sábado, junio 16, 2018

HISTORIAS DE PALABRAS: CACHONDEO Y CACHONDO


Razón de más para hacerse favores. A la vuelta te olvidarás de esos remilgos.  No le gusto. No le gusto... Sí le gusto, pero no se atreve. Ya te daré yo acobardamientos. Son muchos años ya sin taconeo, sin contoneo, sin cachondeo, ¡ay! […] Lo que enloquece es la pasión, Hortensia, no los perfumes...
(Antonio Gala)


           Hay muchas historias, sobre palabras, sobre personas, sobre acontecimientos… que, de bonitas que resultan, merecerían ser verdaderas, aunque, por desgracia, no lo sean. Por ejemplo, ¿quién de nosotros, de niño, no se entusiasmaba imaginando a Hernán Cortés quemando sus naves para hacer imposible toda vuelta atrás?; ¿y quién no considera ingeniosa la idea de que la etimología de cadáver es el acrónimo caro data vermibus (‘carne que se da a los gusanos’)? Pues ni una cosa ni otra son ciertas. Bernal Díaz del Castillo nos explica bien claro cómo Cortés lo que hizo fue volcar y barrenar sus navíos, aunque dejando uno que facilitara el regreso y cadáver viene de la raíz indoeuropea kad-, ‘caer’ y significa literalmente ‘cuerpo caído’.
Esta vez no es Zalabardo quien me pide aclarar una cuestión, sino que soy yo quien se dirige a él para explicarle que la versión que nos contaba noche al grupo un gran amigo, José María Pérez, sobre el origen de cachondeo puede ponerse en duda. No es él, sino muchas personas más, y todo un pueblo detrás, Zahara de los Atunes, quienes relacionan desde hace mucho tiempo la palabra con el arroyo Cachón, que discurre por aquel lugar. La leyenda, porque así hay que considerarla, dice que los almadraberos, pescadores del atún, cuando terminaban la faena, se iban a la otra orilla del Cachón para celebrarlo y divertirse. Incluso se dice que, al olor de la fiesta, acudían prostitutas para hacer su trabajo. Así se explicaba tanto estar de cachondeo, ‘de juerga, de broma’ como estar cachondo, ‘con excitación sexual’.

           Pero parece que no es así. Ya Corominas, en su Diccionario Etimológico, mantiene que, probablemente, el término proceda del latín vulgar catulus, ‘cachorro’. El DLE acepta esta versión y dice que cachondo/a significa: 1. Dicho de una perra, salida (en celo); 2. Dicho de una persona, dominada por el apetito  sexual; 3. Que denota apetito sexual; 4. Burlón, divertido, bromista; 5. Calzas acuchilladas. Me llama la atención que de ‘cachorro’ se pase a ‘estar en celo’ y sigo buscando. Me voy al diccionario latino-español de Agustín Blázquez Fraile y me encuentro con que catulus es un diminutivo de catus, ‘gato’ que significa, inicialmente, ‘cachorro de cualquier animal’. Pero este mismo diccionario, aportando para ello multitud de referencias de autores, recoge el verbo catulio, derivado de catulus, con el significado de ‘Estar en celo, estar caliente (hablando de las hembras de los animales, especialmente de las perras salidas)’. A partir de ahí, se entiende el doble uso: cachondo, ‘cachorro’, del sustantivo catulus, diminutivo de catus, da lugar a cachondeo, ‘jolgorio, falta de seriedad’ y a cachondearse, ‘burlarse de alguien’; pero, al mismo tiempo, catulus, participio de catulio, es el origen del adjetivo cachondo, ‘que está excitado sexualmente’.
            Si buscamos en nuestra literatura, encontraremos bastantes ejemplos de lo que decimos. Lucas Fernández, que vivió entre los siglos XV y XVI, escribía en su Farsa:
¡Pues yo, mi fe, mucho os quiero!
Y aún, ¿veis?, suspiro por vos.
¡Ay, Dios,
que de cachondez me muero!
            Y en el Cancionero de burlas, de 1519, se puede leer esta copla:
En Medina el Campo ganando vi estar
a esa Narváez, que ya encanecía,
cachonda, lendrosa; y en la mancebía
vi Ana de Medina

            De todo esto, le digo a Zalabardo, parece deducirse que, antes que el significado festivo, la serie cachondo, cachondeo, cachondear se utilizó en su significado sexual. Sentido que hoy sigue vivo si miramos el texto de Antonio Gala con que encabezo el apunte. Lo que ya no sé es cómo, si el origen parece estar en catus, ‘gato’, se ha desplazado hacia las perras en celo. De cualquier forma, los de Zahara de los Atunes pueden seguir conservando su tradición, que merece ser cierta por bonita, aunque sepamos que la cosa viene de más atrás y que el arroyo Cachón tiene, posiblemente, poco que ver en el asunto.
            Y como ya van entrando, parece que ahora sí, los calores, Zalabardo y yo nos tomamos unas vacaciones y cerramos temporalmente esta Agenda. Buen verano a todos.

domingo, junio 10, 2018

LA FE DEL CARBONERO


            Pensar que todos los que convalecen de sus dolencias después de implorar en su favor la intercesión de Nuestra Señora o de cualquier otro santo, sanan milagrosamente es discurrir la Omnipotencia muy pródiga y la naturaleza muy inepta.
(Benito J. Feijoo)

Iznatoraf. Milagro de la Virgen
            Zalabardo, curioso por naturaleza, me planteaa cualquier duda que le surja. Ni que yo tuviera la sabiduría que se atribuía a aquel don Pedro de Lepe y Dorantes, nacido en 1641 en Sanlúcar de Barrameda, que llegó a ser obispo de Calahorra; o como si yo fuera uno de aquellos ratones coloraos del antiguo cuento. Me pidió hoy que le explique el origen de la expresión tener la fe del carbonero, que, como bien se sabe, sirve para señalar a quien cree algo por la sola razón de que le han dicho que ha de creerlo, sin requerir ningún argumento racional que sustente aquello en que cree. Esta es la fase entre la más que antigua oposición entre fideísmo y racionalismo.
            El origen de la expresión es algo dudoso. Hay quien defiende que su difusión se debe a otro obispo, este de Ávila, don Alonso Tostado de Madrigal (1410-1455), que debió escribir tanto que su fama gestó aquello de escribir más que el Tostado. Como quien mucho dice corre riesgo de errar, parece que este buen hombre escribió cosas que no gustaron a las jerarquías religiosas. Y harto de que se le exigiera que explicara sus posiciones en cuestiones de fe, acabó diciendo: Yo, como el carbonero.

Lugar de aparición de la Virgen del Monte
            ¿Y quién fue este carbonero? Conozco dos versiones diferentes. Dicen unos que un teólogo solicitó a un carbonero analfabeto, para burlarse de él, cómo explicaría el misterio de la Trinidad, tres Personas y un solo Dios. El buen hombre se quitó el mandil, hizo con él tres dobleces y, luego, lo desplegó al tiempo que respondía: “Así”. Esta versión, le digo a Zalabardo, me parece rebuscada y poco creíble. Hay otra más verosímil, que parece tener su origen en un viejo cuento francés: el diablo se presentó a un carbonero para tentarlo y le preguntó: “¿Qué crees tú?”, a lo que el carbonero respondió: “Creo todo lo que cree la Iglesia”. El diablo, mohíno, insistió: “¿Y qué cree la Iglesia?”. Ni corto ni perezoso, el carbonero respondió: “La Iglesia cree todo lo que creo yo”. Y para su desesperación, el diablo no fue capaz de sacar al carbonero de este círculo vicioso.

Cueva de los Caños Santos. Cañete la Real
            También fue muy perseguido por sus ideas un fraile benedictino del siglo XVIII, Benito Jerónimo Feijoo, una de las más ilustres figuras de nuestro racionalismo y uno de los creadores del género del ensayo en nuestro país. Feijoo, erudito, sabio, en su Teatro crítico universal y en sus Cartas eruditas y curiosas criticaba lo que él llamaba “errores comunes” (supersticiones, falsas afirmaciones, prejuicios, fanatismos) en filosofía, ciencias, religión y demás campos del saber. Feijoo llegó a afirmar que no se consideraba esclavo ni de Aristóteles ni de sus enemigos y que antes que a cualquiera que presumiera de autoridad escucharía lo que le dictara la experiencia y la razón. Se creó multitud de enemigos y fue acusado ante la Inquisición. De esos ataques lo salvó una Real Orden dictada en 1750 por el rey Fernando VI en la que se decía, más o menos, que, por ser la obra del fraile de su real agrado, prohibía que se lo pudiese criticar.

 
Peña de Francia. Cueva en que apareció la Virgen de la Peña
           Una de las cosas que más fustigó Feijoo es la ingente cantidad de milagros atribuidos sin razón que los sustentase. Decía: “…para dar fe en materia de milagros, es menester que esté más altamente calificada la veracidad de los sujetos de lo que se requiere para ser creído en otras materias comunes”. Me he acordado de Feijoo y de su crítica a los milagros estos días pasados en un viaje realizado por tierras de Jaén,

            Me pregunta Zalabardo, en tono muy serio, si es que no soy religioso y niego los milagros. Le respondo a mi amigo que nunca negaré la religión porque es algo que existe desde el principio de los tiempos. Desde el momento en que se los neandertales (parece que fueron ellos) entierran a sus difuntos acompañados de algunas pertenencias, puede deducirse que manifiestan una preocupación por la vida ultraterrena. Y cuando los hombres piensan en un mundo fuera de este, crean fantasmas, demonios y dioses que lo rijan, a la vez que mitos y ritos que expliquen este. Básicamente, hay tres tipos de religiones: politeístas, panteístas y monoteístas. El ateísmo parece algo bastante posterior. Y le añado a mi amigo que, en este asunto, no me atrevo a señalar que haya una religión verdadera, sino que las considero válidas a todas siempre que se muevan dentro del respeto a la ética y a las personas.
            “¿Y qué tiene que ver Jaén en todo esto?”, inquiere Zalabardo. Sencillamente, le respondo, que me he encontrado ante tradiciones religiosas que, con todos mis respetos, me parecen leyendas carentes de veracidad porque, o están contra la razón, o se limitan a repetir historias que hallamos, sin apenas variantes, en una infinidad de lugares. En Iznatoraf, en su iglesia, me encuentro un cuadro que representa la curación, por intercesión de la Virgen María, de la esposa del rey Alí-Menón, a quien su marido mutiló salvajemente por acudir a oír la doctrina de los cristianos.

Cueva del Agua. Hueco en que apareció la Virgen de Tíscar
            En Tíscar visité la impresionante Cueva del Agua, donde se venera, en realidad, en el santuario que hay al lado, una imagen de la Virgen de Tíscar. Su historia se repite múltiples veces: alguien (un pastor que ha perdido una cabra y la busca) encuentra una imagen que lleva a una iglesia cercana; la imagen desparece y vuelve a ser encontrada en la cueva; se reintegra a la iglesia y vuelve a desaparecer, lo que se interpreta como deseo de la Virgen María de que se construya en el lugar un santuario para su adoración. Esta historia, le digo a Zalabardo, la tenemos en Cañete la Real con Nuestra Señora de los Caños Santos; en la Peña de Francia, con la Virgen de la Peña y la moza santa de Sequeros, en Cazalla de la Sierra con Nuestra Señora del Monte; en… mil sitios. Muchos de estos santuarios, bien lo sabemos, parecen haberse inclinado más por el negocio que por la devoción.
            Contra esas cosas se mostraba contrario el fraile Benito J. Feijoo. Y, yo, le digo a Zalabardo, respetando profundamente a todos los creyentes de cualquier religión, no tengo fe de carbonero para aceptarlas, pues me parecen ya demasiadas imágenes jugando al escondite con pastores o pastoras descuidados de su labor. Creo que, en nuestro tiempo, tenemos la suficiente formación para no sobreponer el fideísmo sobre el racionalismo; sin negar la religión, habría que evitar cualquier signo de superstición.


martes, junio 05, 2018

CONTIMÁS/CUANTIMÁS/CONTRIMÁS


De no haber habido aire para respirar esa noche de que hablas, nos hubieran faltado las fuerzas para llevarte y contimás  para enterrarte. Y ya ves, te enterramos.
(Juan Rulfo)

            Trataba de explicar hace unos días a Zalabardo que no siempre encuentra uno razones para justificar el uso de una determinada palabra o frase o para afirmar su corrección o incorrección. Venía a cuento de que me preguntaba si era aceptable la frase que había oído a una mujer en el mercado: Le negué el favor que me pedía, contrimás, siendo ella como es. Pero es que no mucho después, otra persona me consultó acerca de contimás, que decía haber leído en Moronga, la última novela del salvadoreño Horacio Castellanos: …me pareció de una lógica impecable, habida cuenta del clima de paranoia generalizada que padecía este país, contimás su capital política
            La Nueva gramática de la lengua española, en su capítulo 45.11, trata de las construcciones llamadas comparativas proporcionales o correlativas, de las que dice que son las construcciones en las que se pone de manifiesto el incremento o la disminución de dos magnitudes paralelas. Son aquellas del tipo cuanto más (o menos) lo pienso, más (o menos) me gusta; mientras más (o menos)…, más (o menos)…; cuanto más (o menos)…, tanto más (o menos)… No voy a entrar en el extenso análisis de las mismas que la NGLE hace y solo me referiré a dos anotaciones recogidas al final: que no debe considerarse comparación proporcional el uso de cuanto más en el sentido de ‘más aún’ y que se consideran incorrectas en todas las áreas lingüísticas las comparativas proporcionales en las que se sustituye cuanto más por cuantimás, contimás y contrimás.

           Lo segundo, con todos mis respetos, lo discuto. Bien es verdad que el Diccionario Panhispánico de Dudas no entra en diferenciar comparativas correlativas de las que no lo son y se limita a decir que deben evitarse las deformaciones populares *cuantimás, *contimás y *contrimás. Y que, dando origen a tal criterio, el DLE no recoge ninguna de estas formas. Pero he aquí que el ya clásico Vocabulario Andaluz, de Alcalá Venceslada, al que siguen otros vocabularios andaluces (Cepas, Álvarez Curiel), sí recogen como andalucismos contimás y contrimás; y que el Diccionario de Americanismos da entrada en sus páginas a contimás y a cuantimás. Para mayor abundancia, si consultamos el CORDE y el CREA nos hallamos ante una cuarentena de ejemplos, sobre todo de autores americanos, de contimás con predominio del valor de ‘más aún’ sobre el comparativo.
            Me pregunta Zalaabardo: “Entonces, ¿son formas correctas o no?” Le explico primero que no hay ninguna duda de que estas formas son alteraciones populares de cuanto más y del más raro *contra más, también proscrito por la gramática oficial. Pero eso no impide que dichas formas tengan un uso bien documentado en amplias regiones hispanohablantes, lo que nos pediría que las aceptásemos sin reparo. No como formas ajustada a la normativa del español, sino como formas populares de algunas hablas españolas; por ejemplo, la de los países del otro lado del Atlántico y la de Andalucía. Pues no debemos apreciar la lengua solo en sus registros cultos. También hay que respetar los registros coloquiales y locales, siempre que estén suficientemente asentados.

            Y, si nos queremos poner quisquillosos, mejor sería insistir en otras cuestiones respecto a cuanto más; por ejemplo, que si al giro le sigue un sustantivo, cuanto habrá de concertar en género y número con él: Cuantos más días pasan, mejor; cuantas más horas dediquemos, menos tardaremos. Pero ue si le sigue un adjetivo, cuanto permanecerá en forma invariable: Cuanto más roja, mejor se verá; cuanto más altos
            O, continuando por este camino: que se avise a muchos profesionales de la palabra (locutores, periodistas) de la necesidad que tienen de enterarse, porque no se enteran, de repetir otros usos erróneos que cometen, como cuando dicen, hablando de fútbol, *este área combinado con el área contraria; o como cuando yerran al otorgar género inexistente a los adverbios (*detrás mía, en lugar de detrás de mí, etc.). Esto, le digo a Zalabardo, es más grave que el hecho de que en alguna zona concreta hispanohablante se diga contimás.