Igual que hay días que uno quisiera borrar del calendario porque en ellos no se nos ha dado nada bien (al menos, no como nos hubiera gustado), hay otros días a los tendríamos que añadir horas para poder dar cumplimiento a cuanto se nos presenta. Eso nos ocurrió ayer a Zalabardo y a mí, que nos vimos constreñidos por las circunstancias a más de lo que nos fue posible: acudir a las rebajas con la familia, atender visitas que no se esperaban, encarar lecturas ineludibles, preparar las clases... Al final, una página de la agenda que se quedó en blanco, un hueco en este ejercicio que me he propuesto de un apunte cada día. Menos mal que Zalabardo, que suele ser positivo en eso de encarar los sucesos tal como se presentan y que, a la vez, tiene ese poquito de retranca en cuanto dice respondió a mi preocupación: total, un día de descanso que más de uno agradecerá. No le pregunto lo que quiere decir por no complicar la situación entre los dos.
Bueno, mi intención de ayer, la cumplo hoy, era hablar de las palabras, mejor de esas frases que solemos llamar coloquiales, que ponemos en cuarentena, o que incluso llegamos a proscribir del todo ante la especie de que pueden resultar ofensivas para personas o colectivos concretos. Estamos, pues, en el terreno de la corrección política en el habla. Esta tendencia hacia lo políticamente correcto nació en los Estados Unidos en los años ochenta con la intención de proscribir o modificar cuanto, en el terreno del lenguaje, pudiera considerarse que no cumple con determinados protocolos de cortesía o pudiera herir susceptibilidades. Pero, y Zalabardo es de mi opinión, creo que a veces vamos demasiado lejos en el propósito.
Se define la frase coloquial como aquella que es de uso común y expresa una sentencia a modo de proverbio. Y si miramos lo que se entiende por sentencia, leemos que es un dicho grave y sucinto que encierra doctrina o moralidad. Pues ni aún así. Lo políticamente correcto considera que en ellas hay o puede haber una aviesa intención de menosprecio hacia alguien. Y condenamos la frase, que ya no se puede decir sin que se levante una voz que nos recrimine.
Hay pues que tener mucho cuidado antes de decir que algo es una merienda de negros o que una situación se desarrolla como moros sin señor para aludir a una reunión en la que reina confusión y algarabía. Del mismo modo nos guardaremos de prevenir a un interlocutor con el aviso de que hay moros en la costa. Y evitaremos aludir al barrio chino, como no acusaremos a alguien de hablar como una verdulera o nunca se nos ocurrirá decir a alguno que lo han engañado como a un chino o que fuma como un carretero.
No importa cuál pueda ser el origen de tales frases o lo que con ellas se pretenda expresar. Basta lanzar al aire la opinión de que son hirientes para los negros, para los chinos, para los moros, para las verduleras y para los carreteros. Tampoco importa que haya otras frases de semejante naturaleza en las que esos mismos sujetos aparecen bien considerados; por ejemplo, ser algo obra de moros (o de romanos) se usa para señalar que algo ha costado mucho tiempo y trabajo y es perfecto en su línea; ser tarea de chinos indica que es difícil y requiere paciencia y atención; trabajar como un negro quiere decir que se trabaja mucho. Pero, pese a ello, los prejuicios nos inducen incluso a plantearnos si podemos siquiera utilizar los adjetivos moro, chino o negro. Así están las cosas.
2 comentarios:
Hablando de frases coloquiales no estoy de acuerdo con la que le dijo ayer Zalabardo (total, un día de descanso que más de uno agradecerá) porque precisamente ayer invite a poleo a mis amigos de la tertulia para enseñarles esto de internet y lo de su agenda y mire usted por donde quede por mentiroso pues les tengo dicho desde hace tiempo que el escritor es un tipo que escribe todos los dias un capitulo igual que si fuera una telenovela. Total como no me creen pues vinimos a comprobarlo. De todos modos se quedaron sorprendido y me dijeron que algo habria pasado para que usted faltara a su obligacion. En resumen que les gusto mucho esto de la agenda de Zalabardo y piensan leerla tambien.
Y no estoy de acuerdo con la frase de Zalabardo porque esto es como es como ir a misa, el que no quiere no va y punto. Es decir que con no abrir la agenda se descansa. Pero y el que ya esta acostumbrado a leer algo de usted cada dia, pues lo dejo usted en ascuas y estaba yo preocupado pensando le habra pasado algo.
Por cierto mis amigos despues de leerles mis comentarios me corrigieron diciendome que no me he presentado debidamente en ninguno, que ya va siendo hora de que lo haga, que no me ponga muy pesado que son los jovenes los que tienen que escribir mas, que esto es un lujo que tengamos una agenda asi, tan parecida a una telenovela. Y yo les dije si en nuestra epoca hubieramos tenido algo parecido, es una lastima que la gente preparada no participe mas. La participacion de mas personas seria enriquecedora para la agenda, seguro que al escritor y a Zalabardo les agradaria. Cuantos mas dejen su comentario mas puntos de vista tendremos, mas opiniones recogemos y mas cosas aprenderemos todos.
Y el que crea que puede hacer el ridiculo pues con no poner su nombre. Y que mas da si a traves de internert no nos conocemos.
Bueno que me alegro mucho de que hoy haya habido agenda.
Andre Viejo (el viejo de la colina viene porque mi casa se llama La Colina, un detalle de mis amigos que tambien quieren saludar).
Escritor,
no se podra creer lo que me acaba de pasar: un amigo me ha llamado diciendome que ha leido la agenda de hoy y tambien mi comentario, pero que en ninguno de los dos a visto ninguna reseña a Cela, el Marqués de Iria Flavia, premio Nobel de Literatura, premio Cervantes y yo no se cuantos premios mas.
Pues lleva razon, hoy es el sexto aniversario de la muerte del escritor de La Colmena, que fue publicada en 1951 en Argentina por problemas de censura, y autor tambien de La familia de Pascual Duarte, de Viaje a la Alcarria y muchas novelas mas.
Lo mas curioso que me ha dicho es que Cela habia comenzado la carrera de abogado pero que no la llego a acabar y despues de la guerra se hizo periodista sin titulo, que para escribir bien lo que hace falta es talento, verdad.
Bueno, que sirva esto de pequeño homenaje a Cela.
Andres Viejo, el Viejo de La Colina.
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