viernes, agosto 31, 2007


EL BIODIÉSEL
Cuando alguien habla de temas que no sabe o tiende a expresar barbaridades, solemos decir que sube el pan. Ahora que tanto se habla de ello no sé si de forma ignorante o diciendo alguna que otra barbaridad, lo único que tenemos cierto es que, un día de estos, el pan va a subir de precio.
El precio del pan es un indicativo fiel de por dónde andan los asuntos de la economía de un país. Quizá sea el más sensible de los precios y cada vez que sufre una modificación, siempre hacia arriba, nunca hacia abajo, el personal se rebela y dice eso de adónde vamos a ir a parar. Por eso, para subir el pan, hay que buscar una buena excusa, algo o alguien a quien culpar de forma que gobernantes y panaderos puedan permanecer con las conciencias tranquilas.
Y esta vez le ha tocado al biodiésel. ¿Y qué puñetas es eso del biodiésel?, me suelta con gesto enfadado Zalabardo, que teme que su tostada con aceite para el desayuno le salga más cara que el jamón ibérico de pata negra. Y aquí estoy yo intentando explicarle, sin saber bien cómo, que el biodiésel, según se dice, es un combustible altamente ecológico, económicamente viable y la mayor y mejor alternativa a los combustibles fósiles. El biodiésel se obtiene a partir de aceites vegetales extraídos del girasol, la soja, la colza, la palma y otros productos agrícolas. Total, me dice, por lo que creo entender, los cereales y productos afines rinden ahora más beneficios si se orientan a la producción de carburante que si los destinamos a producir pan, porque, a lo que imagino, un litro de biodiésel siempre será más caro que una barra de pan viena.
Si atendemos a los industriales panaderos, así debe ser porque ellos se quejan de que el precio del trigo se ha puesto por las nubes. Lo que no dicen es que en el precio del pan, el del trigo repercute tan solo en un 5 %. No hay problema. Por si alguien se da cuenta, también les echamos las culpas a los países nórdicos, que tienen mayor conciencia ecológica que nosotros y ya empiezan a utilizar el biodiésel.
Zalabardo se rasca la coronilla y vuelve a preguntar: ¿Y El Tejar? ¿Qué es eso de El Tejar?, le respondo, a lo que él continúa: El Tejar es un pueblito de Córdoba que tiene una aceitera en la que llevaban tiempo investigando el logro de un carburante ecológico obtenido a partir de los desechos de la aceituna molida, es decir, del orujo. ¿No es eso también biodiésel? Y, a más, se decía que sus camiones funcionaban con dicho carburante. Le respondo que ignoro qué habrá pasado con esas investigaciones. Me replica que lo más posible es que, como en este caso, la materia prima son desechos de la molienda, el beneficio económico sea menor. Mejor utilizar los cereales, con lo que hay un triple rendimiento de beneficios: se obtiene un mejor precio por el cereal, se encarece el pan y rinde más ganancias la venta del biodiésel. Si ahora lo disimulamos todo con el argumento de que ello va en beneficio del medio ambiente, ¿quién se atreverá a quejarse?
Zalabardo me dice que no siga, no sea que alguien nos eche en cara que no tenemos la menor idea de esto del biodiésel y que cada vez que hablamos sube el pan. O sea, que, al final, la culpa de esa subida incluso a lo peor es nuestra.

jueves, agosto 30, 2007


DETALLES PEQUEÑOS
Ayer, Zalabardo y yo acompañamos a mi cuñado a Manilva. Es un viaje que ya realizamos el año anterior por estas mismas fechas y de él dejé constancia. Volvíamos a visitar a un amigo suyo, Manuel Quirós, hombre agradecido, no hace falta ahora hablar del porqué. Lo que importa es el hecho en sí, no la razón; el detalle, aunque pequeño, pero que tiene su gran importancia. Echamos la mañana en la huerta cogiendo tomates, berenjenas, pimientos. Luego pasamos un rato bajo una higuera, hablando de lo que encartaba mientras cogíamos higos en sazón. Más tarde, en su casa, nos obsequió con una rica sopa de tomate, "como se hace en Manilva".
En los pueblos no muy grandes, creo haberlo comentado en anterior ocasión, se da uno todavía cuenta del valor que poseen algunos detalles pequeños, como el saludo, que en las ciudades vamos perdiendo. Si te cruzas en el campo con alguien, lo saludas y, si es preciso, te paras y conversas aunque sea de temas insustanciales, porque la prisa parece no existir. Si entras en un bar, lo primero es el saludo a todos los presentes; y nunca faltará a quien invitar a una cerveza o quien te invite a ella. Esas cosas, en la ciudad, ya las tenemos olvidadas. Vamos acelerados, no miramos a nadie, no conocemos a nadie, no hablamos con nadie. Zalabardo dice que parecemos el Conejo Blanco de Alicia en el país de las maravillas, siempre mirando el reloj y gritando: "¡Dios mío!, ¡Dios mío! Voy a llegar tarde".
En el habla, también nos topamos muchas veces con detalles insustanciales, mínimos, en los que no reparamos. Detalles que podemos explicar en qué consisten, pero no por qué suceden. Y como los hablantes los empleamos con naturalidad, nadie se preocupa en corregirlos y acaban por adquirir carta de naturaleza y permanecer dentro del sistema. Ayer tarde, leyendo la versión digital de un diario, me encontré con este párrafo: ...decidieron sentarse al lado de su avión, aparcado en una de las plataformas del aeródromo barcelonés, hasta que no se les diese una solución. ¿Habéis reparado en que lo que estos manifestantes solicitaban era que se les diese una solución, no que se les negase, como la frase parece dar a entender? El texto, vaya por delante, no está errado, ni mucho menos; lo que pasa es que sigue una corriente usual en nuestra lengua. Lo explicaré.
La preposición hasta seguida de que suele introducir una subordinada temporal: Permaneceré aquí hasta que me echen. Pues bien, cuando la oración principal es negativa, en la subordinada aparece un no que las gramáticas suelen llamar expletivo, es decir, innecesario, que solo actúa como refuerzo de la negación de la oración principal: No me iré de aquí hasta que (no) me echen; No quiso confesar hasta que (no) llegó el juez. Como veréis, esas oraciones siguen funcionando igual aunque les quitemos el no. El uso es tan generalizado que casi nadie repara ya en ello. ¿Verdad que son detalles mínimos, pero que tienen su aquel?

miércoles, agosto 29, 2007


PACO UMBRAL
Hay muertes que se piensan y aceptan como naturales, que se producen porque se tienen que producir, porque vida y muerte se suceden como se suceden los días y las noches, sin que por ello sintamos una conmoción ni pequeña ni grande. Cuando murió Pío Baroja en 1956 yo contaba con solo 12 años de edad y no recuerdo siquiera si por entonces había leído ya o no Zalacaín el aventurero. A su muerte, en 1958, de Juan Ramón se habló más que nada porque dos años antes se le había concedido el Premio Nobel, pues no era un autor afecto al régimen franquista dominante. Azorín murió cuando yo terminaba mi ciclo universitario, en 1967. Aun así, todos ellos eran personas mayores, separadas en edad de este sujeto que contemplaba esas muertes como se contempla la de un abuelo y no propio, sino, si acaso, de un compañero.
Ahora, a los 72 años, ha muerto Francisco Umbral. Y esa muerte, para quien frisa en los 63, ya no resulta tan lejana, ya no se ve como algo ajeno; por el contrario, se siente próxima, cercana, no tanto por el difunto cuanto porque uno experimenta que, poco a poco, se va acercando también a ese negro abismo hacia el que no queremos mirar.
No voy a decir ahora que Paco Umbral sea un novelista que tenga un sitio entre mis predilectos. Mentiría. A mí me ha atraído siempre más el Paco Umbral periodista, puesto que su figura ha seguido durante muchos años la estela de esos escritores españoles, de Larra hasta aquí, que vivían entre las columnas de los periódicos y las tertulias de los cafés. Umbral ha sido un fiel heredero, no sé si el último que quedaba, de la estirpe de escritores del 98. Por personalidad y por actitudes. El Norte de Castilla, Interviú, El País, Diario 16 y El Mundo han sido las publicaciones que se enriquecieron con su pluma. ¿Quién no recuerda sus atractivas series de columnas, como Diario de un snob y Spleen de Madrid, o la última, Los placeres y los días? Ayer, tan solo enterarme de su muerte, busqué su último artículo, Eugenio d'Ors, aparecido en El Mundo en 28 de julio pasado y lo leí como homenaje a su autor.
Si me preguntaran por mis articulistas preferidos de los últimos tiempos, personas que hayan dejado su impronta en el ámbito de la columna periodística, no tendría ninguna duda en citar a tres sin que el orden en que los menciono signifique preferencia: Eduardo Haro Tecglen, Manuel Alcántara y Francisco Umbral. Me dice Zalabardo que no sea tan tajante en la afirmación, porque en España hay muy buena escuela de columnistas. No diré que no, pero los míos son esos, aunque dos de ellos ya sean difuntos.
Pero Umbral ha sido también de esa raza de escritores que han dejado huella por la creación, al par de una obra, de un personaje tan interesante o más que aquella. A las largas guedejas y barba de Valle-Inclán, al paraguas rojo de Azorín, habrá que unir ya para siempre la cabellera plateada y la imprescindible bufanda de Umbral. Ese Paco cuya figura se hizo popular en toda España gracias a un programa de Televisión Española, cuando era la única televisión posible, presentado por Mercedes Milá. En él, nuestro escritor organizó un auténtico bochinche porque a él se le había invitado a hablar de un reciente libro suyo y allí, en su opinión, se hablaba de miles de cosas sin interés para nadie y se metía publicidad por un tubo, y de su libro no hablaba nadie. Esperemos que ahora esté ya hablando con San Pedro, mientras ambos van a comprar el pan, de todos sus libros y de cualquier tema que se les apetezca, por irreverente que sea, que el portero del cielo tiene pinta de viejo verde y picantón.

martes, agosto 28, 2007


LA LETRA PEQUEÑA
Comento a Zalabardo que ayer, mientras leía el diario, atrajo mi atención un anuncio. Me puse a leerlo porque parecía que el producto publicitado se ofrecía en unas condiciones de venta sumamente ventajosas. Claro que un asterisco servía de aviso para que atendiésemos a los requisitos a los que había que ajustarse para hacerse con el producto, requisitos que aparecían explicados en letra pequeña. Pero era tan pequeña que fui incapaz de leer su contenido. Entonces decidí hacer la prueba: de cada cuatro anuncios, tres presentaban al final unas líneas en letra pequeña y, de estos, en dos la letra era tan diminuta que dificultosamente podía leerse.
Podríamos decir que esto de la letra menuda no se da exclusivamente en la publicidad; también en contratos de diversa naturaleza la hallamos. Y se hace así no por ahorrar papel, sino para forzarnos a que no la leamos, porque ¿quién es capaz de hacerlo? Algunas veces lo intentamos, pero siempre acabamos desistiendo. Y ahí está la trampa. La letra pequeña es un engañabobos, pues bobos somos cuando, sabiendo de qué va la cosa, firmamos o iniciamos el proceso de compra sin más. Más tarde, nos enteraremos de que nos hemos comprometido a no darnos de baja en el producto durante un tiempo determinado, aunque no sea de nuestro agrado; que el viaje solo es posible en fechas concretas y pagando de un determinado modo; que únicamente están a la venta unos modelos precisos, aquellos que pronto van a ser sustituidos, del automóvil que nos ha llamado la atención. Y así en todo.
Zalabardo se ríe en mi cara por la inocencia que demuestro planteando tal cuestión. Primero me explica que la letra liliputiense ha existido siempre y me pregunta si ya no recuerdo la época en que los libros de texto utilizaban una letra más reducida para los contenidos considerados secundarios. Entre los estudiantes corría la falsa creencia de que la letra pequeña no había que estudiarla; hasta que surgía un avieso profesor que, sin avisar, nos la exigía en un examen y nos pillaba a todos en bragas.
Por lo demás, me sigue diciendo, esto de la letra pequeña no es más que una parábola viva y fiel de nuestra propia existencia. Cuando somos arrojados al mundo, se nos abre un amplio abanico de perspectivas que difícilmente se cumplen, al menos en su totalidad. Mientras estamos vivos, solo atendemos a los trazos gruesos, como quien lee solo los titulares de gran tamaño en un periódico sin atender a cuanto se dice en letra más pequeña. Los poetas moralistas de la Edad Media y de los Siglos de Oro lo vieron muy claro y nos lo dejaron dicho. Para que nadie piense que es pedantería, atendamos solo a aquel capitán sevillano, Andrés Fernández de Andrada, autor de la Epístola moral a Fabio: ¿Qué es nuestra vida [...]? / ¿Qué más que el heno, a la mañana verde, / seco a la tarde? La vida nos da continuas muestras de estos avisos desatendidos porque, al estar en letra pequeña los despreciamos. Y si no me crees —continúa—, observa el caso del futbolista Puerta: joven, atlético, famoso. ¿Quién le hubiese dicho que le iba a pasar lo que le ha pasado? Sin embargo, ahí estaba escrito, en la letra pequeña que ni él ni ninguno de nosotros quiere leer.
Como veo que Zalabardo empieza a ponerse demasiado trascendente y está con ganas de filosofar, me doy media vuelta, lo dejo y me voy a leer el periódico de hoy. Ni siquiera ha notado que ya me he ido porque, en la lejanía, noto que sigue hablando solo. Allá él. En la página 7 de El País vienen unas ofertas de una agencia de viajes; a ver qué ofrecen.

lunes, agosto 27, 2007


PERMANENCIA DE LORCA
Si Granada tenía alguna culpa que pagar por el silencio en que durante un tiempo se mantuvo, por desidia, olvido o miedo, el nombre de García Lorca, creo que ya la ha expiado lo suficiente. La ciudad, ahora, se vuelca con el nombre de Federico en actividades de todo tipo.
El viernes, por la noche, asistimos, en el marco incomparable del auditorio del Generalife, al aire libre y con la luna sobre nuestras cabezas, a una representación del espectáculo Poeta en Nueva York, con coreografía de Blanca Li y el patrocinio del Centro Andaluz de Danza. Flamenco y jazz fundidos, van desgranando poco a poco el mundo oscuro y terrible que el poeta volcó en la serie de poemas que componen este libro. El espectáculo está integrado por un conjunto de escenas, perfectamente engarzadas las unas con las otras, que se inspiran en diferentes poemas, con proporcionada representación de cada una de sus partes.
Pareciéndome sobresaliente el conjunto, a mí me atrajeron especialmente el cuadro inspirado en el poema Ciudad sin sueño (aunque no entiendo por qué este se canta traducido al inglés) y el solo entre el poeta y su inspiración, sobre el poema Amantes asesinados por una perdiz. En cambio, Zalabardo dice preferir la alegría de los dos finales, que se inspiran en el Vals en las ramas, uno, y en Son de negros en Cuba, el otro, que cierra el espectáculo.
Por mi desconocimiento del mundo de la danza, clásica o contemporánea, he de confesar que no había oído hablar antes de Blanca Li, granadina formada en Francia, que ha recibido premios en medio mundo por sus coreografías y, actualmente, directora artística del Centro Andaluz de Danza. Su montaje inspirado en Lorca me ha parecido serio y respetuoso con el texto en que se basa sin dejar por ello de ser innovador. Los bailarines mezclan flamenco y jazz con bastante dignidad y sin estridencias. La voz flamenca la ponen en este montaje Carmen Linares y Encarnita Anillo, que se han ido turnando en las representaciones. El viernes actuaba la segunda, a quien tampoco conocía, y que nos sorprendió por la belleza de su voz.
El espectáculo se ha mantenido en cartel, en Granada, durante mes y medio, con lleno absoluto todos los días. Calculo que en torno a 50.000 personas lo habrán presenciado. Si viene por Málaga, os aconsejo que no dejéis pasar la ocasión de disfrutar con él.

viernes, agosto 24, 2007

BAJEL PIRATA QUE LLAMAN... (Espronceda)

A cualquier persona que quiera considerarse un buen hablante, es decir, un buen y cuidado manejador de la lengua habrá que pedirle, antes que nada, que use las palabras de las que todos nos servimos con propiedad y precisión. No sé ahora mismo si ya con anterioridad he tratado este asunto, pero, como dice el refrán, nunca es mal año por mucho trigo. Decimos que hablamos con propiedad cuando existe una correspondencia biunívoca entre la palabra que empleamos y el concepto que tratamos de manifestar. Y somos precisos cuando utilizamos los conceptos que expresan lo que queremos decir de modo riguroso, con brevedad y con la mayor economía de medios.
Me interesa ahora lo primero, la propiedad. Por ejemplo, si cogemos un diccionario de sinónimos y consultamos el adjetivo viejo, veremos que nos remite a anciano, antiguo, vetusto, usado, estropeado y algunos más que omito para no cansar. Que aparezcan juntos no quiere decir que sean equivalentes en cualquier contexto. Así, si me quiero referir a una persona con muchos años, lo propio es que emplee anciano; y si quiero hablar de una mesa deteriorada por el uso, emplearé estropeada, y así sucesivamente.
Hago esa introducción para comentar un término que vi utilizar hace unos días. Hablando de los buques que hace unos días colisionaron frente a Gibraltar, un reportero llamaba a uno de ellos chatarrero, porque a eso se dedicaba. Pero para buscar variedad expresiva, lo que es de alabar, procuraba utilizar otros términos, y así aparecían los equivalentes navío y barco. Ahora bien, en uno de los párrafos escribía que la gente se acercaba a la orilla para contemplar el bajel semihundido. Y ahí ya, Zalabardo y yo esbozamos un mohín de extrañeza. Expliquemos por qué.
Aunque Covarrubias diga que bajel es el 'nombre genérico de cualquier navío que ande en la mar', no debemos olvidar que se trata de un diccionario escrito en 1611. No corresponde, pues, que el DRAE defina bajel como buque, pues son muy diferentes los del siglo XVII a los de ahora. Por eso, parece mejor la definición que encuentro en un diccionario náutico que consulto en internet: 'denominación general de toda embarcación de porte de la navegación antigua', o aún mejor, la que recoge Manuel Seco: 'barco de vela de grandes dimensiones'. Ese es su significado más apropiado y no el genérico que utiliza el diccionario académico.
Por tanto, el autor del texto habría podido utilizar otro término. Si barco, buque, embarcación o navío, como genéricos, no le resultaban suficientes, podría haber echado mano de carguero o, si prefería utilizar un nombre más técnico, del término inglés bulk carrier, que es la denominación en esa lengua para los buques de carga a granel. Claro que, en ese caso, Zalabardo y yo lo habríamos criticado por otra razón.

jueves, agosto 23, 2007

COMPUESTO Y PLURAL

Nada más iniciar la lectura de La Celestina, nos encontramos al quejica Calisto renegando de su condición de ser compuesto, mezclado. Calisto se maldice, explica, porque los seres puros gozan de la bienaventuranza sin temor a perderla, mientras que él, mixto, es decir, mezclado, compuesto de alma y cuerpo, goza la visión de Melibea con el recelo de tener que perder tal bien durante su ausencia.
Parece que nuestra condición, la de los humanos, es no estar nunca contentos con lo que tenemos, e incluso no estarlo con la condición de los demás. Nosotros, como Calisto, quisiéramos ser puros, aunque recelamos de quienes lo son, tal como también recelamos de los que no lo son. Me dice Zalabardo, primero, que cree que me estoy haciendo un lío; y segundo, que no tiene ni repajolera idea de adónde quiero ir a parar con tanta pureza y mezcolanza. Intentaré explicarme. ¿No os parece que es muy común que no confiemos en los veraces con el argumento de que "alguna mentira habrá dicho este en su vida que no quiere que sepamos", al mismo tiempo que desconfiamos de los falaces porque "cualquiera cree a este". Pues así en todo.
En lo de que cualquiera sabe por dónde voy a salir tiene toda la razón, porque lo que hoy quiero comentar no es otra cosa que la formación del plural en algunas palabras compuestas. "¿Y para eso todo ese rollo de Calisto y su mixtura?", me dice Zalabardo y supongo que estaréis pensando los demás, si no es que ya habéis dejado de leer.
Leía el otro día un titular que decía así: EE UU utilizará sus satélites espía para... Y ahí está la madre del cordero: satélites espía o satélites espías? Digamos, primero, que esa estructura es lo que se llama una lexía, es decir, una unidad de comportamiento léxico. Las lexías pueden ser simples (casa, soledad, etc.) o compuestas, bien ya integradas (sacacorchos) o bien en vías de integración (mesa camilla). Fijaos que estas segundas están formadas por la unión de dos palabras en cuyo significado intervienen ambas sin ser, necesariamente, la suma del significado de las dos. Pues bien, ¿cómo forman el plural estos compuestos? Aunque la realidad es más compleja de lo que parece, pues depende mucho de cómo las entienda el hablante en cuanto a su grado de integración, me limitaré a exponer lo que dice la norma.
Dice esta que si el segundo de los dos sustantivos actúa como modificador del primero, solo este llevará la marca de plural: bomba lapa haría su plural bombas lapa, tal como ciudades dormitorio, faldas pantalón o casas cuartel. Pero si el segundo sustantivo puede funcionar, con el mismo valor, como atributo del primero en oraciones copulativas, tiende a tomar también la marca de plural: empresa líder en su sector permite decir esta empresa es líder en su sector; por tanto, su plural podría ser empresas líderes. ¿Os acordáis, los mayores, cuando los pasaportes españoles decían aquello de válido para todos los países excepto Rusia y sus países satélites? Pues ahí tenemos otro ejemplo.
Claro que, aunque la teoría parezca diáfana, la realidad nos estalla en las mismas narices. Repito lo de arriba: satélites espía o satélites espías. Yo prefiero la primera de las soluciones. ¿Por qué? Simplemente porque la segunda de ellas, en algunos casos, se presenta imposible o, al menos, un poco rara; por ejemplo, no parecen aceptables las formas faldas pantalones, casas cuarteles o mesas camillas. Por eso decía más arriba que todo depende, en gran medida, de cómo lo interprete el hablante.

miércoles, agosto 22, 2007

APADRINAR UN LIBRO

Cuando era pequeño, recuerdo que en el colegio de los frailes al que asistía, periódicamente se organizaban campañas de ayuda a las misiones bajo el lema "bautiza a un negrito". Las huchas que se empleaban para la colecta del día del Domund tenían forma de la cabeza de un niño chino, negro o indio, por lo general. Al parecer, ellos estaban más necesitados de ser salvados que nosotros, felices niños españoles que teníamos la suerte de haber nacido en un país de hondas raíces católicas. Al menos, eso nos decían.
Más tarde, ese tipo de ayuda a sociedades y países necesitados ha ido evolucionando y ya parece que no es preciso bautizar, aunque se sigue necesitando escuelas y recursos varios para ayudar a sociedades deprimidas a ir saliendo de la marginación. Ahora, las campañas piden apadrinar a un niño, colaborar en la construcción de una escuela o en la prospección para abrir pozos de agua potable donde no la tienen o en la organización de una cooperativa. Algo hemos ido ganando si ya no nos limitamos a bautizar, porque, por muchos bienes espirituales que ello aporte, el hombre también necesita algo de pan, y si es con mantequilla, mejor que mejor.
Mas como siempre hay gente espabilada, sale un señor de por ahí, aquí mismo en España, que organiza la campaña Apadrinar a una vaca. Así, tal como suena. ¿Qué supone tal cosa? Primero, que las vacas de ese despierto ganadero serán criadas solo con productos de primera calidad, dentro de las técnicas de la ganadería biológica, creo que se llama así, sin nada de hormonas artificiales ni productos que produzcan un engorde por medios diferentes a los naturales. ¿Y para el padrino de la vaca? Pues se le garantiza la recepción, en proporción con la cantidad que aporte por su padrinazgo, de productos (leche, queso, mantequilla) de máxima calidad. Pero, mira por donde, ahora sale un campesino extremeño, no menos espabilado que el anterior, que anuncia Apadrinar un ciruelo. Por la aportación económica necesaria para mantener cada uno de estos frutales, el campesino ofrece treinta kilos de ciruelas (calidad extra) por árbol. Si su idea no tiene éxito, declara en televisión con gesto compungido, sus ciruelos se perderán irremisiblemente
Zalabardo, que aprovecha la menor ocasión para meter baza, me dice que podríamos proponer a una librería que inicie la campaña Apadrine a un libro, antes de que algún otro se haga con la idea. Por una mínima aportación mensual, la librería nos podría garantizar que disfrutaríamos, de, al menos, dos libros interesantes al año, lo que, tal como se encuentra el patio literario, no sería poca rentabilidad para nuestra inversión. Le digo que me parece un poco duro lo que dice, y más viniendo de una persona que, como él, no es muy dado a los juicios ásperos, que se esperan más de una persona de mi carácter. Me hace un gesto como señalando que alguna vez habría de ser la primera y, con voz misteriosa, suelta casi en tono de velado reto: "Si quieres, un día nos ponemos a hacer el recuento de, por ejemplo, cuántas novelas de calidad indiscutible se escriben no ya en un año, sino en un siglo". Como lo veo un poco lanzado, prefiero dejarlo.

martes, agosto 21, 2007

CON PERMISO DE LA AUTORIDAD

Los carteles taurinos introducen el anuncio de sus espectáculos con esta expresión: con permiso de la autoridad y si el tiempo no lo impide. Con ello, las empresas quedan a salvo de cualquier contingencia que pudiera impedir la celebración del evento.
Quisiera hoy dedicar esta página a tratar dos errores que se dan con relativa frecuencia y que entran dentro de aquellos que yo he considerado en otras ocasiones 'que no debieran cometerse nunca'. Zalabardo, que parecía distraído leyendo la prensa de hoy, levanta los ojos, me mira y dice: "Te temo cuando hablas de errores que no debieran cometerse nunca, como si acaso la esencia del error no fuera otra que la de ser consecuencia del despiste que lleva a cometerlo". Le respondo que no se preocupe, que ya no voy a decir aquello de dónde le habrán dado el carné a ese o cosas por el estilo. Pero, aun así, no tengo más remedio, ahora, que hablar de errores y calentarle las orejas a alguien. Me pide que le ponga ejemplos.
Y se los pongo. Cuando aquella locutora (lo he contado en una ocasión anterior) dijo que "este verano se llevarán los hombres desnudos", cometió un simple lapsus que supo solucionar perfectamente cuando, de inmediato, añadió con desparpajo: "por supuesto, he querido decir los hombros; ¿en qué estaría yo pensando". Y aquellas dos fugaces estrellas de la televisión dieron muestra clara de su ignorancia al hablar de estar en el candelabro (por candelero) o de que una determinada circunstancia le provocaba un fuerte soborno (por bochorno). Y digo ignorancia porque dijeron aquello y se quedaron tan panchas, sin ser conscientes de la barbaridad que acababan de cometer. Y errata o gazapo es que ya en el primer capítulo del Quijote, Cervantes escribiera que los alimentos que tomaba consumían las tres partes de su hacienda. El resto de ella concluían... Está claro que quiso escribir las tres cuartas partes.
De lo que yo quiero hablar es de esas confusiones, no casuales, imprevistas, consecuencias del momento, que se cometen donde no se debiera. Vamos con la primera. Decía al principio que los carteles taurinos previenen, y bien, de que el espectáculo tendrá lugar si el tiempo no lo impide. Porque ¿a qué viene decir que tal evento quedó deslucido por las inclemencias climatológicas, como se oye decir, a veces, de una etapa ciclista, una corrida de toros o algo semejante? En esos casos, se debe hablar de mal tiempo o de malas condiciones atmosféricas del momento, ya que el clima, por contra, es el 'conjunto de características atmosféricas de una región determinada'. Por eso se puede decir que Andalucía tiene un clima variado, que va desde el subtropical hasta el de alta montaña, independientemente de que hoy tengamos mejor o peor tiempo.
El otro error que quiero comentar lo escuché ayer mismo. Una locutora que no improvisaba, sino que leía un guión, decía, para indicar que algo había sufrido un cambio total, que la situación había experimentado un giro de 360°. Lo lógico sería decir 180°, porque si el giro es de 360° se vuelve a la situación de inicio; ¿ o no?
Estos fallos los puede cometer cualquier persona, siempre que no esté dando la cara ante un auditorio y siguiendo un guión. ¿Que las culpas son del guionista? Pues a él le calentaremos las orejas. Zalabardo me mira y no dice nada. Quiero interpretar que está de acuerdo.

lunes, agosto 20, 2007

PERÚ

Hacia las siete de la tarde del pasado miércoles, madrugada del jueves en España, la tierra tembló violentamente en la región de Ica, Perú, dejando, son las cifras que leo hoy, alrededor de 500 personas muertas, unas 1.100 heridas y sobre 200.000 afectadas en mayor o menor grado.
Me hace notar Zalabardo que hay nombres de regiones o de ciudades que se hacen de conocimiento general por circunstancias bien desagradables, como sucede en este caso con Ica y Pisco, nombres que para la inmensa mayoría resultaban hasta el jueves inexistentes. Siempre pasa igual, pues tuvieron que ser también terremotos devastadores la razón que nos permitiera saber situar sobre el mapa la ciudad marroquí de Agadir, en 1960, o en 1966 Taskent, la actual capital de Uzbekistán.
Pero la intención de Zalabardo no es presumir ahora de sus conocimientos geográficos. Lo digo porque lo conozco y creo saber qué es lo que pretende al empezar a hablarme de esa manera. La radio, la televisión, la prensa nos han contado casi todo lo que por ahora se puede referir de la catástrofe. No queremos, pues, ser simples redifusores de lo que todo el mundo sabe. Persigue Zalabardo, sigo interpretando sus intenciones, que nos fijemos en otros aspectos.
Por ejemplo, que siendo Perú un país colocado por los datos del Índice de Desarrollo Humano que elabora la ONU en el puesto 82, lo que significa que hay que situarlo entre los países que experimentan un desarrollo medio, no debemos, sin embargo, engañarnos pues también es uno de esos países en que los beneficios del desarrollo van a parar a manos de unos pocos mientras la gran mayoría de la población subsiste sumida en unos elevados niveles de pobreza.
Ahora, tras el desastre, parece que la solidaridad se vuelca en ayuda de los damnificados. No está mal, me dice Zalabardo, pero, ¿por qué socorrer a los necesitados cuando la ayuda aparece disfrazada de caridad y no hacerlo en todo momento, cuando es cuestión de justicia? Si los damnificados peruanos hubiesen dispuesto de viviendas construidas con materiales que no fueran el humilde y débil adobe, los daños, aun graves, no lo hubieran sido tanto.
La calamidad se agrava porque, en estos casos, el caos en la distribución de las ayudas lo empeora todo. ¿Por qué los pobres afectados tienen que quejarse de que el presidente del país y el resto de las autoridades aparezcan por la zona rodeados de una cohorte de reporteros gráficos y televisivos, mientras falta lo más indispensable, agua para beber e, incluso, lo más trágico, ataúdes para enterrar a los muertos?
Preguntas de esa índole surgen a cada momento: ¿por qué comienzan a proliferar por todos lados, y sin que nadie lo evite, las hienas que huelen su fácil botín mediante el pillaje y la especulación de los precios? El transporte hacia la zona afectada, leía, ha experimentado un aumento de casi un 80 %. Justificación que aportan los empresarios: es algo ineludible en razón de la demanda. Pero quizá ni siquiera debamos llamarlos hienas, pues estas, al fin y al cabo, solo buscan su supervivencia cuando acuden a un cadáver; estos malvados, en cambio, están prestos en convertir en lucro fácil cualquier necesidad de un desgraciado.
Le pregunto a Zalabardo si no serán estos casos muestras probatorias de eso de que el hombre es lobo para el hombre. Zalabardo lo niega con fuerza y mantiene que por mucho que sea nuestro egoísmo y nuestra maldad, siempre prevalecerá la solidaridad. Y añade que, pese a que últimamente parece haber una cierta desconfianza ante la actuación de alguna que otra ONG, no debemos reparar en ello para retener nuestra ayuda a los damnificados de Perú. Siempre habrá organizaciones que merezcan toda nuestra confianza. Cruz Roja, Médicos sin Fronteras, Médicos Mundi, Save the Children, Intermón Oxfam... parecen instituciones alejadas de cualquier sospecha.

viernes, agosto 17, 2007


EL DÍA DE LOS TRAMPOSOS

El Tour de Francia de este verano ha ofrecido más material para la crónica de sucesos que para la deportiva. Ya empezó un poco tocado del ala con todo lo que arrastraba de la edición anterior y el asunto de Floyd Landis, desposeído de su triunfo final por haber dado positivo en un control antidopaje. Este año, la cosa comenzó exigiendo de los ciclistas participantes una declaración jurada referida a su "limpieza de sangre". Era algo así como si, en un juicio, un juez exigiera del acusado que hiciera demostración absoluta de su inocencia.
Y así comenzó todo. Luego hemos asistido a esa serie sin fin de abandonos y descalificaciones por, digamos, conductas deshonestas, al no actuar los implicados con solas sus propias y naturales fuerzas para vencer al resto en la carretera. Moreni, Ibán Mayo, Rasmussen, Vinokúrov, Kashechkin. Claro, por ese camino, ya surgieron las sospechas hacia el vencedor final, Contador, y ahora se habla también de Valverde. Consecuencias: televisiones que se niegan a seguir un deporte que se dice "sucio", retirada de las invitaciones a determinados equipos para próximas pruebas, patrocinadores que se escabullen de ese circo...
Ya se han acabado los tiempos heroicos del ciclismo, como, creo, de todos los deportes. Zalabardo afirma recordar aquellos años en que los ciclistas, ante un pinchazo, no tenían más remedio que desliarse de la espalda la cámara de repuesto, colocarla, llenarla de aire con el inflador, colocar de nuevo la rueda y seguir. Sin llegar a tanto como él, yo "presencié" a través de la radio, todavía no había televisión, la machada de Bahamontes, el Águila de Toledo, que subió solo el Tourmalet y, al llegar a la cima, se paró a tomar un helado y esperar la llegada de los demás.
Pero la suciedad del dopaje no se da exclusivamente en el ciclismo, ni creo que los ciclistas sean los más tramposos de todos. Posiblemente ellos estén más controlados y por eso sale lo que sale. Pero hacia donde miremos, salta la liebre del dopaje como sistema para obtener unos resultados más brillantes: se habla del atleta Justin Gatlin, del jugador de béisbol Barry Bonds, del corredor africano Adil Kauch. De siempre, los títulos y marcas de lo que se llamaba Europa del Este dejaban un raro tufillo a métodos no del todo fiables.
Me dice Zalabardo que a lo mejor tenemos que renunciar por el momento al lema de los juegos olímpicos (altius, citius, fortior, es decir, más alto, más rápido, más fuerte) y empezar de cero para que lo que siempre ha sido un día de gloria no se convierta en el día de los tramposos. Porque no cabe duda de que, por medios estrictamente humanos y naturales, llegará un momento en que ya nadie podrá saltar más, nadie correrá los cien metros en menos tiempo, o nadie podrá ganar ya más pruebas, aunque sea porque las ha ganado todas. En los últimos años hemos asistido a unos avances de la técnica que han permitido a los deportistas llegar un poco más allá. Pero algún día se alcanzará un límite en el que la técnica sea tan avanzada que el hombre no pueda aportar nada a ella. ¿Quién sería en ese caso el vencedor, el hombre o la máquina?
La idea de Zalabardo no es mala, como tampoco es nueva, pues yo ya había leído que no sé quién proponía anular todas las marcas conseguidas hasta ahora. Sería la vuelta a los orígenes. ¿Habría, entonces, que abandonar el uso, por ejemplo, de aquellos nuevos materiales que aportan más posibilidades a deportistas y atletas? No necesariamente, pero sí establecer un límite. Que el deportista se valga, por encima de todo, de sus propias fuerzas. Y, aunque pueda parecer exagerado, que tenga que solucionar sobre la marcha, como el antiguo ciclista arreglaba los pinchazos de su bicicleta, las incidencias que se le presenten.

jueves, agosto 16, 2007


TODO LO MALO SE PEGA
Es esa una frase que, según cuenta Zalabardo, solía repetirle su madre cuando era pequeño y he de reconocer que a mí me pasaba igual. En realidad, no creo que exista alguien a quien no le hayan espetado alguna que otra vez tal o parecida expresión. Con ella queremos indicar que, por lo general, somos más propensos a seguir a los demás en lo que son vicios que en las virtudes. No en vano hay otra frase que afirma "haz lo que digo y no lo que hago", con la que, parece claro, pretendemos dejar sentado que muchas veces somos incapaces de seguir aquello que planteamos como consejo a los demás.
Con el lenguaje nos pasa igual y creo que ya alguna vez he insistido en la idea. Hay giros, construcciones, usos que no tienen en sí apenas complejidad pero que, tan solo por mera cuestión de mimetismo, tendemos a emplear mal. Y poco importa que la norma sea clara. La realidad nos dice que, paradójicamente, cada día se incurre más en el error. O al menos eso me parece a mí. ¿Falta de atención? ¿Poco interés en tratar la lengua con corrección? ¿Deficiente aprendizaje? Le digo a Zalabardo que, cualquiera que sea la causa, el hecho está ahí, patente para quien lo quiera observar. Veamos dos ejemplos que tienen que ver con el uso de los pronombres personales átonos.
El primero. Consulto el Esbozo de una Nueva Gramática, de la RAE, que se remonta a 1973 (ya veremos por dónde anda la nueva gramática académica que nos anuncian) y la cuestión está más que clara: cuando usamos la fórmula "a + pronombre o sustantivo" en un complemento directo o indirecto, es frecuente que vaya acompañada, antepuesta al verbo, de un pronombre átono que, en ocasiones, es forzoso (a él lo castigaron) y otras veces es simplemente redundante (les avisó a sus amigos para que no esperaran). En cualquier caso, hay que tener presente que esa forma átona es un complemento anticipado que debe mantener la concordancia —lo vemos en el segundo de los ejemplos— con otro complemento más preciso que viene después. Sin embargo, incluso en textos que deberían estar muy cuidados, vemos que esa concordancia no se cumple. Es lo que ocurre en un periódico que subtitula una noticia del siguiente modo: El jefe del estado francés se mueve en todos los frentes, haciendo incluso el trabajo que le corresponde a sus ministros; está claro que debería haberse escrito les, porque se refiere a ministros. Y pocos días después, en el mismo periódico, podía leerse le dijo a dos ciudades, donde debería haberse dicho les dijo.
El segundo. Creo que todos tenemos claro, más o menos, qué son esos vicios llamados leísmo, loísmo y laísmo. También que cuando el leísmo es de persona (le vi esta tarde —a Juan— en lugar de lo vi) se considera admisible aunque no sea recomendable. Los andaluces, hace un tiempo, no teníamos ningún problema con estos pronombres átonos, los utilizábamos a la perfección, respetando la norma. Y digo que utilizábamos porque parece que ya entre nosotros se ha asentado (de ahí eso de que todo lo malo se pega) el leísmo, aunque sea el de persona. En el mismo periódico, en una información fechada en Sevilla, y supongo que redactada por un andaluz, pude encontrar hasta cuatro casos de este empleo irregular: A veces les rechazan, Durante años les "espantaba", les ayudan a encontrar y para que les contraten. En los cuatro, el contexto nos indicaba que deberíamos haber utilizado los.
Le digo a Zalabardo que habrá quien crea excesiva mi observación y oponga a ella que el uso "está permitido" por la Academia. No diré yo que no a nadie que tal cosa me replique. Lo que quiero indicar es que antes los andaluces no hablábamos, ni escribíamos, así. Y si ahora lo hacemos es por una mala influencia, se diga lo que se diga. Zalabardo calla y se limita a mostrarme el fragmento de una Gramática escrita en 1865 por don Raimundo Miguel, catedrático de Retórica y Poética. Su leísmo lo lleva incluso a deformar el origen de las formas átonas, según podemos apreciar. Y luego queremos que el común de la gente no se equivoque.

miércoles, agosto 15, 2007

¡QUÉ IRACUNDIA DE YEL...! (JRJ: Eternidades, 1916-1917)

A principios del presente verano, y bajo el cuidado de José Antonio Expósito Hernández se ha publicado Libros de amor, de Juan Ramón Jiménez, libro cuyos poemas se compusieron entre los años 1911 y 1912, que el poeta tenía ya preparado para editar en 1913 y que, finalmente, permaneció inédito hasta nuestros días.
Posiblemente no haya existido en la historia un escritor más obsesionado con la forma definitiva que habrían de ofrecer sus libros y, al mismo tiempo, más "traicionado" por los editores, que no hacen más que escarbar en la infinidad de carpetas, cajas y cuadernos llenos de material que quedaron a la muerte del poeta pendientes de ser ordenados, catalogados y preparados para salir a la luz según los proyectos continuamente cambiantes de su autor. La intención es, sin duda, buena: dar a conocer cuanto sea posible de ese material. Sin embargo, tenemos que reconocer que ello se hace aun contraviniendo los deseos del poeta moguereño, que, en vida, repudió mucho de ese material, sometió a revisión otra parte importante y tenía por revisar todo lo restante.
Por ejemplo, el libro de que hablamos, que habría de formar ciclo con Pastorales y Laberinto, fue finalmente desechado coincidiendo con el inicio del idilio de Juan Ramón con Zenobia, la que finalmente habría de ser su esposa y compañera. Y el abandono de este libro fue debido precisamente al hecho de que a ella no le gustase el tono de los poemas de tales libros. Siendo esto así, Juan Ramón pensó que menos iban a gustarle los del nonato Libros de amor, que contenía poemas en los que quedaban al descubierto, de manera altamente sensual y erótica, las relaciones que había vivido con varias mujeres, desde jóvenes amigas de su pueblo (Susana Almonte o Blanca Hernández-Pinzón) hasta algunas novicias del Sanatorio del Rosario (especialmente la hermana Pilar Ruberte).
De manera general, se acepta que los versos finalmente considerados por el autor como dignos de formar parte de su Obra son los contenidos en Leyenda (1856-1956), cuya edición definitiva, de 2006, es la firmada por Antonio Sánchez Romeralo Y María Estela Arretche siguiendo el proyecto y las indicaciones escritas del autor. ¿Tendríamos, entonces, que seguir tocando los poemas de Juan Ramón o dejarlo ya todo tal y como está? Por ejemplo, de los 93 poemas este libro ahora aparecido, Juan Ramón no recogía en Leyenda más que siete y estos, alterados en su forma y título.
Zalabardo, tan amante de la poesía de Juan Ramón como yo mismo, coincide conmigo en que estas ediciones de material inédito son necesarias porque nos permiten conocer en profundidad la evolución mental y lírica del poeta. Aunque este libro perteneciera a aquella época repudiada por su autor con aquel verso que afirma ¡Qué iracundia de yel y sin sentido!, me vais a permitir que extraiga un ejemplo para ilustrar mi defensa de estas ediciones. En el poema 65 se lee: "...quiero cantar y no sé qué... Todo estoy lleno / de ritmos perfumados, de letras sin idioma". ¿No os suena eso a Bécquer? Pues bien, en la Tercera antolojía poética, un poema de Eternidades dice: "No sé con qué decirlo, / porque aún no está hecha / mi palabra." Finalmente, en Leyenda, el título de este último libro se ha convertido en Arenal de eternidades y el poema ya es este: "No sé con qué decirlo, no sé con qué decirme, acción goethiniana; / porque aún no está hecha mi callada palabra". ¿Quién duda de que el análisis de las sucesivas versiones, remodelaciones, cambios, etc. en sus escritos nos pueden ayudar mejor a comprender el proceso de creación del Andaluz universal?

lunes, agosto 13, 2007

FUERA DE JUEGO

El pasado sábado fue un día de deporte pasivo, es decir, de ese que se contempla en la pantalla del televisor. El calor del día no invitaba a campear y la playa no es algo que me atraiga en demasía. Como suele decirme Zalabardo, los dos somos de secano. Total, que nos tragamos tres partidos de fútbol en sesión de mañana, tarde y noche. Al fin y al cabo, el verano no da para mucho más y sentado y con el aire acondicionado puesto se está la mar de bien.
Pero no es el fútbol el tema de esta anotación, aunque se relacione con él, pese a que el título y el comienzo así puedan sugerirlo. Voy por un camino muy diferente, el de determinados patrocinadores y el de las consecuencias que ello pudiera acarrear. Pero empecemos por decir que hay verdades que son incontrovertibles, que nadie discutiría; verdades que no habría ni que enunciar, verdades, en fin, como dice Cela en La colmena, que se sienten dentro del cuerpo, como el hambre o las ganas de orinar.
Una de estas verdades es que el fútbol es un fenómeno de masas, si no el fenómeno de masas por antonomasia. Esto quiere decir que concentra sobre sí los ojos de la gente como quizá ningún otro deporte. Como también quiere decir que aquellos practicantes que sobresalen por encima de los demás automáticamente se transforman en modelos que todos, quien más quien menos, queremos imitar. ¿Y quiénes más que los niños se mirarán en el espejo de estos astros? Un niño, y un joven, y casi sin duda muchos adultos, no sabrán decirnos el nombre de un solo ministro del Gobierno de España, pero no dudarán al recitar la alineación del equipo de sus amores, la situación de la tabla clasificatoria o la lista de los goleadores.
Los niños, esos son los que ahora más nos interesan y más nos preocupan, llevarán la camiseta de su ídolo, imitarán sus gestos y tratarán de emular sus virguerías con el balón en los pies; y si anuncian un producto, desearán tenerlo porque, esto funciona así, es el que el ídolo consume. Nos parecerá bien o mal, pero este es el proceso de funcionamiento de la publicidad.
Y a todo esto, ¿qué tiene que ver nuestro empacho de fútbol del sábado? Ahí va: pues que de los seis equipos que se enfrentaban, tres, y de ellos los dos del partido a priori más atractivo, el Sevilla-Real Madrid, por eso de ser el primer asalto de la Supercopa de España, lucían en sus camisetas el logotipo de tres empresas de apuestas y juegos en los que se participa a través de internet. Me dice Zalabardo que no diga sus nombres, pues son bien conocidos de todos, y, si no lo fueran, mejor que mejor.
¿Pensaron esos equipos al firmar los contratos de patrocinio el potencial peligro para todos sus seguidores y para los niños en particular? ¿Se pararon siquiera un momento a reflexionar sobre el número de ludópatas que hay en nuestro país? ¿Son conscientes de que lo que sobre el pecho de sus futbolistas figura es una incitación a entrar en esas páginas y participar? Nadie me negará que el argumento de cualquier chaval que caiga en la tentación será que si Iker Casillas, Raúl o Kanouté se lo dicen, no puede ser malo.
A propósito, me apunta Zalabardo que en su primer partido con el Sevilla, o en el primero con esa publicidad, no lo sabe bien, Kanouté tapó con esparadrapo ese logotipo aduciendo que su religión no le permitía promocionar de tal forma los juegos de azar. No sé cómo lo convencerían después, porque más tarde ha lucido la camiseta como el resto de sus compañeros. Y me dice también que el FC Barcelona, por escrúpulos semejantes, rechazó al patrocinador que ahora tiene el Real Madrid, como igualmente rechazó el patrocinio de un determinado producto farmacéutico, antes de inscribir en sus camisetas el nombre de Unicef.
La ludopatía es una enfermedad psicológica de quienes sienten una desmedida e incontrolable afición por los juegos de azar que alcanza dimensiones graves en todo el mundo. Las más de treinta asociaciones que en España intentan ayudar a las personas que padecen ludopatía son muestra clara de las dimensiones del problema en nuestro país. Promocionar esta adicción, como otras, no es propio de quienes tienen tanto ascendiente entre unas personas, los niños y los jóvenes, tan indefensos a la hora de dejarse arrastrar por cualquier influencia. Aceptar tal patrocinio es caer en fuera de juego.

viernes, agosto 10, 2007


CHINA, CAPITAL... ¿BEIJING?
En estos días de verano, los diferentes equipos de fútbol realizan lo que se suele llamar la pretemporada, esto es, la puesta a punto para encarar la nueva temporada en el grado óptimo de preparación. Aparte de buscar un lugar idóneo donde ejercitarse físicamente y oxigenarse con vistas a lo que les espera, los equipos suelen hacer unas giras en las que se enfrentan a equipos más o menos débiles para ir perfilando los aspectos tácticos, o como dice Zalabardo, para ir abriendo boca y, de paso, la cartera en la que guardar los euros de sus contratos por participar en torneos más o menos prestigiosos.
La última moda, no de este año, que ya viene de atrás, es hacer una gira por Asia, en especial China y Japón que, si bien dicen los técnicos que no son buenas para la preparación, en opinión de los directivos son buenas para las arcas de los clubes. Pero no es eso lo que quiero tratar hoy aquí, sino otra cuestión. El FC Barcelona empezó la gira asiática en China, jugando contra un equipo que, según la mayoría de los medios, se llama Beijing Gouan. Algunos, incluso decían que era el Gouan de Beijing. Eso sí, las crónicas previas y posteriores al partido estaban firmadas todas en Pekín. Y ahí es a donde quiero llegar: ¿Pekín o Beijing? Por supuesto, yo defiendo lo primero, que es lo que siempre se ha utilizado en España y en nuestra lengua. ¿Es que ha cambiado la capital de China? ¿Es que acaso los chinos han decidido cambiar su nombre? Ninguna de las dos cosas. Todo se reduce a un caso de transcripción de unos caracteres chinos al alfabeto latino según el sistema pinyin. Es este un sistema desarrollado en China a partir de 1958 y puesto en práctica en 1979 para unificar los diferentes sistemas de transcripción del chino aplicados en diferentes países. Bien es verdad que muchas agencias, al transmitir sus informaciones, emplean ya la forma Beijing, pero no hay razón para que en castellano cambiemos la forma tradicional utilizada. Y lo que de ninguna forma es admisible es que un corresponsal firme su crónica en Pekín para decir a continuación que veremos jugar al Gouan de Beijing.
Me susurra al oído Zalabardo que eso es como si ahora quisiéramos decir Lietuva, en lugar de Lituania, o Latvia, en lugar de Letonia. Le digo que tiene razón y su ejemplo me trae otros a la memoria. Si buscásemos Birmania en un mapa editado recientemente, nos llevaríamos la sorpresa de que ha desaparecido y su lugar lo ocupa ahora Myanmar. ¿Qué ha pasado? Simplemente, que ese país asiático ha decidido adoptar como nombre oficial la forma vernácula Myanmar. Sin embargo, el gentilicio sigue siendo birmano, así como la etnia mayoritaria y el idioma oficial del país. ¿Qué objeción existe para que, en ambientes no oficiales, sigamos hablando de Birmania?
Diferente es, el ejemplo, me lo apunta Zalabardo, el caso de Rodesia, que fue el nombre de una colonia británica que, a su desaparición, se dividió en dos estados libres e independientes: Zambia (antigua Rodesia del Norte) y Zimbabue (antigua Rodesia del Sur). Me indica finalmente Zalabardo, que lo que decimos aquí no son interpretaciones nuestras, sino lo que expone y defiende, para nuestra lengua, el Diccionario Panhispánico. Queda dicho.

jueves, agosto 09, 2007


CUMPLEAÑOS
El día 9 de agosto de 2006, es decir, hace hoy un año, se escribió la primera hoja de esta agenda. Aunque la mayoría de las veces sea yo quien escriba, no debe en ningún momento olvidarse que la agenda no es mía, sino de Zalabardo y que yo soy un mero usufructuario. Sucede que él ha preferido siempre permanecer en un segundo plano, sin que eso signifique de ninguna de las maneras que no participe en sus contenidos o deje de revisarlos. Notaréis que, al cabo de un año, esta agenda, como todo buen cuaderno de notas que se precie, comienza a ver cómo sus hojas amarillean del uso y cómo sus cantos se van desgastando de abrirla una y otra vez. Pero Zalabardo, que para esas cosas sí es muy cuidadoso, ya puso su interés en que fuese resistente y no se ajara demasiado con el paso de los días.
La agenda empezó siendo, y aún tiene vocación de ello, una especie de diario íntimo en el que ambos dejábamos constancia de reflexiones y comentarios diversos sobre temas que encontrábamos en los medios de comunicación y análisis de diferentes aspectos del uso del lenguaje en esos mismos medios. Confesábamos nuestra preocupación por el medio ambiente, la justicia social, el lenguaje y algunas cosas más. Todo sigue igual. Pero aunque se concibiera como diario (siempre le he dicho a Zalabardo que quien escribe uno mantiene la esperanza inconfesada de que alguien lo encuentre y lo lea) esta agenda tuvo, casualmente, un primer lector al que siguieron algunos más; no muchos, si queremos ser sinceros. Y otro día, alguien escribió un comentario a una de sus anotaciones. Últimamente, parece haber sido seguida por más lectores de los imaginábamos que pudiera tener.
A veces, Zalabardo y yo volvemos sobre las anotaciones antiguas para ver los cambios que se han producido. Y aquí tenemos uno de nuestros primeros motivos de controversia y una de las cuestiones en las que no nos ponemos de acuerdo. Mantiene Zalabardo que, aunque haya sido de manera paulatina, la agenda ha ido cambiando y mostrando más atención hacia lo que puedan decir los lectores, cosa que no debiera ser ya que, a su juicio, había más naturalidad y espontaneidad en el intimismo e inocencia de los primeros apuntes. Yo trato de convencerlo de que no es así, sino que lo que ha sucedido, simplemente, es que hemos tenido un proceso de crecimiento y maduración que nos ha ido permitiendo un estilo más suelto, a la vez que cuidado, producto de ese año que llevamos ya en la red.
Otro asunto que nos lleva a discutir es el de la reacción de los lectores y nuestra actitud ante la misma. Es verdad que algún apunte ha generado polémica; no mucha, esa es la verdad, aunque sí alguna. Yo he sido siempre partidario de "mantenella y no enmendalla", es decir, que a lo hecho (escrito), pecho. En cambio, Zalabardo ha abogado en todo momento por evitar juicios o comentarios que pudiesen herir susceptibilidades. De todos modos, ambos coincidimos es que es una agenda bastante blanca, que no hiere no zahiere, al menos de forma premeditada. No niego que alguna vez ha habido quien se ha sentido dañado. En tales casos, Zalabardo y yo, y posiblemente él más que yo, hemos pedido excusas por ese no deseado (ni pretendido) daño. Sí es verdad que se han suavizado los tonos cuando hemos criticado algún error o desliz lingüístico, sobre todo cuando se ha producido donde no debiera. Alguna vez, lo reconozco, yo, no Zalabardo, fui un poco cruel en tales juicios. Habría de ser un lector quien me abriera los ojos en tal asunto. Zalabardo se limitó a añadir: "¿Ves como te lo decía yo?"
Y también coincidimos en respetar las opiniones que nuestras anotaciones merezcan y procurar no responder nunca a los autores de las mismas, sea cual sea el tono empleado. No es ello reflejo de ninguna actitud prepotente ni es nuestra intención manifestarnos fríos y distantes. Se trata únicamente de defender el criterio de que la libertad de los demás al valorar un apunte es tan válida como la nuestra al escribirlo. Eso sí, tenemos que dar las gracias a cuantos, amablemente, siguen esta agenda y a cuantos hacen o han hecho algún comentario. Y no damos nombres para evitar que la mención de algunos pudiera entenderse como rechazo de otros. Zalabardo y yo los leemos con interés y procuramos sacar provecho de lo que se nos dice.
Y para terminar, muchas felicidades y que siga la fiesta. Al menos mientras el cuerpo aguante. Se habrá notado que nos hemos atrevido a incluir imágenes. Valga aunque sea tan solo por aquello de renovarse o morir.

miércoles, agosto 08, 2007

LA PLAGA DEL VERANO

Raro es el verano que, llegados a estas fechas, no tenemos que estar lamentándonos de voraces, violentos y costosos (económica, paisajística y ecológicamente) incendios. Este año le ha tocado la china a las Canarias. Gran Canaria y Tenerife han sido las islas castigadas con el azote del fuego. En estos momentos todavía no se ha hecho una firme valoración de la superficie destruida, aunque ayer se hablaba de que solo en la semana que han durado los incendios en las dos islas se ha quemado una superficie semejante a la afectada por incendios en todo el territorio nacional en lo que va de año. Es algo que se dice con facilidad, pero que resulta duro cuando se piensa en ello.
¿Por qué cuando padecemos una catástrofe de este tipo las reacciones de las autoridades (las locales y las nacionales) nos parecen idénticas e igual de inútiles? Que si no hay medios suficientes para combatir los fuegos, que si es preciso endurecer la ley contra los pirómanos, que si no hay que endurecer tales leyes sino aplicar las que hay. Y en tales polémicas se enzarzan unos y otros hasta que el personal se adormece de aburrimiento y todo se olvida hasta que estalla la siguiente catástrofe. En tales situaciones, casi siempre hay una voz, por lo general con pocos amplificadores a su disposición y casi nada atendida por quienes mandan, que pronuncia la que tendría que ser no palabra mágica sino palabra lógica: prevención.
En la prensa de ayer leía también una carta al director en la que el remitente decía haber oído en la radio cómo un hombre de campo afirmaba que los incendios del monte se apagan en invierno. Claro, el invierno es la época en que se debe limpiar el monte (talas controladas, poda razonable, eliminación de maleza y monte bajo sobrante, limpieza y apertura de cortafuegos...) La prevención, claro está, cuesta dinero, aunque mucho menos que las pérdidas provocadas por los incendios. Me apunta Zalabardo que diga si ya no existe eso que se llamaba, creo, trabajo comunitario. Las autoridades locales y autonómicas contrataban personal en paro para realizar tareas de interés comunitario. La limpieza de montes pudiera ser una de estas tareas.
En Soria (tranquilos, no hablaré del viaje), en Molinos de Duero, vimos una gran maderera. Hablando del tema nos decían: "¿Sabe usted de muchos incendios forestales en Soria?" La razón, nos explicaban, es que al ser el monte propiedad comunal, los propios habitantes de los pueblos, la vida de muchos depende del monte, cuidan de realizar las faenas precisas para que el verano discurra sin sobresaltos.
Aunque Zalabardo me dice que ya voy a estropear esta nota, quiero terminar comentando algunas cuestiones lingüísticas recogidas durante las informaciones de los incendios. Un corresponsal televisivo, para dar idea de la magnitud de los incendios, decía, y lo dijo más de una vez, que el fuego afectaba ya a un perímetro de no sé cuántas hectáreas. Seguro que ya no se acordaba de cuando en el colegio, de pequeños, enseñaban, eso de las medidas y sus unidades. Al menos a mí me lo enseñaron. Digo esto porque en hectáreas (que son 10.000 m²) se cuantifican las superficies, es decir áreas que tienen una longitud y una amplitud. En cambio, el perímetro no es más que la longitud del contorno de una figura. El perímetro es, simplemente, el contorno de una superficie. Con un ejemplo: la zona amurallada de Ávila tiene un perímetro de 2526 metros; eso es lo que miden, linealmente, las murallas. Su superficie, en cambio, se mediría en metros cuadrados y, la verdad, ahora no sé cuál sea la extensión del ejemplo que empleamos.
Otro desliz, pues quiero tomarlos, el anterior y este, como tales. No se puede decir que el fuego ha arrasado con... El verbo arrasar es transitivo y, desgraciadamente, el fuego arrasa montes, ciudades (sin preposición) y lo que pille por delante. Tal vez lo que ese corresponsal quiso decir es que el fuego había arramblado con, ya que este segundo verbo, arramblar, admite tanto la construcción transitiva como la intransitiva.

martes, agosto 07, 2007



BUITRES, SABINAS Y DINOSAURIOS (Buscando a Machado en Soria, y 5)



Un buitre de anchas alas con majestuoso vuelo... (A. Machado: A orillas del Duero)



Pero nuestro viaje a Soria no buscaba tan solo las huellas de Machado, aunque ese fuera el objetivo principal. Soria tiene otras muchas cosas: naturaleza, arte, historia, hombres y mujeres (pocos, ya lo dijimos) de mirada clara. Y en este último apunte del viaje queremos dejar alguna razón de todo ello, pues el tiempo, si bien se aprovecha, da para bastante.


Según se llega desde Soria a El Burrgo de Osma, se coge a mano derecha la carretera que conduce a San Leonardo de Yagüe. A mitad de recorrido nos encontraremos con el pueblo de Ucero. En él está enclavado el Centro de Interpretación del Parque Natural del río Lobos, donde nos darán cuanta información necesitemos para recorrer su cañón. Es este una profunda hoz que el río ha ido modelando a lo largo de los siglos. Si bien nos acompañan por el río, sombreando sus márgenes, álamos, pinos silvestres y sabinas, lo que más nos atraerá la mirada será la cantidad de buitres y otras rapaces que anidan en cada una de las cárcavas de sus calizas paredes y que sobrevuelan nuestras cabezas casi rozándolas.


En este interesante recorrido son hitos que no deben dejarse a un lado la ermita templaria de San Bartolomé, la misteriosa Cueva Grande que se abre a su costado y el puente de los Siete Ojos, aunque cualquier recodo del río es bueno para olvidarse de todo lo que hayamos podido dejar fuera.
No lejos de aquí, a escasos kilómetros de Calatañazor, se alza un sabinar que es una delicia para cualquier naturalista amante de los árboles. Este sabinar de Calatañazor es uno de los bosques de sabinas más importantes y mejor conservados del mundo. Joaquín Martínez, y no digamos nada de Juan Ángel, sabrán que me refiero a la especie conocida como juniperus thurifera. Es un terreno de unas 30 hectáreas donde reinan estas auténticas reliquias del Terciario. Algunos de estos árboles de Calatañazor, de madera dura que, al quemarse, despiden un aroma semejante al del incienso, alcanzan los quince metros de altura y más de cuatro de perímetro en su tronco. Es un árbol escaso que, según se lee en los paneles informativos, aún resiste en los Alpes franceses, en la Península Ibérica y en el norte de África.

Si continuamos un poco por la misma ruta, alcanzaremos Muriel de la Fuente. Vale la pena pararse para visitar la Fuentona. Es una pequeña laguna de presencia humilde pero que oculta bajo sus aguas una profunda sima en la que hasta ahora solo se han podido reconocer sus cien primeros metros.
Me avisa Zalabardo que no cerremos este último apunte del viaje a Soria sin hablar de la ruta de las icnitas. Me hace notar que a Joaquín, Arantza y José Luis les gustaría conocerla si es que no la conocen ya. Para llegar, hay que salir de Soria por la carretera que, atravesando el puerto de Oncala, penetra en La Rioja hasta Arnedo. En esta zona limítrofe entre las dos comunidades, Castilla-León y La Rioja, es posible contemplar interesantísimas muestras de los desaparecidos dinosaurios. Nosotros estuvimos primero en Villar del Río, donde hay un Aula Paleontológica que nos aclara todo lo que es necesario saber acerca de qué son y cómo se formaron estas muestras. Luego estuvimos en Bretún, donde nos sirvió de guía una lugareña , la simpática y casi octogenaria Sara García, que enseña y explica con todo lujo de detalles las icnitas (huellas de los dinosaurios) que hay en su pueblo. Alguien tuvo la feliz idea de repoblar toda esta región (Yanguas, Santa Cruz de Yanguas, Fuentesalvo, Ventosa de San Pedro, etc.) con reproducciones a tamaño real de estas criaturas que vivieron por aquí hace la friolera de 150 millones de años.
Y hay más cosas de este viaje sobre las que hablar: leyendas, anécdotas, datos curiosos (no hemos dicho nada, por ejemplo, de Numancia)... Pero creo que ya hemos dado suficientemente la lata y, sin duda, lo principal está dicho. Me apunta en tono burlón Zalabardo que podríamos pedir a Soria una subvención por la propaganda que le hemos hecho. Yo le contesto que todo es agradecimiento por las felices vacaciones que nos han permitido disfrutar.

lunes, agosto 06, 2007


EL DUERO DE LOS POETAS (Buscando a Machado en Soria, 4)

...por donde traza el Duero
su curva de ballesta
en torno a Soria... (A. Machado: Campos de Soria, VII)

Pero Soria no es solamente Antonio Machado y el Duero tiene reminiscencias de otros poetas. El Duero, a su paso por la ciudad, es un río que ha ido siendo moldeado por la mano del hombre. Olmos, mimbres y álamos bordean las remansadas aguas del río cuyas riberas son recorridas por dos agradables paseos. En medio, una isla, la actualmente llamada Alameda de Soto, sirve de solaz a los sorianos que en los días calurosos de verano buscan allí el frescor de la vegetación y de las aguas.
Gerardo Diego, que también fue catedrático en esta ciudad, es el autor del bello romance que cantaba una soledad del río Duero que hoy me ha parecido ver desmentida por la realidad de tantos y tantos paseantes como hay por estas riberas (Río Duero, río Duero, / nadie a acompañarte baja, / nadie se detiene a oír / tu eterna estrofa de agua.) Hoy, ya digo, no tengo la impresión de que la ciudad vuelva la espalda al río como se denuncia en el poema.
A la belleza de estos paseos se suman tres hitos de indiscutible interés: San Juan de Duero, San Polo y San Saturio. Construcciones templarias las dos primeras, tienen toda la magia y misterio que envuelven a los que fueron centros de aquellos monjes soldados. A San Saturio se accede a través de una cueva, cuya entrada está casi a ras del agua y en la que vivió el santo patrón de la ciudad, y desde ella se va ascendiendo hasta el templo que encima se erigió en época barroca.
A propósito, así como de la cueva Grande, la que se abre frente a la ermita de San Bartolomé, también templo templario, en el cañón del río Lobos, se dice que está cargada de fuerza positiva para quienes son energéticamente sensibles, de esta cueva de San Saturio se dice que su energía es negativa; aunque me aconsejarron que cuando la visitase no mencionase nada de este "yuyu" que la acompaña.
Me avisa Zalabardo que no me vaya por las ramas, que deje las cuevas a un lado y no cuente nada que no venga a cuento con este paseo por el Duero. Pues bien, a lo que iba: San Juan de Duero es un impresionante templo románico levantado en el siglo XI que posee un no menos bello claustro mudéjar. Desde este lugar se puede contemplar, dominándolo todo, la silueta del monte de las Ánimas. Y es que en este monte y en este monasterio situó Gustavo Adolfo Bécquer aquella leyenda suya que lleva tal nombre. En la ciudad aún se cuenta cómo la lucha que mantuvieron los monjes guerreros, dueños de las tierras, contra los caballeros de la ciudad, que les disputaban la caza del monte, terminó en una matanza en la que los monjes sufrieron la peor parte. En la tenebrosa historia que escribió Bécquer en torno al joven y apuesto Alonso y a su no menos bella, aunque caprichosa, prima Beatriz, los espíritus de los monjes muertos retornan a la vida y corretean por el monte cada noche de difuntos.
Es difícil, para quien no haya estado allí, imaginarse ese paseo por el Duero rememorando los textos de estos poetas a la par que se contempla el paisaje que los hizo nacer. Zalabardo y yo anduvimos por aquellos parajes, recorriendo una orilla a la ida y retornando por la orilla opuesta, mientras percibíamos el murmullo de las aguas y el tenue entrechocar de las hojas de los árboles mecidas por la suave brisa. Un auténtico placer.

viernes, agosto 03, 2007


LA LAGUNA NEGRA (Buscando a Machado en Soria, 3)
"...trepaba por los cerros que habitan las rapaces" (A. Machado: A orillas del Duero)
En setiembre de 1910, Antonio Machado hizo una excursión a las fuentes del Duero. El recorrido efectuado se ha repetido continuadas veces: Cidones, Vinuesa, Covaleda, Duruelo de la Sierra, Castroviejo (impresionante paraje natural) y, desde allí, acceso al nacimiento del río y a la laguna Negra. Nosotros hicimos el recorrido por la parte opuesta: Cidones, Vinuesa y, por la carretera que conduce al puerto de Santa Inés, cogimos el desvío que sube hasta la laguna Negra.
La laguna Negra estará indisolublemente unida a la poesía de Machado. En sus contornos situó el poeta aquella terrible historia de Alvargonzález. Los versos del romance que narra cómo la codicia de unos hijos los llevó a dar muerte al padre y a arrojar su cuerpo a las aguas sin fondo, según la tradición, de esta laguna, resuenan en los oídos cuando uno pasea por aquellos abruptos parajes. Para componer aquella historia, Machado, decía, se inspiró en un suceso real acaecido en Duruelo y que oyó contar a un campesino. Preguntamos a Ricardo Jiménez qué dicen las gentes sorianas de la historia de Alvargonzález. "Ni la conocen; y los que sí, no hablan de ella", fue la respuesta que nos dio.
Ascender desde la laguna hasta el pico de Urbión supone hacer unos casi quinientos metros iniciales de fuerte y áspera subida, aunque después el camino, poco más de una hora, se hace llevadero. Con lo que no contábamos era con que ese día, ya en la segunda mitad de julio, allí arriba la temperatura fuese de tan solo diez grados. Cuando llegamos al final de la cuesta, llevábamos ligera ropa de verano, ni Zalabardo ni yo fuimos capaces de hacer frente al frío y decidimos bajar de nuevo a la laguna, lugar más abrigado. A propósito, Ricardo nos explicó que Urbión es palabra de origen vasco y que significa "dos (bi) aguas (ur) buenas (ón)". No sé si era pura teoría suya o responde a la verdad.
Como desechamos subir por allí al pico, reanudamos el viaje en coche y nos dirigimos a la vertiente opuesta de la montaña. Allí, desde Castroviejo, es más fácil acceder al nacimiento del Duero. tengo que decir que no lo conseguimos. Aunque aquella ladera estaba más resguardada del viento y el sol se hallaba ya más alto, el frío seguía siendo un gran inconveniente para la veraniega ropa que vestíamos. Tendríamos que haberlo previsto y no vestir finas camisetas de manga corta. ¿Pero qué malagueño repara en que a mediados de julio haya que llevar jersey de lana gruesa?
Al menos vivimos una anécdota curiosa. Llegando a Castroviejo, un joven nos hizo gestos ostensibles para que parásemos. Pensando que ocurriese algo grave, nos detuvimos y le preguntamos qué pasaba. "Nada", nos dijo, "es que soy malagueño y me ha alegrado mucho ver un coche de allí". Zalabardo le preguntó por su ropa de scout (vaya, explorador) y nos contó que pertenecía al grupo 147 de San Estanislao, en El Palo. Se llama Pepe y, al final, descubrimos que teníamos amistades comunes.
Esta visita, pues, no pudo ser completa por mor de los elementos. El guarda forestal que impide que los coches suban hasta la misma laguna nos lo avisó: "Con esa ropa no van a ir ustedes hoy muy lejos". Sin embargo, lo que pudimos ver valió la pena.

jueves, agosto 02, 2007


CALATAÑAZOR (Buscando a Machado en Soria, 2)


"Hoy ve a sus pobres hijos huyendo de sus lares" (A. Machado: Por tierras de España)


Calatañazor es uno de esos pueblos en cuyas calles el tiempo se ha detenido. Tiene censados, lo que no significa que vivan aquí, apenas sesenta habitantes y, si sus casas siguen en pie, el hecho es debido a dos causas. La primera, se entiende con solo leer el texto que reza en los azulejos que lucen en una de sus fachadas: "Aquí rodó San Orson Welles en 1965 su película Campanadas a medianoche". Parece que tal evento libró al pueblo de su desaparición y por eso "santifican" al genial actor y director. La otra causa, más reciente, es el turismo rural; más del cincuenta por ciento de sus viviendas se dedican a tal fin. Ello se explica, claro está, por la primera de las causas mencionadas. Y no es que Calatañazor no encierre la suficiente belleza como para merecer su supervivencia.
Pero Soria es una provincia despoblada, la que menos habitantes tiene de toda España. Solamente alrededor de 90.000. ¿Imagináis que toda la población de Soria cabría en un estadio futbolístico como el Camp Nou y aún sobraría espacio? Siendo su superficie equivalente al 2'4% del total de la superficie española, su población equivale tan solo al 0'19% de la población total.
Esto se nota cuando se viaja por Soria. Si uno anda, por ejemplo, por la Comarca de la Sierra, cerca de San Pedro Manrique y de la ruta llamada de las icnitas, o de los dinosaurios (Yanguas, Bretún, Villar del Río...), conmueve el ánimo contemplar tantos y tantos pueblos de los que no queda otro recuerdo que el de su nombre y los rojizos muñones de sus derruidas edificaciones; son verdaderos pueblos fantasmas que se ofrecen al curioso viajero: San Andrés, Toreterrancho, Valdelavilla, Sarnago, Fuentebella, Valdenegrillos..., y podríamos seguir.
Machado ya vio, y denunció, este hecho hace ahora un siglo, pero parece que la situación no ha variado mucho. Ahora cuando escribo, Zalabardo me recuerda que fue Ricardo Jiménez, soriano de ascendencia euskera que tanta información valiosa nos proporcionó para nuestro viaje, quien nos puso en guardia sobre el dato de que la densidad de población de esta provincia es de apenas 8 habitantes por km², cifra propia de zonas desérticas.
Calatañazor, que tantas reminiscencias históricas nos trae, pudiera, y debiera servir de ejemplo de pueblo que se resiste a desaparecer.