A principios del presente verano, y bajo el cuidado de José Antonio Expósito Hernández se ha publicado Libros de amor, de Juan Ramón Jiménez, libro cuyos poemas se compusieron entre los años 1911 y 1912, que el poeta tenía ya preparado para editar en 1913 y que, finalmente, permaneció inédito hasta nuestros días.
Posiblemente no haya existido en la historia un escritor más obsesionado con la forma definitiva que habrían de ofrecer sus libros y, al mismo tiempo, más "traicionado" por los editores, que no hacen más que escarbar en la infinidad de carpetas, cajas y cuadernos llenos de material que quedaron a la muerte del poeta pendientes de ser ordenados, catalogados y preparados para salir a la luz según los proyectos continuamente cambiantes de su autor. La intención es, sin duda, buena: dar a conocer cuanto sea posible de ese material. Sin embargo, tenemos que reconocer que ello se hace aun contraviniendo los deseos del poeta moguereño, que, en vida, repudió mucho de ese material, sometió a revisión otra parte importante y tenía por revisar todo lo restante.
Por ejemplo, el libro de que hablamos, que habría de formar ciclo con Pastorales y Laberinto, fue finalmente desechado coincidiendo con el inicio del idilio de Juan Ramón con Zenobia, la que finalmente habría de ser su esposa y compañera. Y el abandono de este libro fue debido precisamente al hecho de que a ella no le gustase el tono de los poemas de tales libros. Siendo esto así, Juan Ramón pensó que menos iban a gustarle los del nonato Libros de amor, que contenía poemas en los que quedaban al descubierto, de manera altamente sensual y erótica, las relaciones que había vivido con varias mujeres, desde jóvenes amigas de su pueblo (Susana Almonte o Blanca Hernández-Pinzón) hasta algunas novicias del Sanatorio del Rosario (especialmente la hermana Pilar Ruberte).
De manera general, se acepta que los versos finalmente considerados por el autor como dignos de formar parte de su Obra son los contenidos en Leyenda (1856-1956), cuya edición definitiva, de 2006, es la firmada por Antonio Sánchez Romeralo Y María Estela Arretche siguiendo el proyecto y las indicaciones escritas del autor. ¿Tendríamos, entonces, que seguir tocando los poemas de Juan Ramón o dejarlo ya todo tal y como está? Por ejemplo, de los 93 poemas este libro ahora aparecido, Juan Ramón no recogía en Leyenda más que siete y estos, alterados en su forma y título.
Zalabardo, tan amante de la poesía de Juan Ramón como yo mismo, coincide conmigo en que estas ediciones de material inédito son necesarias porque nos permiten conocer en profundidad la evolución mental y lírica del poeta. Aunque este libro perteneciera a aquella época repudiada por su autor con aquel verso que afirma ¡Qué iracundia de yel y sin sentido!, me vais a permitir que extraiga un ejemplo para ilustrar mi defensa de estas ediciones. En el poema 65 se lee: "...quiero cantar y no sé qué... Todo estoy lleno / de ritmos perfumados, de letras sin idioma". ¿No os suena eso a Bécquer? Pues bien, en la Tercera antolojía poética, un poema de Eternidades dice: "No sé con qué decirlo, / porque aún no está hecha / mi palabra." Finalmente, en Leyenda, el título de este último libro se ha convertido en Arenal de eternidades y el poema ya es este: "No sé con qué decirlo, no sé con qué decirme, acción goethiniana; / porque aún no está hecha mi callada palabra". ¿Quién duda de que el análisis de las sucesivas versiones, remodelaciones, cambios, etc. en sus escritos nos pueden ayudar mejor a comprender el proceso de creación del Andaluz universal?
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