sábado, agosto 29, 2015

NO DECIR NI MU



            Pasado el periodo de descanso, a veces pienso (y así lo hablo con Zalabardo) si el verdadero descanso no habrá sido el disfrutado por quienes tienen la cortesía de seguir esta Agenda y se han librado de ella durante el silencio veraniego. Y es que tras nueve años planteando cuestiones y curiosidades de la lengua me asalta con frecuencia la duda de si lo que estoy haciendo aquí no es otra cosa que decir mu.
            Repárese que empleo decir mu en lugar de no decir ni mu, pues no es lo mismo una cosa que otra aunque tengan idéntico origen. La expresión más común (y me atrevería a decir que la única en nuestros días) es la segunda. Si acudimos a un diccionario, veremos que no decir ni mu es ‘mantenerse en silencio, no decir nada’. Zalabardo, cuando me ve escribir esto, no puede evitar preguntarme: “¿Y por qué no decir ni mu es estar callado? ¿Es que acaso no hay otras cosas que decir sino mu?”
            Y, claro está, me veo precisado a contarle de dónde procede un giro que en su origen era decir mu y que se aplicaba en tono de reprensión y burla de quienes, dándoselas de eruditos y sabios, cuando abrían la boca no soltaban sino necedades y disparates.
            En varios lugares leo que la forma primitiva es el refrán habló el buey y dijo mu. Como también leo que su inventor fue un escritor del siglo xviii, Juan Bautista Arriaza, que, en mayo de 1796 publicó en el Diario Curioso de Madrid el siguiente poemita: 

Junto a un negro buey cantaban
un ruiseñor y un canario
y en lo gracioso y lo vario,
iguales los dos quedaban.
“Decide la cuestión tú”,
dijo al buey el ruiseñor;
y, metiéndose a censor,
habló el buey y dijo “Mu”.

            El poema tiene su pequeña historia, que no es otra que una disputa entre escritores. Arriaza había publicado algo acerca de la obra de otra persona. En la disputa terció otro escritor, Ramón de Pisón, que criticó muy agriamente las composiciones de Arriaza. Este contestó entonces con el precedente poema. Se dice que no cabe ninguna duda de que el negro buey no es otro que Pisón y que los versos encierran un doble insulto: mención nada velada a sus cuernos, por un lado, y afirmación de su necedad e ignorancia por el otro, pues frente al canto “gracioso y vario” del ruiseñor y el canario, él no es capaz sino de decir mu.
            Pero, digo burlonamente a Zalabardo, la vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida, recordando la canción Pedro Navaja, de Rubén Blades. Solo que esta vez la sorpresa no me la da la vida, sino Internet. Buscando sobre esta cuestión que nos entretiene, hallo que existe una antología preparada por Santiago Talavera titulada La fábula esópica en España en el siglo xviii que nos da fe de que, en mayo de 1794, es decir, dos años antes que el poema de Arriaza, el Diario de Valencia publicaba una fábula titulada El buey vestido de león escrita por alguien que firmaba con el seudónimo El Incógnito. Su asunto es bien simple: un buey va por el campo y encuentra una piel de león que decide ponerse para asustar e impresionar a los demás animales. Una zorra que ha visto el engaño piensa la forma de desenmascararlo. Incita a los demás animales a que se dirijan al fingido rey y le hagan consultas y pidan consejo. A todo lo que se le propone, el buey no es capaz de contestar más que mu. Termina así la fábula:

De aquí tuvo principio
aquel refrán añejo:
habló el buey y dijo mu […]
Que no faltan hoy bueyes,
si les quitan los cuernos,
vestidos de leones,
digo, de sabios, leídos y discretos;
mas si hay una zorra
que les pida consejo
con un mu contestando
descubren lo que son allá de dentro.

            Esto nos confirma que el refrán es antiguo. De cuándo, no sabría decirlo. Lo que sí está claro es que ya Esopo escribió una fabulita semejante; solo que en ella, era un asno quien encontraba la piel de león y se disfrazaba. Una zorra que lo vio, le dijo: “A mí también me engañarías, si no te hubiese oído antes rebuznar”.
            Nueve años ya rellenando página tras página la Agenda que el buen Zalabardo me cedió un día. Más de seiscientos apuntes; quizá sean demasiados. Solo confío en que no se me haya visto rebuznar como al asno de la fábula de Esopo, ni haya dicho muchas veces mu como el buey de las otras historias.
            También espero que este apunte nos permita ver cómo una antigua fabulita de Esopo (que vivió hace unos 2500 años) en la que una zorra descubre la impostura de un asno un día se transformó en la de un necio y ridículo buey que pretende ser juez de otros que lo superan, de donde nació el refrán habló el buey y dijo mu, el cual a su vez nos ha llegado como no decir ni mu. Solo que esta última forma pudiera servir tanto para elogiar al prudente que guarda silencio como para burlarnos del ignorante incapaz de decir algo de interés.