jueves, abril 29, 2010

EL DÍA DEL ESPAÑOL

Esta mañana, Zalabardo se ha levantado bastante mohíno. La eliminación del Barça le ha afectado profundamente. Le digo que levante el ánimo, que perder una eliminatoria no es tan grave y que hay cosas peores. Me responde que él entiende que en toda confrontación deportiva no gana uno si no pierde el adversario y que se puede ser grande también en la derrota. Pero, continúa, lo que le ha dolido no ha sido tanto la eliminación sino el modo en que esta se ha producido: sin haber sido capaz de desarrollar un juego que se impusiese a la más rácana y negativa expresión que pueda darse del fútbol. Porque lo que el Inter hizo anoche no es fútbol sino la más perfecta representación de lo que los italianos llaman catenaccio y aquí se conoció toda la vida como plantar el autobús. Termino argumentándole que, en efecto, si bien los italianos hicieron antifútbol, los nuestros tampoco estuvieron muy virtuosos que digamos. Y me lo acepta.
Como Zalabardo, de siempre, ha sido muy buena persona y con tendencias filantrópicas, me responde que, con todo, nos debe de quedar el consuelo de haber dado a los madridistas la única alegría que han tenido en muchos meses.
Y, para aliviarle el ánimo, le propongo que juguemos una partida de palabras cruzadas en la página El Día del Español (eldiae.es). El Día del Español es una iniciativa que ya inició el Instituto Cervantes el pasado año y que este año se celebrará el próximo 19 de junio. Esta página de la que hablo recoge varias opciones. Una es El juego del español, que permite jugar a las palabras cruzadas ya sea enfrentándose a la máquina o compitiendo contra otros usuarios de cualquier parte del mundo. En este juego, cada uno puede adaptar la partida a diferentes niveles.
Otra, Las palabras del día e solicita la participación de quienes entran en la página para proponer y votar su palabra favorita de entre las de nuestra lengua. No es una iniciativa muy original que digamos puesto que ya en 2006 la Escuela de Escritores hizo algo parecido al pedir que se votara para elegir la palabra más bella del castellano y, en 2007, que se apadrinara una palabra que estuviera en desuso para colaborar a su mantenimiento. De todas formas, y a título de información, diré que van ganando arrebañar, gamusino e infinito. Ninguna goza de nuestros favores.
El Ficcionario es una sección con un algo de surrealismo, pues lo que propone no es otra cosa que inventar palabras. Allí podemos encontrar abanikon, ‘cámara fotográfica con refrigeración’, amoriempre, amor que dura para siempre, o cotobelo, ‘animal que vive en los túneles de los ferrocarriles’. Zalabardo me dice que, con perdón para los que las sugieren, en el Diccionario de Coll había más originalidad y humor.
Hay más cosas en eldiae.es; todo es cuestión de entrar y rastrear por ella.
En fin, el día no da para más. A ver si, con El juego del español, consigo desmurriar a Zalabardo.

lunes, abril 26, 2010


UN LUGAR NO EN LA TIERRA

Vicente Aleixandre usó el calificativo de ciudad no en la tierra para expresar su amor y admiración hacia Málaga. Y en La saga/fuga de J. B., de Gonzalo Torrente Ballester, Castrofuerte del Baralla era una ciudad a la que la enemistad y la inquina político y administrativa sumieron desde la Restauración en tal grado de silencio que ni siquiera figuraba en los mapas. A esto, Castroforte unía un secreto: algunos días de niebla, la ciudad se desataba de sus cimientos y levitaba, perdiéndose entre las nubes. Así sucedió que una vez que un grupo de agrimensores decidieron determinar su posición exacta para volver a situarla en los mapas, coincidió con uno de estos días y no se pudo llevar a efecto la ubicación.
Le cuento esto a Zalabardo porque quiero hablarle del paseo por el monte de ayer domingo ya que, aunque él me suele acompañar en los paseos diarios, a estos de los fines de semana no viene alegando achaques de la edad.
Como digo, ayer decidimos aprovechar el día para corretear por los montes. Hicimos un recorrido nuevo: el que va desde Frigiliana hasta El Acebuchal. Conocimos el sendero a través de internet, buscando recorridos por la Axarquía que no hubiésemos realizado antes. Nos llamó la atención que se hablase de El Acebuchal como unas aldeas perdidas en un barranco de la Sierra Almijara y que fueron abandonadas tras la Guerra Civil. Nos hicimos, pues, a la idea de que íbamos a visitar un pueblo fantasma.
Cuando se sale al monte, aparte de abstraerse de todo cuanto supone la agitación urbana, aparte de huir de los ruidos y el tráfico, el mayor placer es el de la sorpresa; sorpresa de saber qué hallaremos tras el recodo de aquella curva o tras la cima de aquella loma. En ocasiones no hay sino la continuación del sendero y otra nueva curva o una nueva loma a la que también hay que ascender. Pero en muchas ocasiones nos sorprende un árbol, una flor, un arroyo, unas peñas, un horizonte renovado o, simplemente, el canto de un pájaro.
Dejamos el coche en la circunvalación de Frigiliana y comenzamos a andar por la carretera local que une este pueblo con Torrox, cruzando la sierra. A cosa de tres kilómetros, hay que desviarse hacia la derecha cogiendo una pista que sube bordeando siempre el macizo que forma El Fuerte. Por aquí comenzó a envolvernos una sospechosa niebla y yo pensé si El Acebuchal sería como Castroforte y no lo encontraríamos nunca. Pero, afortunadamente, la niebla levantó pronto y se nos quedó un bello día primaveral. Dos kilómetros después, se llega a un lugar llamado Los cuatro caminos (¿imagina alguien por qué será?) y se dobla de nuevo a la derecha para empezar a bajar durante el kilómetro que resta para la meta.
Pero, a unos trescientos metros de este cruce de caminos y después de doblar una curva a la derecha, surgió esa sorpresa de la que antes hablaba. Ya digo que marchábamos en busca de un pueblo fantasma, pero lo que nos sorprendió fue una rutilante mancha blanca de cal en medio del verdor del paisaje que hirió de improviso nuestros ojos y que se extendía por el fondo de un barranco. Según nos acercábamos, la blancura de la cal se matizaba con pequeñas notas de color que ofrecían las puertas y ventanas de las casas: malva, añil, verde, esmeralda... Esta paleta de colores individualizaba cada casa.
Porque sucede que El Acebuchal es una aldea, en realidad son dos, separadas la una de la otra por unos escasos trescientos metros, no solo rehabilitadas, sino además rehabitadas, que han acondicionado sus casas para el turismo rural. En lugar de los muñones de casas destruidas por el tiempo y el abandono, lo que hallamos fue un bello enclave en la sierra axarqueña, impensable por su limpieza, un grupo de personas con las que pudimos hablar sin ninguna prisa y un bar en el que disfrutamos de unas fresquísimas cervezas acompañadas de un buen plato de chorizo y morcilla antes de coger el camino de regreso.
A todo esto, ni El Acebuchal ni su carreterita, si se la puede llamar así, aparecen en los mapas. No está ni en el de la Diputación malagueña ni en el de Andalucía de la Junta. Solo los he visto reflejados en el mapa oficial de carreteras de España, de Fomento, y en el de Repsol, aunque su final aparece denominado como Venta del Jaro. Por ello podríamos decir que El Acebuchal, como Málaga, es uno de esos lugares no en la tierra, por su belleza, y que, como Castroforte, no figura en los mapas. Me queda por saber si levitará algunos días de niebla.

Con todo, el paseo vale la pena.

viernes, abril 23, 2010

DESECHOS

Hace apenas una semana se ha entregado el II Premio Internacional Don Quijote de la Mancha, con los que, como se sabe, la Fundación Editorial Santillana y el gobierno de la Comunidad de Castilla-La Mancha premian la labor realizada en pro de la difusión de la lengua española. De las dos categorías que contempla dicho galardón, me interesa destacar la que premia la labor individual. Se pretende reconocer a aquellos “autores, investigadores, profesores o editores cuya obra y trayectoria hayan enriquecido el patrimonio colectivo de la lengua y de la cultura española”. Este año, los premiados han sido el peruano Mario Vargas Llosa y la presidenta de Filipinas Gloria Macapagal Arroyo.
Le digo a Zalabardo que recuerdo esto aquí porque soy de la creencia de que los premios, aparte de reconocer unos méritos, tienen el objetivo didáctico de convertir a los premiados en ejemplos y modelos en los que deberíamos mirarnos el resto de los mortales. Y es que, careciendo de las cualidades que ellos tienen, ¿quién lo duda?, siempre habrá algo que podamos hacer.
Está claro que no podremos emular el estilo y la calidad narrativa, ni la donusura en el uso de la lengua que distingue a Vargas Llosa. Tampoco está en nuestra mano hacer por la difusión de nuestra lengua lo que ha hecho la presidenta filipina. Pero, siendo esto claro, también lo es que el más humilde de nosotros será capaz de aportar un pequeño grano de arena a la tarea. Como me dice Zalabardo con frecuencia, un grano es poco, tal vez insignificante; pero muchos granos pueden hacer una montaña.
En este sentido, siempre recuerdo, alguien dirá que soy un pesado porque lo he repetido varias veces, lo que nos decía don Manuel Alvar, mi admirado profesor y maestro, en las aulas de la Facultad de Letras en la granadina calle Puentezuelas: “Nuestra lengua es un rico patrimonio que hemos recibido de nuestros antecesores y habremos de pasar a nuestros sucesores. Si no podemos enriquecerla, al menos procuremos pasarla en el mismo estado en que la recibimos.”
Me dice Zalabardo que me voy poniendo muy serio y que eso no es buena señal, ya que anuncia que estoy deseando dar un buen palo a alguien. Lo tranquilizo y le aseguro que pienso callarme el nombre del pecador, aunque denuncie aquí el pecado. Y es que hace tiempo que no traigo a estos apuntes denuncias de fallos flagrantes, de esos que no debieran nunca cometerse, al menos, en determinados medios y por determinadas personas.
Primera perla. En una información del pasado 17 de abril que firmaba una corresponsal de EL PAÍS sobre la detención de un presunto homicida que vivía desde hacía dos años escondido en un monte de Estepona se afirmaba que pasaba las noches en una caseta de animales desvencijada y que se alimentaba de *deshechos; por lo visto, esta corresponsal no ha sido consciente de su confusión entre deshacer y desechar. Y segunda. El pasado 20 de abril, en el programa España directo, de la Primera de TVE, se emitió un reportaje sobre personas que compran un local comercial y lo adaptan para vivienda. La reportera preguntaba a los protagonistas si habían tenido problemas para conseguir la *célula de habitabilidad. En principio, pensé que había oído mal y que realmente había dicho cédula; pero no, pues repitió en otros dos casos la pregunta y pude percibir con claridad que decía célula.
Quiero imaginar que las dos personas afectadas sabían, la una, que los restos que se desprecian son desechos y no deshechos, y que el certificado, el documento que determina la habitabilidad de una construcción es una cédula y no una célula. Quiero pensar también que todo ha sido un lapso, una equivocación cometida por descuido. Pero, y aquí veo lo más grave, ¿qué controles hay en el diario y en el programa citados que no detectan tales descuidos y los dejan aflorar, con lo que los convierten en errores imperdonables?
Le comento a Zalabardo lo que me decía José Francisco acerca de que hoy tenemos a nuestra disposición un gran número de publicaciones, muy actualizadas, de consulta: gramáticas, diccionarios de uso o de dudas, manuales de ortografía, libros de estilo. Sin embargo, a veces me parece que lo que demostramos es una gran desidia, no quisiera decir desprecio, hacia nuestra lengua.

martes, abril 20, 2010


DADY MÍOOO

Consultando un comentario, sobre un diccionario, de Pedro Luis Barcia, presidente de la Academia Argentina de las Letras y miembro correspondiente de la Real Academia Española nos encontramos, al final, y sin entender muy bien a qué viene eso allí, con una curiosa versión del Padre Nuestro que tiene todas las pintas de estar redactada en la jerga de algún grupo particular. Intrigados, nos ponemos a buscar y, efectivamente, hallamos una página en la que dicha versión se identifica como la de los chetos.
Me pregunta Zalabardo qué es eso de los chetos y le contesto que lo ignoro, pero que debe ser una de las tantas tribus urbanas que pululan por ahí. ¿Y qué es una tribu urbana?, continúa Zalabardo, que, en estas cuestiones, parece estar incluso más perdido que yo mismo. Le explico que una tribu urbana es un grupo de personas, por lo general jóvenes, que se caracterizan por defender una ideología particular, coincidir en una estética similar, mantener unos determinados gustos musicales y que, por lo común, se mueven en el ambiente de una ciudad. Además, intento explicarle, cada uno de estos grupos se diferencia de los otros por utilizar una jerga o modo de hablar propia.
Me contesta Zalabardo que, si no ha entendido mal, una tribu urbana debe ser algo parecido a aquellos de los -yés, de hace cincuenta años, y que es el único grupo urbano al que él entendió. Sea como sea, le ayudo en su búsqueda y nos encontramos que los chetos son un grupo argentino de jóvenes inclinados por todo aquello que sea esnob, afectados y superficiales, atraídos por la ropa de marca, por la música electrónica y, por lo general, con una disponibilidad económica alta. Estos chetos, como cualquier otro grupo, juvenil o no, tienen su propio código expresivo que los diferencia de cualquier otro grupo. Los chetos, leemos, tienen su correspondencia en casi todo el mundo y vienen a ser lo mismo que los pijos de España, los pitucos de Perú, los sifrinos de Venezuela, los cuicos de Chile o los pelucones de Ecuador y creo que podría seguirse con la relación, dentro y fuera del ámbito hispanoamericano.
Respecto a su jerga, a la de cualquier grupo, le digo que no debemos escandalizarnos. Los jóvenes siempre han sido, en todo, rompedores, rebeldes, y está bien que sean así. Luego, con los años, se irán atemperando. Pero, como suele decirse, el mundo es de ellos. Y la lengua, también. Pues bien, ese Padre Nuestro en jerga cheta es el siguiente:

Dady míooo, que estás en el heaven,
santificado sea tu nombre.
Tipo, que venga tu reino a nosotros,
y hacé tu voluntad, o sea, así como en el heaven,
igual en la tierra, ¿me entendés?
Danos siempre el meat de cada día,
pero cero grasa, ¿entendés?
Porque, o sea, gordo no puedo estar, aunque haga pilates.
Nada, sorry por esas cosas que a veces hago que,
yo así como que, o sea, ¡noooo!... Nada que ver con vos,
así como yo perdono a los que me hacen cosas,
pero, Tipo, no querían. ¿Viste? Todo bien con ellos.
Bendice a mi prójimo, a mi papá, a mi mamá, a la mucama,
al personal, a mi terapeuta, al masajista, a mi profe de piano,
al de ala delta..., nada, Tipo, que también a los que me rodean.
Permitime que tenga cero tentación, porque, o sea...,
Vos sabés que el diablo es super grasa
y me quiere hacer cosas que yo... ¡nada que ver!
Todo mal con el diablo, con él es todo, Tipo, naaaa.
Enseñame a ser re top como Vos..., porque tuyo es el reino,
el power, the glory sin éxtasis, o sea,
sos de otro nivel..., ¡sos hiper topísimo!
O sea, ¿me entendés? ¡Re buena onda! ¡Con Vos, todo más que bien!
Nada, Tipo, que gracias por todo, valés mil, areee..., sos lo máximo...
Siempre estás..., never change please. Librame de la mala vibra.
Santo sos por siempre..., tkb, ¡que no se corte!
Amén, ¿ok?

jueves, abril 15, 2010


EL MONTE VICTORIA

El monte Victoria es uno de los diferentes suaves promontorios que constriñen Málaga impidiéndole crecer hacia el norte. Las otras diferentes alturas, aparte de la citada, son el cerro del Calvario, el monte de San Antón y el monte de Gibralfaro. El monte Victoria, como los otros, está fuertemente amenazado por las urbanizaciones que en sus laderas se van construyendo. Su nombre, Victoria, por la cercanía al Santuario de la Victoria, no es el único nombre con el que se conoce este paraje; también se le llama San Cristóbal, por la ermita que en su cumbre hubo dedicada a tal santo y de las Tres Letras, por las que pueden verse escritas en una de sus paredes, que mira hacia el oeste.
Es el monte Victoria un bello paraje al que se sube, al menos por allí subo yo, puesto que hay otros accesos, desde la parte alta del Camino Nuevo, por una calle que se llama precisamente Subida a San Cristóbal, en cuya pared izquierda se puede leer el rótulo de la Urbanización Mirador de Gibralfaro.
La subida es suave y se salva sin demasiado esfuerzo y cuando se llega a las últimas casas construidas nos encontramos unos paneles que nos hablan del interés geológico, botánico y faunístico de la zona y de las actuaciones que se están llevando a cabo para preservarla y poderla convertir en un parque periurbano. Pero, llegados a este lugar, Zalabardo me llama la atención sobre la negativa impresión que uno se lleva: suciedad por todas partes y botellas vacías, indicadoras del uso que se da al sitio, tiradas por todas partes.
Sin embargo, cuando el martes subí, después de algún tiempo sin hacerlo, todo el pasado y lluvioso invierno, los dos, Zalabardo y yo, nos llevamos una gran alegría. Pasada esta primera zona que digo y llegados a la cumbre, pudimos apreciar cómo la parte más alta del monte está siendo repoblada con plantones de pino, encinas y algarrobos y se está construyendo un pequeño mirador. Parece que los esfuerzos por regenerar aquella área son verdaderos.
La subida al monte Victoria es un paseo que merece la pena realizar y, entre las diferentes rutas que sigo en mis diarios paseos, esta es una de mis preferidas. Desde su cima se puede disfrutar de la más amplia y bella panorámica de Málaga que pueda uno imaginar: desde el Palo, por el este, hasta el Guadalhorce, por el oeste, y Ciudad Jardín, por el noroeste. Solamente, hacia el sur, Gibralfaro nos oculta una mínima parte de la ciudad. A nuestras espaldas, por el norte, los Montes de Málaga parecen vigilarla
Hoy llueve y sopla un viento desagradable, pero el martes hacía una agradable mañana de primavera y era un placer dejar que la vista y los demás sentidos se perdieran en todas direcciones. Allí arriba, la mente se despeja y el espíritu se aquieta. Si acaso, sobran las antenas que en el lugar se levantan, pero ese es el peaje que nos exige esta vida de progreso que llevamos. Zalabardo me recordaba, mientras allí estábamos, que una experiencia semejante, de huida de la ciudad, pudo ser la que llevó a Fray Luis de León a escribir su Vida retirada.
Tras media hora en la cumbre, iniciamos el camino de regreso que nos devolvía al ajetreo de la vida urbana. Pero no importaba, porque traíamos oxigenados los pulmones, los ojos llenos de luz del cielo y del mar y los oídos todavía percibiendo el eco del murmullo del aire entre los pinos y del canto de los pájaros.
Antes de cerrar este apunte no quiero olvidarme de recordar que los profesores del Departamento de Ciencias Naturales del IES Pablo Picasso, con José Luis Rodríguez a la cabeza, han confeccionado una página web sobre el Año Internacional de la Biodiversidad. La dirección es: www.iespablopicasso.es/biodiversidad2010 . Os invito a que la visitéis.

martes, abril 13, 2010

CRUCIGRAMAS
Zalabardo, que conoce mi afición por los crucigramas y que a veces me ayuda en la resolución de alguno que pueda resultar un poquitín más complicado, sabe que hay palabras que parecen creadas exclusivamente para ser incluidas en ellos. ¿Dónde si no es en un crucigrama nos vamos a encontrar el vocablo onagro que, como todos sabéis, designa al asno salvaje? Pero, por lo común, las palabras a las que me refiero son breves, casi invisibles a causa de las pocas letras que se emplean en su representación, y que, por tanto, ayudan mucho a los autores de crucigramas para ir rellenando las casillas sueltas que van quedando por aquí y por allá. No suelen pasar de las tres letras y resultan familiares a todos los crucigramistas: tas, bao, evo, zen, ido, nao, etc.
En el polo opuesto, habría que citar aquellas otras palabras que son largas, interminables, que consumen para su escritura una buena dosis de abecedario. Son palabras muy de hoy, porque vivimos una época en la que, para muchas personas, una palabra no es palabra si no empleamos medio día en decirla o escribirla. Tan es así, que las palabras largas se hacen preferibles a sus sinónimos más breves que, los pobres, son enviados al ostracismo.
Aurelio Arteta, profesor de Filosofía Política de la Universidad del País Vasco, inició en 1995, al menos entonces tuve yo noticia de ello, una especie de cruzada contra los que él llamaba archisílabos, que, en tono burlesco, denominaba también muchisílabos. A partir de entonces, periódicamente publica artículos que son continuación de aquel que tituló La moda del archisílabo y en los que condena esta fea manía de preferir el vocablo más enrevesado y largo sobre el más breve y lógico. Según él, y de acuerdo con esta corriente, de un tiempo a esta parte nuestros actos no tienen una intención, sino una intencionalidad; las cosas no se hacen por un fin, sino por una finalidad; los políticos no pierden crédito, sino credibilidad; algunas aficiones no encierran peligro, sino peligrosidad; las teorías no se cimentan sobre sólidos fundamentos, sino sobre fundamentaciones; del mismo modo que no culpamos, sino que culpabilizamos; y así hasta el infinito.
Pregunto a Zalabardo si no cree él también que el señor Arteta está muy cargado de razón y asiente. Pero me pide a su vez que le aclare qué tienen que ver las brevísimas palabras de los crucigramas de las que hablaba al principio con estos muchisílabos.
Y, claro está, lo hago. Sucede, le digo, que del mismo modo que hay palabras que aparecen solo en los crucigramas, las hay que casi con exclusividad las hallamos en otras actividades y no estoy pensando ya en el caso claro de los tecnicismos. Pienso ahora en el fútbol. Durante la transmisión del partido de todos los partidos, el que enfrentó el pasado sábado a Madrid y Barça, pude oír hasta la saciedad términos que han ido adquiriendo carta de naturaleza en todas las transmisiones futbolísticas y que, a la vez, podemos catalogar como archisílabos. Se decía, y Zalabardo me confirma que él también las oyó, que los futbolistas del Barça estaban no mejor situados o puestos sobre el césped, sino mejor posicionados; que estos mismos jugadores se ofrecían continuamente no ya para recibir el balón, sino para recepcionarlo, mientras que sus adversarios lo rehuían; que el árbitro no señalaba las faltas, sino que las señalizaba; e incluso el mismo Valdano, director general del equipo madrileño, justificaba la derrota de los suyos porque la responsabilidad los hizo encarar el partido no muy tensos, sino muy tensionados.
Me pregunta Zalabardo si esta manía de añadir al menos una sílaba más, de abusar de palabras sobrecargadas de sílabas es algo malo. Y le contesto que él mismo se ha respondido, que se trata de una manía y un abuso. Y que, según pienso, nadie me negará que ningún abuso es bueno.

viernes, abril 09, 2010


SON FAVES COMPTADAS
Eso es lo que leo que dijo Pep Guardiola, entrenador del Barça, para justificar la alineación, un poco de circunstancias, que sacaba frente al Arsenal ante las numerosas bajas que por unos u otros motivos padecía el equipo. Venía a decir, no creo que nadie lo ignore, que ponía lo que tenía, que esos eran los jugadores con los que contaba y no había otros. Pero, tranquilos, que ni voy a hablar de fútbol, ni del partido contra el Arsenal ni, tampoco, del de mañana contra el Real Madrid. Aunque, según me dice Zalabardo, ese es uno de los ingredientes que ligan la salsa del aliciente del fútbol, las cábalas que unos y otros hacemos la víspera para pasarnos el día siguiente justificando por qué no se cumplieron nuestros vaticinios.
¿De verdad que no vamos a decir nada?, interviene Zalabardo. De verdad, le respondo. Pero, ¿nada, nada?, insiste. Nada, concluyo yo. ¿Ni al final? Bueno, al final ya veremos.
Digo, pues, que he leído que había dicho eso, son faves comptadas, no solo ayer, sino también anteayer. Y lo que me extraña es que las dos veces el periodista añadiera la aclaración de que el noi de Santpedor decía tal cosa usando una expresión catalana, lo cual creo que no es así. De que lo decía en catalán no cabe la menor duda, pues en catalán hablaba y en Cataluña estaba. Pero resulta que esa es una expresión que se utiliza en todo el dominio hispánico. María Moliner la recoge en su Diccionario como eso son habas contadas, y dice que es 'expresión que se aplica a una cosa que es segura, clara o carente de dificultades' y, también, 'a cosas de las que hay un número fijo y escaso'. Y ya en 1803 el Diccionario Usual de la Academia recoge esas son habas contadas, que define como 'expresión metafórica con que se denota ser una cosa cierta y clara' y la asemeja al dicho latino Res plana, manifesta est.
También la recoge el extremeño Gonzalo Correas en su Vocabulario de refranes, de 1627, y dice que se usa 'cuando se echa cuenta de cosas claras y ciertas, y granjeos y ganancias que se harán'. No la trae, sin embargo, el Tesoro de Sebastián de Covarrubias, de 1611, aunque nos da noticias de cuál pudiera ser el origen de la expresión cuando, en la entrada haba, nos dice: 'Usose en algunas repúblicas, y hoy día se usa en algunas congregaciones y cabildos, votar las cosas de gracia por habas blancas y negras'. Así, el resultado de una votación se obtenía contando las habas que había de cada color y las cuentas quedaban claras.
En fin, que eso es lo que pasa cuando nos arriesgamos a emitir un comentario algo a la ligera o cuando empleamos una palabra sin tener en cuenta qué es lo más común y correcto en nuestro ámbito. Como le ocurrió el miércoles a uno de los locutores de Canal Sur cuando comentaba la transmisión por televisión de un partido de la Copa de Europa. En las eliminatorias a doble partido, uno en cada campo de los equipos contendientes, es común utilizar la expresión resultado total o resultado global para referirse a la suma de los resultados de los dos partidos. Pues bien, este locutor al que me refiero no paró de hablar en toda la noche del resultado agregado. Y todo ello porque se dejaba arrastrar por la circunstancia de que en la realización televisiva se utiliza el rótulo aggregate, en inglés. Qué le vamos a hacer.
Zalabardo, al que veo algo nervioso, me pregunta: ¿Has terminado? Y como le digo que sí, añade: ¿Podemos ya decir algo del partido? Le sugiero que tal vez sea mejor dejarlo, porque ese tipo de cuestiones están bien para la charla en el bar, durante el desayuno y no para esta agenda. ¿Ni siquiera podemos preguntar a los merengones si llevan mucho tiempo soñando con Messi? Si es eso nada más, podemos decirlo. Y dicho queda.

martes, abril 06, 2010


SAETAS
Superada ya la Semana Santa, le comento a Zalabardo que no acabo de entender cómo, en una época tan inclinada hacia el laicismo y aparentemente tan apartada de cualquier clase de religiosidad, la Semana Santa encuentra tan amplio calado entre los más diversos estratos de la sociedad. Me responde que él cree que todo es debido no al trasfondo religioso en el que esta festividad se sustenta sino a la patente espectacularidad de que todo ello va rodeado. El barroquismo de las imágenes, la teatralidad de las procesiones, me dice, pueden más que cualquier significación piadosa.
Siendo uno y común el tronco en que se inspira esta manifestación, es preciso reconocer que cada localidad otorga una impronta diferente que lleva a la gente a defender con uñas y dientes la singularidad de la semana de pasión de su lugar. Que si pasos o tronos, que si costaleros u hombres de trono, cofradías o hermandades, escenificaciones teatrales de la pasión o procesiones a lo vivo, casas-hermandad o cuarteles. Así podríamos seguir no sé cuánto tiempo. Cada ciudad, cada pueblo, tiene "su" Semana Santa, propia, diferente y mejor que cualquier otra.
Sin embargo, me interrumpe Zalabardo, al menos en Andalucía, hay algo que identifica a todos los lugares en estas celebraciones a mitad de camino entre profanas y religiosas. Me estoy refiriendo, continúa, a la saeta, palo del cante flamenco que solo se practica en estos días. Lo que la gente no sabe, añade, es que la saeta, primitivamente, nada tenía que ver con el flamenco.
Le expreso mi extrañeza por lo que dice y le pido que me siga hablando de ello. Me aclara que no es que sea un especialista, sino que ha leído estos días sobre el asunto y sintió la misma extrañeza que yo le comunico ahora. La primitiva saeta, empieza su exposición, surgió sobre el siglo XVI como cántico que algunas congregaciones religiosas, entre ellas se cita la Ronda del Pecado Mortal, entonaban por estos días para incitar a la devoción y a la penitencia. Pronto se convertiría en canto popular y, a finales del XVIII o principios del XIX, la saeta encontró en el flamenco un modo sublime de canalización. Hay quien cita Marchena como su lugar de origen, sin que falten los que hablan de Arcos de la Frontera, de Cádiz, de Sevilla y algunos lugares más. Lo que ya no se presta a confusión es que, con independencia de su origen, cada lugar supo otorgarle una identidad peculiar a este canto, y así se citan todavía la saeta vieja de Córdoba, la cuartelera de Puente Genil, la samaritana de Castro del Río, la primitiva de Arcos, la marchenera y otras.
Aunque los historiadores del flamenco incluyen la saeta entre los cantos sin acompañamiento instrumental (como la debla, la toná o el martinete), parece que en su origen se acompañaban de rústicos instrumentos que, curiosamente, solían construir los propios intérpretes.
También coinciden los historiadores en considerar a Manuel Centeno (Manuel Jiménez Centeno, nacido en Sevilla en 1885 y muerto en Cartagena en 1961) creador de la saeta moderna. Centeno, llamado también el emperador del cante, fue cantaor, novillero, actor y tenor de zarzuelas. Como consecuencia de dos graves cornadas, dejó el mundo de los toros y se dedicó, según él para sobrevivir, al cante flamenco.
Cuando oigo hablar de Centeno, le digo a Zalabardo que yo puedo aportarle algunos datos curiosos. Proceden de El flamenco a través de la discografía, colección de seis cedés que recogen la historia y evolución del flamenco desde 1895 hasta 1950. Ahí vienen ejemplos de las saetas que Manuel Centeno grabó hacia 1920. Pero lo que yo le quiero decir ahora es que en esos discos viene también la que probablemente sea la primera saeta grabada. La interpreta el Canario Chico, cantaor del que no he podido obtener otros datos aparte de que murió trágicamente al recibir un disparo por la espalda y que era imitador del Canario de Álora, que, también él, había muerto de manera trágica, a consecuencia de una puñalada en el corazón recibida por la espalda.
La grabación se hizo en 1899 en un disco de pizarra y monofacial, o sea, de una sola cara, en un gramófono Bernier que había que operar a mano, tanto para grabar como para reproducir. La curiosidad de esta grabación, aparte de su antigüedad, y frente a lo dicho más arriba, es que se acompaña de guitarra. La letra dice así:
Mare mía de los Dolores,
Virgen de la Soleá,
alcanzad por vuestro hijo
que me dé la libertad.
Señor de la Expiración,
extiende tu hermosa mano
y dale la bendición
a este pueblo sevillano.