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Emilio Castelar |
Decía nuestro filósofo Emilio Lledó en unas recientes
declaraciones, que la política, por lo general, está en manos de ignorantes. Es
posible que lleve razón, aunque no me atrevo a asegurarlo. De lo que no me cabe
duda, le digo a Zalabardo, es de que nuestros políticos carecen de aptitudes
oratorias. No encontramos entre ellos un Sagasta,
ni un Azaña, ni un Castelar, ni un Cánovas… Lamentablemente, ninguno de los políticos actuales resiste
la comparación con aquellos.
No sé, en verdad, quiénes fueron los
últimos a quienes valía la pena escuchar, con independencia de las ideas que
defendiesen. Hoy, ni oratoria fluida, ni carga argumental, encontramos en nuestro
hemiciclo. Por no haber, ni siquiera vemos los rasgos de ingenio presentes en
otras épocas. Hoy no se dan anécdotas como la de Cela, cuando lo reconvinieron por estar dormido: “No estoy dormido,
señoría”, se defendió, “estoy durmiendo”; y cuando le contestaron que era lo
mismo, dijo: “Ni mucho menos; ¿o acaso es igual estar jodido que estar jodiendo?”.
En estos tiempos, más de gresca y bronca, cuando no de aburrimiento, a nuestros
políticos se los recuerda más por sus deslices, por declaraciones infortunadas.
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J. M. Aznar |
¿Quién recuerda al que fue ministro
de Trabajo, Sanidad y Seguridad Social, Jesús
Sancho Rof por algo distinto a aquellas declaraciones de 1981, cuando la
grave contaminación por aceite de colza adulterado, en las que afirmaba que
todo se trataba de un episodio de gripe
causado por un bichito del que ya tenemos nombre y primer apellido y nos falta
solo el segundo; pero es tan pequeño que, si se cae de la mesa, se mata.
Más cerca en el tiempo, en 2002, Mariano
Rajoy, a la sazón ministro del gobierno de Aznar, declaraba al periódico La Voz de Galicia, a propósito de
otra gran tragedia, la del Prestige, que todo estaba controlado y del buque
hundido solo salen unos pequeños hilitos
que parecen plastilina. Aquellos hilitos fueron una fuga de más de 50000 toneladas
de fuel que provocaron una inmensa marea negra en costas de Galicia y Portugal. Y el propio Aznar nos dejó de piedra cuando confesó que, en familia, hablo en catalán.
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Bibiana Aído |
Pero parece que a nuestros políticos
les atrae más darse a conocer por una palabra. ¿Para qué una idea, una frase,
un argumento, si una palabra puede definirlos con toda perfección? Hay quien
dirá, incluso el mismo Zalabardo me lo insinúa, que pudiera haberse tratado de
un simple desliz, de un desafortunado lapsus al que se le ha dado más
importancia de la debida. Le contesto que un desliz es otra cosa. Por ejemplo,
en una emisora de radio, no recuerdo en qué año, una locutora leía una
información sobre moda y, en un momento dijo:
Este año se llevarán los hombres desnudos. No sé si le habían
escrito el texto ya con la errata o fue un fallo suyo en la lectura, pero eso
es un desliz y, además, cómico.
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J. L. Rodríguez Zapatero |
Podría ser un desliz que el
presidente
Zapatero, mientras leía
un discurso, porque a nuestros políticos, si no leen, les cuesta decir nada, dijese
follar
a los rusos en lugar de
apoyar a los rusos. ¿Pero qué desliz,
o comicidad, había cuando, mientras nos hundíamos en la más dura
crisis
conocida en muchos años, y de la que aún no hemos salido, se le ocurría decir,
muy serio, que no había
crisis, sino solamente
desaceleración,
que en economía significa crecer más lentamente? Pues menudo batacazo nos
dimos.
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Irene Montero |
Pero lo que parece que de verdad ha
dado juego y ha ayudado a mantener el recuerdo de algunos es la disputa acerca
de la duplicidad del género en los discursos o la creación de femeninos que no
se sostienen se miren por donde se miren. Creo que fue el lehendakari
Ibarretxe quien inició la moda con la
machaconería de decir los
vascos y las
vascas, pero no habría
que olvidar casos más curiosos que ese.
Carmen
Romero, por ejemplo, inició la tendencia, en 1997, al hablar en un discurso
de
las
jóvenas, y, al parecer,
Lorena
Ruiz-Cuesta la imitó en 2012. A
Bibiana
Aído se la recuerda por su famoso
miembras, en 2008. Aquello llevó al
presidente de la
RAE a denunciar ese camino que, para ser consecuentes, “nos
tendría que llevar a decir que los brazos son
miembros, pero las
piernas son
miembras”.
Irene Montero,
en 2015, se inventó
portavoza y, ahora en 2019, nos sale
Dolores Delgado con la última perla, su denuncia de la “derecha
trifálica”.
Pero, entre nosotros, parece conducta difícil la de aceptar el error. Y como en
aquel drama de
Guillén de Castro en
que, hablando de la necesidad de acertar a la hora de tomar decisiones, se
aconsejaba, caso de errar, “defendella y no enmendalla”, la ministra ha negado
que decir
tricéfala fuese un error, y se reafirmó en que lo dijo
conscientemente. En fin, si ella lo dice…
Como se ve, digo a Zalabardo, en
este muestrario caben representantes de todo el espectro político. Y eso que a
algunos los hemos oído poco. Por si acaso, mejor será que continúen en
silencio.
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