sábado, abril 06, 2024

ESTAR A PARTIR UN PIÑÓN

 


Se lee en Juanita la larga, de Juan Valera, el siguiente párrafo: «El carnicero estaba con don Paco a partir un piñón, y de seguro que, si alguna becerrita se perniquebraba y había que matarla, lo que es los sesos, la lengua y lo mejorcito del lomo no se presentaba en otra mesa sino en la de don Paco.» Si miramos a nuestro alrededor ―le comento a Zalabardo― es fácil ver que el mundo anda tan revuelto que resulta difícil encontrar quienes, por bien avenidos, estén dispuestos a partir un piñón. Basta mirar el mapa del mundo para percibir que más bien se anda a garrotazos. Y si miramos dentro de nuestro patio, igualmente comprobamos que la crispación ha llegado a límites tan sonrojantes que son difíciles de soportar por cualquier persona normal. No es ya que nuestros representantes no estén a partir un piñón, es que andan tozudamente empeñados más en lanzarse piñazos que en otra cosa.

            Y a todo esto ―me pregunta Zalabardo―, ¿qué es y de dónde viene lo de estar a partir un piñón? En el Diccionario de la RAE se dice que es ‘haber unidad de intereses y afectos entre personas’ y, muy frecuentemente, se aplica a parejas de enamorados que se profesan tan íntimo afecto que no les importa compartir lo más pequeño que tengan, por ejemplo un piñón, e incluso, si es preciso, a partirlo con los dientes. Vamos, que vendría a ser algo semejante al Contigo, pan y cebolla o, en cuanto a la afinidad y cercanía, Ser uña y carne.

            La locución, pues, es clara y fácil de entender. Pero pronto, si pensamos en ella, surge una duda: ¿por qué aparece tan tarde? Porque el Diccionario de Autoridades no la recoge y el usual no da cuenta de ella hasta 1884 como ‘haber unidad y estrecha unión entre dos personas’. Algo, pues, debe haber que nos aclare el caso.

            Y la explicación existe. Todo nace de que hay una palabra que un día dejó de emplearse y la gente común, cuando perdió conciencia de tal palabra, la sustituyó por otra que se le parecía y que les servía incluso para crear un nuevo sentido. La palabra es quiñón, del latín quinio, que designa cada una de las cinco partes en que algo se divide. Encuentro esto ―le digo a mi amigo― en el artículo A partir un _iñón, que publicaron en 2014 Eva Liergo e Ignacio Ceballos en la revista Rinconete, del Centro Virtual Cervantes.

 


           Comienzan estos autores dando cuenta de que hay diccionarios de refranes, dichos y proverbios que explican estar a partir un piñón como alusión a los novios que no tienen inconveniente en dividirlo partiéndolo con la boca y que luego, por extensión, se aplica a personas entre las que existe patente armonía. Pero, para desengaño de quienes tal piensan, el dicho es bastante anterior y, en lugar de significar armonía entre personas, podría indicar a veces todo lo contrario.

            Por lo pronto, no es de un piñón de lo que se habla en la forma originaria, sino de un quiñón, que es algo muy diferente. Sostienen Liergo y Ceballos que, en zonas de Castilla, y tal vez otros lugares, las tierras comunales podían ser divididas para su explotación entre varios, que no tenían por qué ser cinco necesariamente. No obstante, la parte más pequeña, ya indivisible, seguía denominándose quiñón. De hecho, en el DLE se define el quiñón como ‘parte que alguien tiene con otros en una cosa productiva, especialmente una tierra, que se reparte para sembrar’.

            De aquí se extrae que el quiñón podía estar compartido por más de una persona. Estas personas, según esto, partían (compartían) un quiñón y no siempre las relaciones tenían por qué ser buenas, sino que en ocasiones surgían disputas a causa del desacuerdo a la hora de explotar ese terreno. La teoría podría sonar algo rebuscada, pero le enseño a Zalabardo el artículo en que se desarrolla la idea para que vea que la interpretación se sustenta en un texto del siglo XIV, el Libro de miseria de omne, obra que se inscribe dentro del llamado mester de clerecía y que es una interpretación bastante libre de otra del siglo XII, De contemptu mundi, compuesta por Lotario de Segni, quien posteriormente sería elegido papa con el nombre de Inocencio III. La estrofa 121 del Libro de miseria de omne dice así:

Onde dize gran verdad el rey sabio Salamón:

«El siervo con su señor no andan bien en acompañón,

ni el pobre con el rico no partirán bien quiñón,

ni será bien segurada oveja con león»



de donde se desprende que dos partirán bien un quiñón solo si entre ellos se entienden; pero que no partirán un quiñón, quienes no hagan buenas migas. Con el tiempo prevaleció la interpretación positiva, estar a partir un piñón, sustituyendo la palabra quiñón por la que se entendía mejor. En incluso, aparecieron locuciones semejantes, como estar a partir de un confite, que compruebo en el Diccionario de americanismos que persiste en países americanos como ‘tener dos personas una relación o asociación estrecha’ ―el peruano Ricardo Palma escribía «En 1822 estábamos a partir de un confite con la Inglaterra»―  y que, en el siglo XIX, Bartolomé José Gallardo, miembro de la Real Academia de la Historia, en carta dirigida a un amigo le daba la enhorabuena «como dos que se quieren bien y muerden en un confite

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