Hueso temporal izquierdo |
Los
diarios digitales ofrecen a los lectores la posibilidad de expresar sus opiniones
acerca de los contenidos en el instante mismo en que son publicadas. Además, concede
que esta comunicación se establezca no solo entre lector y medio, sino entre unos
lectores con otros. La existencia de estos foros supone un indudable avance respecto
al método, ya clásico —no me atrevo a decir antiguo— de las cartas al director.
El espacio digital no impone las lógicas restricciones del espacio físico de
una edición en papel.
Sin
embargo, Zalabardo me llama la atención sobre algunas perversiones del sistema.
Una, la para él nada educada tendencia a esconder las opiniones tras alias o
seudónimos (a ninguno de los dos nos gusta el anglicismo nick, acortamiento de nickname).
Los medios que abren estos foros a sus lectores, me sigue diciendo, deberían exigir
que quien participe lo haga bajo su nombre y apellido reales, para que así se
sepa quién manifiesta una opinión y con quién debatimos, caso de considerarlo
conveniente.
Otra
cuestión que indigna a mi amigo es la creciente propensión de muchos a la
agresividad, a la intolerancia, al insulto injustificado, a aprovechar la menor
ocasión para atacar a quienes no sintonizan con sus ideas, como si quien
pensara de forma diferente tenga que ser un imbécil. Tal actitud la justifica
(lo que nos lleva a lo anterior) la cobardía de quien observa que su
incapacidad para argumentar o el morbo de ofender quedan parapetados tras ese
nombre falso.
Y
por último, me dice, lo que ya es incapaz de soportar es que, la mayoría de las
veces, los comentarios y frases ofensivos que se vierten poco o nada tienen que
ver con el asunto del artículo que les ofrece la oportunidad de participar o
con las tesis expuestas por el autor o por otros foreros. Esto prueba, es su
conclusión, que tales individuos no son sino pobres ignorantes que confunden
el culo con las témporas.
Toda
esta vehemente exposición me la hace a propósito de lo que hemos podido leer acerca
de Juan Goytisolo, la concesión del premio
Cervantes, su actitud frente al protocolo y el contenido de su
discurso. Me dice Zalabardo que le duele que los comentarios giraran en torno a
si hizo bien o mal en acudir al acto con esa indumentaria, si no eran un insulto
las alusiones en el discurso a sus ideas sociales, si puede aceptarse que se dé
un premio de esa categoría a un comunista. Concluía dolido mi amigo: “La mayoría
de las opiniones vertidas dejaban ver a las claras que quienes las firmaban no
han leído una sola línea de la obra de Goytisolo”.
Y estalla: “¡Como si la calidad de un buen escritor hubiera que medirla por sus
inclinaciones políticas, porque vista chaqué, porque haya nacido en mitad de
una charca o porque le gusten las cucarachas fritas!”
Ovejas churras |
Le
doy la razón en todo y, para rebajar la tensión, le pregunto si sabe el origen
de la expresión confundir el culo de las témporas. Mi amigo, tal como me
esperaba, sabe lo que quiere decir, aunque ya tiene dudas sobre de dónde
proviene. En efecto, es una expresión con la que queremos dar a entender que
alguien confunde, mezcla, cosas muy dispares entre sí.
El
DRAE
afirma que es una expresión malsonante y, para explicarla, remite a otra
similar, confundir la velocidad con el tocino, que califica solo como coloquial.
Lo cierto es que nuestra lengua posee otras locuciones semejantes que, sin
embargo, el DRAE no recoge, aunque otros diccionarios sí: confundir
(o mezclar) churras con merinas y confundir
la gimnasia con la magnesia.
Ovejas merinas |
Lo
de la velocidad y el tocino es una comparación con cierto
tinte surrealista. La segunda exige que aclaremos que las churras son ovejas que
producen leche y carne de calidad, aunque su lana sea basta, mientras que las merinas
se aprecian más por su lana. ¿Y qué es confundir el culo con las témporas.
Lo primero que no entiendo es por qué ha de ser locución malsonante. ¿Dejaría
de serlo si, en lugar de culo, empleásemos trasero,
pandero,
posaderas,
pompis
o tafanario?
Pero
vamos con las témporas. Vaya por delante que esta palabra nada tiene que ver,
pese a lo que algunos creen, con los tiempos litúrgicos, los cuatro periodos
del año, impuestos por Calixto i en el siglo iii, coincidentes con el inicio de las
cuatro estaciones y que marcan los días en que es preceptivo ayunar.
La
cosa es que en ninguno de los libros dedicados a explicar el origen de nuestras
expresiones y refranes que consulto encuentro su explicación. Solo en Abecedario
de dichos y frases hechas, escrito en 1999 por Guillermo Suazo Pascual se atribuye a un fraile que soportaba mal
la penitencia de azotes sobre las nalgas que llevaba aparejado el ayuno haber
dicho en tono de queja: ¿Pero qué tendrá que ver el culo con las témporas?
La explicación es ingeniosa, pero poco ajustada a la verdad.
Y un tafanario: La Giumenta, de Giuseppe Rendo |
Porque
lo que se olvida es que la palabra latina tempus, no solo designa ‘el tiempo’,
sino que, sobre todo en plural, tempora, -orum, significa ‘sienes’.
El ya clásico diccionario Vox aporta el siguiente ejemplo: cingere
tempora lauro, ‘ceñir las sienes de laurel’. Lo que sucede es que, en
la comentada locución utilizamos el cultismo, pues el término patrimonial que tempora
dio en nuestra lengua, tras la normal desaparición de la vocal postónica y una
disimilación r>l, es templa, palabra que, dicho sea de
paso, solemos emplear poco. De hecho, yo solo la he visto utilizada en dos
autores. En Carlos Rojas: durísima la mirada en medio del rostro viril
y sensible, tan ancho entre las templas
como prolongado por los quijares (El ingenioso hidalgo y poeta Federico García
Lorca asciende a los infiernos, 1980) y en Miguel Delibes: el abuelo escudriñaba
la morra y las
templas del pequeño, por ver si se producía alguna alteración (Madera de héroe, 1987). Témpora,
con ese significado de ‘sien’, es de esas palabras que permanecen ocultas; en
cambio, todos recordaremos que ‘cada uno de los dos huesos del
cráneo de los mamíferos correspondientes a las sienes’ recibe el nombre de temporal.
Hablamos, pues, de un caso de homonimia, ya que nada tiene que ver con tempus,
‘tiempo’ sino con tempora, ‘sienes’.
Con esta explicación, creo, la
locución adquiere su pleno sentido, ya que estamos ante una metonimia en que se
una parte pasa a designar el todo y témporas, ‘las sienes’, se convierte
en ‘cabeza’. Así, lo que criticamos cuando decimos que alguien confunde
el culo con las témporas es que se confundan funciones inteligentes y
elevadas, propias de la cabeza, con otras más vulgares.
5 comentarios:
He quedado perpleja y sorprendida de la capacidad (y seguro investigación) de análisis del Sr. Zalabardo, pues estoy elaborando un diccionario de frases y encuentro ciertas dificultades ante ciertas frases como la que me ocupa, pues tendría que echar mano de la ingenuidad o imaginación para poder explicar frase tan enigmática. Afortunadamente,gracias al estudio de este Sr. ahora puedo clamar !!!EUREKA¡¡¡. Muchísimas gracias por el estudio de dicha frase y enhorabuena. Marta.
Excelente artículo que demuestra la enorme cultura del autor.
Excelente artículo que demuestra la enorme cultura del autor.
Magnifica aclaración. Esto es dar clase, no lo que hacen algunos políticos y comentaristas.
Excesivo para las "canicas" que andamos más cerca del hoyo
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