Todas las lenguas disponen de unas piezas léxicas que, aunque funcionen con un sentido unitario, están formadas por varias palabras que presentan un grado de fijación formal bastante asentado y que incluso, a veces, llegan a convertirse en una sola palabra que, al menos en apariencia, presenta un significado que nada tiene que ver con las palabras que la forman. Es lo que sucede con locuciones como a troche y moche, ‘de forma disparatada e inconsistentemente’ o ir de la ceca a la meca, ‘moverse de un lado a otro sin sentido claro.
Ocurre con frecuencia que los elementos de la locución de que tratemos no tienen existencia aparte fuera de ese giro lexicalizado. Le pongo a Zalabardo el ejemplo de a bocajarro. A nadie se le escapa que, en esta locución intervienen boca y jarro. Pero resulta que en nuestra lengua no existe bocajarro como elemento independiente, sino la frase a bocajarro, que puede significar ‘desde muy cerca’, ‘de improviso, repentinamente’ o ‘en contacto con el cuerpo a que se dispara’. Sucede igual con a quemarropa, ‘desde muy cerca’.
Le señalo a mi
amigo que existe un grupo especial de locuciones que reciben el nombre de
somáticas, porque, en ellas, el elemento principal es una parte del cuerpo ―ser
un manirroto, hacer algo con los ojos cerrados, hacer
oídos sordos, comenzar con mal pie…―. Y le llamo la
atención sobre la curiosidad de que haya muchísimas locuciones en nuestra
lengua que se forman a partir de boca, Lo que ya no sé decirle
―eso exigiría un estudio muy detenido― es si forman o no el grupo más numeroso.
Sí es cierto que entre ellas las hay de muy variada naturaleza. Algunas son
muy fáciles de entender; por ejemplo, por la boca muere el pez, ‘verse
en dificultades por no haber sido prudente al hablar o haberlo hecho de forma
desconsiderada’. Igual que el anzuelo es un peligro para el pez, hablar con
descuido puede perdernos.
Otras, en cambio, aunque entendamos su contenido, nos resultan extrañas en cuanto a qué las originó. Es lo que ocurre con locuciones ya antiguas cuyo origen se nos escapa; por ejemplo, hablar por boca de ganso. ‘repetir lo que otro ha sugerido’. Algunos han querido explicar la locución con peregrinas argumentaciones: que es decir lo que se ha visto escrito, ya que en tiempos pasados era común escribir con plumas hechas de plumas de ganso; o que es actuar como los gansos, que en cuanto que uno comienza a graznar (o voznar, que así se dice también del sonido bronco de estas aves) todos lo imitan. Lo cierto es que, y el diccionario de Covarrubias, de 1611, ya lo aclara, en la antigüedad, a los ayos o preceptores se los llamaba gansos, por lo que sus alumnos repetían lo que ellos les enseñaban.
En ocasiones,
lo que encontramos son locuciones que, con el tiempo, han ido modificando su
sentido o adquirido uno nuevo que podría confundirse con el original. Es lo que
sucede con bocabajo y bocarriba ―hoy se prefiere
esta forma a la constituida por dos palabras, boca abajo y boca
arriba―. Originalmente, la primera significa ‘tendido, con el vientre y
la cara mirando al suelo’; y la segunda, ‘tendido, con la espalda tocando el
suelo y la cara mirando al cielo’. Sin embargo, el uso ha hecho que la primera
también signifique ‘en posición invertida’, o sea, con la cabeza hacia abajo, y
la segunda, ‘vertical o mostrando hacia arriba la cara principal de algo’. Es
lo que vemos en quedar colgado bocabajo o poner las cartas
bocarriba.
Otras, por su
parte, han sido motivo de largas discusiones. Tal ocurre con de boca a
boca, que no debe confundirse con el método de respiración boca a
boca. La primera locución se refiere a la ‘divulgación de
conversaciones y comentarios mediante transmisión oral’. Mantienen algunos que
es expresión incorrecta porque no puede considerarse que la boca,
emisora, sea a la vez receptora de una transmisión. Dos observaciones hay que
hacer, sin embargo. La primera es que algunos suponen una posible influencia
del catalán boca-orella, tomada a su vez del francés de
bouche à oreille. La segunda, y que sirve para deshacer la confusión,
es que la forma más correcta y clásica de nuestra lengua es de boca en
boca, expresión con la que quiere señalarse que ‘lo que ha sido dicho
por una boca acaba siendo dicho por otras’. Que en nuestra lengua no prevalece
la relación emisor-receptor, sino el hecho de que son múltiples los emisores que se
hacen eco de lo mismo, parece quedar demostrado con algunas locuciones
similares, como estar en boca de todos e incluso la más explícita
correr de boca en boca.
La palabra boca la encontramos también en locuciones con las que queremos aludir al carácter de alguien. Así, decimos que habla con la boca pequeña quien dice algo sin convicción o por cumplir. O que le ha hecho la boca un fraile a quien es ‘excesivamente pedigüeño’. No hace más que ‘provocar para que alguien diga lo que desea callar’ quien busca la boca a otro y a quien habla con más extensión y claridad de lo que conviene se le calienta la boca. Por fin, para no alargar, se nos llena la boca de algo cuando hablamos con énfasis de alguien o de algo.
Y hay muchas
más: hacerse la boca agua, pedir por esa boca,
partir la boca, meterse en boca de lobo, tener
boca blanda, mantener la boca cerrada, hacer boca…
Pero por hoy ya es suficiente.