La bíblica Israel la integraban el Reino de Israel y el Reino de Judá, descendientes de los hebreos que habitaban el levante mediterráneo y a los que se les acabó llamando judíos. La historia de este pueblo es conflictiva, pues mantuvo constantes choque con pueblos vecinos y, cuando los romanos conquistaron la zona, protagonizaron varias rebeliones contra los conquistadores. El emperador Adriano, en el siglo II d.C. acabó decretando la expulsión de los judíos del territorio e impuso a la región el nombre de Palestina. Fue el inicio de la Diáspora de los judíos, que fueron asentándose por todo el mundo.
Tras siglos de diáspora y
persecuciones varias, a finales del siglo XIX surgió en Europa central y
oriental un movimiento político de corte nacionalista, el sionismo,
cuyo objetivo era crear un Estado judío con unidad cultural, religiosa y
económica. El nombre le viene de Sión, una de las denominaciones bíblicas
de Jerusalén. En la Conferencia de Paz de París, 1920, se
acordó que tanto Palestina como Mesopotamia quedasen bajo
jurisdicción de Reino Unido a la vez que Francia se hacía con el
control de Siria y Líbano. Y en 1947, la Naciones Unidas
acordaron la división en dos el territorio; una parte sería para el
establecimiento del moderno Estado de Israel que venía pidiendo el
movimiento sionista y la otra para los palestinos.
Desde entonces, ya se sabe, el conflicto no se ha superado y a cada movimiento palestino
contra Israel este ha respondido anexionándose nuevos territorios.
¿De qué manera influye en todo esto
el lenguaje, la posibilidad de manipulación y la confusión de conceptos? Entramos
ya en lo que significa cada una de las palabras que se emplean porque, según
las usemos, podemos dar a entender una cosa u otra. En principio, es necesario
dejar claro que israelita e israelí no son la misma
cosa. Israelí es todo nacido en el moderno Estado de Israel
o que se ha establecido en él. En cambio, israelita es cualquier
habitante del antiguo Reino de Israel y descendiente de Jacob.
Por tanto, es un error que la agencia France Presse publique una foto en
la que dice mostrar rehenes israelitas, o que un profesor de la
Universidad de Navarra hable en un artículo de la fuerza aérea israelita.
¿Quiénes, entonces, son los judíos?
Son una colectividad étnico-religiosa y cultural descendiente del pueblo hebreo
y de los antiguos israelitas. En sentido estricto, se consideran judíos
los descendientes de Judá, que fue hijo de Jacob, que fue hijo de
Isaac, que a su vez lo fue de Abraham. Los casos de conversión al
judaísmo son realmente
escasos. Suele aceptarse que, tras la Segunda Guerra Mundial, había unos
13.000.000 de judíos en el mundo, repartidos entre 134 países. De
ellos, en el moderno Estado de Israel viven aproximadamente el 41%.
Luego carece de sentido que Netanyahu defienda su desproporcionada
respuesta escudándose en que quienes lo critican lo hacen apoyándose en un
histórico odio a los judíos. En la situación actual no hay nada
contra los judíos; se critica el comportamiento genocida de Netanyahu
y su ejército.
Otro argumento que emplea el Gobierno del moderno Estado de Israel: cualquier crítica que se haga a su legítimo derecho de defensa es consecuencia de un irredento antisemitismo. También este término se emplea con deliberada ambigüedad o con innegable deseo de manipular. Los pueblos semitas carecen de una base étnica apreciable. Se consideran semitas a todos los pueblos que, según la Biblia, eran descendientes de Sem, uno de los hijos de Noé. En tiempos antiguos, eran semitas los arameos, los asirios, los babilonios, los sirios, los cananeos, los hebreos, los filisteos, los fenicios… En la actualidad, son pueblos semitas Israel, Líbano, Etiopía, Siria, Irak, Túnez, Palestina y Jordania.
1 comentario:
Muy aclaratorio, gracias
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