jueves, noviembre 30, 2006

¿LO QUE NO SE PUEDE DECIR NO SE DEBE DECIR?

El título, vaya por delante, no es mío, puesto que ya lo utilizó Larra (sin las interrogaciones) en un artículo de 1834. Pero es que pensando sobre qué escribir hoy se me fundían las bombillas ante el raro suceso de esta mañana. En la sala de profesores del instituto aparecieron, sujetos con una chincheta, sin que nadie sepa cuándo ni cómo llegaron allí, los dos últimos últimos comentarios de esta agenda, el primero de ellos, Híbridos, mutilado. Las primeras personas en llegar fuimos Aurora y, tras ella, yo. Y ninguno de los dos hemos sido los autores de tal difusión. Se desconoce, pues, autor, hora y motivo o intención.
Nunca imaginé que una página de este cuaderno iba a ser tan leída. Algunos, entre ellos José Luis, han dicho que los escritos eran sibilinamente provocadores. Yo no creo que sea así y no entraba en mis cálculos aclarar nada. Lo que he escrito, escrito está y yo sé lo que he dicho y por qué. Las interpretaciones que de ellas se hagan no son problema mío. De todas formas, lo que a mí me ha molestado de esa anónima difusión ha sido la mutilación de una de las notas, porque eso sí da pie a erróneas interpretaciones.
Vamos con Híbridos. Yo decía que, después de un claustro, había llegado a casa con sensación de malestar por cómo aquel se había desarrollado. Buscaba una carta de Unamuno en la que el que fue rector de Salamanca comentaba una palabra de la que yo pensaba hablar (el verbo adolecer) a raíz de su empleo en la información sobre la inauguración de la nueva estación. No encontré el libro y, en ese proceso de búsqueda, cayó en mis manos el de Cela, con la nota manuscrita de los Proverbios. Y me pregunté irónicamente en qué estaría yo pensando cuando escribí aquello, porque toda la novela es de un pesimismo atroz. Y no hay más. Luego, me extendí con motu proprio y grosso modo y no comenté nada de adolecer, pues había llenado ya el espacio que me suelo conceder en estas notas.
Sigamos con Directores. Casualmente al día siguiente del claustro, La Opinión de Málaga publicaba un reportaje sobre la situación de los directores (y resto de cargos directivos) de los centros escolares. Y me molestó que se hablase de ellos en la forma en que se hacía, como si lo que se les atribuía no pudiese ser aplicable al resto de los profesores. Porque, no lo olvidemos, el que es director lo es por voluntad propia (y voluntad muy respetable) y en cualquier momento puede dejarlo (siendo igual de respetable si no lo deja). Y cuando me puse a escribir esa tarde, me pareció ser un buen tema, aunque no tratase cuestiones referidas al lenguaje, objetivo prioritario de este cuaderno. Y eso no es la primera vez que lo hago. Y punto. A lo que se ve, tampoco hoy podré hacerlo.
Solamente quiero añadir alguna apostilla. Yo había pensado, en principio, titular este comentario La m con la a, ma. Pero me pareció que podía ser echar leña al fuego y preferí el solapado plagio. De todas formas, ha de quedar meridianamente claro que siempre defenderé aquel principio que dice: No estoy de acuerdo con tus ideas, pero daría la vida porque siempre puedas expresarlas libremente. O aquel otro que añade: Las ideas son para debatirlas, no para imponerlas. O, para terminar, aquel otro que concluye: Sé repetuoso con las personas, aunque fustigues sus ideas.
Yo no pienso colgar esta nota de ningún lado, pero si alguien lo hace, no me molestará, como no me ha molestado que lo hayan hecho hoy. Y si alguno se toma la molestia de comparar, podrá ver que he llegado al límite, grosso modo, de la extensión que suelen tener estos comentarios. Y, como me dice Zalabardo, que ha estado vigilando lo que escribo por encima de mi hombro, bueno está lo bueno y tengamos la fiesta en paz.

miércoles, noviembre 29, 2006

DIRECTORES

Mira por dónde, hoy no voy a hablar de ninguna cuestión referida al lenguaje. Zalabardo me pide que tenga cuidado con lo que vaya a decir, y se apoya en argumentos tales como eso de que por la boca muere el pez, que las armas las carga el diablo, que cada uno es esclavo de sus palabras y dueño de sus silencios y otras expresiones por el estilo. ¿No tienes bastante con lo de ayer?, me dice como última tentativa para que me ocupe de cosas más intrascendentes, como aquello de si una palabra está bien o mal utilizada o si un periódico ha titulado mejor o peor cualquiera de sus informaciones. Incluso, me dice, a pesar de lo que Rocío ha dicho hoy, durante la comida, acerca de que no manda ningún comentario a eesta agenda porque, a tenor de lo que hablábamos Javier y yo el otro día, teme sentirse "evaluada" más que leída; no decía exactamente esa palabra, pero sí que se imaginaba con temor la pantalla llena de círculos rojos marcando las equivocaciones. Rocío, puedes estar tranquila de que eso no será nunca así.
Bien, como digo, hoy no hablaré de lenguaje. Hoy ha llamado mi atención el reportaje que publica La Opinión de Málaga sobre los directores de colegios e institutos. Que si se sienten burócratas estresados, que si se deben llevar trabajo a casa, que si gracias a ellos (directores, secretarios, jefes de estudios) funcionan los centros y sus programas y proyectos (apertura, TIC, bilingüe...), que si (¡vaya, hombre!) están mal pagados, etc.
No sé de quién ni de dónde ha salido la información; en el texto se habla mucho de la postura de CCOO e ignoro si ellos serán los informantes y cuáles sean sus fuentes. Pero tengo que decir algunas cosas. Los directores, que un tiempo fueron representantes de sus centros ante la Administración, cada vez son más excrecencia y brazo de esta frente a los profesores, aparte de que ya hay algunos que no participan en la tarea docente (vamos, que no dan clases); los directores lo son por propia iniciativa, porque quieren serlo, motu proprio, como decía ayer. Y si hablamos de burocracia, cada día profesores y tutores tenemos más documentos que rellenar, algunos de los cuales no sabemos con qué fin ya que, la mayoría, no los lee nadie. Mal pagados; ¿qué profesor, aunque no sea director, no se siente mal pagado, aparte de la poca consideración social de que gozamos? Lo de llevarse trabajo a casa es algo que me da risa; yo llevo treinta años largos dando clases y no recuerdo apenas un día en que no me haya llevado tarea a casa. ¿Cuándo corrijo?, ¿cuándo preparo las clases del día siguiente? Y lo que digo de mí lo hago extensivo de todos mis compañeros sin ningún tipo de exclusión. Que por ellos (los directivos) funcionan los proyectos; mi centro ha empezado a funcionar este curso como centro TIC. Que yo sepa, a lo mejor estoy equivocado, la responsabilidad de que todo el tinglado medio funcione es de un reducido grupo de profesores, ninguno de los cuales es director, ni secretario, ni jefe de estudios. Y si funciona mal, que todavía hay que hacer muchos, muchos ajustes, seguro que no es por culpa de este grupo a cuya cabeza se encuentra Lydia. De ella sí me temo que caiga presa del estrés como no se lo tome con más calma.
No creo que me lea nadie de La Opinión de Málaga. Pero si por casualidad esta nota apareciese ante los ojos de alguno de ese medio, le pediría que se informara no de oídas, sino que bebiera en las propias fuentes (que caudalosas son sus corrientes, como dijera San Juan de la Cruz). Porque, aparte de directores, también hay profesores de a pie que trabajan y se estresan; aunque, por lo que se ve, tampoco la prensa requiere ya nuestra opinión (salvo cuando somos protagonistas de la página de sucesos, que eso sí vende).

martes, noviembre 28, 2006

HÍBRIDOS

Hoy hemos tenido claustro y vengo decaído. Cuando Zalabardo me ve así, prefiere irse a un rincón y dejarme solo. Mira que había hecho propósito de no hablar más en los claustros salvo para las mínimas cortesías imprescindibles. Pero a veces se oyen cosas que no pueden ser soportadas. Y menos, cuando lo que se oye afecta a un compañero y vemos que la mayoría calla y deja pasar. Y no me pude callar. Y así vengo con el pellizco en el estómago.
Pensaba no escribir, pero no quiero romper el ritmo que me he impuesto. Buscaba una carta de Unamuno a Pereda (creo), que me hubiera servido para el comentario de hoy. Pero no sé dónde tengo el libro que la recoge. Buscando, me encuentro, mira por dónde, con una fragmento de Cela perteneciente a Oficio de tinieblas 5 que, para el estado de ánimo que tengo, vale: "no llames jamás a nadie por su nombre limítate a despreciar a los ungidos imagínate y ordena con sumo cuidado el desdén que te inspiran descúbrete ante los vagabundos el hombre es un animal restador depredador el pájaro que canta sin objeto aparente es un animal sumador florido". Para quien desconozca esta novela, aclaro que en toda ella no hay un solo signo de puntuación ni tampoco mayúsculas. En esta misma página, tengo copiados estos versículos del libro de los Proverbios: "Detrás de la soberbia vendrá la ignominia, mas con los humildes está la sabiduría. Los hombres rectos son guiados por su integridad, y los pérfidos son destruidos por su propia malicia." A saber en qué estaría yo pensando cuando escribí esa nota.
Pero, pasemos a otra cosa: ¿por qué titulo Híbridos esta nota? Porque en la lengua hay elementos de tal naturaleza que, precisamente por ello, causan problemas a quien los utiliza. Veréis. Todos sabemos que existe una gran variedad de expresiones latinas que, por desgracia, utilizamos mal porque no casamos bien ese origen latino con las tendencias expresivas de la lengua castellana. Y no hago ningún trabalenguas. Por ejemplo, eso es lo que pasa con motu proprio. Un motu proprio es un documento oficial sobre asuntos de gobierno de la Iglesia Católica escrito por el Pontífice y que se llama así porque siempre empieza con las palabras Motu proprio et certa scientia, es decir, por iniciativa personal y con su propia autoridad. De ahí ha pasado al lenguaje común para indicar que algo se hace por propia voluntad y de forma autónoma. Pero no debe decirse nunca *de motu proprio ni *motu propio, porque o le ponemos una preposición que en latín no lleva o castellanizamos el adjetivo al quitarle la r.
Otra expresión de las que yo llamo híbridas es grosso modo, que, por supuesto no significa de modo descuidado, sino aproximadamente. A propósito, que, aparte de eso, no deberemos decir nunca *a grosso modo, por la misma razón de antes, es decir, porque los casos latinos son tan suficientemente claros que expresan perfectamente relaciones sintácticas para las que en castellano necesitamos echar mano de las preposiciones.
Bueno, mal que bien, he cumplido con la tarea del día. Ahora me toca preparar material para las clases de mañana pues, según parece, nos pagan por trabajar treinta horas y no dieciocho. ¿O hay alguien que no lo sepa?

lunes, noviembre 27, 2006

PROPIEDAD

Me preguntaba Javier, hace unos días, si a mí me pasaba lo que a él, que, según la expresión que utilizó, "lee corrigiendo". Yo creo que eso es producto de una deformación profesional que nos alcanza a todos los profesores de Lengua. Al menos, creo que en esto soy igual que él y no puedo evitar, mientras leo, tener blandido el rotulador rojo en espera del desliz que acuse la falta de cuidado del autor del texto, ya sea este una novela, una información periodística o el simple rótulo de un establecimiento.
Pero Zalabardo me dice que en mí esta actitud es más acusada y que en muchas ocasiones me comporto como un auténtico inquisidor que, cuando no hay una falta flagrante, aquella que es imposible negar porque su resplandor llama la atención de todos, le busco revueltas al asunto con tal de condenar. Zalabardo lo que quiere es zaherirme, pues bien sabe que eso no es verdad. Lo que a mí me pasa, le digo, es que, como el caricaturista, procuro exagerar los rasgos para que el resultado final sea más visible. El inquisidor cree estar en posesión de la verdad; yo solo pretendo que nos acerquemos, conjuntamente, a ella. Muchas veces he expuesto ante mis alumnos la teoría del error y la equivocación: todos nos equivocamos en mútiples ocasiones; yerra quien persiste en la equivocación sin reconocer su fallo.
Es algo parecido a lo que sucede en la lengua cuando tratamos de la corrección y la propiedad. La corrección consiste en acomodar la lengua a las exigencias gramaticales y expresivas del sistema. Los límites de la corrección, según los gramáticos menos exigentes, los pone la ambigüedad. Eso sucede muchas veces cuando un alumno al que corregimos lo que ha dicho se defiende argumentando "¿Pero no se entiende lo que he escrito?". Entonces le respondemos "Sí, pero...". Y en ese pero radica la propiedad, que es el ajuste exacto entre la palabra que se emplea y lo que se desea significar con ella.
Podemos ver lo que digo con un ejemplo tomado del SUR de hoy. En un reportaje sobre la presentación de un libro que cuenta la huida de muchos malagueños tras la toma de la ciudad durante la Guerra Civil, se utilizan las siguientes expresiones: "...las tropas nacionales tomaron Málaga", "...ataques de los buques franquistas varados en el cercano mar..." o "...niños, mujeres, ancianos y adultos, a pie o en caballerizas..." ¿Se entiende lo que se dice? Claro que sí. ¿Se comete algún dislate contra la sintaxis o la morfología? Por supuesto que no. Sin embargo (aquí entra la precisión) hay que corregir algo. Por ejemplo, llamar nacionales a las tropas de Franco; ¿es que las otras no lo eran? En una guerra civil todos son nacionales. El fallo, si de fallo queremos hablar, estriba en que durante muchos años de dictadura se nos ha machacado con un sentido equívoco de nacional. En el segundo ejemplo, naturalmente que los barcos no estaban varados ('sacados a la playa y puestos en seco o encallados en la costa, las rocas o un banco de arena') sino fondeados, es decir, 'asegurados al fondo mediante anclas'. En el tercer caso, pienso que no hay más que una simple errata, pues al autor del texto, o a quien lo haya compuesto para su edición, se le ha colado de rondón una z y ha dicho caballeriza en lugar de caballería.
Y, aunque podamos parecer pedantes, los profesores de lengua tenemos que cuidar de estos aspectos y denunciar las posibles transgresiones. Podemos tomar como lema de nuestra actuación lo que ya dijo Juan de Valdés, autor del Diálogo de la lengua, en el siglo XVI: "...solamente tengo cuidado de usar vocablos que signifiquen bien lo que quiero decir, y dígolo cuanto más llanamente me es posible, porque a mi parecer en ninguna lengua está bien la afectación."

domingo, noviembre 26, 2006

EL PRIMERO

Había ya terminado la nota de ayer cuando, muy alterado, se me acercó Zalabardo y me pidió que revisara las de los días anteriores. Extrañado por su estado, le pedí que me aclarara su petición y él solo decía: "Tú, mira; tú, mira". En fin que miré. ¿Y qué vi? Aquí pueden ya tocar las campanas, pues tras la nota "Nadie está libre" pude ver lo que ya desconfiaba encontrar algún día: ¡un comentario! Era de José Antonio Garrido quien, tras frases elogiosas que agradezco, preguntaba si algún uso como el que allí comentaba (hablaba de infinitivos incorrectos) se podría incorporar a la lengua. Como hace pocos días, durante el desayuno, ya habíamos hablado de esa cuestión, me parece que este es el momento de abordarla.
Lo primero que hay que plantear es que la lengua, todas las lenguas, se comportan como organismos vivos que, desde su nacimiento, viven un proceso de transformación constante en el que unas cosas se pierden mientras otras se añaden y que unas veces están de mejor buen ver y otras buscan ocultarse de la gente para que no se les vean los achaques. Pretender que no cambien, que no evolucionen, es absurdo. Si las lenguas no cambiaran, aún estaríamos hablando latín o sabe Dios qué. Lo que hay que procurar es que los cambios no produzcan, en la medida de lo posible, deterioros. A un profesor mío, el recordado y admirado Manuel Alvar, le oí decir en Granada: "Si no puedes mejorar la lengua que has recibido, procura al menos no empeorarla".
Pero lo que José Antonio pregunta es si giros o usos en principio erróneos pueden llegar a formar parte del cuerpo normativo de la lengua. La respuesta es simple: basta que dicho uso se generalice. La lengua no es de los académicos, ni de los literatos, ni de los gramáticos; la lengua es del pueblo y aquellos no tienen otra opción que bendecir los usos generalizados. Así como suena lo pienso yo, que no me contradigo si a la vez defiendo que se debe procurar proscribir los usos inadecuados.
Pero vamos con ejemplos. En el ssiglo XVIII, Benito Feijóo criticaba el uso de la palabra remarcable de la siguiente manera: "Esta voz francesa no significa ni más ni menos que la castellana notable [...] Teniendo, pues, la voz castellana la misma significación y siendo más breve y de pronunciación menos áspera, ¿no es extravagancia usar de la extranjera, dejando la propia?" Sin embargo, aunque el DRAE no la recoge, sí aparece esta palabra en dos diccionarios tan prestigiosos como el de María Moliner y el de Manuel Seco.
Pero donde a mi juicio se ve mejor esto que decimos es en los casos de etimología popular. Hay palabras que el pueblo no entiende, no en su sentiddo, sino en su forma, y, tratando de dotar de sentido a algo que en apariencia no lo tiene, las pone en relación con otras, dando lugar a términos nuevos, "incorrectos", que acaban por generalizarse. Algunos casos: en la expresión clásica estar en pelota, pelota viene de pelo, porque muchas pelotas de juego estaban embutidas de pelo (véase el Tesoro de Covarrubias) y la expresión significaba 'quedarse desnudo de medio cuerpo para arriba como los jugadores de pelota'. Pero, pasado el tiempo, esta pelota se confundió con otras "pelotas" y se pasó a decir estar en pelotas, con el sentido de 'estar totalmente desnudo'. O el caso curioso de pionono (por Pío IX), el pastel de bizcocho y crema, que es una derivación de un nombre francés, que no se entendía, pet de nonne (pedo de monja). El resultado final no puede ser más distante del original. O el caso de andalias (en lugar de sandalias) porque se creía relacionada la palabra con andar; y, aunque se avisa que es vulgarismo, andalias queda recogida en el DRAE. O el nombre de la salamanquesa, salamandra llamada así porque se le atribuían efectos mágicos y en alguna época se pensó que en la Universidad de Salamanca se cultivaban estudios nigrománticos.
Como vemos, todos son usos en su origen criticables por ajenos a la normativa y que en la actualidad aceptamos como absolutamente normales. Y que nadie se rasgue las vestiduras. Confío en que lo dicho responda a la duda de José Antonio.

sábado, noviembre 25, 2006

COMPAÑEROS

Ayer estuvimos en el teatro. Esta vez, Zalabardo se quedó atrás, porque ya éramos muchos y a él, que ya es bastante tímido de por sí, no le apetece mezclarse con tanta gente. Presenciamos una representación de Otelo, el celoso moro de Venecia, en una dignísima versión puesta en escena por el Teatre Lliure, con adaptación del texto y dirección de Carlota Subirós. Todo ello se conjugó para mostrarnos que las obras maestras, como esta de Shakespeare, siempre tienen actualidad.
A una buenísima velada de teatro siguió una no peor velada de compañeros. Nos reunimos para cenar y se habló de cuanto se terció, con la frescura y desinhibición de quienes no recelan nada de aquellos con quienes se comparte mesa. Empezamos hablando del espectáculo presenciado y cada uno expuso sus puntos de vista. Solo no concordé con la interpretación que hacía José Manuel acerca de la defensa de la condición femenina que Shakespeare hacía a través del personaje Emilia, esposa de Yago. Yo creo más bien que eso no corresponde al texto original, sino a la versión modernizada de la directora.
Pero, aparte de esto que digo, las conversaciones fueron intrascendentes, como corresponde bien a este tipo de reuniones en las que lo que importa no es lo que se hable, que es más para olvidar, sino el afianzamiento de los lazos personales. Al menos eso me pareció a mí cuando regresé a casa y me vi metido en la cama. No recordaba prácticamente nada de lo hablado, pero sentía una feliz sensación por la velada pasada con los compañeros, pues eso habíamos sido más que nunca ya que habíamos compartido el pan, que no otra cosa significa la palabra.
En una ocasión anterior creo haber dicho qué es para mí un libro bello. Hay uno de estos, del cual es autor Louis-Jean Calvet, que lleva el sugerente título Historias de palabras. De él, y del otras veces citado Diccionario etimológico indoeuropeo de la lengua española, me valgo para exponer lo que sigue: Hay una raíz indoeuropea *pa, que significa 'proteger' y 'alimentar'. Según aparezca con diferente sufijos da lugar a nuestras palabras pan, pacer ('alimentar'), pastor ('el que alimenta al ganado') o las más extrañas forraje ('hierba con que se alimenta al ganado') y furriel ('oficial del ejército que distribuye el pan, la comida y el pienso de cada compañía'). Si nos quedamos con la primera, tenemos pan, en español, el francés pain, el portugués pão o el italiano pane. 'El que comparte el pan' es compañero en castellano, compagno en italiano, compagnon y copain en francés, companheiro en portugués e incluso companion en inglés. De ahí a compañía y acompañar, el paso es fácil y lo podemos ver en todas las lenguas citadas. Pero, para terminar ccon esta serie, hay una palabra en castellano que, vista desde la perspectiva de su significado es muy bella: panera. La panera es, al tiempo que una 'cesta para colocar el pan', el 'troje o cámara de las casas en la que se guarda el grano con el que se fabricará el pan'. Cuando hace unos días estuvimos en Valderrubio visitando la casa de García Lorca, pudimos ver una de estas paneras.

viernes, noviembre 24, 2006

NADIE ESTÁ LIBRE

Como Zalabardo sabe que me gusta iniciar cada comentario con una pequeña introducción que de algún modo justifique a continuación la aparición del comentario del día, me dice, medio en serio, medio en broma, que hoy me costará elegir, puesto que hay al menos dos opciones entre las que decidir: por un lado está el dicho de que el mejor escribano echa un borrón; por el otro, aquella frase evangélica que invitaba a tirar la primera piedra a quien se encontrase libre de culpa. Porque, me sigue chinchando con el propósito de que yo me enfade, hoy no tildarás de patán, ni de fulano al autor del ejemplo escogido, ni dirás aquello de que le han dado en una tómbola el mérito de que disfruta. Me veo a José Antonio Garrido diciendo para sí que ya no es él solo quien piensa de esa manera.
Menos mal que yo aguanto, le soporto la broma a Zalabardo, y le digo que, aunque son buenas sus propuestas de introducción, ya había pensado yo que mejor quedaría empezar hablando de Bartleby, el protagonista de aquella novelita de Melville. Bien es verdad que la comparación no parece cuadrar con el autor de la frase que voy a comentar hoy si no es tan solo en la pulcritud con que ejercía su tarea aquel buen escribiente del cuento. Porque el origen del comentario de hoy es la columna que en la última de El País firma Juan José Millás. Por eso las alusiones de Zalabardo al borrón del buen escribiente o a quién correspondería tirar la primera piedra, o la mía al correcto Bartleby. Y es que, aunque no soy un admirador rendido de Juanjo Millás, no puedo decir menos que lo respeto y reconozco la pulcritud de su estilo.
Por eso mismo me ha llamado más la atención leer: En cuanto a su punto de fusión, señalar que es más bajo de lo esperado... con ese infinitivo que chirría como un eje sin engrasar. Y es que de un tiempo a esta parte se ha extendido, sobre todo en el lenguaje del periodismo, el uso incorrecto de un infinitivo en lugar de una forma personal. Muchas veces, este infinitivo se acompaña de un giro conclusivo (por último, decir que...). El infinitivo, junto al participio y el gerundio, constituye el grupo de las llamadas formas no personales del verbo, que no pueden emplearse como verbos principales de una oración, sino siempre formando parte de proposiciones subordinadas. Por eso, las expresiones del tipo: Así, pues, señalar (o decir, o concluir, o recordar, o puntualizar, etc.) se deben cambiar por otras que digan: Así, pues, señalaremos (o conviene decir, o habrá que concluir, o es conveniente recordar, etc.), que son más ajustadas a la norma.
¿Se puede obtener una moraleja del caso de hoy? Pues sí, que todos estamos expuestos a confundirnos y que no hay que escandalizarse por ello, sino procurar estar siempre en guardia, sobre todo aquellas personas que, como Juan José Millás, son admiradas y seguidas por muchos más al tiempo que imitadas por su buen estilo. Y para otro día quedará lo que esta mañana, durante el desayuno, proponían Javier y José Francisco: cómo los más pequeños cambios en el lenguaje se van incorporando hasta formar parte de la norma académica.

jueves, noviembre 23, 2006

CATALUNYA

En su libro Estética y ética estética cuenta Juan Ramón Jiménez, recordando sus relaciones con Fernando Villalón, una anécdota vivida en los años de colegio. Un cura le exigía que, al escribir una carta a sus padres, pusiera en el sobre, arriba y a la izquierda del sello Provincia de Huelva. Él, en cambio, escribía solo Huelva y abajo a la izquierda. El padre Castelló, que ese era el nombre del cura, se lo recriminaba y le preguntaba enfadado por qué lo hacía así, a lo que él respondía: "Porque me gusta más". Entonces Villalón, que era alumno obediente y cumplidor de las reglas, salía en su defensa alegando: "Verá, padre Castelló; lo hace así porque Huelva está al suroeste de Moguer. Por eso lo pone abajo y a la izquierda. Y como Morón está debajo de Sevilla, por eso yo lo he escrito bien." Y de esta manera, se libraba del castigo.
Hoy no voy a hablar de Juan Ramón, ni de Huelva ni Sevilla, ni tampoco de geografía. Quiero hablar de la ortografía del nombre de ciudades pertenecientes a comunidades en las que se habla una lengua distinta del castellano. Hace apenas dos días, mientras escribía las respuestas a un examen, entre cuyas preguntas una solicitaba hablar de la realidad plurilingüe de España, una alumna, Raquel, me preguntó si podía escribir Catalunya porque a ella le sonaba mejor escribirlo así. Le dije que era preferible que escribiera Cataluña. Por supuesto que le hubiera aceptado cualquier forma y que ello no habría redundado de ningún modo en la calificación. Pero en aquel momento no podía justificarle mi respuesta.
¿Qué pasa con esta cuestión? Me avisa Zalabardo que ya en una de las notas de esta agenda he hablado del asunto, pero no me importa repetir. De siempre ha sido costumbre en nuestro idioma trasladar los nombres de poblaciones cuya forma original es distinta. Así, decimos Londres y no London, como decimos Milán y no Milano. Hay nombres más complicados: preferimos decir La Haya antes que Den Haag, o Amberes en vez de Antwerpen; y mejor Aquisgrán que la forma alemana Aachen o la francesa Aix-la-Chapelle. Mis alumnos saben, porque yo se lo he dicho, que pienso que siempre debemos intentar expresarnos en la lengua del lugar que visitamos, por mucho que nos cueste. Y si intentamos pedir un café en francés, si estamos en París, ¿por qué no lo vamos a pedir en catalán, si estamos en Barcelona, o en gallego, si estamos en Pontevedra?
Pero, por otra parte, si lo hacemos con todos los topónimos del mundo, ¿por qué no vamos a castellanizar los de las comunidades españolas no castellanohablantes? Por ello, yo prefiero decir La Coruña, Lérida, Elche, Ibiza o Pamplona, en lugar de A Coruña, Lleida, Elx, Eivissa o Iruña, cuando me expreso en castellano. Cuando me encuentre en Galicia, Cataluña, etc., ya será otra cosa.
También sabéis que yo no me considero nacionalista y que tildo cualquier tipo de nacionalismo de cateto y trasnochado. Por eso no entiendo que en las diferentes bases de datos de municipios españoles, como en el registro de poblaciones y municipios del Ministerio de Administraciones Públicas, las diversas Comunidades hayan solicitado, y conseguido, que el único nombre oficial que figure sea A Coruña, Pamplona-Iruña, Eivissa, etc. Claro, que la mayoría de esa gente es posible que sepa algo de política, aunque dudo que sepa algo de lengua.

miércoles, noviembre 22, 2006

FAENA DE ALIÑO

Cuando hoy he sacado la correspondencia del buzón, Zalabardo me ha llamado la atención porque me dejaba, al fondo del cajetín, un minúsculo papel impreso, apenas en dieciseisavo, que he terminado cogiendo con curiosidad. Es propaganda de un tal Profesor Sidiya que, según reza allí, es un Gran ilustre vidente mágico africano. Por lo que sigo leyendo, se trata de un maestro chamán africano, gran médium espiritual, mágico con poderes naturales y experiencia en todos los campos de alta magia africanos.
Su poder alcanza cotas inimaginables: resuelve enfermedades crónicas, problemas judiciales o matrimoniales, depresión, mal de ojo, suerte, juegos de azar, rompe ligaduras, soluciona la impotencia sexual, ayuda a recuperar la pareja, elimina los amarres; dispone, en fin, de los espíritus mágicos más rápidos que existen.
Confieso de principio que tanto Zalabardo como yo desconfiamos de cualquier clase de mago, curandero o adivino que, cuando acudes a él, lo primero que hace es preguntarte qué deseas. ¿Qué clase de vidente o adivino es si se lo tengo que decir previamente?
Al leer en este anuncio, sin embargo, que rompe ligaduras y elimina amarres he recordado que cuando hicimos la mili (Zalabardo alegó para librarse su naturaleza etérea) iba junto a nosotros un fulano que alegó estar aliñado. Lo cierto es que el tipo estaba un poco crudo, pero el aliño del que hablaba era un hechizo al que le había sometido su novia para que no pudiese separarse de ella. Y no os digo la receta del aliño porque se os puede revolver el estómago. Por si os queda la curiosidad, ni Zalabardo ni él se libraron de hacer la mili.
También me ha picado el gusanillo de consultar los tipos de adivinacción recogidos en el DRAE; o, por mejor decir, los nombres que los designan. Me he limitado tan solo a aquellas palabras que se forman con el sufijo -mancia, o -mancía, que las dos formas son válidas, y que significa adivinación. Aparte de las que creo más fáciles de entender: aeromancia, bibliomancia, cartomancia, demonomancia, hidromancia, necromancia, nigromancia, oniromancia, ornitomancia, piromancia y quiromancia, hay otras artes adivinatorias de nombre algo más enrevesado: ceromancia, adivinación por las gotas de cera que caen sobre un líquido; capnomancia, por la interpretacción del humo; catoptromancia, por la observación de los espejos; ceraunomancia, por las tempestades; espatulomancia, por los huesos de los animales; geomancia, por las líneas y círculos hechos sobre una piedra; heteromancia, por la observación del vuelo de las aves; laconomancia, por el sonido que hacen al chocar las piedras preciosas; onicomancia, por las marcas en las uñas; onomancia, por la interpretación del nombre de una persona; y uromancia, por la observación de la orina.
De todas formas, digo yo y os pregunto a vosotros, ¿sabéis de algún adivino al que le haya tocado el premio gordo de la lotería de navidad? Esa, me dice Zalabardo, sería la prueba del nueve de que podemos confiar en él. Mientras tanto, mejor seguir trabajando.

martes, noviembre 21, 2006

EUFORIA

Hay días, me señala Zalabardo, en los que uno se siente especialmente bien aunque no exista razón aparente que lo pueda explicar. En esos momentos uno siente una especial sensación de bienestar, se siente capacitado para soportar cualquier inconveniencia. No sé si esa capacidad llega a ser tan suficientemente firme como para soportar el dolor, que eso es lo que significa la palabra euforia.
Porque el dolor, ya sea físico o moral, no creo que nadie esté dispuesto a soportarlo. Por eso no entiendo que se dilate tanto esa polémica en torno a la eutanasia, literalmente 'muerte sin sufrimiento' o 'muerte sin dolor' y que el diccionario nos dice que es la 'acción u omisión que, para evitar sufrimientos en pacientes desahuciados, acelera la muerte de estos'. Si con la muerte cerramos nuestro ciclo por la vida, no acabo de aceptar que esta despedida tenga que ser dolorosa, si está en nuestra mano aliviar el tránsito. Igual ocurre con el nacimiento. ¿Por qué las mujeres han de parir con dolor si este sufrimiento es evitable? Ahí echamos mano, entonces, de la eugenesia, literalmente 'buen nacimiento'.
Fijaos en que he empleado tres palabras que empiean por eu-. Es un componente griego que podemos traducir por bien o por bueno. Hay un buen número de estas palabras en nuestra lengua que presentan este elemento, aunque muchas sean de escaso uso. Entre las más comunes podemos citar la eufonía que designa el 'sonido agradable'; la euritmia, que designa el 'ritmo armónico' y utilizamos para referirnos a la regularidad en el pulso; el eucalipto es un árbol cuyo nombre significa 'bien cubierto'; la eubolia, 'buen consejo', es la virtud que ayuda a hablar convenientemente; y la eutrapelia, 'broma amable', es la virtud que modera el exceso de las diversiones o entretenimientos. Por haber, hay hasta nombres de persona formados con eu-: Eulogio o Eulalia, 'el/la que bien habla'; Eugenio, 'el bien engendrado'; Euclides, 'que tiene buena reputación'; Eufemio, 'el de buenas palabras'; y Eudoxio, 'el que piensa con rectitud'.
Lo contrario, el componente que significa malo, es caco-, igualmente de origen griego. Son bastantes menos las palabras en que interviene: cacofonía, 'sonido desagradable'; cacosmia, 'mal olor'; cacografía, 'escritura que va contra las normas'; y cacología, 'expresión que, sin ser incorrecta, atenta contra el buen uso'. No conozco nombres que se formen con él.
Que seamos, pues, eufóricos en el más estricto sentido de la palabra no debe ser base, ni médica, ni religiosa, ni social, para no estar de acuerdo con la eutanasia. Bastante sufrimiento es ya ser conscientes de que pasamos la última hoja del libro de nuestra vida y tener la entereza de aceptarlo.

lunes, noviembre 20, 2006

CASTIN

Hay veces que parece que nos ha caído del cielo algo que necesitábamos. Ayer hablaba de la facilidad que, a mi modesto entender, tiene la lengua inglesa para crear términos que nos eviten expresiones más largas y complejas. Y es posible que yo sea demasiado atrevido al afirmar tal cosa porque, como ya decía, desconozco esa lengua y todo lo que diga no son sino simples conjeturas a partir de los ejemplos que percibo. Me preguntaba también por qué nuestra lengua no hace más uso de tales recursos. Esa búsqueda de la economía expresiva ha sido siempre una baza legítima y ayuda para hacer aparecer vocablos que puedan ser fácilmente aceptados por cualquier hablante.
Hoy leo en SUR una entrevista con una persona que se nos presenta como responsable de la agencia Modexpor. ¿Verdad que suena bien el nombre? Existen empresas cuyo cometido no es otro que el de crear nombres de marca para otras empresas. No sé si alguna ha intervenido en esta de la que hablo, pero tampoco importa. Lo importante es que es un nombre que nos remite pronto a moda o modelos y a exportación y, sin embargo, se ajusta perfectamente a nuestro idioma, huyendo, por ejemplo, de una terminación en t que le daría a la palabra un aire foráneo. Se trata, pues, de un acrónimo (proceso por el que se cogen una o más sílabas de varias palabras para formar una nueva) parecido a los que veíamos ayer.
Se dedica esta empresa, que creo entender que es malagueña, a la selección de modelos para publicidad, cine o cualesquiera otras necesidades. Lo que ya no me ha gustado es que, junto a palabras muy castizas para su actividad, usan otras que debieran ser evitadas. Doy algún ejemplo: dice esta persona que ellos buscaron la figuración para la última película de Antonio Banderas. Perfecto, porque esa palabra significa conjunto de figurantes o extras para una película o espectáculo. Y, aunque es algo más discutible, emplea perfil, que significa conjunto de rasgos peculiares que caracterizan a alguien, para señalar a la persona que posee esos rasgos. Pero, junto a ellas, ya digo que hay otros términos que no son de recibo. Esta persona reitera el uso de casting y su plural castings para hablar del proceso de selección del reparto de una película o de los participantes en un espectáculo. Para tal misión, si es que no queremos selección, las diferentes Academias de la Lengua Española proponen en el Panhispánico el empleo de castin y su plural cástines. Es pura lógica. La otra expresión que no me gusta de esta entrevista es reality shows. Hace ya tiempo que en nuestra lengua se viene usando, aunque no lo recojan ni el DRAE ni el Panhispánico, telerrealidad.
Ya un día comenté el caso de camping y parking, para los que se proponen campismo o campin y parquin. Lo dicho entonces, vale ahora. No es cuestión de que nos guste más o menos. Es el simple hecho de ajustarnos a nuestra ortografía y a nuestra fonética. Así de simple.

domingo, noviembre 19, 2006

¿POR QUÉ NOSOTROS NO?

Comunica El País a sus suscriptores las modificaciones que va a experimentar su edición electrónica a partir de mañana lunes, día 20, así como el cambio de denominación de la misma. Dejará de ser ELPAÍS.es para convertirse en ELPAÍS.com.

Eso en sí mismo no tiene nada de particular. Lo que quiero dejar reflejado aquí es que en apenas 18 líneas de una de las columnas de dicha información, cuando habla de los avances tecnológicos que va a ofrecer el nuevo formato, me encuentro con esta retahíla de términos: web, gadget, online, podcast, blog, WAP, PDA y RSS.
A nadie le tengo que contar que todos proceden del inglés. A lo mejor, alguien necesita que se le diga que algunos son abreviaciones de otras expresiones mediante el sistema de formación de siglas o de acrónimos. Pero tampoco eso tiene una importancia especial. La raíz de mi comentario es otra.
En este campo de la tecnología, el primero será siempre quien se lleve el gato al agua. Quiero decir que el creador de cualquier ingenio, sistema, invento o lo que sea, será quien le imponga nombre. Hoy no cabe duda de que la lengua de la ciencia y la tecnología es el inglés. ¿Y qué tiene esta lengua que no tenga la nuestra?, nos podríamos preguntar. Entre otras cosas, esa misma facilidad para las nominaciones, esa, diríamos, falta de reparos para acortar expresiones que por su longitud incomodan y formar términos fáciles y simples que enganchan desde el primer momento.
Zalabardo me pide que empiece por explicar que yo desconozco el inglés, pues hice un bachillerato de francés, y que para lo que sigue he tenido que buscar información. Dejemos por conocido web, denominación ya internacional de Internet, y olvidemos gadget, para lo que tenemos dispositivo, y online, para lo que tenemos en línea. Empecemos por blog. Un día, Joaquín me preguntó su significado y no supe responderle de manera del todo convincente. Hoy lo puedo explicar: es un acrónimo de web más log-book; o, lo que es igual, cuaderno de bitácora de internet. El cuaderno de bitácora es el libro o agenda en la que se anotan las incidencias de la navegación marina. Podcast es también un acrónimo de pod (que a su vez lo es de portable device) más broadcast; es decir, reproductor portátil de archivos sonoros. WAP, PDA y RSS son siglas. La primera de Wireless Application Protocol (Protocolo de Aplicaciones Inalámbricas), o sistema de acceso a internet desde un móvil, por ejemplo. La segunda procede de Personal Digital Assistant (Ayudante Personal Digital) o, lo que es lo mismo, una agenda electrónica. Y, por fin, la tercera se ha formado de Really Simple Syndication o sistema de sindicación (redifusión) de noticias.
¿Podríamos haber heccho nosotros algo semejante? Podríamos llamar agenda al blog o, si queremos un acrónimo, cubin (cuaderno de bitácora de internet); y al podcast se le podría llamar reportem (reproductor portátil de emisiones). Y las siglas las podríamos españolizar en PAI (Protocolo de Aplicaciones Inalámbricas), APE (Agenda Personal Electrónica) y SSN o SRN (Sistema de Sindicación de Noticias o Sistema de Redifusión de Noticias).
Zalabardo me mira y dice. ¡Que te lo has creído!

sábado, noviembre 18, 2006

IMPLÍCATE

Ese es uno de los lemas que el Movimiento Clima (iniciativa de WWF/Adena, OCU, Intermón Oxfam y CCOO) utilizan en la campaña que han puesto en marcha para que los ciudadanos, de forma individual, comencemos a trabajar en pro de cuanto ayude a rebajar el calentamiento global de nuestro planeta. Y es que la Cumbre del Clima de Nairobi ha terminado y parece que lo más importante ha sido ampliar el compromiso para fechas posteriores a lo que contemplaban los acuerdos de Kioto. O sea, impulsar un Kioto 2, porque el 1 no ha gozado de la acogida necesaria entre quienes debiera.
Si somos realistas, mientras no se comprometan las grandes potencias contaminadoras, lo que hagamos individualmente no va a rebajar mucho el problema. Sí es verdad, por otro lado, que si los ciudadanos nos ponemos de acuerdo los políticos habrán de sentirse tarde o temprano abochornados y tendrán que avenirse a adoptar soluciones serias. Porque todos estamos en este barco que, si no lo cuidamos, terminará por hundírsenos. ¿Y qué será lo que pueda hacer yo?, me pregunto y os preguntaréis vosotros. Por lo pronto, he visitado su página en internet (www.movimientoclima.org) y he leído las medidas que nos proponen. La verdad es que son simples y algunas cuestan poco trabajo: apagar totalmente el ordenador, el equipo de música o el televisor cuando no los estemos usando; no dejar enchufado el cargador del móvil una vez hayamos efectuado la carga; emplear bombillas de bajo consumo; comprar electrodomésticos de clase A; utilizar el transporte público en lugar del particular; caminar siempre que se pueda y no desplazarnos en el coche. Y así, algo más de una decena de recomendaciones. Sin que ello signifique más que declarar un propósito, en la página citada podemos expresar nuestro compromiso.
Y hablando de andar, se me vienen a la cabeza casi una docena de deportes o ejercicios frente a los cuales podríamos igualmente declarar un compromiso, el de no utilizar en lo posible la denominación en lengua inglesa de tales modalidades en beneficio de una denominación más acorde con nuestra lengua.
Hay algún caso en que la batalla me parece totalmente perdida, el windsurf (para el que el Diccionario panhispánico de dudas propone el término tablavela) y alguno en que, por contra, parece haberse alcanzado la victoria, como senderismo en lugar de trekking. Bien es verdad que hay quien dice que este último término no refleja el hecho simple de caminar, sino el senderismo de alta montaña; no importa, podemos usar esa última expresión. En medio está una modalidad moderna, kitesurf, que es deslizarse por las olas arrastrado por una cometa; podríamos decir deslizamiento con cometa o algo parecido. Para puentig, tenemos puentismo; para training, entrenamiento; para rafting, descenso de rápidos en balsa o balsismo; el canoraft es el descenso en canoa; y para hidrospeed he podido comprobar en la página de una empresa que se dedica a la organización de deportes de aventura que se utiliza hidrotrineo; me parece perfecto.
Me queda, de las modalidades que conozco, pues habrá bastantes ignoradas por mí, el paintball. Lo que me molesta de esta modalidad es que se considere deporte una actividad que consiste en organizar batallas de grupos de comandos cuyo objetivo final es matar a los del equipo contrario como si de una guerra real se tratara. Aunque se me diga que los proyectiles que lanzan sus fusiles son simples bolas rellenas de pintura de color, me sigue pareciendo una salvajada más que un deporte. Si alguien quiere practicar un deporte en el que el fin sea "destruir" al contrario, que aprenda a jugar al ajedrez.

jueves, noviembre 16, 2006

VOLUNTAD DE ESTILO

José Antonio, compañero del instituto, me preguntaba esta mañana, un poco escandalizado, qué me había hecho el pobre Agustín Peláez para tratarlo como lo traté ayer. José Antonio es un amable y buen compañero que me aclara cualquier duda que, en mi amplio desconocimiento de las cuestiones informáticas, pueda planteárseme. José Antonio es, también, un seguidor de esta agenda en la que voy dejando humildes muestras de mi preocupación por el lenguaje. Esta mañana me decía: "Vamos a ver, yo leo el texto que criticabas y me entero de lo que dice." Esto fue en un cruce por un pasillo y no pudimos hablar más. Retomo ahora la cuestión con la confianza de que José Antonio lea también esta nota. Gracias.
El lenguaje es una capacidad específicamente humana que supera la mera comunicación, posible en muchos ámbitos distintos al humano. Se comunican los simios, se comunican las ballenas, las abejas; se comunican los seres unicelulares. Lo cierto es que nos queda muchísimo por saber de los actos de comunicación no humanos. Pero ese lenguaje nuestro, articulado en un doble nivel, está muy por encima de cualquier otro conocido.
Y, como en todos los campos de nuestra vida, lo importante es el progreso, el avance, la lucha por una perfección que, aunque no se consiga, siempre debe ser la meta. En el campo de la medicina, de la biología, de la física, siempre se busca ir un poco más allá y luchamos, en el peor de los casos, por mantenernos en un nivel y no retroceder. ¿Por qué no ha de ser igual con el lenguaje? Facultad que no se practica y usa, facultad que se atrofia.
Cuando yo era pequeño, teníamos que llenar nuestros ratos de ocio con unos entretenimientos diferentes a los actuales; entre ellos, la lectura ocupaba un espacio importante. Y la lectura de los clásicos universales de la literatura infantil (Salgari, Verne, Stevenson, Twain, etc.) no solo enriquecían nuestra imaginación sino que nos servían para aumentar nuestro vocabulario y afinar nuestro estilo. La gente, en general, tenía a gala hablar y escribir bien. En los siglos XVIII, XIX y primera mitad del XX, se confundía entre escritores y periodistas pues estos hacían de aquellos y aquellos actuaban como estos: Bécquer. Larra, Azorín, Unamuno, Machado, Cela... publicaban muchas de sus obras antes en periódicos que en libros. Creo que fue Azorín quien acuñó la expresión voluntad de estilo, es decir, la conciencia de querer hacerlo bien. Y diríamos lo mismo de los políticos. Proverbial es en España la frase expresarse mejor que Castelar. Hoy, las cosas son, por desgracia, muy diferentes y se habla y se escribe mal.
Porque hablar, hablamos todos y nos entendemos para ir tirando; escribir, más o menos aceptablemente, también lo hacemos todos. Pero a lo que hay que aspirar no es a solo hablar, sino a hacerlo lo mejor posible; te quería hablar, José Antonio, de lo que afirman los Libros de estilo de los principales periódicos españoles, pero veo que me voy alargando. Me limito, pues, a darte un ejemplo de lo que quiero decir. Subtítulo del SUR de ayer: El mercado de El Palo vuelve a su ubicación original tras más de dos años en las antiguas cocheras para júbilo de todos los vecinos. Se entiende, pero su estilo es malo y, gramaticalmente, incorrecto. En él se dicen tres cosas: 1. El mercado vuelve a su lugar original; 2. Ha estado más de dos años en las cocheras; 3. La gente se alegra. ¿A qué se refiere 3? En buena lógica, a 1; sin embargo, tal como está escrito debiera pensarse que se refiere a 2. ¿Cómo se evita la confusión? Redactando de otra manera; por ejemplo, así: El mercado de El Palo vuelve, para júbilo de todos los vecinos y tras más de dos años en las antiguas cocheras, a su ubicación original. No es la única forma, pero resulta más correcta que la empleada.

miércoles, noviembre 15, 2006

¡QUE VUELVA "LA CODORNIZ"!

Me pregunta Zalabardo si recuerdo La Codorniz. ¿Y quién no?, pensaba responderle, pero caigo en que los más jóvenes no la recordarán o solamente tendrán referencias vagas, puesto que su ciclo vital se cerró en 1978, si no ando equivocado. ¡Casi treinta años ya! La Codorniz fue una revista de humor iconoclasta y sarcástico (la revista más audaz para el lector más inteligente era su lema) que, nacida en 1941, acogió bajo sus alas a lo más florido de nuestro humorismo durante el franquismo: Mihura, Tono, Gila, Cándido, Chumi Chúmez, Álvaro de Laiglesia y tantos más. Fue una revista que en los tiempos duros de la censura era capaz de publicar "partes meteorológicos" como aquel de Corre por España un fresco general, procedente de Galicia; se teme que durará muchos años. Y que tenía la chulería de, después de sufrir uno de sus frecuentes secuestros, lanzar a los cuatro vientos que Sillín es a sillón como cojín es a X; y a mí me importan 3X que me cierren la edición.
Pues bien, en La Codorniz había una sección titulada La cárcel de papel, de la que se encargaba Evaristo Acevedo, en la que se recogían, para oprobio y vergüenza de sus autores, deslices, equivocaciones y errores de prensa que suponían un maltrato para la lengua, ya fuese por cuestiones estilísticas o meramente ortográficas. Yo pido aquí, con toda la seriedad y fuerza de que soy capaz, que vuelvan La Codorniz y su cárcel para castigar a tantos chupatintas como andan sueltos por esos mundos de las rotativas.
Publicaba ayer SUR un reportaje sobre el conflicto que se tienen los vecinos de Arenas (con su señora alcaldesa a la cabeza), Daimalos y Corumbela (¿conocéis la ruta del mudéjar malagueño?), contra su párroco. De todo ello da cumplida, que no florida, cuenta quien dice llamarse Agustín Peláez. ¿Dónde aprendió este fulano a escribir? Porque el andova es autor de un párrafo como el que sigue: ...no permitió que los padres y madres participaran en la lectura y a una pequeña que se le calló la comunión tuvo que cogerla del suelo llorando porque no le quiso dar otra. Vamos solo con lo más gordo: la pequeña es sujeto de la perífrasis tuvo que coger, por lo que, como pasa con todos los sujetos, no puede llevar preposición; en cambio, que es un relativo que funciona como complemento indirecto de "calló", y debe llevar preposición a. Este último verbo es el pasado simple de caer y no de callar; así que, como se puede ver en cualquier manual de ortografía, se deberá escribir con y y no con ll. Si reparamos en el léxico, comunión es un sustantivo abstracto que designa, en la liturgia cristiana católica, tanto al sacramento mediante el cual se trasmuta el pan y el vino en el cuerpo y la sangre de Cristo como al acto de recibir la eucaristía, es decir, dicho sacramento. Lo que a la pobre niña, para su desconsuelo, se le cayó fue la hostia, hoja u oblea (valen los tres términos) con la que se comulga.
O sea, que el texto se debió escribir así: ... no permitió que los padres y madres participaran en la lectura, y una pequeña, a la que se le cayó la hostia, tuvo que recogerla del suelo porque no le quiso dar otra. Aunque mejor hubiese quedado si la segunda parte se hubiera redactado de esta otra manera: ... y una pequeña tuvo que recoger, llorando, la hostia que se le había caído al suelo, porque no le quiso dar otra.
Como suele decirse en circunstancias semejantes, ¿en qué tómbola le dieron el título a este buen hombre? No ya la cárcel de papel; galeras de papel, si existieran, se merece por el estropicio cometido.

martes, noviembre 14, 2006

ESTUPIDEZ

Esta mañana, Juan Ángel leía, creo que en Escuela española, que alguien, en un artículo o entrevista, decía algo así como que aunque se dice que el humanismo está en decadencia, lo que nunca decaerá será la estupidez. Como detrás de mí oigo extraños ruidos, miro y veo que Zalabardo está que se desternilla de la risa. Algo mohíno, le pregunto a qué viene tanta guasa. Y sin parar de reír me dice: Es que la forma de citar tuya es para que te den matrícula de honor; alguien que no sabes quién es, que no estás seguro de dónde, en no sabes qué tipo de escrito, ha dicho algo parecido a... ¡Magnífico!
Lo dejo y continúo porque esa medio cita, medio invención o lo que sea, me viene de perlas para cerrar esta polémica que al parecer mantengo conmigo mismo y prometer que intentaré no hablar más de la cuestión. ¿Qué cuestión, pues todavía no la he dicho? Cómo iba a ser otra que la del sexismo en el lenguaje, la lucha contra el masculino opresor y la equiparación de los géneros en la expresión, pese a quien pese.
El otro día hablaba de ignorancia y buscaba rodeos para no generalizar en exceso. Hoy, sintiéndolo mucho, tengo que hablar de estupidez. Porque ya no se trata tan solo de rizar el rizo expresivo y buscar sustantivos colectivos para evitar la duplicidad de palabras (alumnado para no decir alumnos, profesorado para no decir profesores, etc.). Es que se pretende borrar de un plumazo lo que han sido estructuras sociales y de pensamiento del pasado que, estemos de acuerdo o no con ellas, fueron así y no podemos falsearlas. Por ejemplo, si en Roma no hubo ninguna mujer que fuese proclamada césar, hoy es evidente que no podemos inventarnos una cesarina, o como quiera que se dijese. Y estamos, valga el inciso, en una época en la que se habla mucho de castigar duramente a quienes falseen la historia.
Y ahí quiero ir a parar. En Alemania, un grupo de 42 teólogas y 10 teólogos han dedicado cinco años de sus vidas a redactar una versión políticamente correcta de la Biblia. Se han gastado en la tarea 400.000 euros (¿cuántas miserias se hubiesen podido resolver con ese dinero?). ¿Cuál es la novedad de tal traducción? Es posible que frivolice un poco, pero es que la cosa va por ahí: Cuando se menciona a Dios, se procura utilizar el término Adonai, que en hebreo es de género neutro, o se alternan la forma el Eterno con la Eterna; cuando se habla de los fariseos, estos van acompañados de las fariseas y se da carta de naturaleza a las apostolinas junto a los apóstoles. Para terminar los ejemplos, se pretende evitar la discriminación sexual eliminando las expresiones del tipo Salomé, esposa de Zebedeo sustituyéndolas por otras como Zebedeo, esposo de Salomé o de esta última no se dice que era madre de Juan, sino que Juan era su hijo. Etcétera.
Más de esta tierra es el otro ejemplo que traigo de estupidez. Una buena señora de Huelva escribe una carta al director en la que se queja de que las mujeres no se sienten representadas en el himno de Andalucía porque en él se dice andaluces levantaos y no andaluces y andaluzas... O porque en él se habla de hombres y no de hombres y mujeres. Para evitar tal entuerto, confiesa que está enseñando a sus nietos a que cuando entonen tal himno cambien la palabra hombres por gente. De esa forma, concluye, todo el pueblo andaluz se sentirá representado y podrá emocionarse interpretando nuestro himno.
Repito: hago firme propósito de no hablar más de este tema. Termino diciendo que, a lo mejor, todo esto concluye en que el estúpido soy yo. Pero, como reza el título de aquella obra de Pirandello, Così è (se vi pare). Preguntadle a Rafael Bueno, que sabe italiano.

lunes, noviembre 13, 2006

CUANTO PEOR, MEJOR

No es que yo defienda ese lema; Zalabardo, tampoco. Lo que sucede es que nos encontramos en una situación en la que parece que ese debiera ser el lema que hay que perseguir, el objetivo al que se debe aspirar. Hablo, naturalmente, de la forma en que nos expresamos.
Que hablamos mal es un hecho casi, casi incontestable. Hablan mal los políticos, hablan mal los periodistas, hablamos, y escribimos, mal (¡ay!) los profesores. ¿Cómo queremos, si esto es así, que hablen bien nuestros alumnos? ¿Cómo queremos que hable bien, si parece que los modelos se han perdido, el común de la gente?
Como dice Lola Galán en el suplemento Domingo de ayer en El País, lo que reina por todas partes es un lenguaje gráfico, zafio, lleno de tacos, de latiguillos y muletas que despojan de gracia, naturalidad y vitalidad a lo que decimos y que carece del menor asomo de entonación. Si vemos la televisión, todo el mundo grita, quiere hablar sin escuchar al oponente, se dicen banalidades. Si atendemos a cualquier serie nacional, los guionistas no hacen sino declarar que se inspiran en el habla de la calle y eso les sirve de excusa para soltar tacos, abusar de mucho de que, vale, te comento, esto es como que no me apetece, tú mismo, pues va a ser que no (o que sí, lo mismo da) y todo por el estilo.
Hoy, en el claustro que hemos tenido, mis compañeros y yo, tras los resultados de la cacareada Prueba de Evaluación de Diagnóstico, hemos pedido que todos los profesores, todos los Departamentos, nos obliguemos a ser más rígidos en la exigencia de unos mínimos expresivos por parte de los alumnos. Un compañero me decía el otro día: No entiendo cómo puede aprobar todas las asignaturas un alumno que apenas comprende el texto que le doy para que lo lea.
Ignoro cuál será la respuesta. Por lo pronto, ya alguien ha sugerido que el Departamento de Lengua (¡cómo no!) redacte unas mínimas normas de lo que se debe exigir. ¿Hacemos un protocolo? Pues vale. Ah, César Antonio Molina, director del Instituto Cervantes recomienda que se vuelva al método de leer en voz alta en las clases. Por ahí se podría empezar.

domingo, noviembre 12, 2006

¿QUIÉN PONDRÁ EL CASCABEL AL GATO?

No sé ni por dónde empezar, pero no hay duda de que las últimas informaciones al respecto provocan auténtico miedo. Estoy seguro de que José Luis Rodríguez o Arantxa Plazaola hablarían de esto mejor que yo, pues podrían aportar argumentos y esgrimir razones que yo desconozco. Me estoy refiriendo a los problemas que amenazan nuestro medio ambiente y a los peligros del cambio climático.
Por todas partes nos vamos encontrando muestras que no pueden ser más desesperanzadoras respecto a lo que nos espera. Y no es preciso que lo diga Al Gore con ese documental que ha rodado (Una vedad inconveniente) o con sus apocalípticas palabras: No tenemos más de diez años para hacer cambios significativos.
La verdad es que no es necesario que nos lo digan porque los hechos no paran de corroborar lo que se nos viene encima. Ayer, una fotografía a cinco columnas (todo el ancho de la página) nos mostraba en El País una imagen desoladora del río Pas convertido en un ridículo (si no fuera trágico) hilillo de agua. Recordé de inmediato algo que había leído hace más de un año y lo busqué: ¿Has visto recientemente los salmones del río Pas en Puenteviesgo? ¿Recuerdas que íbamos a verlos todos los años, camino de la playa, cuando érais niños? Hasta hace nada yo he seguido yendo por allí [...] ¡No te puedes imaginar qué tristeza! ¡Un río muerto! [...] He preguntado las razones y me han dicho que se llevan el agua del río porque hace falta en Santander. Son palabras que dirige Miguel Delibes a su hijo Miguel Delibes de Castro en ese interesante libro sobre los peligros medioambientales escrito a medias y titulado La tierra herida.
Ahora parece que Santander ya no tiene suficiente ni con esa agua. Vamos agotando todos los ríos. En muchas ocasiones, no porque los necesitemos para beber, sino para regar los campos de golf que proliferan sin cesar, pese a que no llueve y los embalses están vacíos. Como lo vamos agotando todo, con nuestra insana manía de agotar por vía de urgencia lo que habría de durar para siempre con un consumo responsable. "Manchas de fuel afloran en el lugar donde se hundió el Prestige", leo y, al pasar unas páginas, vuelvo a leer que "la flota española es la mayor depredadora europea de escualos", porque en los mercados de Asia la aleta de tiburón es una exquisitez.
Extinción de especies, contaminación de las aguas, emisión de gases. ¿Qué decirles a quienes creen que eso del calentamiento global es una simple mentira. En el libro citado de los Delibes se exponen algunas consecuencias hasta ahora visibles del fenómeno: subida del nivel del mar (entre diez y veinte centímetros de promedio desde 1900); fusión de los glaciares en las montañas (se calcula que las nieves del Kilimanjaro desapareceran en quince o veinte años); reducción del espesor de las masas de hielo en los polos; incremento de olas de calor, grandes sequías y catastróficas inundaciones; la decoloración y muerte de los corales y otras de parecida naturaleza; aumento de la desertización y escasez de agua dulce.
En España, estos problemas nos tocan muy de cerca y ya hay Comunidades que hablan de defender con unas y dientes sus recursos hídricos, al tiempo que otras han malgastado y, lo que es peor, siguen malgastando los suyos en proyectos no siempre nobles. Ahora se habla de solidaridad. El tiempo nos dirá quién pone el cascabel a este gato.

sábado, noviembre 11, 2006

IGNORANTES

Sé que nunca se debe generalizar cuando se hace un juicio, por eso diré que me parece que la mayoría de los políticos no solo son soberbios, suficientes y engreídos sino que, además, son ignorantes. Como no quiero generalizar, vendría bien que dijera que ahora estoy pensando en los políticos andaluces y, para restringir aún más el campo de aludidos, que pienso en los que han llevado a cabo una corrección de urgencia del texto del proyecto de reforma de nuestro Estatuto.
Luego dirás, me espeta Zalabardo al leer lo que llevo escrito, que no te debo decirte que eres un escritor calambur; por lo que ahora veo, también te podría llamar escritor litote. Y como teme mi reacción, se da media vuelta y me deja solo.
¿Y por qué he escrito eso? Porque acabo de leer que los socialistas han hecho autocrítica por considerarse reos confesos de machismo y sexismo a causa del lenguaje empleado en la redacción del antedicho proyecto. Como me ha entrado curiosidad por conocer la hondura del pecado, he buscado en Internet el texto para analizarlo. Si el que he encontrado es el mismo que ha motivado esa especie de harakiri menor, el resultado es el siguiente: El término andaluces aparece citado 37 veces, contra las 17 de andaluzas; de ellas, 2 ofrecen la dualidad andaluces y andaluzas. En 14 ocasiones se emplea diputado frente a ninguna diputada. Presidente aparece en 48 ocasiones por 6 usos de Presidenta, siempre, estos últimos casos, en la pareja Presidente o Presidenta. Senadores se utiliza 4 veces y ninguna senadoras. Por fin, hay 2 empleos de electores y 0 de electoras, por un caso de cuerpo electoral.
Pues bien, la corrección estriba en utilizar cuantas veces sea necesario la doble forma de masculino y de femenino, aunque ello vaya contra la norma lingüística. La secretaria de Igualdad del PSOE, Elia Maldonado, se mostraba ayer muy contenta, según leemos: Se habla de la condición de andaluces y andaluzas, de diputados y diputadas, presidente y presidenta, senadores y senadoras. El paso que se ha dado traspasa las normas de la Real Academia Española. Y se quedó tan pancha. Estos ignorantes correctores no traspasan la norma que defienda la Real Academina Española; esa norma está defendida también por las 19 Academias de Hispanoamérica, la Academia Filipina de la Lengua Española y la Academia Norteamericana de la Lengua Española. Su opinión se puede leer en el Diccionario panhispánico de dudas, páginas 310-311. La mía, ante tanta autoridad en la materia, me la callo, aparte de que ya antes he hablado de ello.
Pero está visto que los políticos nos dicen ya hasta cómo tenemos que hablar. Cuando el PSOE, el PP y cualesquiera otros partidos presenten a mujeres como candidatas a los más altos puestos (Presidencia del Gobierno, Presidencias y Secretarías de los propios partidos, etc.) me creeré que están a favor de la igualdad entre hombres y mujeres. Mientras tanto, si lo que les preocupa es eso que llaman "lenguaje sexista", que no se limiten a decir los ciudadanos y las ciudadanas, los andaluces y las andaluzas; que sean consecuentes de una puñetera vez y digan también los perros y las perras, los gatos y las gatas, las ballenas macho y las ballenas hembras, etc. Que también son seres animados y sexuados, digo yo. ¿O es que las hembras de los animales quedan fuera de las reivindicaciones sexistas?

viernes, noviembre 10, 2006

ORO PARECE, PLATA NO ES

Cuando Zalabardo y yo discutimos, él me dice, a modo de insulto, que soy un calambur, porque aparentando decir una cosa digo otra diferente. Lo cierto es que Zalabardo es muy raro en esto de motejar a la gente, pues lo mismo que dice calambur, otras veces dice carapapa o, cuando ya está muy enfadado, me llama alcaudón, que es como llaman a los de mi pueblo los de los pueblos vecinos.
Yo me defiendo diciéndole que no tiene razón, que lo que pasa es que a veces no sé cómo decir las cosas de manera que, sin herir, queden suficientemente claras. Que lo consiga o no es otra cosa; y me preocupa porque en mi ánimo no entra nunca hacer daño a nadie.
En el lenguaje también hay palabras que desconciertan porque quien no está acostumbrado a ellas entiende algo muy diferente. Eso pasa con quien sea ignorante del lenguaje taurino y oiga decir que el picador se está colocando bien la mona, que no es sino la protección metálica que lleva en la pierna derecha. Aunque más que palabras, que las hay, lo que abundan son los giros lexicalizados (dos o más palabras que se utilizan siempre juntas y que significan algo muy diferente de lo que por separado quieren decir).
La gastronomía es una buena fuente de tales casos. A quien no sea de nuestro país, por fuerza le tiene que extrañar que nosotros podamos comer ropa vieja (que es un guiso hecho con la carne y sobras de otra comida anterior), olla podrida (que es un cocido al que se le agrega jamón, gallina y otras exquisiteces) o duelos y quebrantos (comida tan popularizada por el Quijote y que consiste en una fritada con huevos, torreznos y sesos). En pastelería podemos regalarnos con un buen brazo de gitano o con un pedo de monja (dulce mejicano esponjoso de harina de trigo).
Si bajamos a otros ámbitos tenemos el caso tan característico del ojo de buey, que ni es ojo ni buey, sino una ventana circular. O el ojo de boticario, que es un lugar seguro de la farmacia para guardar estupefacientes y otros medicamentos. La palabra ojo nos da mucho juego, porque aparte de los ejemplos dados tenemos ojo de perdiz, ojo de gallo y ojo de pescado, que es una verruga plana que sale en las manos. Muy polisémica es la expresión pata de gallo, que designa una planta, un determinado dibujo en un tejido, un dicho necio o despropósito y un tipo de arruga.
¿Y quién no ha callado alguna vez alegando que hay ropa tendida, es decir, que está presente alguien que, a nuestro criterio, no debe enterarse de aquello de lo que se habla? Pero, para terminar, me gustaría contar el origen de por qué a los mozos de caballos en las corridas de toros se les llama monosabios (aunque el DRAE diga mono sabio). Lo cuenta José Mª Iribarren en El porqué de los dichos, curioso libro con el que me entretengo de vez en cuando. La historia es que allá por 1847 se estrenó en un teatro de Madrid un espectáculo de variedades en el que intervenía un grupo de monos amaestrados, que causaron sensación. Pocos días después, en la celebración de una corrida de toros, los mozos aparecieron estrenando una vestimenta que, casualidades de la vida, coincidía en los colores con la ropa de los monos del circo (pantalón azul y camisa roja). El público de los tendidos, ocurrente y chistoso, empezó a gritar: "¡Los monos sabios!". Y con ese nombre se quedaron.

jueves, noviembre 09, 2006

¡VIRGENCITA, QUE ME QUEDE COMO ESTOY!

Hace un momento he acabado de leer un artículo de opinión de Félix de Azúa que incluye hoy El País. Se titula ¿Quién teme al ciudadano feroz? Cuando hace unos días yo escribía Ciutadans! pensaba en todo eso, pero, está claro, Félix de Azúa es Félix de Azúa y yo soy yo. Sin más vueltas. En fin, que recomiendo su lectura.
Pero, dicho lo dicho, yo ya tenía pensado el tema sobre el que escribir hoy. Me lo inspiraron las informaciones acerca de las manifestaciones de profesores que salían a la calle en Barcelona para protestar por la violencia escolar. Pero para protestar, entiéndase bien, no contra la violencia que, aunque soterrada, de modo más o menos generalizado, se da en el entorno escolar, sino contra la que padecemos nosotros, los profesores. Hoy, la prensa sigue hablando de lo mismo; junto a la mera información se unen las opiniones de diferentes estamentos y los análisis particulares. Entre las opiniones, en una columna, El País titula que Se está creando una alarma injustificada; entre los análisis, el mismo diario incluye uno de Vicente Verdú sobre la cuestión que titula El desdén entre profesores y alumnos. Es posible que yo lo lea mal, pero de él parece desprenderse que existe una culpabilidad compartida.
Desgraciadamente esa es una creencia dominante. No hay para tanto, se exagera mucho, son casos aislados..., se dice con harta frecuencia, mientras se hace poco por poner remedio. Y lo peor es que quienes debieran estar a la cabeza de la defensa de los profesores (léase delegaciones, inspecciones, direcciones de centros) se alinean muchas veces junto a quienes más nos denigran. No hay más que preguntar a los profesores qué respuesta encuentran de sus superiores o de las familias cuando pretenden imponer disciplina o requerir un comportamiento adecuado por parte de los alumnos.
Dice Vicente Verdú en el artículo a que me refiero: ahora no se respeta la autoridad del maestro pero tampoco la de los padres, los jueces, la Iglesia, los médicos o la publicidad. Pues qué bien, mal de muchos, consuelo de tontos. Sin embargo, a quienes quieren resolver todo diciendo que parte de la culpa es nuestra les tengo que dar algo de razón si echo la vista atrás, hacia los muchos años que llevo en la docencia. Nosotros fuimos culpables, igual que muchos padres, de creer, durante una época, que a los hijos, a los alumnos, había que tratarlos de igual a igual. Cierto que ahora no vale decir eso de yo ya lo avisaba, pero recuerdo que siempre defendí que el padre debía ser padre en todas las ocasiones y el hijo, hijo; de igual modo, el profesor tenía que ser profesor y el alumno, alumno. Nada de colegas, porque ni los alumnos nos ven como sus colegas, ni nuestros hijos nos verán nunca como sus amigos.
Que nadie crea que con esto pretendo defender eso de que la letra con sangre entra, porque como decía (ya a principios del siglo XX) mi ilustre paisano el gran polígrafo y comentador del Quijote Francisco Rodríguez Marín comentando este refrán, pero si es con dulzura y amor, se enseña mejor. En aquella época, no se conocía nada de Summerhill ni de esas zarandajas. Y digo esto porque, cuando yo estaba en edad escolar, y pasaba igual con mis compañeros, a pesar de que cometiésemos barbaridades, algunas inimaginables (los niños siempre han sido y serán niños), había un círculo de actuación que difícilmente se rompía: a nuestros padres los respetábamos, a nuestros profesores los respetábamos; y los profesores nos enseñaban que debíamos respetar a nuestros padres tal como nuestros padres nos enseñaban que a los profesores había que respetarlos. Y, al menos yo, siempre me sentí respetado por mis profesores y por mis padres.
Ahora, en cambio, muchos sicólogos y pedagogos pierden el culo y se les cae la baba diciendo mobbing, bullying y otras palabras de la misma cuerda sin saber que hablan de algo que no entienden y, lo que es peor, no saben cómo resolver: violencia, acoso, matonismo, intimidación. Muchos de ellos, la mayoría, se encuentran encerrados en un despacho, lejos de la práctica diaria de las clases. ¿Que exagero? Ojalá no pasemos de como estamos.

miércoles, noviembre 08, 2006

AMIG@S

No es novedad que diga lo que pienso de esa moderna tendencia de referirse a un sustantivo que designa personas haciendo mención explícita de las formas de masculino y femenino (alumno/alumna, ciudadano/ciudadana, compañeros/compañeras, etc.). Lo he explicado otras veces diciendo que ello supone un desconocimiento de la lengua y no es preciso insistir más.

Pero en todo hay siempre un ir más allá. Eso de “nunca digas nunca jamás” o como quiera que sea la frase parece ser cierto. La cosa es que quienes siguen esta tendencia de la que hablo han notado que, si ya es coñazo hablar de tal manera, no veas cuando has de escribir (los/las compañeros/as interesados/as...). Y como en todos los sitios hay cabezas pensantes, alguien tuvo la “feliz” idea de percibir en el signo de la arroba (@) la polivalencia necesaria para expresar la dualidad masculino/femenino. Y así empezaron a surgir, sobre todo en textos publicitarios, expresiones de este tipo: Se busca secretari@ ... Si quieres ser azafat@... Si estás interesad@, llama... Ya digo, una verdadera ricura.

Y en estas, el diario SUR acoge una sección que se llama así, Amig@s, que, según declaración propia, es El servicio nº 1 de Relaciones Personales de España. Que esa es otra, el auge que ha adquirido la palabra relación. Que nadie crea que el uso es nuevo, porque lo único nuevo es el abuso. Toda la vida de Dios, cuando alguien había adquirido con otra persona un compromiso más o menos formal de matrimonio, se dijo que mantenía relaciones con dicha persona. Incluso se hablaba de relaciones serias. Porque, como siempre, había de todo y se podía ser novio o novia, esposo o esposa, amigo o amiga, amante, querido o querida, mantenido o mantenida, etc. (no sigo por no cansar).

Ahora, en cambio, no hay más que relaciones, y estas son todas del mismo tipo, según veo en la página citada. Tal es así que cuando vemos a una persona conocida a la que acompaña alguien que nos es presentado (o presentada) no se nos dice que es vecino, o amigo (y residente en Málaga), o novio, o lo que sea; ya esperamos que nos diga: Mira, te presento a mi relación. Bueno, que veo la susodicha página y me encuentro con que las relaciones son de las categorías siguientes: Chica busca chico. Chico busca chica. Chica busca chica y Chico busca chico. Ya está, le digo a Zalabardo, a lo que él me contesta que siga leyendo. Y es verdad, que sigue, pues hay otra categoría, Otras relaciones.

¿Cuáles son estas?, me pregunto, y de inmediato pienso que a esa sección debió recurrir el PSC para encontrar a ERC y a ICV y poder construir la Entesa. Pero resulta que no. En esa sección me encuentro el siguiente mensaje: Moreno de 28 años busca chica o pareja sólo ella, para conocerse y lo que surja. Os aseguro que está escrito así; pero aún me ha gustado más otro que dice: Semiuniversitario, maduro, autosuficiente, libre, atlético, gustando naturaleza, música, hogar, busca mujer similar, atractiva, cariñosa, con criterio y sentido del humor. Creo que esto del sentido del humor es para poder resistir lo de semiuniversitario. Yo ya sabía que la universidad no marchaba muy bien, pero nunca creí que pudiera llegar a entregar sólo medios títulos.

martes, noviembre 07, 2006

ES NECESARIO QUE TODO CAMBIE PARA QUE TODO SIGA IGUAL

Hablamos Zalabardo y yo de que existen frases a las que se les saca mucho jugo aunque no se sepa de dónde provienen y qué sentido tenían en su origen. Esta de Lampedusa, incluida en su novela El gatopardo, es un claro ejemplo. Pero viene ni que al pelo en esta ocasión. Me he acordado de ella cuando he leído que el PSC, ERC e IVC-EUiA han repetido el acuerdo para formar Gobierno en Cataluña. Algunos dicen que es el gobierno de los perdedores. Otros dicen que, como ninguno tiene la mayoría suficiente para gobernar, vuelvan todos a sus casas y dejen en paz a los catalanes hasta dentro de cuatro años; que prueben entonces de nuevo a ver si han hecho mejor los deberes y tienen más suerte.
Pero digo que me acuerdo de la frase de Lampedusa porque han llamado a su alianza Entesa Nacional de Progrès (Entendimiento), ya que aquello de tripartito les trae muy malos recuerdos de una gestión fracasada. Es el viejo truco de cambiar los nombres para no tener que cambiar los contenidos. Pasa lo mismo en nuestro mundo de la enseñanza. Zalabardo me hace un planteamiento, después de la reunión del Equipo Técnico de Coordinación Pedagógica, que me obliga a pensar. Me dice que personas que en otro tiempo se comportaban como partidarios acérrimos de los sistemas asamblearios, representativos, autogestionarios y demás, un buen día descubrieron lo bien que se está en el poder. Y cuando lo han obtenido buscan la división del personal (que si Equipo Técnico por aquí, que si Consejo Escolar por allá, al Claustro se le dan cuantas explicaciones sean precisas, pero ni pincha ni corta) para, mediante un sistema aparentemente representativo, alcanzar lo que en realidad se busca.
Pero me voy por los cerros de Úbeda. Hablaba de llamar a las cosas de otro nombre aunque designen lo mismo. Es decir, hablar de flexibilidad de plantillas cuando se quiere hablar de supresión de puestos de trabajo o decir desventaja capilar cuando lo que queremos decir es calvicie. Bien, en nuestro campo, la enseñanza, pasa algo parecido: ¿observamos en verdad cambios positivos y progresistas en las reiteradas y ya cansinas reformas del sistema? Porque a mí me pasa que, fuera de la palabrería, encuentro pocas cosas realmente interesantes. Mucho diseño curricular, mucho niveles de concreción para al final no decir nada. O sí, que el recreo es un segmento de ocio o que la recuperación de asignaturas es una preparación adicional o que un alumno es una unidad de módulo educacional. Pues nada, adelante con los faroles.

lunes, noviembre 06, 2006

VIOLENCIA

Llego tarde y cansado a casa. Con unas cosas y con otras, en el instituto no paramos de tener reuniones. Al llegar, claro, he tenido que preparar los materiales para las clases de mañana. Luego dicen que los profesores vivimos como reyes. Antes, comentarios de ese tipo me cabreaban; ahora me da igual lo que digan.
Trato de sacar un breve rato para leer la prensa y enterarme un poco de cómo va el mundo. Pero la verdad es que pronto se quitan las ganas. A las noticias de violencia institucionalizada, dígase guerras, se unen las de violencia de andar por casa, de esa que hace años llenaba aquel periódico que tenía el sugerente título de El Caso. La policía detiene a unos niños de 15 años que han atacado con barras de hierro y palos al dueño de un pequeño establecimiento. La niña a la que han roto una pierna compañeras de su centro escolar dice que no quiere volver porque la tienen amenazada con hacerle más daño. Una rencilla termina con la agresión a un joven de 25 años. Un anciano de 73 años degüella con una segueta a su hijo de 43.
Violencia inútil, violencia ciega, violencia que denuncia hasta qué límites hemos llegado en esta sociedad que nos ha tocado vivir. Y aún dicen que vamos a peor. Ignoro si será pesimismo o realidad. Hace muchos años fue el crimen de Don Benito; no hace tanto, la matanza de Puerto Hurraco
Al contar el caso del padre que mata a su hijo, se llama a aquél parricida. Bien es verdad que parricidio, de forma genérica, es causar la muerte a un pariente próximo, aunque se suele aplicar más especialmente a causar la muerte del padre o de la madre, bien que para este último caso existe matricidio. Pero lo cierto es que cada tipo de estos homicidios en que la víctima es un pariente tiene su vocablo específico. Matar a un hijo es propiamente un filicidio; a un hermano, fratricidio; a un niño de corta edad, infanticidio; al cónyuge, conyugicidio; y si es a la esposa, uxoricidio. Mira por dónde, no existe término que designe el hecho de causar la muerte al esposo.
Fuera de la familia hay homicidios muy diversos; Algunos locos iluminados se dan abiertamente al genocidio. Si se mira más hacia arriba, está el magnicidio, el regicidio y el tiranicidio. Algunos, incluso han intentado el deicidio.