sábado, julio 04, 2020

LA LENGUA ESQUILMADA

Para estas fechas, Zalabardo y yo siempre hemos tenido cerrada ya la Agenda y nos hemos tomado un descanso veraniego.  Pero Zalabardo, persona que gusta de cumplir ciertos ritos, me dice que no nos hemos despedido y que no pasa nada si añadimos un apunte más y, de paso, aprovechamos para despedirnos como personas educadas. Así que le hago caso y aquí estamos, redactando un último comentario antes de guardar silencio durante los meses de calor.

            Y ha venido bien la foto que nos ha llegado del edicto publicado en un pequeño pueblo granadino referido a los turnos de riego, pues, en su brevedad, está lleno de palabras que muchos ya hemos olvidado.

            Da la casualidad de que el jueves leía el artículo La lengua vaciada, de Lola Pons, catedrática de Historia de la Lengua, de la Universidad de Sevilla, y autora de un reciente libro, El árbol de la lengua. Me ha parecido un artículo maravilloso de principio a fin y todo él cargado no solo de razón, sino de prudencia y buen sentido. Con esta expresión lengua vaciada se refiere a la tendencia generalizada de los hablantes a olvidar palabras heredadas de nuestros mayores y reemplazarlas por otras que se consideran más nuevas, exóticas, originales o, eso nos parece, despojadas de un tufo rancio.

            No hay amargura en el escrito de Lola Pons, ni levanta voz condenatoria nadie ni contra nada; no se considera de ningún modo purista. Reconoce, como no podía ser de otra forma, que la lengua cambia, que los nombres cambian, lo que es síntoma de que la lengua está viva y de que siempre ha sido así; lo que noto en su artículo es una cierta nostalgia, un reconocimiento de que estamos vaciando de contenido la lengua de nuestros mayores y creando una nueva. Habla de cómo han desaparecido aquellos humildes cuadernillos de caligrafía y su lugar lo ha ocupado el caro negocio de los libros de lettering; de que la antigua artesanía de la almazuela ha sido desplazada por el patchwork; de que nos parece carca una abuela que rellena su tiempo haciendo punto, pero elogiamos al knitter, a quien hace las cosas por sí mismo y busca un objetivo de sostenibilidad; o de que provoca extrañeza ver a nuestros mayores labrando su pequeño huerto a la vez que nos convertimos en admiradores de la local food.

            Tampoco nosotros repudiamos el incesante cambiar de la lengua, ni nos consideramos puristas. El purista es, sin más, un inmovilista y la lengua que no se mueve está condenada a morir. Pero, como a la catedrática sevillana, nos gusta que ese movimiento no despoje de sus palabras a nuestros mayores, a quienes ya arrebata bastantes cosas la edad.

            La foto que me envía un sobrino, José Luis, supone un soplo de aire fresco. Zalabardo y yo pensamos que el pequeño pueblo de Gójar lo ha entendido así en su edicto. En él se habla de dulas, de tornas, de turnos y tandas, de fincas macheadas… Hay un delicioso cuadernillo, El vocabulario del agua, recogido por José Ramón Guzmán Álvarez, que ayuda a evitar este vaciamiento de algunas palabras. Y nos dice que la dula es la porción de tierra que, por riguroso turno, recibe el riego del agua de una acequia; que está macheada la finca cuyos machos (en otros lugares caballones, lomos y otros nombres), amontonamientos lineales de la tierra que separan las melgas o surcos por los que ha de discurrir el agua, están bien hechos; que la torna, en otros lugares el portillo, es el obstáculo, unas veces metálico o de madera, otras realizado con hierba y tierra, que abre o cierra el paso del agua a las dulas; o que el turno, o tanda, no es sino el tiempo que se asigna a una dula para regar.

            Ese edicto establece las normas simples que cada regante ha de cumplir; y advierte de las sanciones para quienes descuiden el proceso establecido, porque quien abre o cierra sus tornas a destiempo está haciendo daño a otro regante que, un poco más abajo, espera para su dula esa agua, bien común, tan necesaria para la comunidad.

            Y, ahora sí, hasta que llegue septiembre, esta Agenda permanecerá cerrada. Que todos pasemos un buen verano y que seamos prudentes, pues la amenaza de la covid-19 no ha desaparecido.