miércoles, enero 31, 2007

PRÊT-À-PORTER

Hubo un tiempo en que la gente se hacía la ropa a medida. Modistas y sastres eran profesionales no solo bien vistos sino, por lo general, con amplia clientela. Ya creo haber dicho en alguna ocasión que yo me crié en un taller de costura, pues mi madre desempeñaba tal actividad. Muchas tardes de invierno de mi niñez las pasé en el taller ayudando a quitar hilvanes y a enhebrar agujas mientras escuchaba los novelones y los programas de discos dedicados de la radio.
Pero llegó un día en que esta actividad decayó y la gente empezó a comprarse ropa ya confeccionada, o prêt-à-porter, 'lista para llevar', según el galicismo que con la moda se nos cayó encima. Pues bien, este sistema se ha incorporado a otras muchas actividades. Ayer mismo, fuimos Zalabardo y yo a un gran establecimiento de mobiliario porque había que hacer unas compras; no mucho, pequeño mobiliario. Paseas por la exposición, ves lo que te ofrecen y finalmente tienes la suerte de encontrar lo que buscas. Llamas al vendedor, que educadamente te atiende en cuanto necesitas y realizas la compra. ¿Cuándo me lo llevarán?, preguntas ingenuamente, porque te responden, sin perder la sonrisa, que nada de eso, que lo puedes recoger inmediatamente en el almacén. Y allá que vas al almacén, donde te hacen entrega de una gran caja que contiene todas las piezas de lo que has comprado, incluidos tornillos, cola y cualquier tipo de accesorio. Así que al llegar a casa, tienes que empezar a pelear por adivinar qué es cada pieza y entender la hoja de instrucciones para el montaje y ya tienes toda la tarde ocupada. Y en tal tarea, Zalabardo no se ha dignado en ayudarme; decía que bastante tenía con ir transmitiéndome las instrucciones.
El prêt-à-porter en el lenguaje es también más frecuente de lo que pensamos. Yo considero que se puede denominar así la tendencia a utilizar expresiones que nos llegan de otras lenguas sin dar ocasión siquiera a adaptarlas a nuestro idioma. ¿Para qué traducirlas?, parece que nos decimos; al fin y al cabo son muy cómodas y todo el mundo las entiende. Y no pensamos que ese no es más que un camino de empobrecimiento idiomático, pues no solo damos entrada a elementos léxicos foráneos sino que dejamos de pensar en cómo se expresaría en la lengua materna cualquier concepto más o menos novedoso.
¿Ejemplos de expresiones prêt-à-porter? Muchas. La informática nos ha traído el floppy disc, 'el disco flexible', como internet ha extendido los cursos on line, 'en línea' o 'a través de internet'. El deporte nos deja mountain bike, 'bicicleta, o ciclismo, de montaña' y el tie-break, 'juego decisivo' o 'desempate'. La vida moderna y agitada de las ciudades nos ha familiarizado con la fast foot, 'comida rápida'; con los establecimientos after hours, 'fuera de horario', 'sin horario fijo' o 'de horario flexible'; con el trabajo full time, 'de jornada completa' o 'de dedicación exclusiva' o con los cambios de look, 'imagen' o 'aspecto'. Los viajes transcontinentales nos hacen caer en las garras del jet lag, que no es sino el 'desfase o desajuste horario'. Por fin, para no alargarnos, el cine y la literatura nos llevan a hablar en ocasiones de flash back, o sea, 'escenas retrospectivas', 'saltos atrás' o, con terminología de las retóricas clásicas, 'analepsis'.
No debería ser todo tan complicado, ¿verdad? Pero igual que ya vamos pocas veces al sastre o a la modista para hacernos un traje a medida, pudiéndolo comprar ya confeccionado en unos grandes almacenes, remoloneamos y nos dejamos arrastrar por este listo para llevar de las expresiones extrañas.

martes, enero 30, 2007

HÁGASE LA OSCURIDAD

...Para que así pueda resurgir la luz. Me enseña Zalabardo una página de un movimiento francés L'Alliance pour la Planète (www.lalliance.fr) que reúne a unos setenta grupos de organizaciones no gubernamentales que presentan el punto común de estar preocupados por las cuestiones referidas al medio ambiente.
Este grupo ha redactado un manifiesto que se condensa en la frase 5 minutos de tregua para el planeta. ¿Qué es lo que pretenden? Simplemente, que el próximo día 1 de febrero se produzca un apagón lo más extenso posible entre las 19.55 y las 20.00 horas. Cinco minutos sin electricidad como señal de protesta ciudadana por todas aquellas actuaciones que están provocando el cambio climático. No se trata de aquel bíblico ¡hágase la luz!, sino de todo lo contrario: provoquemos la oscuridad para no quedarnos definitivamente sin la luz.
En su manifiesto de presentación a la comunidad, la Alianza por el Planeta dice: "Tenemos que quitarnos el barro de los ojos, el diagnóstico de la comunidad científica es claro: la situación del medio ambiente es desastrosa y el daño que se le ha hecho al planeta se refleja en los más desfavorecidos. Es urgente tomar medidas lúcidas y valientes para asegurar el futuro de las próximas generaciones, de la Tierra y de todas las especies que viven en ella".
Sobre lo que solicitan para el día primero de febrero, quieren ser realistas y dicen: "No es ya cuestión de ahorrar 5 minutos de electricidad ese día, sino de llamar la atención de los ciudadanos, de los medios de comunicación y de quienes tienen poder de decisión sobre el despilfarro energético y sobre la urgencia de pasar a la acción".
"5 minutos de tregua para el planeta -siguen diciendo- no nos robará mucho tiempo, no nos costará nada y, en cambio, mostrará a los candidatos a la presidencia que el cambio climático es una materia que debe pesar en el debate político". Están hablando de Francia, pero sus palabras se pueden extender a los políticos de todo el mundo.
Han elegido el día 1 de febrero para su protesta porque el día siguiente se dará a conocer en París un nuevo informe sobre la evolución del clima elaborado por expertos de las Naciones Unidas.
Zalabardo y yo, a decir verdad, no somos muy dados a este tipo de manifestaciones, aunque algo haremos para colaborar. Pensamos que mientras que los que mueven los hilos de la economía, la industria y la política mundial no decidan que ya es hora de actuar no habrá nada que hacer. Pese a todo, creemos que estos movimientos ciudadanos son importantes porque, al menos, van dando lugar a una sensibilización de la gente que servirá de ariete frente a la muralla de los poderosos.
Y como La Alianza por el Planeta solicita que cualquiera que conozca este mensaje lo difunda por el medio más a su alcance, Zalabardo y yo utilizamos esta humilde plataforma para que vosotros también lo conozcáis. Luego, que cada uno actúe según su conciencia.

lunes, enero 29, 2007

TODOS A LA UNIVERSIDAD

Días pasados, hemos podido leer en la prensa informes diversos sobre la situación de la Universidad en España y la necesidad de ajustarse a las reformas universitarias que se prevén para el conjunto de la Unión Europea.
Le digo a Zalabardo que yo siempre he mantenido que tenemos un exceso de universidades y un superávit de titulaciones superiores de las que, muchas, se encuentran bastante desprestigiadas. Hubo una época, hará más o menos treinta años de lo que digo, en que no era posible hallar una ciudad española, por mediana o pequeña que fuese que no enarbolase la bandera de su anhelo por disponer de un campus universitario. Las razones que se esgrimían eran diversas, pero destacaba no solo el sano deseo de que sus jóvenes no tuviesen que salir de ella sino sino el del mero prurito de alcanzar el prestigio que, se piensa, da tener una Universidad.
A esto se unió otra reivindicación: el derecho de todo joven a obtener una titulación universitaria. No importaba si había dificultades para encontrar suficiente número de profesores con el currículo y conocimiento necesarios para impartir la docencia universitaria ni si el país estaba necesitado de tantos titulados superiores como en teoría iban a salir de tanta alma mater como andaba suelta por ahí. La cosa era, para las fuerzas vivas de la ciudad, tener Universidad y, para muchos jóvenes, presumir de estar matriculado en una Universidad que, la verdad sea dicha, no les proporcionaba muchas expectativas de trabajo a aquellos que lograban terminar.
Hoy tenemos unos datos que asustan: de las ciento cuarenta titulaciones censadas, los centros universitarioss públicos de nuestro país las ofrecen repetidas tantas veces que, en su oferta, llegan hasta el número de dos mil doscientas. En muchas ocasiones esta repetición de titulaciones se da en lugares distanciados entre sí por muy pocos kilómetros. Resultado: las tres cuartas partes de estas titulaciones recibieron en el curso 2004-2005 menos de ciento veinticinco alumnos nuevos, siendo este el número mínimo estimado para que una titulación sea viable. Incluso hay quien dice que ese número del que hablamos se puede rebajar hoy a unos setenta. Aun así, setecientas titulaciones tuvieron menos de esa cifra de alumnos.
Me pregunto yo, ¿puede un país permitirse ese dispendio? ¿No sería mejor un menor número de Universidades, mejor dotadas de profesorado y materiales, con unos planes de estudios racionales y con un sistema adecuado de becas? Por supuesto, pienso, esto exigiría al mismo tiempo unos sistemas de acceso más rigurosos. Y, claro está, todo ello acompañado de una más adecuada oferta a los jóvenes de estudios de grado medio y profesional que les habiliten para una rápida incorporación a la vida laboral, que es lo que a muchos realmente preocupa.
¿Para qué queremos ocho Universidades en la Comunidad andaluza? ¿Disponemos de profesorado prestigioso para las ocho? ¿Necesitamos tantos titulados superiores? Cuando zalaabardo y yo estudiábamos, en Andalucía había solo dos Universidades, Sevilla y Granada ¿No nos podríamos apañar ahora con, por ejemplo, cuatro o cinco? Hay quien dice que el problema de ahora es coyuntural, consecuencia del descenso de natalidad de los últimos años. Pero me parece que pensar así es querer rehuir el problema.
El problema que yo veo en esto que sugiero es que para llevarlo a cabo se necesitan políticos con visión clara de futuro y no de aquellos que únicamente piensan en que suprimir una Universidad significaría una resta de votos. Porque, vamos a ver, ¿quién estaría dispuesto a suprimir la Universidad de su ciudad? Habrá que ver, pues, quién tiene el valor de poner el cascabel al gato.

domingo, enero 28, 2007

LA DIFICULTAD DE TITULAR

Si siempre es difícil poner un título (el título es el nombre por el que se va a conocer de por vida cualquier obra), titular en un periódico es, si cabe, aún más dificil. No en vano muchos periódicos reconocen el título como el elemento más importante de cualquier texto informativo, puesto que sirve para atraer al lector, centrar su atención y, en definitiva ayudarlo a continuar en la exploración del contenido del texto.
Son muchas las personas que comienzan la lectura de un diario o una revista por el repaso de los titulares. Hay quien no pasa de ahí, pero el lector que podemos calificar de normal utiliza esa primera lectura como un proceso de selección de las informaciones que le interesan.
Existe una norma básica en la confección de titulares que, en principio, todo diario trata de cumplir: que sea inequívoco, que sea concreto, que resulte asequible a cualquier tipo de lectores (no olvidemos que un periódico es el texto escrito con un mayor número potencial de receptores), que huya de cualquier tipo de sensacionalismo (¿quién no recuerda aquellos inmensos titulares del antiguo diario Arriba?) y que sea lo más breve posible sin que esto impida nunca la claridad.
Pero estas cuestiones, que son normas sabidas en cualquier periódico, no siempre se cumplen. Zalabardo me ha ayudado a realizar una pequeña prueba. Hemos cogido un ejemplar de un día cualquiera de La Opinión de Málaga y hemos encontrado lo siguiente. Un titular resulta, a mi criterio, excesivamente largo; dice: La UMA salda una cuenta pendiente con el ex rector Martín Delgado al imponerle su Medalla de Oro. Podía haber quedado mejor si se redacta La UMA salda una cuenta pendiente con el ex rector Martín Delgado o La UMA impone su Medalla de Oro al ex rector Martín Delgado.
Hay un titular tremendamente oscuro y sensacionalista puesto que se desconoce a qué se refiere si uno no lee la información subsiguiente. Dice: Un servicio de gran impacto en el ojo del huracán perpetuo. Si no seguimos leyendo, no sabemos que habla del servicio de cirugía infantil de un hospital de Málaga.
Pero los que más abundan son los titulares en los que se comete un error bastante extendido de un tiempo a esta parte, el de la supresión del artículo u otros determinantes que la lógica del lenguaje nos exige. Un titular correcto en este sentido podría ser el que dice Los empresarios celebran la regulación de los chiringuitos. Sin embargo, encontramos este que dice: Comerciantes critican que las licencias de obras tarden 3 años. Indudablemente falta un los.
Por fin, vemos varios titulares que se construyen como una estructura impersonal cuando el sujeto del verbo utilizado es bien conocido. Pasa esto en los que reproduzco a continuación: Archivan la causa contra 'El Jefe' por las agendas intervenidas en la cárcel; Avalan que los antiguos herederos recuperen la parcela de Repsol; Rechazan analizar la bolsa que se halló en la casa. Aquí se debería haber puesto quién archiva, avala o rechaza, o haber escrito un participio en lugar de una forma personal. Sin embargo, no es aplicable esto que digo en el titular que reza Amordazan y asesinan con un cuchillo a un matrimonio alemán, porque se desconoce a los autores del hecho.
En fin, que no es tan fácil titular y que, por muchos libros de estilo que haya, siempre es posible que se escapen títulos que no son adecuados. Lo que pasa es que, en algunos periódicos, se escapan más de la cuenta.

sábado, enero 27, 2007

REFRANES (2)

Tratábamos ayer los refranes que encierran prejuicios referidos a determinadas poblaciones y sus habitantes y decíamos que pocos quedan libres de estos 'dichos agudos'. Hoy podríamos ver otro grupo que va referido ya a las personas en concreto. Los hay de tres clases: los que se refieren a los hombres, los que se refieren a las mujeres y los que se refieren al hombre contraponiéndolo a la mujer.
De los primeros, muy pocos hablan de 'hombre' como un concepto genérico, válido para varón y hembra; pudiera servir de ejemplo Hombre sin pecado no es nado (nacido), que se puede aplicar a cualquier persona para señalar que es imposible encontrar a alguien que nunca falle. Más comunes son, por otra parte, los que insisten en la rectitud de comportamiento que debe caracterizar al varón. En ellos se critican determinados defectos que debieran evitarse: Hombre ocioso, siempre vicioso; Hombre sentado, hombre deshonrado; Hombre hablador, nunca hacedor. Algunos, incluso, insisten en una determinada interpretación de la "hombría" como pasa con el siguiente: Hombre guapo, ha de oler a vino y a tabaco.
Y los que ya empiezan a "oler mal" son aquellos refranes en que se hace una contraposición entre el hombre y la mujer de manera que aquello que "está bien visto" en el primero "debiera ser evitado" por la segunda. Se empieza ya a ver esto cuando hay uno que afirma Hombre dispuesto, no revela a mujer su secreto, que da a entender "lo poco de fiar" que ella es. Y no digamos ya nada de los siguientes: El hombre placero, y la mujer casera, que preconiza el recogimiento "debido" por parte de la mujer; El hombre sea león y la mujer camaleón, que defiende la necesidad de que ella se ajuste a las condiciones del varón hasta el punto de hacerse "invisible"; y, por fin, El hombre haga alguna; la mujer, ninguna, que da por sentado que lo tolerable en el hombre no lo es en la mujer.
Para acabar, vemos algunos refranes dirigidos a la mujer. Observaremos que la "doctrina" común es la contenida en La mujer honrada, la pata quebrada y en casa, que se hace aún más duro en La mujer, en su casa, pelá y descalza. Otros muchos insisten en su volubilidad, en la necesidad de su honestidad y recato, en la inutilidad del conocimiento en la mujer y otros tópicos más: Mujer con letras, dos veces necia; La mujer, como el vino, engaña al más fino; La mujer a la ventana, más pierde que gana; Mujer hermosa y arma de fuego, para mí no las quiero; Mujer con fama, mujer infamada; Mujer y viento, se mudan a cada momento. Y, para terminar, uno que muestra hasta qué grado pueden llegar los prejuicios: Para mujer, judío y abad, no debe el hombre rostro ni esfuerzo mostrar.
Creo que los ejemplos dados muestran que "no todos" los refranes dicen "siempre" la verdad y que muchos de ellos son más reflejo de inaceptables prejuicios que de ciencia popular. Estas son las cosas a que me refiero cuando digo que el lenguaje es neutral y solo el instrumento del que nos servimos para exponer nuestras ideas y creencias. Las culpas no se las podemos echar al mensajero. Evitar este tipo de expresiones, por muy tradicionales que sean, no es cuestión de corrección política sino de simple educación y sentido de la realidad.
De todas formas, creo que, afortunadamente, la ideología contenida en los refranes que he manejado está hoy más que superada. Me dice Zalabardo que ojalá tengamos suerte y estas notas no se intepreten con un sentido diferente al que queremos darles.

viernes, enero 26, 2007

REFRANES (1)

Llevaba unos días queriendo echar mano del refranero para apoyar las palabras que iba escribiendo en la agenda acerca de determinadas ideas, en especial aquella que tanto he defendido de que el lenguaje no es sexista y que los sexistas, en todo caso, somos nosotros. Le pedí a Zalabardo, que generalmente piensa como yo, ayuda en la tarea y hoy parece ser el día en que todo está dispuesto. No hemos podido utilizar el Vocabulario de refranes (escrito en el siglo XVII, pero no publicado hasta 1906), de Gonzalo de Correas, y que es el más amplio corpus de esta naturaleza, pero si los Más de 21.000 refranes castellanos, de mi paisano Francisco Rodríguez Marín, volumen que se publicó en 1926.
Se suele definir el refrán como un 'dicho agudo y sentencioso de uso común'. Por agudo habría de entenderse que es gracioso y oportuno y por sentencioso, que contiene moralidad o doctrina. Pero lo que yo quiero venir a decir es que, en muchas ocasiones, el refrán no es ni tan gracioso, ni tan doctrinal y lo que encierra una opinión del común de la gente, o de quien lo ha creado, fundada en los prejuicios sociales del momento. Eso de Refrán de los abuelos es probado y verdadero o eso otro de Refrán viejo nunca miente creo que son enunciados que habrá que poner en cuarentena. Y es lo que de forma breve queremos exponer.
Zalabardo me ha seleccionado una amplísima lista de refranes que, por desgracia, no cabrán en esta hoja, pero con algunos ejemplos creo que tendremos suficiente. Hay, en principio, dos tipos de refranes: los que enuncian verdades de validez universal y cuyo contenido está fuera de cualquier espacio y tiempo: No olvide su cuna quien haga fortuna y Tan duro es al necio callar como al discreto hablar mal pueden ser muestras de ello y, posiblemente, los más numerosos y, también, los que meejor responden al sentido e intención inicial de los refranes. Pero hay un segundo tipo que tienen por objeto zaherir a alguien o expresar tópicos y prejuicios muy extendidos en un momento dado y son hijos del pensamiento y la estructura social de una época concreta.
Empezamos. Rara es la población, sea ciudad o aldea, sobre la que no hay un refrán que los del pueblo vecino, por envidia, resentimiento o simple mala intención gustan repetir y empiezo por el de mi pueblo, para que nadie diga: De Osuna, ni la luna; y mujeres, ninguna. Otros más son: Cordobés y hombre de bien no puede ser, De Jerez, ni buen viento, ni buen casamiento, ni mujer que tenga asiento (refrán que, de manera semejante, se aplica a Jaén, Úbeda, Aragón...). Ubrique, mala mosca te pique. De Alcañiz, ni conejo ni perdiz; y, si puede ser, ni hombre ni mujer. De Antequera, ni mujer ni montera; y, si algo ha de ser, más vale montera que mujer. Y de Andújar y de Loja, creo que todos sabemos un refrán que deja mal parada la fama y honestidad de lojeñas e iliturgitanas.
Bien decía más arriba que aquí no cabrían todos los refranes que me ha recogido Zalabardo. Ni los refranes ni el argumento. Así que tendré que seguir mañana para no extenderme más de lo habitual.

jueves, enero 25, 2007

A GRANDES MALES, GRANDES REMEDIOS

Lo que no se puede negar es que las personas defensoras de la corrección política en el lenguaje ponen gran interés en ofrecer alternativas expresivas que vayan en favor de sus tesis. La mayor o menor adecuación de tales alternativas es harina de otro costal.
Esta mañana, cuando salíamos del instituto, Zalabardo encendió la radio del coche y una voz de locutor decía algo así como lo siguiente: "... no podemos llamar a estas personas inválidos porque esa es una palabra que significa 'que no vale'; para referirnos a ellas debemos usar un lenguaje más positivo y, así, decir, mejor, discapacitados..." Ya creo que otra vez me referí a esta misma cuestión, pero no importa. Ya el propio presidente del Gobierno propuso suprimir del artículo 49 de nuestra Constitución el término disminuido y poner en su lugar discapacitado. Esa es la primera de las alternativas de los políticamente correctos: buscar la palabra que no hiera, aunque sigamos diciendo lo mismo. ¿Por qué esa manía de considerar hirientes las palabras y no la intención?
Vamos al DRAE y leemos: inválido: 'que adolece de un defecto físico o mental, ya sea congénito, ya adquirido, que le impide o dificulta alguna de sus actividades'; disminuido: 'que ha perdido fuerzas o aptitudes, o las posee en grado menor a lo normal'; discapacitado: 'que tiene impedida o entorpecida algunas de las actividades cotidianas consideradas normales por alteración de sus funciones intelectuales o físicas'. Vemos que el concepto viene a ser el mismo. Estamos en lo que yo tantas veces he denunciado: nos movemos en el plano de las palabras, creando confusión, mientras en el plano de la vida real continuamos manteniento las mil y una barreras que impiden el normal desenvolvimiento de estas personas.
Segunda alternativa. Dado lo que se ha creado en torno al sexismo del lenguaje y puesto que a algunos de los adalides de esta batalla parece que eso de tanto todos/todas y demás les chirría un tanto, o al menos mantienen cierta duda de su validez, lo que hacen es proponer que se utilicen siempre que se pueda sustantivos que fluctúan entre el significado colectivo y el abstracto de calidad. De esta forma, cada vez oímos más hablar de el vecindario, en lugar de los vecinos, la ciudadanía, en lugar de los ciudadanos, el profesorado y el alumnado, en lugar de los profesores y los alumnos, o la dirección y la secretaría, para evitar decir el director o el secretario, pues todo ello llevaría a tener que añadir la correspondiente forma femenina.
Y la última alternativa, que es, a mi juicio, la peor de todas. Es la de utilizar el signo de la arroba (@) pensando que puede sin dificultad equivaler tanto a o como a a.
Cuando le pregunto a Zalabardo por cual optaría él en caso de verse en la necesidad de tener que utilizar alguna, me dice que él prefiere hablar, como decía Berceo, "en román paladino, en el cual suele el pueblo hablar con su vecino". ¿O habría que decir la población y el vecindario para que nadie se molestase?

miércoles, enero 24, 2007

MÁS SOBRE FEMINISMO Y PARIDAD

He discutido mucho con Zalabardo si escribir o no esta nota porque nuestra intención no ha sido nunca la de contestar los comentarios que se nos hagan por parte de quienes amablemente sigan esta agenda. Hemos contestado tan solo cuando se ha planteado una cuestión puramente lingüística, que es el interés primero de la agenda. Cuando aquí expreso una opinión, lo hago con el simple deseo de exponerla en pública plaza para conocimiento de los demás, que, según los casos, disentirán o no de mi parecer. Agradezco, sinceramente, tanto el elogio como la crítica y, en especial, esta última, porque ni Zalabardo ni yo creemos estar en posesión de ninguna verdad.

Pero me parece que el "tirón de oreja" que Isabel Díaz me envía no es del todo merecido ya que, por sus palabras, creo que estamos más de acuerdo de lo que parece y todo nace, según mi entender, de alguna que otra vaga expresión que, posiblemente, no reflejaba con exactitud mi posición frente al tema. Y es que no se puede decir "el feminismo que se predica ahora" sin más ni más, porque del feminismo se puede afirmar, como del colesterol, que lo hay de varios tipos. El feminismo al que yo aludía es aquel que se queda en la cuota, sin más, y considera tanto a la mujer como al hombre meros números de una estadística que hay que cumplir para "lograr los objetivos". El feminismo que yo condeno es el que cree que la igualdad se consigue con únicamente forzar, de manera antinatural, el lenguaje. El que piensa que con decir mucho todos y todas, andaluces y andaluzas y, si me permitís el tópico, jóvenes y jóvenas, todo está logrado. Porque a quienes actúan así, ni Zalabardo ni yo los consideramos feministas; no son más que pobres ignorantes que, desnaturalizando el lenguaje, piensan que se corregirán los prejuicios que seguimos alimentando en nuestro interior. El feminismo que yo condeno es el que, al fin y paradójicamente, siempre pone a un hombre en el primer lugar y deja a una mujer en el segundo. Cuando el otro día yo hablaba de estas cosas, en mi interior pensaba: si Zapatero, Rajoy y Carod, por ejemplo, están a la cabeza es por ser los hombres mejores de sus partidos. Y pensaba aún más: vale que entre los hombres, pero entre las mujeres de esos partidos, ¿no va a haber ni una con un punto más de cochura que Zapatero, con un grado menos de cerrilidad que Rajoy y un algo más de modernidad que Carod?
Si yo fuera feminista, mi feminismo nunca enfrentaría hombre contra mujer; nunca culparía al lenguaje, inocente mensajero, de los pecados del emisor; atacaría a quien pone las trabas de las cuotas, porque ese sí que está negando la igualdad entre mujer y hombre. El feminismo que yo defendería nunca haría uso de argumentos como "ha llegado a tal punto pese a ser mujer", que ese sí que es un argumento ofensivo.
Ya decía yo el otro día que nos debemos valorar unos a otros por ser personas y no por el sexo que, no sé si accidentalmente, nos ha tocado. Por eso, sin renegar ninguno de nuestra condición, orgullosos incluso de ella, como decía Isabel, debemos trabajar juntos por mejorar día a día. ¿Que derivamos de unas estructuras machistas? No tengo duda de ello. ¿Qué aún perduran muchos resabios y permanecen bastantes tics indebidos? Pues sí, y no solamente en los hombres, también en un número considerable de mujeres. Superar la situación es tarea de todos.
Me avisa Zalabardo que, tal como ha ocurrido otras veces, el tema se me ha ido de las manos, porque la idea era contestar a Isabel a partir del comentario de unos refranes que vienen bien al caso. Pero tendré que dejarlos para otra ocasión. A lo mejor, mañana.

martes, enero 23, 2007

UNIDAD Y VARIEDAD

Cuando se habla de la unidad ideal que toda lengua constituye y que hace que los hablantes nos identifiquemos como pertenecientes a un mismo grupo (los españoles, los franceses, los alemanes, etc.), se suele insistir en que uno de los matices más característicos de toda lengua es su variedad, el conjunto de variantes internas que presenta y que hace que los hablantes nos consideremos diferentes aun respetando todos el mismo modelo. De esto trata el tema que mañana comienzo a explicar a mis alumnos.
¡Vaya, hombre, ahora vas a utilizar la agenda como sistema de preparación de las clases!, me dice Zalabardo. Yo protesto y le digo que no es así, que se trata tan solo de una asociación de ideas, puesto que al mirar lo que tenía que hacer mañana en clase me ha venido a la mente cómo, desgraciadamente, la influencia de los medios de comunicación provoca cada día una mayor uniformidad lingüística y hace que se pierdan muchas de las variantes dialectales, locales o jergales.
Y si esa uniformidad se produjera en torno a unos modelos de lengua correctos quizá la queja fuese menor, pero da grima ver cómo cada vez abusamos más de los de que, ser como muy, en base a, a nivel de y modismos de la misma laya. Para combatir esas modas, para no olvidar esta variedad que la maldita uniformidad va dejando cada vez más en la cuneta, Zalabardo y yo pasamos bastantes horas revisando las páginas de aquellos libros que recogen, mejor o peor, pero todos con muy buena intención, las formas populares que en nuestros pueblos se utilizaban como moneda corriente del habla y que hoy, lamentablemente, se van perdiendo.
De estos libros, el más clásico de todos es el de Antonio Alcalá Venceslada titulado Vocabulario andaluz; tras sus pasos, han seguido, en estos años, Juan Cepas, José Mª de Mena, Paco Álvarez Curiel, Pedro M. Payán, Juan de la Plata, Antonio del Pozo, Antonio Córdoba y muchos más, que se han esforzado por recoger las formas de habla de Málaga, Sevilla, Jerez, Cádiz, Cabra y no sé cuantos otros sitios.
Repasando las páginas de sus libros, voy recuperando las palabras que de pequeño oía a mi madre y al resto de las personas mayores del pueblo y que ya apenas si yo utilizo: cuando me reñían por ir desatacao, 'con los faldones de la camisa por fuera de la cintura del pantalón'; cuando me acusaba de ser un jarón, 'perezoso, vago, indolente', por no querer hacer algo que se me ordenaba; cuando los mayores nos calificaban a los niños de bilorios, 'inquietos', fuguillas, 'de genio vivo', y arbortarios, 'inconstantes', o nos pedían silencio y calma porque aquello parecía una belcarrana, 'lugar donde hay mucha confusión y griterío'. Los niños nos acusábamos unos a otros de hacer tranfullas, 'trampas', en los juegos o nos dábamos mecos, 'golpes que se propinan en la cabeza con un dedo'. En el campo, para llegar a un lugar, solo bastaba seguir la fuéllega 'marca que dejan las ruedas de los carros y tractores'. Años después, cuando llegué a Málaga, conocí qué eran los foeles, 'ropa estropeada y poco elegante' y el olor de las madreviejas, 'alcantarillas'.
Casi todas esas palabras se han perdido ya, poca gente las conoce y menos aún las utiliza. Me dice Zalabardo que ahora todos hablamos igual y que, si podemos, gritamos, siguiendo el pésimo modelo que nos dan los incontables programas de televisión donde parece que, a modo de las peleas de gallos o de perros, echan a la arena a dos, tres o cuantos hagan falta a ver quién lanza al otro la barbaridad más grande.
Cuando eso sucede, que es muchas veces, yo voy tratando de recuperar en los libros de los que he hablado más arriba el olor y el sabor de las sopaipas, aquellas tortitas de masa de harina frita que mi madre nos ponía, para cenar, con chocolate caliente. Y Zalabardo me acompaña.

lunes, enero 22, 2007

FEMINISMO Y PARIDAD

Hay una letra del cantaor José Menese que Zalabardo me recuerda con insistencia. Dice así: "Cuando llegará el momento / que las agüitas vuelvan a sus cauces; / las esquinas con sus nombres / sin roques ni reyes, ni santos ni frailes". Yo digo, de verdad, que espero que en esto del feminismo las aguas vuelvan también a sus cauces. Vayamos primero con unos datos referidos a informaciones aparecidas es estos últimos días en la prensa.
El director del Centro Cultural Montehermoso, de Vitoria, Xabier Arakistain solicita a las administraciones que se implanten las cuotas de sexo en las actividades de museos y centros de arte y que la paridad se traslade a las colecciones de arte públicas. La Junta de Andalucía redacta una ley que regula su modelo organizativo y, entre otras cuestiones, dice que se garantizará la presencia de hombres y mujeres al menos en un 40 % en los segundos niveles de la Administración. La secretaría de la ponencia del Nomenclátor de Barcelona busca nombres de mujeres que les permitan equilibrar el porcentaje de calles con nombres de hombre y de mujer.
Sé que este es un tema delicado y Zalabardo me pide que no me meta en muchos berenjenales, que el personal anda muy sensibilizado en estas cuestiones del feminismo. Pero, sintiéndolo mucho, no me puedo callar cuando creo que se confunden churras con merinas. Primero, he de decir que no me considero machista (y mucho menos antifeminista), pero tampoco feminista en el sentido en que, por lo general, se predica ahora. Creo firmemente que la paridad es una trampa para disimular la no aceptación de la igualdad. Porque, a ver, ¿por qué hay que señalar un mínimo de un 40 % para ningún género? ¿Por qué no seleccionar a las personas por su capacidad y no por su género? Si en un departamento de la Administración el 100 % de las personas adecuadas fuesen mujeres (o, al revés, hombres), ¿por qué regla de tres habría que reservar un 40 % de puestos para el sexo opuesto y no concederles el total a quienes lo merezcan de verdad?
Quienes defienden la postura de las cuotas y la paridad, creo, siguen mirándonos como "mujeres" y como "hombres" y no como personas. A los políticos cuyas bocas se llenan tanto del término paridad yo les preguntaría, por ejemplo: ¿cuántas mujeres aspiran a ocupar las presidencias y secretarías generales de sus partidos, cuántas son candidatas a dirigir sus Comunidades, a cuántas nombran aspirantes la presidencia del Gobierno? ¿Es que no hay españolas cuyas aptitudes les permitan trascender de la categoría de consejeras o ministras?
Las cuotas no son más que engaños para presumir, por la izquierda y por la derecha, de talante y de modernidad. La igualdad de derechos no tiene que ser uniformidad ni, mucho menos paridad. ¿Por qué hay que mirar si quien aspira a un cargo es hombre o mujer? ¿Sabéis el problema de Barcelona? Dicen ellos mismos que como la mujer ha tardado años en incorporarse al mundo profesional, científico, artístico, literario, etc., no encuentran nombres suficientes para su deseo de equilibrio.
¿Cuál es, para mí, una conducta adecuada en esto del feminismo? La del ministro de Justicia, Juan Fernando López Aguilar, el otro día en Riad. Al ver que a las mujeres periodistas que lo acompañaban les prohibían la entrada en el recinto de una universidad en la que debía impartir una conferencia, ni corto ni perezoso, se negó a pronunciar la conferencia programada. Por ese camino me parece que podríamos empezar a movernos. Y a las calles, vamos a llamarlas como antiguamente: calle del Agua, calle del Alperchín, la Carrera, cuesta de la Colegiata, callejón de las Comedias, calle de la Cilla. Al menos, así recuerdo que se llamaban algunas de mi pueblo antes de que las disfrazaran con nombres de políticos y generales.

domingo, enero 21, 2007

COMPLEMENTOS

Complemento es una palabra polisémica, es decir, que pertenece al grupo de aquellas que tienen significados diferentes según el contexto en que aparecen. El primero de sus significados es el que sirve para designar lo que se añade a otra cosa porque sin ello no estaría íntegra o sería menos perfecta.
En el mundo de la moda y de la decoración, un complemento es cualquier accesorio de la indumentaria, sea masculina o femenina, o el detalle que aporta algo diferente al conjunto en el que encuentra. Una flor, un cinturón, un pañuelo (en la vestimenta); un cuadro, un jarrón (en la decoración), son elementos que modistas, diseñadores y decoradores cuidan con esmero. Porque hay conciencia clara de que el complemento tiene un valor determinado que puede hacer crecer o decrecer el del objeto al que se aplica.
Zalabardo, que sabe de mis orígenes y es conocedor de que yo me crié en un taller (nunca olvidaré aquellas tardes de mi niñez en que mi madre y las jóvenes que con ella trabajaban aliviaban el cansancio de la tarea escuchando las novelas de Sautier Casaseca de la SER y los programas de discos dedicados), me pregunta si hoy pienso hablar de la moda. Le digo que no, que son otros los complementos de los que quiero hablar.
Y es que, en gramática, el complemento es la palabra o sintagma que determina el significado de otros componentes, especialmente del verbo. De ahí su interés: un complemento bien utilizado hace más fácil de entender la frase en la que se incluye. Por el contrario, un complemento mal utilizado la oscurece y dificulta. El llamado complemento circunstanccial, que es el que vamos a ver, determina el tiempo, causa, finalidad, modo, lugar, etc., del proceso enunciado por el verbo.
De una noticia incluida el pasado viernes en El País, entresaco dos citas. Dice la primera: ...cuando ambos ediles salían de una cafetería después de haber participado en un almuerzo al que asistió el presidente nacional del PP, Mariano Rajoy, sobre las seis de la tarde. Y dice la segunda: ...que el Ayuntamiento cedió a una constructora una parcela municipal en la urbanización La Paca donde permitió una edificabilidad mayor a la programada a cambio de 187.000 euros, cuando según el PSOE el valor de mercado del suelo superaba los 800.000 euros. Los dos casos son muy semejantes; tenemos tres verbos tras el tercero de los cuales (en el primer ejemplo) y tras el segundo (en el segundo) se pone un complemento que se refiere al primer verbo: el primer texto se debería haber redactado ...los ediles fueron detenidos a las seis después de haber asistido..., y el segundo ...cedió una parcela a cambio de 187.000 euros cuando el valor de mercado del suelo superaba... De esa forma, evitaríamos malinterpretar que "Rajoy asistió a las seis de la tarde" o que "permitió mayor edificabilidad a cambio de..."
¿Hay alguna regla que nos ayude a colocar bien estos complementos? Simplemente la que nos dice que los pongamos allí donde sea fácil saber de qué verbo dependen y no exista ninguna posibilidad de que los creamos referidos a otros.

sábado, enero 20, 2007

¡QUE VIENE EL LOBO!

A todos creo que nos habrán contado de pequeños el cuento de Pedro y el lobo. Aquel poco responsable pastorcillo se pasó tanto tiempo engañando con su falso aviso sobre la llegada del peligro que, cuando este fue real, nadie lo creyó. Le digo a Zalabardo si no nos estará pasando lo mismo con el asunto del cambio climático y su repercusión sobre el medio ambiente.
El año anterior se nos despidió de manera inquietante. Un informe oficial de Naciones Unidas, avalado por 2.500 científicos venía a decir que parte del calentamiento es ya inevitable, que los cambios que producirá durarán siglos y que sus consecuencias las estamos ya sufriendo de manera irreversible sin que un cambio radical y tajante en la cuestión de la emisión de gases de efecto invernadero pueda remediar la situación.
Ayer conocíamos que el grupo de expertos que controlan reloj que marca lo que nos queda para llegar a la hecatombe total, a la desaparición de nuestro mundo en la forma en que lo conocemos, marca en estos momentos que faltan cinco minutos para la conclusión. Dicho tiempo, que parte de la base de que un día en este reloj representaría la historia de la civilización, se adelanta o se atrasa en función de los riesgos para la catástrofe final. En los años noventa se calculaba que faltaban diecisiete minutos para la medianoche; ahora se nos dice que cinco.
Y, como era de esperar, no todos reaccionamos igual. Mientras que hay personas que se toman en serio estos peligros, este lobo del cambio climático cuya proximidad se nos anuncia, muchas otras desprecian el aviso considerando que se trata de un nuevo engaño del irresponsable pastor. En la ciudad alemana de Friburgo, por ejemplo, más de 10.000 personas trabajan para dotar a la ciudad y su entorno de energía no contaminante; no en vano es la ciudad del mundo con mayor empleo de energía solar. ¿Qué se hace en este campo, por ejemplo, en Málaga?
Cualquier día, cualquier medio, nos aporta una nueva información del desastre que nos amenaza. Por ejemplo, que Australia padece una sequía extrema desde hace seis años en los que apenas ha llovido; que aquello que estudiábamos de pequeños sobre la España húmeda y la España seca se nos está convirtiendo en solo esta última.
¿Es todo esto consecuencia de que no hemos sabido compatibilizar progreso y respeto al medio ambiente? Ahora parece que se nos están encendiendo todas las luces rojas y que al lobo le vemos no solo las orejas sino también las fauces. Pero los avisos nos han sido enviados desde hace mucho tiempo. En 1975 (hace 32 años) Miguel Delibes, escritor y amante de la naturaleza, leyó su discurso de ingreso en la Academia, titulado Mi credo, denunciando ya todos los riesgos que se cernían sobre una naturaleza en peligro. Decía entre otras cosas: "Todo cuanto sea conservar el medio es progresar; todo lo que signifique alterarlo esencialmente, es retroceder". De entonces acá parece que hemos retrocedido más que adelantado.
Podría ser ya el momento de tomar en serio los consejos que a los ciudadanos corrientes nos dan: ahorro energético, uso de transportes colectivos, colaboración en el reciclaje y tratamiento de desechos. Aunque sea de espaldas a unas autoridades que parecen más preocupadas por otros asuntos. Porque, como dice el refrán, un grano no hace granero, pero ayuda al compañero.

viernes, enero 19, 2007

CRÓNICA CARCELARIA

Al paso que llevamos, me dice con su proverbial ironía Zalabardo, los periódicos tendrán que incluir una sección con el título de esta página y crear el puesto de enviados especiales en diversas prisiones del país porque en ellas están ingresando personas que, por diversas circunstancias, concitan el interés del público en general. Claro que el hecho de que en las trenas se encuentren quienes han transgredido más o menos gravemente las leyes no debiera significar que aquellos que informan de lo que acontece en su interior deban por fuerza infringir los códigos del buen hablar y escribir.
Cuando Zalabardo me habla de esta manera, ya sé que ha encontrado algo que quiere que yo enseñe en las páginas de esta agenda. Así que le pregunto qué ha encontrado y me da un ejemplar de ayer del gratuito Qué! abierto por la página 22. Leo un titular: "Alubias con chorizo, la primera comida de 'Farruquito' en prisión". ¿Tú también?, le digo, ¿no hay bastante con los diversos programas de la tele que ya se dedican a esto? Y me dice que no le interesa el contenido, sino el estilo con que se ha escrito la crónica. Por tanto, me dispongo a leer.
La verdad es que el texto no tiene desperdicio. Para empezar el menú informativo, el cronista nos ofrece como entrantes una suculenta ración de redundancia: el bailaor fue ingresado en la unidad de preventivos sin condenas previas. Creo que todo el mundo sabe que la prisión preventiva es la que se sufre mientras se sustancia el proceso y, por tanto, no existe condena. A no ser que se refiera a una unidad de ingresados que carecen de antecedentes delictivos, en cuyo caso debería haberlo explicado mejor. Además, habría que averiguar por qué ponen con preventivos a alguien que ingresa con condena firme.
Si pasamos al primer plato, nos encontramos con este titulillo de un apartado de la crónica: Trabajará seguro. Me imagino que en todos los casos, no solo en el de Farruquito, los reponsables de las cárceles pondrán todos los medios a su alcance para que los internos realicen sus tareas con las máximas medidas de seguridad y sin exponerse a accidentes. Pero cuando se lee lo que sigue, nos podemos enterar de que lo que se quiere decir es que es seguro que trabajará. Es decir que quiere acogerse a las medidas de redención de penas por el trabajo.
Y llegamos al plato fuerte. Otro titulillo: Ya ha organizado sus primer bis a bis con su mujer en la cárcel. ¡Toma castaña! Pienso que ha sido una maldita errata que se ha deslizado traicioneramente, pero no: el bis a bis se repite más abajo. Ya sabemos que el artista está acostumbrado, en su paso por los escenarios, a realizar más de un bis (ejecución repetida de un número de la actuación) para corresponder a los aplausos del público. Pero lo que aquí ha organizado es un vis a vis, que es una expresión francesa que podríamos traducir como cara a cara, y que significa, en las prisiones, el encuentro a solas con un visitante que se autoriza al recluso.
Zalabardo, cuando le devuelto el periódico, me sugiere que así como el refresco de "la chispa de la vida" organiza un concurso de redacción para escolares, se podría pensar en organizar algo semejaante que fuese dirigido a determinados redactores de prensa. La verdad es que algunos lo necesitan.

jueves, enero 18, 2007

EFEMÉRIDES

Le pregunto a Zalabardo por qué habrá tanta gente deseosa de celebrar algo: un nacimiento, una muerte, una construcción, un atentado, lo que sea. Me responde que lo que sucede muchas veces es que con tal de darse relumbrón (sobre todo las autoridades), muchos no dudan en festejar cualquier efeméride; todo sea por salir en los papeles o por conseguir que su nombre figure en una placa.
Hay celebraciones que, de acuerdo con nuestro modo de contar el tiempo, tienen un sentido: los 25 años de algo, los cincuenta, el centenario, el sesquicentenario (ciento cincuenta años). Esos plazos, según mi humilde criterio, pueden pasar . Incluso los matrimonios (no los de ahora, tan efímeros en tantos casos) los tienen presentes: las bodas de plata, las de oro... O, puestos a conmemorar, festejamos cada uno de los años cumplidos por las personas, como si de cada uno pensásemos ser el último.
Ahora, en este año de 2007, nuestras autoridades culturales quieren celebrar con boato el octogésimo aniversario de la Generación de 1927. ¿Por qué los ochenta años? ¿Por qué no se hizo a los setenta y cinco o no se espera a los cien? Puestos así, podríamos celebrar infinidad de eventos: que hace 759 años, el rey Fernando III reconquistó Sevilla; que hace 677 que se publicó el Libro de Buen Amor; que hace 199 se estrenó la Quinta Sinfonía de Beethoven; o que hace 118 se inauguró la Torre Eiffel. ¿Sigo?
Si queremos celebrar acontecimientos culturales, bastantes habrá que se ajusten más al esquema tradicional. Por ejemplo, que hace cien años que Antonio Machado publicó Soledades, Galerías y otros poemas; y ya deberíamos saber la importancia del "eje" Bécquer, Juan Ramón, Machado para los poetas del 27. O que, hace cien años también, Picasso tuvo la maravillosa locura de pintar Las señoritas de Avignon.
La "culpa" de que yo me haya metido en esta vorágine celebracionista la tiene Andrés, el de Benalmádena, que nos dice que ayer, 17 de enero, no mencionaba a Cela, de cuya muerte han pasado seis años. Primero digamos que no han sido seis, sino uno menos, ya que murió en 2002; pero eso da lo mismo. Segundo, le querría decir a Andrés que a los artistas les pasa como al vino, que necesitan de los años para ver si adquieren solera o se quedan en nada. A Cela, como a los demás, habrá que darle tiempo, pues el tiempo lo pondrá en su justo lugar. Pero, si queremos festejos, tal como la fecha de su muerte, podríamos recordar que en 1957 (cincuenta años) ingresó en la Real Academia. O que el año próximo se cumplirán los veinticinco de la publicación de Mazurca para dos muertos, novela que a mí, particularmente, me agrada más que La colmena. O también, ¿por qué no?, que en 1977 (treinta años) publicó aquella excentricidad de la Crónica del cipote de Archidona. Mientras tanto, todo lo que digamos de él no son más que anécdotas y chismorreos, como esa tan curiosa de que él, que tanto presumía de haber sido perseguido por la censura, se ganó el sustento, entre los años 1943 y 1944, trabajando para la censura. Don Camilo, como le gustaba que lo llamasen, nunca lo negó y hay un libro de Justino Sinova que lo cuenta bien. Y tercero, que, entre tanta fecha citada, no garantizo haber acertado en todas.

miércoles, enero 17, 2007

PALABRAS EN CUARENTENA

Igual que hay días que uno quisiera borrar del calendario porque en ellos no se nos ha dado nada bien (al menos, no como nos hubiera gustado), hay otros días a los tendríamos que añadir horas para poder dar cumplimiento a cuanto se nos presenta. Eso nos ocurrió ayer a Zalabardo y a mí, que nos vimos constreñidos por las circunstancias a más de lo que nos fue posible: acudir a las rebajas con la familia, atender visitas que no se esperaban, encarar lecturas ineludibles, preparar las clases... Al final, una página de la agenda que se quedó en blanco, un hueco en este ejercicio que me he propuesto de un apunte cada día. Menos mal que Zalabardo, que suele ser positivo en eso de encarar los sucesos tal como se presentan y que, a la vez, tiene ese poquito de retranca en cuanto dice respondió a mi preocupación: total, un día de descanso que más de uno agradecerá. No le pregunto lo que quiere decir por no complicar la situación entre los dos.
Bueno, mi intención de ayer, la cumplo hoy, era hablar de las palabras, mejor de esas frases que solemos llamar coloquiales, que ponemos en cuarentena, o que incluso llegamos a proscribir del todo ante la especie de que pueden resultar ofensivas para personas o colectivos concretos. Estamos, pues, en el terreno de la corrección política en el habla. Esta tendencia hacia lo políticamente correcto nació en los Estados Unidos en los años ochenta con la intención de proscribir o modificar cuanto, en el terreno del lenguaje, pudiera considerarse que no cumple con determinados protocolos de cortesía o pudiera herir susceptibilidades. Pero, y Zalabardo es de mi opinión, creo que a veces vamos demasiado lejos en el propósito.
Se define la frase coloquial como aquella que es de uso común y expresa una sentencia a modo de proverbio. Y si miramos lo que se entiende por sentencia, leemos que es un dicho grave y sucinto que encierra doctrina o moralidad. Pues ni aún así. Lo políticamente correcto considera que en ellas hay o puede haber una aviesa intención de menosprecio hacia alguien. Y condenamos la frase, que ya no se puede decir sin que se levante una voz que nos recrimine.
Hay pues que tener mucho cuidado antes de decir que algo es una merienda de negros o que una situación se desarrolla como moros sin señor para aludir a una reunión en la que reina confusión y algarabía. Del mismo modo nos guardaremos de prevenir a un interlocutor con el aviso de que hay moros en la costa. Y evitaremos aludir al barrio chino, como no acusaremos a alguien de hablar como una verdulera o nunca se nos ocurrirá decir a alguno que lo han engañado como a un chino o que fuma como un carretero.
No importa cuál pueda ser el origen de tales frases o lo que con ellas se pretenda expresar. Basta lanzar al aire la opinión de que son hirientes para los negros, para los chinos, para los moros, para las verduleras y para los carreteros. Tampoco importa que haya otras frases de semejante naturaleza en las que esos mismos sujetos aparecen bien considerados; por ejemplo, ser algo obra de moros (o de romanos) se usa para señalar que algo ha costado mucho tiempo y trabajo y es perfecto en su línea; ser tarea de chinos indica que es difícil y requiere paciencia y atención; trabajar como un negro quiere decir que se trabaja mucho. Pero, pese a ello, los prejuicios nos inducen incluso a plantearnos si podemos siquiera utilizar los adjetivos moro, chino o negro. Así están las cosas.

lunes, enero 15, 2007

MOW BE'

Hay quien dice que aquello que no se conoce es como si no existiera, aunque la realidad está ahí fuera, independiente de cada uno de nosotros. Hasta este mediodía yo no sabía nada de Mow be'. Ahora que la tarde empieza a decaer sigo sabiendo poco, pero al menos he conocido su existencia y la de su pueblo, los nakuk. Mow be', nombre que significa Gran Perdiz, se suicidó el pasado octubre ingiriendo unas hierbas venenosas de las muchas que conocía al no haber podido conseguir los recursos necesarios para volver, él y su gente, al que ancestralmente había sido su territorio.
Los nakuk son un pueblo indígena que, no se sabe desde cuándo, habitaban una región situada entre las cuencas de los ríos Guaviare e Inírida, en la Amazonía colombiana, en la zona suroriental del país. Los nakuk son simplemente uno de los grupos que integran una rama humana más amplia, los makú, posiblemente el único grupo humano que practica una vida nómada en el subcontinente sur americano. Recolectores y cazadores, viven en pequeñas comunidades que se trasladan continuamente de un lugar a otro por la amplia selva amazónica. Su modo de vida no les permite acumular pertenencias. Sus hamacas y los útiles de cocina, que fácilmente se transportan, son sus propiedades. Viven en construcciones fáciles de montar a base de maderas y hojas de palma que puedan guarecerlos de las inclemencias. ¿Su alimentación?: pescado, fruta, verduras, frutos secos, miel, insectos y carne de mono. Cuando escasean los productos de una zona, recogen sus cosas y se cambian a otra. Su temporal asentamiento en un lugar no causa ningún tipo de daño a la naturaleza
Me llama la atención Zalabardo porque dice que estoy hablando en presente de una situación que en la actualidad es muy diferente. En efecto, desde aproximadamente 1993 la vida de los nakuk ha sido muy distinta porque hubieron de enfrentarse a tres problemas: la civilización, el narcotráfico y la guerrilla. Cuando se supo de la existencia de los nakuk surgió de inmediato el afán de "integrarlos" en nuestra idea de civilización; se les evangelizó según los cánones de nuestra religión sin tener en cuenta sus creencias, se les enseñó nuestra lengua sin apenas hacer esfuerzos por entender la suya, se les hizo sedentarios obligándoles a residir en Puerto Ospina o San José del Guaviare sin entender que su vida no es nada sin el nomadismo, se les contagiaron enfermedades de las que nunca habían oído hablar. Luego vinieron los cocaleros, que los privaron de sus espacios vitales porque eran un buen terreno para cultivar la coca. Y, finalmente, los guerrilleros de las FARC se hicieron dueños de sus selvas para desde allí hostigar a las fuerzas del Gobierno.
Nadie ha tenido en cuenta que los nakuk son personas bondadosas que se expresan mediante abrazos, que se toman continuamente de las manos, que se dan golpes cariñosos en la espalda. Ahora el número de sus miembros se ve diezmado por mor de enfermedades que nunca antes habían conocido. Y cuando algunos han tomado conciencia del peligro de extinción que les amenaza, se encuentran con que los cocaleros y la guerrilla les dicen que no piensen en regresar a sus tierras porque no les dejarán aposentarse en ellas de nuevo.
Mow be' pertenecía a uno de los clanes que más ha sufrido las consecuencias de la guerrilla, la colonización y las epidemias. En San José del Guaviare los quisieron engatusar con linternas, machetes, calzado y grabadoras; les daban arroz, pasta, lentejas..., pero no les daban las frutas silvestres a las que estaban acostumbrados ni la carne de mono que les apetecía. Tenían que ser sedentarios cuando amaban la movilidad.
Mow be' soñaba con su paraíso perdido y no consintieron que lo recuperara. Al no poder resistirlo, se suicidó.

domingo, enero 14, 2007

HABLAR BIEN

A raíz de una pregunta que José Antonio me hacía días atrás y otra de Rocío y Pilar Quintana, Zalabardo me dice que, cuando nos quejamos de que se habla mal, es posible que estemos un tanto equivocados, pues señala la experiencia de quienes nos dedicamos a la enseñanza que en la gente normal y corriente se da una preocupación lingüística mayor de lo que en ocasiones imaginamos. Bastantes alumnos, y quienes no lo son, preguntan reiteradamente: ¿se puede usar tal palabra?, ¿viene esta otra en el diccionario?, ¿cómo se dice esto?, ¿está bien dicho aquello?, etc. Luego hay preocupación.
¿Estará entonces el centro de la cuestión en lo que entendamos por hablar bien? Después de darle al asunto muchas vueltas, Zalabardo y yo coincidimos en que hablar bien debería ser hacerlo con claridad, naturalidad y espontaneidad, sin afectación ni pedantería; en suma, que hablará bien quien con sencillez consigue expresar lo que desea comunicar. Y todo ello desde una posición de respeto, aunque desenfadado, hacia el modelo ideal y común de lengua, sin abandonar por eso las peculiaridades dialectales, regionales o locales.
Me preguntaba José Antonio si se podía decir fuertísimo o había que decir fortísimo. ¿Y por qué no se ha de poder decir lo primero? Aquí nos encontramos ante la forma culta latina (la segunda) y la más coloquial, derivada directamente del adjetivo fuerte, (la primera). ¿No decimos también buenísimo mejor que bonísimo? Lo malo está en pensar que la forma culta (consecuencia de la introducción del mismo vocablo en un tiempo posterior, sin pasar ya por las transformaciones fonéticas normales de las voces populares) sea más aconsejable que la coloquial, que es la que ha seguido la vía normal y lógica del proceso de formación de la lengua. El caso de los superlativos es ejemplo claro de lo que decimos. Planteo yo: ¿por qué decir paupérrimo si podemos decir pobrísimo; o novísimo por nuevísimo; o integérrimo por integrísimo; o aspérrimo por asperísimo; o pulquérrimo por hermosísimo; o crudelísimo por cruelísimo? Y podría seguir. El Diccionario panhispánico, que ya he mencionado repetidas veces, da validez a ambas formas, aunque deja bien claro que la primera es culta y, sin llegar a afirmarlo, creo entender que insinúa que es la preferible. Explicar las formas cultas nos llevaría a hablar de las formas latinas originales y los cambios fonéticos producidos en su paso hasta el español; ¿por qué la gente común y corriente ha de saber esas cuestiones, que son para especialistas?
La pregunta de Rocío y Pilar era: si misoginia significa 'aversión u odio a la mujeres', ¿qué palabra significa 'aversión u odio a los hombres'? Les contesté que ignoraba si existe la palabra, pero que en buena lógica debería ser misandria. Luego he visto que el DRAE no recoge tal término (que he podido comprobar que se utiliza en algunos documentos), aunque sí ofrece androfobia con el mismo sentido. Lo que ocurre es que el diccionario académico ofrece la pareja androfobia y ginefobia, por un lado, mientras que por el otro solo recoge misoginia, cuyo antónimo exacto debería ser misandria. Y aquí utilizamos los cultismos porque carecemos de términos coloquiales equivalentes.
Me pide finalmente Zalabardo que aclare que a estas cosas nos referimos cuando, más arriba, hablamos de claridad, naturalidad y espontaneidad y de rechazo de la pedantería y la afectación. Y con esto (esperamos) quedan respondidas las dudas de manera simplísima (que no simplicísima).

sábado, enero 13, 2007

LOS TOROS Y EL LENGUAJE

Me imagino que todos cuantos leen estas notas saben que este año de 2007 será el último en que se celebren corridas de toros en Barcelona. Las causas hay que achacarlas, a medias, a la empresa de la plaza, que alega que las corridas ya no son rentables, y a los ediles municipales, que llevan tiempo luchando por desterrar las corridas de toros de la ciudad. El adalid actual de tal movimiento es el republicano Jordi Portabella que ha hecho lo indecible por considerar la ciudad "antitaurina", aunque ya en 2004 Iniciativa per Catalunya presentó una moción para prohibir los espectáculos taurinos.
Los toros han despertado, desde siempre, filias y fobias en nuestro país. Lo que, en cualquier caso, no se puede es negar que tales espectáculos tienen una honda raíz popular y pertenecen a nuestro acervo tradicional. Independientemente de que los defendamos o condenemos por la razón que sea. Últimamente, la razón más esgrimida para condenarlos es la de la defensa de los animales, aunque no sea la única. Nuestra literatura es, también, reflejo de tales actitudes: Fiesta de toros en Madrid, de Nicolás Fernández de Moratín, o Llanto por la muerte de Ignacio Sánchez Mejías, de García Lorca, son buenos ejemplos de la taurofilia, sin que olvidemos El caballero de Olmedo, de Lope de Vega. En el polo opuesto está, creo que por encima de todos, el Informe sobre los espectáculos y diversiones públicas, de Jovellanos.
Creo que Zalabardo, que quiere sopesar argumentos a favor y en contra, es más defensor que detractor de las corridas de toros. Pero me dice que él se muestra escéptico de que puedan desaparecer del todo. Y como no quiere seguir hablando de ello, me arrastra sibilinamente hacia otra cuestión: la influencia del mundo taurino en el lenguaje diario. Hago como que no me doy cuenta y simulo haber caído en su trampa. La jerga taurina es riquísima, como consecuencia de la larga historia de esta actividad en nuestro país. Covarrubias, en su Tesoro, dice que "los españoles son apasionados por el correr de los toros" y remonta la fiesta hasta los griegos. El DRAE recoge más de ciento ochenta palabras relacionadas con las corridas de toros. De ellas, muchas han pasado, como palabras simples o expresiones, al lenguaje diario. Veamos algunas, siquiera sean las más comunes: someter a alguien a acoso y derribo; hacer una faena de aliño, cuando se hace algo sin mucho interés, sino deseando terminar lo antes posible; dejar o estar para el arrastre; dar a alguien el descabello; coger el olivo, es decir, rehuir algo y refugiarse para no sufrir malas consecuencias; ser un simple peón, no tener responsabilidad, o tenerla solo secundaria, en algo; pinchar en hueso, cuando algo se nos resiste; hacer algo como para salir por la puerta grande, tener éxito; ver los toros desde la barrera, opinar de algo desde una posición de ventaja en la que no se expone uno a ningún peligro; o coger al toro por los cuernos, enfrentar una cuestión con decisión sin que importen los riesgos.
Por supuesto que hay más. Algunas son palabras tan específicas del espectáculo taurino que se perderían si la fiesta se perdiera, lo que en sí mismo no es argumento de nada porque muchas palabras nacen y mueren continuamente; y en cuanto a las expresiones como las comentadas más arriba, si los toros desaparecieran llegaría un momento en el que nos costaría explicar el origen de su sentido. Como también se perdería, que no lo duden los abolicionistas que tanto lo defienden, el toro de lidia, cuya cría no tiene otra finalidad que la de ser uno de los factores, es posible que el principal, de las corridas.

viernes, enero 12, 2007

SER O NO SER

Quería haberme mantenido al margen de la agria discusión que, mal que me pese, se ha originado. Pero Zalabardo, que hoy esperaba impaciente mi vuelta del instituto, me dice que eso no es posible; que si yo, aunque sea tan solo de modo indirecto, he dado pie a ella, tengo, por lo menos, que mediar. ¿Y qué les puedo decir?, requiero preocupado de Zalabardo. Él no me responde; se limita a pasarme un libro que al instante reconozco como el Quijote. Es el primer volumen de la edición del cuarto centenario, la dirigida por Francisco Rico. Colijo que, en mi ausencia, Zalabardo ha estado meditando sobre el tema. El ejemplar tiene unas tiras de papel marcando unas determinadas páginas. Abro por la primera marca y me encuentro con el capítulo quinto de la primera parte. Don Quijote ha quedado en el suelo, maltrecho, después de ser apaleado por el mozo de unos mercaderes. Acierta a pasar por allí un vecino que lo reconoce y se apresta a socorrerlo. Oyendo las incoherencias que recita el caballero, le dice: "Mire vuestra merced, señor, pecador de mí, que yo no soy don Rodrigo de Narváez [...] ni vuestra merced es Valdovinos, ni Abindarráez, sino el honrado hidalgo del señor Quijana." A lo que don Quijote reponde: "Yo sé quién soy, y sé que puedo ser, no solo los que he dicho, sino todos los Doce Pares de Francia."
¿Sería la novela cervantina igual si el protagonista hubiese sido Alonso Quijano, o es lo que es gracias a que el protagonista es don Quijote?, me pregunta Zalabardo, que, sin dejarme responder, continúa: Si Alonso Quijano era don Quijote porque quería serlo, tal como podía haber sido otro, ¿por qué no dejamos que Andrés, el de Benalmádena, el viejo de la colina, sea quien quiera ser? ¿No pudiera darse el caso de que esta agenda, sin él, resultase diferente? Y sigue sin dejarme intervenir: Tú también le comunicaste ya tus dudas, ¿no? Pues punto. Le digo que estoy de acuerdo y que debemos dejar que cada cual sea quien y como quiera ser. Que no debemos vetar la participación de nadie. Que si yo me hice cargo de su agenda y la publicaba sin pedir permiso a nadie, debía estar abierto a cualquier intervención o a cualquier crítica, dentro de los exigibles marcos del respeto a las personas. Y así seguirá. Que cada cual, en fin, se vista con los ropajes que quiera, que yo procuraré que los nuestros estén lo más limpios posible, aunque sin adornos estridentes. Eso sí, le añado, me gustaría que los comentarios que se envíen versaran sobre el contenido de las notas.
Cuando le voy a devolver su libro, Zalabardo me indica la otra tira de papel. Veo que es el prólogo de la segunda parte, cuando Cervantes se queja del apócrifo Quijote, que se había adelantado a la segunda parte verdadera, y de quien lo compuso, y dice: "...pues no osa aparecer a campo abierto y al cielo claro, encubriendo su nombre, fingiendo su patria, como si hubiera hecho alguna traición de lesa majestad. Si por ventura llegares a conocerle, dile de mi parte que no me tengo por agraviado." ¿Y qué digo a esto? Que tampoco yo me siento agraviado porque alguien oculte o disfrace su nombre. Que, mientras seamos educados y respetuosos, lo mismo me da que se finjan nombres o se mantenga el anonimato; aunque, para ser sincero, me agradaría, si acaso he de dirigirme a alguna persona, hacerlo por su nombre, aunque sea fingido. Una sola cosa me molestaría: que alguien pretendiera aprovecharse de la agenda que Zalabardo me presta para buscar fines diferentes a los que el propio Zalabardo pensó. E incluso si así fuera, allá cada cual con su conciencia, que la de Zalabardo y la mía, por ahora, están tranquilas.
Le pido opinión a Zalabardo sobre lo que he escrito ya que, al fin y al cabo, su contenido nos concierne a los dos. Lo lee, mueve la cabeza a un lado y otro, y con su habitual tono socarrón, dice: siempre es posible hacer mejor todo.

jueves, enero 11, 2007

SOBRE PROGNATO Y BELFO

Quedábamos ayer hablando de que no se debe uno ufanar de lo que sabe con el fin de humillar a los demás y de que hay que valorar aquello que se sabe en su justa medida. Siguiendo en la misma línea y, aunque parezca lo mismo, muchas veces he tratado con Zalabardo de que no hay que presumir de lo que se sabe, aunque tampoco se debe despreciar el conocimiento. Digo esto porque, de acuerdo con una idea que he manifestado en repetidas ocasiones en esta agenda, hay personas que asumen una gran responsabilidad cuando hablan de cualquier tema, dado que son muchos los oídos pendientes de sus palabras. Son estas personas profesores, artistas, periodistas y locutores cuyo trabajo se basa en gran medida en la palabra y desarrollan su actividad de cara a amplios públicos.
El sábado pasado, en un programa deportivo, unos locutores y colaboradores que comentaban el desarrollo del partido Real Zaragoza-Sevilla hicieron alusión en un determinado momento a los rasgos fisionómicos del futbolista Sergio, del Zaragoza. Y se produjo, creo que lo reproduzco con bastante fidelidad, el siguiente diálogo: "Es que tiene mandíbula prognata". "¿Y qué es eso?" "La de los Austrias y los Borbones". "¿Pero eso no son los belfos?" "No, los belfos son una cosa de animales". Y así quedó el asunto. No creo que unos locutores de la que es la cadena de emisoras más oída de España, la SER, puedan tener esa conversación y dejarla de tal manera. ¿Hay mayor simplicidad y superficialidad? Se dice que cada día vamos empobreciendo más nuestro léxico y ejemplos como este parecen venir a dar la razón a tal afirmación. Prognato y belfo no son palabras frecuentes y habrá mucha gente normal que las desconozca. Pero si un profesional de la radio las utiliza, debe hacerlo con precisión y de manera que quienes están a la escucha puedan enterarse sin dificultad. Cualquier otra cosa, a mi juicio, sería no solo un menosprecio hacia los oyentes, sino una absoluta demostración de desconocimiento. En resumidas cuentas, yo no debo presumir de que conozco esas palabras, pero tampoco de ignorarlas y, ya que las utilizo, mi deber es hacerlo de modo que me entiendan bien cuantos no tienen la obligación de conocerlas.
Y vamos a ello sin más dilación: prognato es un adjetivo de origen griego que, aplicado a las persona, designa 'que tiene las mandíbulas, y muy particularmente la inferior, salientes'. Mandíbula prognata es, pues, aquella 'especialmente pronunciada y saliente'. Y belfo (o belfa) es un adjetivo que se aplica a la 'persona que presenta el labio inferior caído y más grueso que el otro', de forma que le hace tender a presentar la boca abierta casi de manera continuada. Como sustantivo, belfo se emplea para designar 'cada uno de los labios de los caballos y algunos otros animales'. Joan Corominas nos explica que su etimología se remonta al adjetivo latino bifidus, 'partido en dos', porque la persona belfa 'tiene la cara como partida en dos por la caída del labio'.

miércoles, enero 10, 2007

DON EDUARDO

Como dije, esto es lo que pensaba escribir ayer. Muchas veces he hablado con Zalabardo del respeto que hay que guardar a los maestros, respeto que en nuestros días, por desgracia, se ha perdido en gran medida. Yo a los míos les guardo profundo respeto y a muchos, algo mejor, sincero aprecio. De algunos aprendí, incluso, lo que un maestro no debe nunca hacer. Don Eduardo fue el primero que tuve, el que me enseñó a leer y a escribir, quien me ocupaba en escribir palotes y páginas de caligrafía para tratar de amoldar la letra rebelde que siempre he tenido, quien me proporcionó las primeras nociones de cálculo. En las frías mañanas de invierno, don Eduardo nos hacía sacar los pupitres al patio para dar la clase confortados por los rayos del sol. En los últimos años que con él estuve, fue quien me dio a conocer el Quijote, ya que, puestos en corro alrededor de su mesa, nos hacía leer cada día fragmentos de una edición escolar que manejábamos. Don Eduardo, también, nos contaba historias de las que debíamos extraer alguna enseñanza moral.
Una de esas historias, recuerdo, contaba que un hombre sabio tuvo necesidad de pasar desde una isla hasta el cercano continente. Durante el trayecto en barca, preguntaba al barquero acerca de sus conocimientos en torno a diferentes materias. "¿Y qué sabe usted sobre la inmortalidad del alma?", le decía, por ejemplo, a lo que el pobre barquero confesaba su ignorancia. "Pues ha perdido usted al menos diez años de su vida", sentenciaba el sabio para volver al poco con una nueva pregunta: "¿Qué sabe usted del movimiento de los astros?" Y como el barquero persistiera en que no sabía más que de atravesar viajeros de orilla a orilla, le decía:"Ha perdido usted otros diez años de su vida". En estas estaban cuando un golpe de mar hizo zozobrar la barca y convertirse en náufragos a los viajeros. El barquero se dirigió al sabio y le preguntó: "¿Sabe usted nadar?", a lo que el sabio contestó negativamente. "Pues ha perdido usted su vida entera", dijo sin inmutarse el barquero. Si la historia no era así, se le parecía mucho.
Nunca he sabido explicarme por qué recuerdo esta historia con más fuerza que otras. Y de ella he hablado en bastantes ocasiones con Zalabardo. Juntos, hemos convenido en obtener de ella, como moraleja, que nunca debemos ufanarnos de lo que sabemos con el vano interés de humillar a los demás; pero igualmente hemos coincidido en interpretar que nunca se sabe qué tipo de saber es más práctico y provechoso y que hay que valorar cualquier conocimiento en lo que de utilitario pueda tener sin despreciar ninguno.
Llevo un tiempo en el que no sé bien qué me pasa que me alargo en estas notas. Tenía intención de sacar el recuerdo de don Eduardo a propósito del comentario que pensaba hacer de una conversación oída el otro día en la radio, durante un programa deportivo. Tendré, pues, que dejar dicho comentario para mañana.

martes, enero 09, 2007

UN HIPÉRBATON

Hoy casi no puedo escribir el comentario correspondiente, pues el servidor fallaba y no me era posible conectar con Blogger. Pero ahora que vuelvo del cine y de pasear por el centro, Zalabardo me avisa de que el problema ya está solucionado. Empezaré contestando a la pregunta de Mari Paz; Me consultaba, supongo que habéis leído su comentario, si son más correctos los giros al haber perdido estas o al perder estas en lugar del que yo utilizaba, al haber estas perdido. Le doy mi opinión, que pudiera diferir de la que mantengan otros: las tres son correctas, aunque algunos mantengan que las que propone Mari Paz son más "adecuadas".
Intentaré explicarlo sin pecar de excesiva erudición; hay unas unidades lingüísticas, que Antonio Quilis llama sirremas, que se definen como "agrupaciones de dos o más palabras que constituyen una unidad gramatical, una unidad tonal, una unidad de sentido y, además, una unidad sintáctica". Cita como sirremas en español las siguientes agrupaciones: determinante + sustantivo; sustantivo + complemento determinativo; formas compuestas de los verbos; perífrasis; adverbio + verbo, adjetivo o adverbio; conjunción + parte del discurso que le sigue; preposición + término; pronombre átono + la palabra que le sigue; y adjetivo + sustantivo (o al revés). Estas agrupaciones, en teoría, son indisolubles y entre sus elementos componentes no cabría introducir nada.
Pero la verdad es que a veces sí se introduce algo y el sirrema "se rompe". ¿En qué casos? Citaré únicamente dos: 1) Cuando un sirrema se distribuye entre dos versos, tenemos lo que llamamos encabalgamiento, eliminación de la pausa versal. Y 2) cuando un sirrema queda separado en cualquier otra circunstancia tenemos una de las formas de lo que llamamos hipérbaton, alteración del orden usual de los elementos de la oración. ¿Qué hay en el giro que yo utilizo?: un infinitivo compuesto, haber perdido, queda dividido al introducir entre el verbo auxiliar y el principal el sujeto, estas. Tenemos, pues, un hipérbaton, que no se da tan solo en la literatura, sino también en la lengua diaria. Quiero daros unos ejemplos de nuestra literatura clásica. Escribe Góngora al comienzo de Las soledades: Pasos de un peregrino son errante /cuantos me dictó versos dulce Musa. Y escribe Quevedo en su bellísimo soneto Amor constante más allá de la muerte: medulas que han gloriosamente ardido. Góngora separa un sustantivo (peregrino) de su adjetivo (errante) y un determinante (cuantos) de su sustantivo (versos) introduciendo en medio el verbo (son y me dictó). Quevedo separa el verbo auxiliar (han) y el principal (ardido) de una forma compuesta introduciendo en medio un adverbio (gloriosamente). En el giro que yo empleo, repito, separo el verbo auxiliar (haber) del principal (perdido) colando en medio el sujeto (estas). Y perdón por enfrentar un giro mío con otros de Góngora y Quevedo. Cualquier parecido es pura coincidencia. En serio, lo que quiero decir es que esto es algo más usual de lo que pensamos; anoche mismo, en la radio, oía decir: esta es una muy buena ocasión... Otro hipérbaton.
Pensaba escribir sobre otro asunto, pero la respuesta a la consulta me ha ocupado todo el espacio. Supongo que a Mari Paz le habrá parecido bien y que Andrés dirá qué adónde voy con esas cosas. Los demás, no sé. En cualquier caso, pido disculpas. Eso sí, tendré que cambiar el título que ya había escrito (Don Eduardo), que quedará en suspenso hasta mañana.

lunes, enero 08, 2007

RELATO PASTORIL

La noticia ocupa apenas cuatro líneas como pie de foto en El País de hoy: unos 300 jornaleros del Sindicato de Obreros del Campo (SOC) expropian la cosecha de aceitunas de unos olivos que ocupan ilegalmente un cordel y dedican el beneficio obtenido a obras benéficas y a pagar multas impuestas al Sindicato. Esta información requiere dos aclaraciones: qué es el SOC, la primera, y qué es un cordel, la segunda.
El SOC es un sindicato integrado por trabajadores del campo, nacido hacia 1976 y que, como una especie de Robin Hood andaluz, lucha especialmente, con su Secretario General Diego Cañamero y con Juan Manuel Sánchez Gordillo, alcalde de Marinaleda, a la cabeza, por los derechos de los jornaleros frente a los abusos de los terratenientes.
La palabra cordel designa un tipo de vía pecuaria (camino para el ganado trashumante), lo que nos remonta hasta la antigua institución de la Mesta. El Honrado Concejo de la Mesta de los Pastores de Castilla, que ese fue su nombre, se creó en el siglo XIII por auspicio de Alfonso X con la misión de regular las relaciones entre los grandes agricultores y los ganaderos que exigían su derecho de paso para el ganado. En su tarea legislativa, la Mesta determinó qué caminos quedaban reservados para el paso del ganado y cuáles eran las responsabilidades y derechos de unos y otros. En nuestra época, la ley 3/1995, de 23 de marzo, recoge y actualiza todo lo concerniente a dichas vías pecuarias. Al haber estas perdido su sentido originario, también muchas de sus palabras se han perdido o son poco conocidas. De ellas quiero ocuparme.
Dice la ley que dichas vías son bienes de propiedad pública inalienables (su dominio no puede pasar a otro), imprescriptibles (la ley que las regula no se extingue) e inembargables. Pero, como digo, ya no hay una ganadería trashumante que las utilice, y muchos terratenientes las van anejando, de forma indebida, a sus propiedades. Contra ello luchan, entre otros, los miembros del SOC, que alegan que de las 100.000 hectáreas de vías pecuarias andaluzas, casi 80.000 están ocupadas ilegalmente.
La ley citada clasifica las vías pecuarias en cañadas (con anchura máxima de 75 m.), cordeles (anchura de 37,5 m.) y veredas (anchura de 20 m.). Vías de menor importancia son las coladas. La ley dice que, aparte de estos nombres, tendrán valor de denominación cualesquiera otros que se utilicen en las diferentes zonas de España y cita los de cabañeros y galianas (que son cañadas), azagadores (sendas específicas para ovejas y cabras), carreradas, ramales y traviesas. Además, la ley protege los lugares complementarios para la actividad ganadera: abrevaderos y fuentes (para beber), descansaderos y majadas (lugares donde ganados y pastores se recogen para pasar la noche.
Hoy, bastantes de estas vías han servido de base para el trazado de las modernas carreteras. Otras son los carriles por los que transitamos los senderistas (Zalabardo es gran aficionado) cuando no las encontramos cortadas por alambradas, que todavía hay demasiadas puertas en el campo. Otras muchas vías, desgraciadamente, han desaparecido, absorbidas por propietarios poco escrupulosos. Para recuperar el uso público de estas últimas luchan, como digo, el SOC y otras agrupaciones defensoras de la naturaleza). En Málaga hay documentadas casi cuarenta de estas vías, la mayor parte de ellas veredas. El libro Por los montes de Málaga y de la Axarquía, de Rafael Yus Ramos y otros les dedica un capítulo.

domingo, enero 07, 2007

LA ORTOGRAFÍA Y LOS GRUPOS CONSONÁNTICOS CULTOS

Ayer falté a la cita porque el día exigía festejar a los Reyes Magos y ejercer de abuelo. Dice Zalabardo con toda la sorna de que es capaz que tampoco nadie nos habrá echado demasiado en falta. Prefiero no contestarle.
Desde el otro día sigo dándole vueltas en la cabeza al tema de la ortografía y su tratamiento normativo. Se podría decir bastante de la supresión de h, se podría argumentar también de la simplificación b/v. Pero creo que lo que más claridad (o a lo mejor oscuridad) nos puede dar sobre la cuestión es mirar un poco hacia los grupos consonánticos cultos. Son estos ciertas agrupaciones de dos o tres consonantes que existían en latín y que, en sus orígenes, el castellano tendía a simplificar (bs, cc, cn, cs, ct, ds, gn, gd, mn, etc.: factu > hecho, pugnu > puño, scamnu > escaño, etc.)
Cuando desde finales de la Edad Media, y sobre todo en los Siglos de Oro, nuestra lengua recomenzó a coger del latín palabras que contenían estos grupos, se inició el problema: si se respetaba la tendencia natural a la simplificación (fonetismo ortográfico) o se mantenía la forma latina (etimologismo). Si atendemos al Tesoro de Covarrubias, observamos que impera la simplificación (setiembre, dino -por digno-, perfeto -por perfecto-, ostinado -por obstinado- etc.)
Sin embargo, podemos decir que la situación en el tiempo presente es muy irregular, puesto que se dan tres casos diferentes: 1) palabras en las que ha triunfado la simplificación: fruto (aunque fructificar), conciencia (aunque inconsciencia), trasladar; 2) triunfo de la conservación: inspiración, absceso, menstruación; 3) alternancia, aunque la norma prefiera la primera forma sobre la segunda: septiembre (mejor que setiembre), suscriptor (mejor que suscritor).
Pero a lo que me quiero referir aquí es especialmente a cómo funciona la norma, es decir, a cuál sea la actitud de la Academia en este punto. Siento tener que decir que peca de la misma irregularidad a la hora de adoptar un criterio. Veamos algunos casos e intentaré no complicar la exposición: las ediciones del Diccionario de la Academia comprendidas entre los años 1837 y 1852 prefieren sustancia a substancia; pero desde 1869 a 1985 se cambia el criterio y se propugna susbtancia en lugar de sustancia para, desde 1992, volver a preferir sustancia. Pero si vemos un caso semejante, en 1869, se prefiere sustituir a substituto, o sea, criterio opuesto en la misma edición.
Como no quiero cargar este apunto de muchos datos, voy resumiendo: en 1817 se defiende setiembre (fonologismo), aunque en 1992 se defiende septiembre (etimologismo). En el momento presente, se recoge como única forma oscuro, aunque frente a ella están obstáculo, obstar, obstinación, etc. Respecto al grupo ns+consonante, la Academia prefiere la forma culta sobre la simplificada (transportar, transcurrir, transfusión, etc.), pero recoge como formas únicas trasladar, traspasar, trascendental o trasplante. O, mientras se defiende la conservación de ps en unas palabras (psicología, psoriasis), se aconseja la forma simplificada en otras (seudónimo, seudópodo).
Lo que finalmente quiero decir es que no se sigue un criterio uniforme y eso termina por confundir a la gente normal y corriente que, en muchos casos, no sabe si hay más normas que excepciones, o por qué hay palabras que se escriben como se pronuncian mientras que en otras semejantes no pasa igual. En medio, estamos nosotros, que debemos vigilar para que se cumpla la norma. Por eso consideraba necesario el otro día iniciar un debate en torno a la ortografía.
Cuando pongo el punto y final, me dice Zalabardo al oído: "Menudo peñazo has soltado". Si es así, pido disculpas.