sábado, enero 20, 2007

¡QUE VIENE EL LOBO!

A todos creo que nos habrán contado de pequeños el cuento de Pedro y el lobo. Aquel poco responsable pastorcillo se pasó tanto tiempo engañando con su falso aviso sobre la llegada del peligro que, cuando este fue real, nadie lo creyó. Le digo a Zalabardo si no nos estará pasando lo mismo con el asunto del cambio climático y su repercusión sobre el medio ambiente.
El año anterior se nos despidió de manera inquietante. Un informe oficial de Naciones Unidas, avalado por 2.500 científicos venía a decir que parte del calentamiento es ya inevitable, que los cambios que producirá durarán siglos y que sus consecuencias las estamos ya sufriendo de manera irreversible sin que un cambio radical y tajante en la cuestión de la emisión de gases de efecto invernadero pueda remediar la situación.
Ayer conocíamos que el grupo de expertos que controlan reloj que marca lo que nos queda para llegar a la hecatombe total, a la desaparición de nuestro mundo en la forma en que lo conocemos, marca en estos momentos que faltan cinco minutos para la conclusión. Dicho tiempo, que parte de la base de que un día en este reloj representaría la historia de la civilización, se adelanta o se atrasa en función de los riesgos para la catástrofe final. En los años noventa se calculaba que faltaban diecisiete minutos para la medianoche; ahora se nos dice que cinco.
Y, como era de esperar, no todos reaccionamos igual. Mientras que hay personas que se toman en serio estos peligros, este lobo del cambio climático cuya proximidad se nos anuncia, muchas otras desprecian el aviso considerando que se trata de un nuevo engaño del irresponsable pastor. En la ciudad alemana de Friburgo, por ejemplo, más de 10.000 personas trabajan para dotar a la ciudad y su entorno de energía no contaminante; no en vano es la ciudad del mundo con mayor empleo de energía solar. ¿Qué se hace en este campo, por ejemplo, en Málaga?
Cualquier día, cualquier medio, nos aporta una nueva información del desastre que nos amenaza. Por ejemplo, que Australia padece una sequía extrema desde hace seis años en los que apenas ha llovido; que aquello que estudiábamos de pequeños sobre la España húmeda y la España seca se nos está convirtiendo en solo esta última.
¿Es todo esto consecuencia de que no hemos sabido compatibilizar progreso y respeto al medio ambiente? Ahora parece que se nos están encendiendo todas las luces rojas y que al lobo le vemos no solo las orejas sino también las fauces. Pero los avisos nos han sido enviados desde hace mucho tiempo. En 1975 (hace 32 años) Miguel Delibes, escritor y amante de la naturaleza, leyó su discurso de ingreso en la Academia, titulado Mi credo, denunciando ya todos los riesgos que se cernían sobre una naturaleza en peligro. Decía entre otras cosas: "Todo cuanto sea conservar el medio es progresar; todo lo que signifique alterarlo esencialmente, es retroceder". De entonces acá parece que hemos retrocedido más que adelantado.
Podría ser ya el momento de tomar en serio los consejos que a los ciudadanos corrientes nos dan: ahorro energético, uso de transportes colectivos, colaboración en el reciclaje y tratamiento de desechos. Aunque sea de espaldas a unas autoridades que parecen más preocupadas por otros asuntos. Porque, como dice el refrán, un grano no hace granero, pero ayuda al compañero.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Algunos asesores científicos de gobiernos occidentales están valorando positivamente el uso de la energía nuclear, pues creen ver en ella un modo de reducir la emisión de gases de efecto invernadero a la atmósfera. No obstante, de incentivar suficientemente esta forma de producción de energía seguiríamos sin frenar la parte de la emisión de gases que genera el tráfico rodado (el gran problema de las ciudades) y el transporte en general. Es necesario, al menos, reducir el uso del coche en aquellos desplazamientos cortos de pocos metros.
En Málaga contamos con una empresa líder en tecnología fotovoltaíca (Isofotón)que acaba de firmar un acuerdo con Endesa para instalar una fábrica de polisilicio en el Campo de Gibraltar (información de Cinco Días de hoy, ver internet). Con esta fábrica serán siete en el mundo (Japón, EEUU y Alemania) las que producirán el polisilicio de las placas fotovoltaicas que transforman la luz del Sol en electricidad. Algo es algo y más vale tarde que nunca.
Reciclar, reutilizar, ahorrar energía y agua serían las claves más inmediatas de actuación. Pero de esto se habla poco desde las autoridades competentes.
El temporal que ha azotado esta semana a buena parte de Europa se interpreta como una prueba más de lo que se predice y se avecina.
El simil de los cinco minutos no es apropiado. No sabemos con certeza dónde estamos; lo que se conoce bien es que los cambios no son lineales, y aquí está el problema: cuando aparecen las primeras señales ya puede ser tarde, aunque mejor actuar que no hacerlo porque, como decía el sabio, la peor decisión es la indecisión.
AV

Anónimo dijo...

Me parece que es patético hacernos ver que la culpa de esta catástrofe es nuestra, de lo poco que hacemos para evitarla. Yo cogeré mi bici y dejaré el coche aparcado, reciclaré mientras viva y aconsejaré a todos estas medidas inútiles.
Los intereses económicos del mundo "civilizado" seguirán su camino de destrucción: "ande yo caliente."
Espero, de todas formas, que alguna vez sea rentable para los poderes económicos salvar el planeta.

Anónimo dijo...

No hay que llegar a padecer ningún tráuma porque alguien argumente que, como seres vivientes, somos generadores del cambio clímatico. Se sabe que los rumiantes producen metano, uno de los gases de efecto invernadero, pero por eso no vamos a ver con malos ojos a esta especie animal. Como personas, desde que nos levantamos hasta que nos acostamos, consumimos energía (para asearnos, alimentarnos, desplazarnos, ocio, etc.). Muchos son conscientes de esto y colaboran al menos, pero la mayoría ni conoce ni se plantea estas cuestiones (total, para cuatro días que vamos a vivir). Somos más de seis mil millones de seres humanos consumiendo energía (eléctrica, butano o gas natural, combustibles fósiles, ...) y como resultado final del proceso de degradación, aparece el terrible dióxido de carbono. Éste es absorbido por las plantas verdes y transformado en oxígeno y también se disuelve en los mares y océanos y se convierte en caliza, pero producimos mucho más de lo que se elimina y esto es lo que genera el cambio climático.
Según el Protocolo de Kioto, en el 2002 se vertieron 23000 millones de toneladas de dióxido de carbono por día a la atmósfera. ¿Tremendo, verdad?
Si cada litro de gasolina que quemamos produce 2,2 kilogramos de dióxido de carbono, y teniendo en cuenta que el parque móvil de una ciudad como Málaga puede generar unos doscientos mil desplazamientos por día, la operación dará un resultado demoledor. Pero eso no es todo, ahora viene la industria: consumo eléctrico en viviendas y comercio.
Concluyo. De lo que se trata es de que todos seamos conscientes de estas cifras y de sus consecuencias, así podremos vivir sin dar lugar a un derroches innecesarios. Pero surgen muchas cuestiones, por ejempolo, los fuegos artificiales de una feria como la de Málaga suponen la combustión de ocho mil toneladas de pólvora en poco más de media hora, con una masiva emisión de metales a la atmósfera. La celebración de la mágica noche de San Juan, en la que todo se quema, supone muchos miles de toneladas más, que, puestos a destruirlas, bien que lo podríamos hacer para generar electricidad. Y las Fallas suponen también la combustión de muchos miles de toneladas de madera, cartón y pinturas, con la correspondiente emisión de metales de varios tipos a la atmósfera.
Y, puesto que si continúo escribiendo más prolijo me volveré y más colaboraré con el consumo de energía, aquí lo dejo.
AV.