sábado, mayo 27, 2017

EL HILO DE ARIADNA



            El sol de la mañana reverberó en la espada de bronce. Ya no quedaba ni un vestigio de sangre.
            —¿Lo creerás, Ariadna? —dijo Teseo—. El minotauro apenas se defendió. (Jorge Luis Borges)

Ariadna y Teseo, anónimo del s. XIX
            En su cuento La casa de Asterión, nos dice Borges que no era difícil adentrarse en el laberinto, pues el minotauro tampoco ofrecía resistencia a nadie; lo difícil era salir. El cuento pudiera tomarse como una inquietante metáfora. Cada vez que lo leo, me planteo la extrañeza ante el hecho de que la historia siga concediendo más valor a la acción de Teseo que al hilo de Ariadna, que fue quien hizo posible su salida.
            ¿Qué se inventó antes —me preguntó una vez Zalabardo—, la rueda o la rueca? Estuve por decirle que sin una cosa no existiría la otra y tal vez la aparición de ambas fuese simultánea o próxima, pero preferí no hacerlo y le contesté que no lo sabía.
            Tanto la rueda como la rueca, o lo que con ella se hace, el hilo, han sido repetidamente utilizadas como símbolo de la vida. También los laberintos. El Laberinto de Fortuna, de Juan de Mena, es solo una de la obras en que se habla de las tres ruedas, pasado, presente y futuro, quietas la primera y la última, en movimiento la segunda. Pero me interesa hoy, así se lo digo a Zalabardo, hablar más del hilo que se obtiene gracias a la rueca y al huso. Son variadas las expresiones frecuentes donde está presente: El hilo de Ariadna, Pender de un hilo, Seguir/perder el hilo, Por el hilo se saca el ovillo, Irse al hilo de la gente, Al hilo, Cortar el hilo de la vida, o No dar puntada sin hilo son algunas; es posible que haya más y yo no las mencione ahora aquí.

Minotauro ciego guiado por una niña, Picasso
            La historia de Ariadna, Teseo y el Minotauro la conocemos por la mitología. Todos cuantos entraban en el laberinto morían; solo Teseo, a quien Ariadna entregó un ovillo para que se sirviese de él, consiguió entrar, orientarse, matar al monstruo y regresar al exterior. Le digo a Zalabardo que a mí me gusta particularmente la versión de Borges, en la que se dice que el Minotauro no mató a nadie, ni siquiera se defendió, porque quienes entraban morían perdidos en aquella intrincada construcción de infinitas estancias. Y aunque no lo diga de forma explícita, la lectura nos permite deducir que, si hubiera que hablar de mérito, se lo tendríamos que otorgar a Ariadna y su madeja. De esta historia proceden, no me cabe la menor duda, Por el hilo se saca el ovillo, fácil de entender, y Seguir/perder el hilo, ‘desarrollar un discurso sin interrupción’ u ‘olvidarse de lo que se está exponiendo o no ser capaz de seguir o entender una explicación’. Como el espeleólogo que se vale de la cuerda para volver al punto de partida.

Las Moiras, John Melhuish Strudwick
            Pender algo de un hilo y Cortar el hilo de la vida y Al hilo nos remiten también a la mitología. Las Moiras, Parcas o Nornas, según a la tradición a que acudamos, eran tres seres que mantenían con un hilo la vida de las personas por encargo del Destino: Cloto (‘la que hila’) elaboraba la hebra de la vida de cada ser y disponía su nacimiento; Láquesis (‘la que asigna el destino') medía con su vara la longitud del hilo de cada vida; y Átropos (‘la inflexible’) cortaba ese hilo cuando el Destino se lo mandaba y determinaba la forma de la muerte de cada uno. Por eso, Pender de un hilo nos avisa de que todo vive en un continuo sobresalto o duda, esperando/temiendo que su final se produzca en cualquier momento. Al hilo significa ‘sin interrupción, sin que se corte el transcurso o duración de algo’
            Pero hay dos que parecen separarse algo de las anteriores. Por ejemplo, Irse al hilo de la gente significa ‘hacer algo porque lo hacen los demás’. Podría interpretarse como ausencia de criterio propio; pero también como señal de prudencia. Así pues, podemos considerarla expresión un tanto equívoca.
            Como equívoca es No dar puntada sin hilo, que suele emplearse, a mi entender, de manera torcida. Es frecuente oírla como elogio del certero y fino proceder de alguien. Sin embargo, si acudimos al diccionario, vemos que su sentido no es tan positivo y podría incluso dejar al descubierto un comportamiento egoísta, ya que significa ‘obrar de manera intencionada, de manera calculada, buscando el propio beneficio o provecho’.
             Zalabardo me pregunta: "¿Y eso es malo?" Como me sucedió aquella vez, estuve por responderle, pero me lo pensé y opté por callar. 
          

lunes, mayo 22, 2017

COMO MÉDANOS



Como médanos de oro,
que vienen y van, son los recuerdos.
El viento se los lleva,
y donde están, están,
y están donde estuvieron,
y donde habrán de estar… —Médanos de oro—.
(Juan Ramón Jiménez)



           A los hijos hay que quererlos y cuidarlos, hay que estar pendientes de ellos hasta que son capaces de valerse por sí solos. Pero, cuando llega ese momento, aunque cueste trabajo, aunque nos aturda el síndrome del nido vacío, debemos dejarlos ir por donde ellos quieran y puedan. Ya les hemos dado las alas y los hemos enseñado a volar. Ahora es necesario impedir que se adocenen, que se mal acostumbren con el resguardo continuado del nido. Deben volar solos.
            Le digo a Zalabardo que notará que he hecho cambios en el aspecto de la Agenda. Ha desaparecido la portada de No tendrías que haber vuelto y he querido rendir mi pequeño homenaje a Miguel Hernández, aunque sea con algo de retraso.
            Para este cambio hay, en principio, una razón de peso: mi novela No tendrías… ya está en condiciones de caminar por sí sola. Le he dado cuanto he podido y sabido, la he presentado en sociedad, la he acercado a lectores de muy diferente índole. Por tanto, creo llegado el momento de no tener que llevarla más de la mano. No la abandonaré; a ningún hijo se abandona. Estaré preguntándole a cada instante cómo le va. Pero, lo que decía, la dejo que camine sola, la libero de mi vigilancia.
            Pero hay otra razón que no es baladí. A esta novela le ha surgido una hermana, otra novela, que requiere la atención que antes le di a ella. Es un proyecto casi culminado y, si todo sale de acuerdo a lo previsto, verá la luz en octubre. Ya tiene nombre, Como médanos, y espero su aparición con actitud temerosa.

            Confieso a mi amigo que ese miedo lo provoca el hecho de que sea un proyecto muy antiguo, tal vez demasiado antiguo, que se remonta a hace unos cuarenta o cincuenta años. Incluso comencé a escribirla y, si bien no recuerdo con exactitud su inicio, más o menos decía: Al llegar a la altura del puente que salva las vías del tren, Arcadio se quedó mirando cómo Nosua, a aquella hora, dormitaba tendida sobre la falda de la suave colina en que se asienta. ¿Cuánto tiempo había tardado en regresar?
            Yo quería escribir una historia en la que, de alguna manera, fuese protagonista mi pueblo. Y como Clarín convirtió Oviedo en Vetusta o Muñoz Molina Úbeda en Mágina, yo cambié Osuna en Nosua. Nada original. Pero, muy pronto, abandoné el proyecto y la idea quedó ahí, no olvidada, aunque sí marginada.

            Cuando me jubilé en 2008, decidí retomarla y, lógico, empezar de nuevo. Naturalmente, ha cambiado mucho, prácticamente todo, del proyecto inicial. Pero Osuna, Nosua, seguía, y sigue, en ella. Me ha costado mucho trabajo, nueve años, porque, aun valiéndome de muchos elementos autobiográficos, he debido luchar por que no sea una autobiografía, sino una ficción, que eso ha de ser una novela. Han sido muchas redacciones, muchos cambios, muchas lecturas. Finalmente, ha quedado convertida en una novela sobre el recuerdo, sobre la memoria y sobre la lucha por recuperar y preservar el pasado del que el protagonista está casi a punto de desligarse porque le han diagnosticado un alzhéimer que progresa de un modo inusualmente rápido. ¿Valor del resultado final? Sinceramente, no lo sé. Lo que temo es que se haya quedado en un parto de los montes.
            En cierto modo, la novela, en sus orígenes, la inspiró la foto que incluyo. Si la observamos, se ve una carretera y, al fondo, un pueblo, el mío. Uno de mis hermanos está apoyado sobre la baranda del puente bajo el que pasaba el tren. Yo, doy la espalda al pueblo, como si me alejara de él. Pasado el tiempo, me marcharía y tardé en regresar. Con la novela, Como médanos, he querido simbolizar ese regreso al lugar en el que viví tantos momentos de felicidad.

sábado, mayo 13, 2017

PAPIRUSA



            Dans une bourgade de la Manche, dont je ne veux pas me rappeler le nom, vivait, il n’y a pas longtemps, un hidalgo de ceux qui ont lance en râtelier, rondache antique, bidet maigre et lévrier de chasse. (Traducción al francés del Quijote, por Louis Viardot, 1836)

            En el Génesis leemos que Dios hizo desfilar ante Adán a todas las clases de animales creados para que les pusiese nombre;  pero debemos pensar que nuestro ancestro común tendría que nominar todo lo creado, pues nada tenía nombre. Desde entonces, ha llovido y Adán dejó de estar entre nosotros. Pero no ha cesado la necesidad de poner nombre a cuanto existe. Y esa obligación fue una parte mínima de la herencia que nos quedó. Pero, le digo a Zalabardo, la lista de posibles nombres se va agotando y cada día cuesta más trabajo encontrar el que cuadre. Por eso, en bastantes ocasiones, tenemos la impresión de que el origen de algunas palabras es chusco y, en no pocos casos, diríamos que, por lo menos, curioso.
            Aunque para muestra vale un botón, yo voy a tener la osadía de traer tres: estraperlo, bidé o esnob. No quiero preguntarle a Zalabardo si conoce su origen porque, aunque mi amigo no es ningún zoquete, tampoco hemos de pedirle que sea el Espasa. La primera, estraperlo, es española. En tiempos de la Segunda República Española, de modo fraudulento pero a lo que parece poco extraño, corrompiendo a autoridades de todos los niveles, se autorizó una ruleta que, aparte de ilegal, ya que el juego estaba prohibido, estaba trucada. Su marca era Straperlo, acrónimo del nombre de los propietarios de su licencia (Strauss, Perel y Lowann). La palabra llegó a convertirse en nombre común y en el DRAE leemos que estraperlo significa ‘comercio ilegal de artículos intervenidos por el Estado o sujetos a tasa’.
            Bidé procede del francés bidet y, no tenemos que extrañarnos de que en el texto que encabeza esta entrada se use para nombrar al rocín de don Quijote, pues la palabra significaba tanto ‘rocín’ como ´caballito’. Por eso, cuando se inventó ese ‘aparato sanitario para la higiene íntima’, se le puso tal nombre por el modo en que una persona se sienta sobre él, a horcajadas, como si montase un caballo. 

            Y nos queda esnob, un anglicismo. Cuentan que su origen hay que buscarlo en el periodo en que centros educativos muy elitistas se vieron obligados por ley a admitir alumnos de clase humilde, uno de ellos —dicen que Oxford, Cambridge o Eton— escribía en la ficha de inscripción de los más defavorecidos S/nob (sine nobilitate, ‘sin nobleza’), que no tardó en convertirse en snob y aplicarse a la ‘persona que imita con afectación las maneras, opiniones, etc., de aquellos a quienes considera distinguidos’.
            Las palabras, pues, le digo a Zalabardo, aparecen y desaparecen, o, con el tiempo, suben y bajan de categoría sin que haya más razón que el azar. Y le explico a Zalabardo por qué motivo cuento todo esto. Hace unos días, en una charla de amigos, a través de whatsapp (intervenían José María Pérez, Carmen Olid y no recuerdo quién más) surgió por casualidad la mención de una manzanilla jerezana y que lleva por nombre Papirusa. Alguien planteó la cuestión de qué significaba papirusa y hubo quien respondió que ‘mujer bonita’ o algo así.
            Confieso que no conocía la palabra ni tenía la menor idea de su significado. Pero me picó la curiosidad y me puse a buscar. No la encontré en ninguno de los diccionarios españoles merecedores de crédito. Me lancé, pues, a Internet. Y ahí encontré el primer cabo que podía ayudarme a desenredar la madeja. Descubrí que es un término argentino, propio del habla marginal, que significa ‘mujer bonita’. Regresé a los diccionarios y esta vez eché mano del Diccionario de Americanismos. Allí estaba papirusa. Leí que se emplea en Argentina y Uruguay, que es poco usado, que se da tanto en la lengua culta como en la popular y que es más común en el habla espontánea. Significado: ‘Mujer, especialmente hermosa y atractiva’.

            Varios aspectos me llamaron la atención. ¿Por qué, al mismo tiempo, se dice que es marginal y poco usado, o que se da en todos los ámbitos, pero de manera espontánea? No lo tenía claro y volví a rastrear en Internet; encontré algo más: ahora se me decía que su significado es ‘mujer de vida licenciosa o irregular’, que es un lunfardismo y que sinónimos suyos son mina y percanta. Busco mina, que, aunque genérico de ‘mujer’, especialmente si es joven y atractiva, muy extendido en toda América hispana, significa también, en determinados países, ‘prostituta’. Y lo mismo sucede con percanta, que vale tanto para ‘mujer, especialmente la hermosa y atractiva’, como para ‘prostituta’.
            ¿A qué carta quedarse? Decidí, finalmente, consultar el Vocabulario lunfardo de Adolfo Enrique Rodríguez. El lunfardo es una jerga, un habla marginal propia de delincuentes y asociada al mundo del tango, que se originó en Buenos Aires y sus alrededores en el siglo xix. Allí me encontré con que papiruso/a se define como ‘lo que es muy bueno o hermoso // mujer’. Pero, mira por dónde, le digo a Zalabardo, un lector, Ernesto José Orueta aporta una breve nota que da la clave para entender esa oposición ‘mujer hermosa/prostituta’: deriva de las jovencitas polacas que allá por los inicios del 1900 eran traídas engañadas con promesas de trabajo y terminaban esclavizadas en prostíbulos, con sólo un camisón y un par de chancletas, para evitar su fuga. Las chicas se animaban a pedirles “papjerosy” (cigarrillos en polaco) a los clientes jóvenes, que luego se daban dique [presumían] diciendo que estuvieron con una "papirusa".
            Lo que no he conseguido saber es por qué esa manzanilla luce tal nombre. Aunque he escrito a la bodega que la elabora, no he recibido contestación.

domingo, mayo 07, 2017

TANTO MONTA



            El arroyo Valdeascas o del Jabalí, que cae al Tormes o a la garganta del Cuervo, que tanto monta, por la orilla de la sierra, viene escurriéndose, por el canal del Águila, desde el cerro del Mediodía, y se nutre de la fuente del Charco y de los torrentillos de los Horcos, olla del Pino, el Ranchito, las Pilas y los Pastores. (Camilo José Cela)


            Comento con Zalabardo cómo, a veces, un cambio en el acontecer de la historia da un giro interpretativo a una palabra, a un símbolo, a una costumbre, etc., que, de ser inocuo se nos convierte de pronto en algo rechazable debido al nuevo sentido que ese acontecimiento inesperado le dio.
            Eso pasó, por ejemplo, con el llamado saludo romano. En la columna de Trajano, se observa a un grupo de legionarios saludando al emperador con ese gesto que, desaparecido el imperio, también decayó. Pero en el siglo xviii retorna ese saludo e incluso se le otorga un carácter solemne y se lo hace válido para los juramentos. Tan es así que en los Estados Unidos se creó el llamado saludo Bellamy. Sin embargo, en el siglo xx este saludo solemne experimenta un giro notable y se carga de significado político. Mussolini lo impone como propio del régimen fascista y no mucho después, veremos que Hitler también lo impone en Alemania y Franco en España. El saludo romano se carga, pues de connotaciones nazis y fascistas hasta el punto de que, en 1942, en EEUU se prohíbe el saludo Bellamy para evitar confundirlo con el nuevo aire que ha tomado ese brazo en alto.
            En España tenemos un caso semejante. Se repudia, hasta prohibirlo, el escudo que Franco decidió recuperar (aunque con modificaciones) como símbolo del nuevo régimen surgido tras la guerra civil. Y así, nos encontramos con que incluso se habla despectivamente del escudo (o la bandera) del aguilucho, por considerarlos privativos de la dictadura y olvidando que su origen no es otro que el que se dieron los Reyes Católicos.
            Esta confusión se acompaña de otra (u otras), le digo a Zalabardo. La de convertir el mote o lema que aparecía en el escudo de los Reyes Católicos, Monta tanto, en Monta tanto, tanto monta, Isabel como Fernando, dando a entender con ello que el mismo valor tenían las decisiones del rey que las de la reina. El primer error que hay en esta interpretación es que esa versión extensa es apócrifa, pura invención popular; el segundo, que, cuando Franco decidió recuperar el escudo de los RRCC, suprimió el lema original y lo sustituyó por el bien conocido Una, grande y libre; y el tercero, que el Tanto monta correspondía solo a Fernando de Aragón y no tenía nada que ver con el sentido que muchos quieren darle.
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            Si consultamos el DRAE, leeremos solo que la expresión tanto monta indica que una cosa es equivalente a otra. Pero si miramos el Tesoro de la lengua castellana o española, de Covarrubias, hallamos: Proverbio Tanto monta cortar como desatar; tomose este modo de decir de aquel ñudo gordio, que no pudiéndole desatar Alejandro, lo cortó. Y si acudimos al Vocabulario de refranes, de Gonzalo de Correas, podemos ver: Tanto monta cortar como desatar (es lo del nodus gordianus). Luego tenemos pruebas más que suficientes de que Tanto monta cortar como desatar es un antiguo proverbio que se remonta a la leyenda que nos cuenta cómo resolvió Alejandro Magno el problema de aquel intrincado nudo sobre el que se afirmaba que quien lo desatara sería conquistador de Asia.
            Y vamos ahora, le advierto a Zalabardo, a meternos un poquito en historia y en cuestiones heráldicas, aunque no demasiado, porque corremos peligro de perdernos; al menos yo, que no soy experto en la materia. A lo largo de la historia, los monarcas han tenido la costumbre de dejar bien diseñados sus escudos, con sus correspondientes lemas, armas, motes, empresas y demás. Y no son caprichosos. Todo lo que digo, o casi todo, lo tomo de artículo de Faustino Menéndez Pidal titulado “Tanto monta”. El escudo de los Reyes Católicos. Cuando Isabel y Fernando se casan y unen sus reinos, acuerdan, en la Concordia de Segovia, de 1475, cuáles serán los títulos y armas que representarán a ambos en el escudo conjunto, de forma que no haya armas del rey y armas de la reina, caso único, por el momento, en España y, posiblemente en Europa.

            Desde antes de ser reina de Castilla, parece claro que ya Isabel había adoptado como divisa propia el águila por la devoción que tenía a san Juan. Y no está tan claro cuál fuera la divisa de Fernando, aunque parece ser el nudo gordiano. Cuando se diseña el escudo de los reinos unidos, este aparecerá sostenido por el águila de la reina. Pero, además, y siguiendo una costumbre muy de la época que buscaba un sentido galante y hacer un juego de ingenio con las iniciales de los esposos (y aquí se dice que solicitaron asesoramiento a Antonio de Nebrija) se acordó que, en la parte baja, figurase, a la izquierda, un yugo con el nudo roto, en representación de Fernando, acompañado del mote Tanto monta (con lo que se aludiría a la política mediterránea de Aragón) y, a la derecha, un haz de flechas atadas (inicialmente once, aunque el número iría variando en diferentes versiones del escudo) como representación de Isabel. El juego de ingenio consistía en que el yugo de Fernando comenzaba por la inicial del nombre de Ysabel, que así se escribía en la época, y las flechas de Isabel comenzaban con la inicial del nombre de Fernando.
            Más tarde, como se decía del saludo romano, la Falange joseantoniana se apoderó del haz de flechas (cinco), el yugo y el nudo gordiano como símbolo propio y el régimen de Franco recuperó para el escudo de España el águila de san Juan y sustituyó el lema Tanto monta por Una, grande y libre. En todo caso, y fuera de cualquier valoración que se haga, nunca ha existido eso de Tanto monta, monta tanto, Isabel como Fernando. Y el Tanto monta era privativo de Fernando, ya que Isabel no tenía lema, al menos que yo sepa.