martes, octubre 31, 2006

CARAVASAR

Creo que fue este verano. Una asociación cuyo nombre no recuerdo convocó un concurso para encontrar la palabra más bella del español. Había que enviar la palabra y razonar por qué se la consideraba la más bella. Da igual cuál ganara y da igual cuál enviara yo.
Caravasar es el nombre de un grupo musical sevillano que hace una música que fusiona estilos del Mediterráneo oriental con otros procedentes del Magreb y con corrientes occidentales. Sobre ellos leía un breve reportaje el otro día. Se iniciaba así: "Caravasar es una palabra llena de fuerza y belleza procedente del persa. Literalmente significa palacio de las caravanas". Es verdad que es una bella palabra, pero no quiero hablar de eso, sino de otro asunto.
Casi todo el reportaje se dedica a recoger palabras de los integrantes del grupo que nos hablan sobre lo que hacen y lo que pretenden. Leyendo, sabemos que el laúd árabe se llama ud y el laúd turco, saz, así como que los bendires son unos panderos árabes y el ney, una flauta oriental.
Cuando hablan de sí mismos es precisamente cuando encuentro lo que me rechinó. Con tanta precisión en terminología musical, mira por dónde vienen a resbalar. Dice un miembro del grupo que el alma mater de Caravasar fue Joaquín Rodero. ¿Quiere decir que fue su creador, su impulsor, su miembro más eminente? Pues que se diga así, pero alma mater es otra cosa muy distinta. La expresión latina, que se debe utilizar (exclusivamente) para referirse a la Universidad, significa literalmente madre nutricia, queriendo indicar el papel que aquella desempeña como madre que alimenta nuestras ansias de conocimiento.
En esa expresión, alma es un adjetivo procedente de almus, a, um, que dio en español el adjetivo almo, a y que significa nutricio, vivificador y, también, benéfico. Con ese valor lo utilizó ya Fray Luis de León. No tiene absolutamente nada que ver con el sustantivo alma, que, entre sus múltiples significados, recoge el de 'persona que impulsa e inspira una cosa'. Este sustantivo procede del latín anima. ¿Por qué este término acaba en alma?; nos lo explica muy bien Menéndez Pidal al hablar de los grupos consonánticos romances nacidos de la pérdida de una vocal (n'm, m'r, m'l, etc.) y cómo era frecuente que en estos casos la n y la l se trocasen a menudo (y así se explica Onuba > Onba > Huelva; ilicina > ilcina > encina; o anima > anma > alma). Perdón por decirlo de esta forma, pero no creo que sea procedente entrar en complejidades de fonética histórica.
En resumen, que son dos palabras que han llegado al mismo resultado por diferentes caminos (caprichos del destino). No es raro en nuestra lengua: haya, el árbol de la familia de las fagáceas procede del latín fagea, mientras que haya, subjuntivo del verbo haber, procede de habeam. Son, pues, como digo, dos palabras diferentes que coinciden en la forma. Nada más.
Algún día se podría hablar de otras expresiones latinas que también tendemos a utilizarlas mal, pero veo que Zalabardo me mete prisa porque quiere que veamos el partido del Barça contra el Chelsea. Confiemos en que hoy no toque sufrir.

lunes, octubre 30, 2006

COLONIZACIÓN CULTURAL

Esta mañana, durante el desayuno, hablaba con Zalabardo del peligro de extinción que amenaza, igual que a muchas especies animales y vegetales, a una gran cantidad de costumbres y tradiciones de pueblos de todo el mundo, por no hacer referencia tan solo de las nuestras. La amenaza procede, en este caso, del mundo angloamericano que, de manera lenta y al parecer irreversible, nos va comiendo el terreno y la sesera. ¿Cuál es el arma? Una de apariencia inocente y que incluso se admite con entusiasmo: el cine y demás productos audiovisuales que nos llegan, casi siempre, a través de la televisión. Su coca-cola, su música, su feísima forma de vestir, su mala educación, su violencia. Y, con todo ello, un sinfín de costumbres, celebraciones y modas que, casi sin darnos cuenta, vamos asumiendo y aprobando en detrimento de las propias.
Ayer por la mañana, por ejemplo, ya vi en televisión un programa infantil, de dibujos animados, sobre Halloween. Muchos niños, y mayores, esperan con entusiamo la llegada de mañana para celebrar Halloween. He visto bares que anuncian su fiesta monstruosa. Halloween es una fiesta de origen celta que se celebra, sobre todo, si yo no estoy equivocado, en Estados Unidos y Canadá. Y, claro está, ahora también en España. Todas las series de televisión emiten en estos días episodios alusivos a la misma. Y mañana veremos a nuestros niños, disfrazados de fantasmas y monstruos e, incluso, llamando a las puertas al grito de ¡truco o trato! ¿De dónde ha salido esa expresión? Si lo preguntáis, pocos o ninguno os lo sabrán contestar. Si acaso, alguno responderá que eso es lo que se dice. Claro está que es lo que se dice en el cine, al traducir los parlamentos del inglés al español.
Ya sabemos la larga historia de las traducciones de cine en España y el arte conseguido en ellas. Hay que lograr que los textos en español se ajusten al movimiento de los labios que en origen hablan en inglés y se dé la apariencia de que lo dicen está dicho realmente en español. La famosa frase de Halloween es ¡trick or treat! Yo desconozco la lengua inglesa, pero consulto el Diccionario Universal Collins, editado por Grijalbo, y en él puedo leer que es "una frase que pronuncian en tono jocoso los niños que rondan las casas en la noche de Halloween. Quiere decir: ¡danos algo o te hacemos una trastada!". No sé quién inventaría para el cine eso de truco o trato, que quedará muy bien, pero que tiene poco sentido.
Ya puestos, a todos los que mañana (bueno, ya hoy) celebren Halloween les podríamos preguntar cuál es el origen y significado de tal festividad y, de paso, si conocen alguna tradición característica de estos mismos días (celebración de los difuntos) propia de la provincia de Málaga. Por ejemplo, la Ureña.

domingo, octubre 29, 2006

ALTIUS, CITIUS, FORTIOR

Hoy me he retrasado y no sé si estoy escribiendo ya el comentario de mañana. Sabéis que los sábados nos vamos al monte a andar; también hoy lo hemos hecho y hemos vuelto casi con el tiempo de ver el fútbol en la tele. Y como ya se ha acabado, me pongo a escribir.
Zalabardo, con su proverbial ironía, me pregunta si el título me lo da la jornada de senderismo o la sesión fútbol-butaca. Pero no le hagáis caso, ni una cosa ni otra. Si he elegido el lema de los juegos olímpicos (más alto, más rápido, más fuerte, que eso es lo que significan esas palabras latinas) ha sido para referirme a la tendencia moderna de crear el grado de los adjetivos. Parece que el comparativo nos ressulta también insuficiente y en nuestro tiempo ningún adjetivo dice lo que dice si no lo presentamos en su grado superlativo.
Pero lo peor no es eso; lo peor es que ya no nos conformamos con que un sillón sea cómodo, ni nos parece que deba ser muy cómodo o comodísimo; tiene que ser supercómodo. Y esta forma de crear los superlativos con el prefijo super ha pasado a ser no un uso, sino un abuso. Todo es superfantástico, superinteresante, supercautivador o superantipático.
Vamos, que nos gusta la exageración y las cosas normalitas incluso nos deprimen. Como la raza, afortunadamente, va mejorando, ya las tallas S, M y L se nos han quedado pequeñas y pedimos que las cosas sean XL o XXL. Por eso no me ha extrañado nada encontrar un anuncio de un modelo de coche al que precisamente se le denomina XL y que se anuncia de esta manera: Dale un megavistazo y descubre su extratamaño en tu superconcesionario. No sé si es visión comercial o cachondeo.
Bien, mañana será otro día; aunque a lo mejor es hoy mismo.

viernes, octubre 27, 2006

DUDO, LUEGO EXISTO

Hay personas que están siempre muy seguras de sí mismas, que parecen no dudar nunca de nada; algunas, incluso manifiestan una suficiencia que les hace parecer que estuvieran de vuelta de todo. En principio, yo suelo desconfiar de esas personas; Juan de Mairena, que al tiempo que un apócrifo era una alter ego de Antonio Machado, decía: "Los hombres que están siempre de vuelta de todas las cosas son los que no han ido nunca a ninguna parte".
Yo soy muy dubitativo, necesito pensar mucho las cosas, me cuesta decidirme. Antonio Machado, que también era callado y dubitativo, escribió: "Converso con el hombre que siempre va conmigo". Yo, ya lo sabéis, recurro igualmente a un personaje apócrifo que me acompaña y con el que converso, Zalabardo. Esta mañana hablábamos de lo que ahora digo, de las dudas. Yo le insistía en que creo que es bueno dudar, porque quien duda se está planteando las opciones de cualquier situación. Peor que la duda es la indiferencia ante un problema, o la ligereza a la hora de actuar. Y, a veces, la prontitud no es sino consecuencia de esa indiferencia o ligereza.
Zalabardo me dice, y esto me ayuda, que suele dudar quien da más valor al intento, al esfuerzo en la actuación que al resultado mismo de esa actuación. Machado, parece que esto es un monográfico sobre él, dijo: "No me jacto de éxitos, sino de propósitos". Yo les suelo decir algo parecido a mis alumnos: lo importante es esforzarse, intentar las cosas; el resultado vendrá por añadidura y, si no viniera, tampoco importa demasiado. No sé si logro transmitirles lo que pretendo.
En cuestiones de la lengua soy igual. Lo que vale es el propósito de hacer bien las cosas, el interés por hablar bien; si me equivoco, ya rectificaré. Y el comentario de hoy va sobre esas dudas. El diario SUR de ayer, recogía una información referida a un congreso sobre la lengua española que se celebra en Yuso, la cuna de nuestro idioma. En la información se habla de el primer Acta Internacional de la Lengua Española. Curiosamente, esta mañana, en televisión, hablaban de lo mismo, aunque decían la primer Acta Internacional de la Lengua Española. En los dos casos hay muestras de dudas, de que los redactores no tienen muy clara la norma. Intento explicar el caso, porque son dos las cuestiones implicadas. Los sustantivos femeninos que empiezan por a tónica (águila, hacha, acta, etc.) se construirán, en singular, con los determinantes el, algún o ningún (el agua, ningún hacha; pero esta agua, aquella hacha, las aguas, etc.). Sin embargo, si entre el determinante y el sustantivo se coloca un adjetivo, automáticamente se repondrá el determinante femenino (la mejor agua). Así, SUR, utiliza el porque ha pensado en la norma inicial sin tener en cuenta que esta queda anulada por la presencia del adjetivo, hecho que sí se ha tenido presente en el texto de televisión.
Claro que, con el problema del sustantivo que empieza por a tónica y el artículo, los dos han olvidado que el numeral primero puede apocoparse ante sustantivos masculinos (el primer hombre), pero no ante sustantivos femeninos (no se dice la primer mujer, sino la primera mujer), aunque fuese práctica frecuente en la lengua antigua. Pudiera pensarse que en ellos ha pesado también la duda de si la palabra acta (por esa peculiaridad del artículo) es masculina o femenina.

jueves, octubre 26, 2006

ESAS PEQUEÑAS COSAS

Por supuesto que no pienso hablar de la canción de Serrat, sino que intento explicarle a Zalabardo la importancia que tienen los pequeños detalles, aquellos en los que difícilmente reparamos hasta que han provocado unas consecuencias que no esperábamos. En el lenguaje corriente recurrimos con frecuencia al ¿qué va a pasar por...? Y ese por es un detalle insignificante. Zalabardo es de los que se muestran escépticos. Un ejemplo de lo que digo lo tenemos en lo que algunos dan como una canción popular inglesa, otros se remontan a las tradiciones hebreas y otros identifican con un cuento de los Grimm. Es aquello de "por un clavo se perdió una herradura; por una herradura, un caballo; por un caballo, un jinete; por un jinete, una batalla; por una batalla, un reino".
Si Carlos Rodríguez estuviera aquí presente, no dudo que diría que eso es teoría del caos y le daría una explicación de lo más convincente a Zalabardo. Le hablaría del "efecto mariposa" y las consecuencias en Tokio de un simple aleteo de este lepidóptero aquí en Málaga; le contaría que el simple redondeo de un número de tres a dos decimales no es relevante en un par de operaciones, pero que tendría un resultado incalculable en cientos, miles o millones de operaciones. Y hasta aquí llego yo, que me perdería si intento decir más.
Pero es que todo eso puede que sea aplicable al uso de la lengua. Por un pequeño cambio que yo haga, por un pequeño descuido que tenga, por un mínimo error en el que incurra, no pasará nada. Eso se ve muy claramente en los alumnos: "¿Y qué pasa por eso, profe?", nos dicen cuando les corregimos un fallo que ellos consideran menor. Pues pasa que no sabemos cuál será la consecuencia final.
Titulaba ayer El País en su página 3: EEUU iniciará la retirada de Irak en un año. A continuación, en la entradilla, leemos que se habla de un proceso que tendrá lugar entre el otoño de 2007 y la primavera de 2008. Es decir, que comenzará dentro de un año. Porque, si prestamos atención, la preposición en se utiliza (se debe utilizar) para indicar en qué lugar, tiempo o modo sucede algo: está en Perú; sucedió en verano; lo guardo en depósito. Luego lo que el titular dice es que el inicio de la retirada durará un año y no es eso lo que se quiere decir. El mismo El País escribe bien, en la página 9, cuando titula Lula pasa al ataque en la recta final... Si yo digo que haré algo en un minuto, indico que actuaré rápidamente, no cuando haya pasado un minuto. Sin embargo, en la radio y en la televisión nos dicen continuamente volvemos en dos minutos, cuando deberían decir volvemos dentro de dos minutos.
Es, como vemos, un detalle pequeño, una simple y modesta preposición. Pero grano a grano se hace granero. Zalabardo, mirándome, se pone el dedo índice en la sien, pero yo pienso en el aleteo de la mariposa.

miércoles, octubre 25, 2006

EL QUE PARTE Y REPARTE...

...se lleva la mejor parte; o, en ocasiones, aunque no sea la mejor, se lleva la más larga.

Como nos hemos convertido en centro TIC, ayer comenzamos los profesores un cursillo más o menos acelerado de introducción a Guadalinex. Reciclarse o morir. Zalabardo, que se sentó al final del aula, aunque las fotografías las tomara Aquilino, me contaba después, entre risas nada contenidas, la impresión que le causamos. Decía, yo creo que exageraba, que no había ninguna diferencia entre nosotros y cualquier grupo de la ESO: "Isa, mi ordenador no se enciende"; "Isa, el ratón de mi ordenador está bloqueado"; "Isa, a mí eso no me sale así"; "Isa, yo me he perdido y no sé por dónde vamos"; "Isa, mi archivo no se puede abrir". La pobre Isa, la compañera que imparte el curso, iba de mesa en mesa tratando de solucionar el problema de cada uno. Así me lo contaba Zalabardo, pero ya digo que en mi opinión exagera.
Bueno, en el curso salió una palabra de las de relumbrón; Isa, la paciente Isa, dijo en un determinado momento que, si queríamos instalar una determinada utilidad en nuestro ordenador personal habría que particionar el disco duro. Yo he preguntado hoy a otros compañeros y algunos, en concreto Lola, me dicen haber oído también la palabra. Es uno de esos alargamientos de palabra de los que hablaba el otro día, en los que caemos porque pensamos que un término así va a ser más efectivo.
Pero analicemos un poco la familia a la que dicho vocablo podría pertenecer. No nos costará trabajo remontarnos al sustantivo parte, que el diccionario de Manuel Seco define como 'cosa que, con otra u otras, forman una unidad'. El proceso de 'dividir algo en dos o más partes', es, según encontramos en cualquier diccionario, partir. De ese verbo podemos derivar otros, como compartir, departir, impartir, repartir, etc. Y también podemos derivar algunos sustantivos y adjetivos: partible, participación, partidario, partitura, partidero, partición, etc. Y este último es el que nos interesa. Dice el DRAE que es 'división o repartimiento que se hace entre algunas personas, de hacienda, herencia o cosa semejante'. La verdad es que parece un significado muy restrictivo y que alude casi de manera única a su origen. Me gusta más lo que dice Seco: 'acción de partir o repartir'; o sea, que es un sustantivo abstracto de acción, que se relaciona con el verbo partir, que es el proceso. Luego particionar es un verbo innecesario que quiere sustituir a partir. Por ese camino, si siguiéramos, tendríamos que obtener un sustantivo particionación (o particionamiento) del que a su vez podríamos crear el nuevo verbo particionacionar y así hasta el infinito. ¿Me explico?
Mientras tanto, gracias, Isa, por la paciencia que tienes con nosotros. Y si, al fondo del aula, ves a Zalabardo reírse de nuestro comportamiento, no le hagas caso y sigue.

martes, octubre 24, 2006

DE LA HABANA HA VENIDO UN BARCO...

...cargado de... Ese era un juego que antes se practicaba mucho. Se daba la letra inicial y había que adivinar la carga de ese barco que no paraba de llegar de La Habana. Antes los juegos eran diferentes y más de carácter colectivo. Hoy tienden a ser juegos solitarios, de los del individuo contra la máquina.
El barco este del que hablo viene cargado de pronombres. Pero pronombres mal utilizados. Hace unos días, en un programa de televisión realizado en Barcelona, el locutor, creo que su nombre es Jordi Hurtado, decía a un concursante: "Mándela un saludo a su..." Esta misma tarde, en la radio, Boris Eizaguirre comenzaba un parlamento: "Yo, de pequeño, me gustaba..." Digo los nombres sin ninguna intención especial, o, mejor dicho, con una, la de que veamos lo extendido que está el fenómeno. Uno es catalán y el otro es venezolano. Pero las modas no se detienen en nadie. Nosotros, los andaluces, no solíamos tener problema en este campo. Hoy, con el empuje de los medios, el mal nos contagia a todos.
Vamos con el segundo caso. Yo es un pronombre de primera persona que únicamente funciona como sujeto (yo pienso, yo digo, yo he considerado, etc.) por lo que, lógicamente, se acompañará tan solo de formas verbales en primera persona. Por eso no se debe decir yo me parece que..., yo me gusta..., etc., porque los sujetos de esos verbos son aquello que a mí me parece o aquello que a mí me gusta. Y es esa forma preposicional, a mí, la que hay que utilizar en tales casos.
En el primer caso estamos ante el problema de los pronombres átonos de tercera persona, que siempre funcionan como complemento directo o indirecto. Como complemento directo se utilizan las formas lo (para masculino) y la (para femenino): lo/la he visto (a él o a ella), lo comprendo (eso), la sé (la lección), lo/la espero (a él o a ella). Como complemento indirecto se utiliza solamente la forma le (invariable para masculino y femenino): le hice un regalo (a él o a ella), le daré una propina (a él o a ella). La única salvedad que se hace es permitir le para complemento directo de persona masculino, aunque no es aconsejable: le espero (mejor lo espero), le escucho (mejor lo escucho). Cualquier otra forma de leísmo (uso de le en lugar de lo o la), laísmo (uso de la en lugar de le) o loísmo (uso de lo en lugar de le) es reprobable.
Me dice Zalabardo que no siga porque el comentario de hoy resulta muy seco; bueno, él me dice que "muy profesoral" y que para esto no vale la pena tener una agenda. También me dice que habrá que pensar en su continuidad, pues lo que empezó siendo tan solo una especie de desahogo íntimo va asomándose al exterior más de lo apetecible. Le digo que eso parece el pudor propio de los autores de diarios, que se esconden para escribir en secreto lo que, en el fondo, desean que salga a la luz pública. Me responde que me lo tome como quiera; pero que, en cualquier caso, habrá que cuidar más los contenidos y el estilo. Me lo pensaré.

lunes, octubre 23, 2006

EL PRIMER DICCIONARIO

Para casi todas las notas que he incluido en esta agenda me he apoyado en diferentes diccionarios a la hora de establecer el significado de uso de las palabras comentadas. Me sugiere ahora Zalabardo que haga un pequeño homenaje a los diccionarios diciendo alguna cosa del primero que en nuestra lengua se compuso. Y no me parece mal la idea.
Teniendo en cuenta lo que hoy entendemos por diccionario, el primero de los nuestros lo escribió Sebastián de Covarrubias y Horozco (1539-1613), estudiante en la Universidad de Salamanca, sacerdote y capellán de Su Majestad y canónigo de la catedral de Cuenca desde 1579. Tituló su obra, publicada en 1611, Tesoro de la lengua castellana o española y en él se inspiraría la Academia Española para componer el suyo en el siglo XVIII.
Obra primeriza en su género, no puede considerarse, sin embargo, obra menor, puesto que es un auténtico monumento de la lexicografía. Conocer la lengua de nuestro Siglo de Oro exige necesariamente consultar esta magna obra. El Tesoro se ajusta, en principio, a lo que llamamos un diccionario de uso, pero no desdeña meterse en cuestiones etimológicas ni dar notas aclaratorias sobre un término o componer un auténtico artículo enciclopédico. La llaneza y frescura con que está escrito nos sorprende y el hecho de que a su carga erudita le añada sin pudor notas surgidas de las habladurías o de la fantasía y superstición nos lleva en bastantes ocasiones a sonreír. Veamos algunos ejemplos de artículos de este diccionario:
1. Mera definición de un término. Suegro. Padre de la mujer.
2. Comentario extenso del significado. Ceño. Un modo de mirar severo y desabrido, abajando las cejas. Este ceño hacen los mal contentos y los envidiosos, y aquellos que no les da gusto aquello que miran. Ceñudo, el que trae este ceño.
3. Exposición de etimologías sui generis. Cero. En la cuenta arábiga es una O, que no tiene ningún valor, pero dale a la figura que se le sigue, acrecentando la decena, centena, millar, etc. Lilio Giraldo [...] dice traer origen de un verbo latino antiguo, cereo, que vale tanto como criar; porque cría y engendra valor al número al cual se ayunta y pospone. Otros dicen ser arábigo.
4. Definiciones en las que se incluyen notas de actitudes personales. Sospirar. Sacar el espíritu de lo profundo del pecho, con significación de dolor y ansia que padecemos. Algunas veces es indicio de desear alguna cosa con grande ahínco. Los suspiros es pasión muy común a los enamorados; y así dan al suspiro diferentes significaciones y epítetos; yo no quiero embarazarme en esta materia.
5. Artículos más preñados de fantasía que de ciencia. Tigre. Animal bastantemente conocido, pues le hemos visto en el Buen Retiro de esta Corte [...] Es jeroglífico de la voracidad porque come la caza o robo palpitante a enteros trozos y pedazos [...] Dicen que hay algunos tan grandes como caballos y suelen rendir a un elefante [...] Temen el son del parche y de las campanas, tanto, que si oyen en aprieto de no poder huir el cuerpo a los ecos, se vuelven furiosos y se hacen pedazos con sus mismas garras [...] Es también enemigo mortal de la consonancia y de la música [...] Los cazan de esta manera: Previénese el cazador de caballo ligero y de un globo cristalino y habiendo ojeado la tigre cuando sale a la presa, entra entonces en la gruta y con toda ligereza le roba los hijos y monta a caballo. Volviendo la fiera y hallando menos a sus hijos, vuelve a salir desalada, sigue al cazador y éste, viéndola, deja caer el cristalino globo, prosiguiendo en su carrera mientras la tigre cariñosa le da vueltas y acaricia su propia imagen que representa en pequeña forma el espejo, y el tiempo que pierde engañosamente divertida, gana en la huida el cazador.
Una delicia, ¿verdad? Me he extendiddo un poco, pero espero que valga la pena.

domingo, octubre 22, 2006

REBÉLATE CONTRA LA POBREZA

En el año 2000, los jefes de Estado representados en la ONU se comprometieron a cumplir ocho Objetivos de Desarrollo del Milenio para 2015. El pasado mes de setiembre, la Alianza Española contra la Pobreza publicó un documento en el que denuncia la falta de voluntad para el cumplimiento de tales objetivos.
Quien quiera conocer el citado documento no tiene más que consultar la página de dicha asociación (www.rebelatecontralapobreza.org). En esta nota, yo quiero hablar solamente del segundo de tales Objetivos, que afecta a la educación. La meta propuesta en 2000 era que todos los niños pudieran terminar un ciclo completo de enseñanza primaria en 2015. Pues bien, el documento de que hablo nos indica que 100 millones de menores en edad escolar están sin escolarizar. Que, en cinco países africanos, ni siquiera la mitad de los niños están matriculados. Todos los datos siguen esta misma línea: se necesitan 3.700 millones de dólares más al año para alcanzar el objetivo y, en 2015, 47 millones de niños seguirán sin ir a la escuela. Al ritmo actual, en África, este objetivo no se alcanzará al menos hasta el año 2150. La peor situación se da en el África subsahariana, donde se tendría que elevar el número de docentes en un 68 % en menos de un decenio.
Mientras el fantasma de la desescolarización y la falta de formación amenaza a tantos niños del mundo, yo miro la situación de nuestras escuelas e institutos, llenos de alumnos desmotivados, que se niegan a aprender y, lo que hace aún peor la situación, adoptando una actitud de franca rebeldía frente a sus profesores y frente a las instituciones. Que no son todos ya lo sé, pero que el número es superior a lo deseable, también.
La culpa no se la echo a los propios escolares, ellos son también víctimas del sistema social que nos rodea. Viven en un ambiente permisivo y complaciente con los caprichos, que no valora lo que se posee, que no contempla la necesidad del esfuerzo para avanzar y que es poco dado a la exigencia de responsabilidades por los actos propios. A casi ninguno le falta un televisor en su habitación, un teléfono móvil con los últimos adelantos, un mp3 y una play. Muchos incluso llevan todo lo que pueden al instituto, aunque no lleven libros, para presumir de ello ante los compañeros. En mi centro, ahora, la Junta Directiva empieza a hablar de que habrá que pensar algo para contener el empleo abusivo de móviles, incluso en las propias aulas. Dentro de un tiempo redactará un protocolo al efecto, si es que la palabra sigue aún de moda.
Es posible que alguien me diga que exagero. Parece que siempre hay alguien que exagera y, a lo mejor, hasta es bueno que se exagere. Yo en cambio, cuando algunos padres vienen a reclamar por el trato dado a sus hijos, recuerdo aquello que Antonio Machado escribía en Juan de Mairena sobre la respuesta que un profesor daba un padre excesivamente complaciente que preguntaba si le bastaba mirar a un alumno para suspenderlo: "No, me basta con mirar a su padre".

sábado, octubre 21, 2006

LOS NEGROS

Tengo que ser sincero y confesar que he pasado un lapso de tiempo nada reducido pensando cómo titular el apunte de hoy. Nos ha calado tan profundamente esa nefanda moda de lo políticamente correcto que pensamos que siempre va a existir alguien que se queje de lo que digamos o de cómo lo digamos. Así, dudaba si titular como he hecho o utilizar la expresión más "correcta" de mercenarios de las letras. Y con esto último ya creo que todos sabemos a lo que me refiero. Pero como siempre a estos personajes de los que hablo se les ha llamado negros y ya sabéis que yo no soy muy amigo de lo políticamente correcto en el lenguaje, he preferido el título que empleo.
Con el término negro se designa, en la literatura, al escritor que cede su pluma, a cambio de un pago, y escribe por encargo una obra que se publicará bajo el nombre de otra persona. Como decía arriba, mercenarios de las letras. Se dice que el término, de innegable matiz peyorativo, se comenzó a utilizar en tiempos de Alejandro Dumas, padre, que ya era bastante adepto a esto de subcontratar a determinados escritores para que le escribieran los folletines que luego publicaba con su nombre.
Podríamos pensar que estos negros eran personas desconocidas, aunque lo cierto es que, a lo largo de la historia, no han escaseado los nombres de prestigio que alguna vez en su vida han trabajado como negros. Se dice, y se lee, yo no tengo pruebas de ello, que alguna vez han escrito para otros Cándido (Carlos Luis Álvarez), Andrés Trapiello y J. J. Millás.
Me vino este tema a la cabeza contemplando ayer el chiste de Forges en El País. Pensé entonces: ¿Cómo es posible que este dibujante dé tanto de sí? ¿Cuántos trabajos de Forges se publican al día en diferentes medios? Y no me dio ningún repelús pensar que no sería extraño que tuviera un equipo que, bajo su dirección, fuese dando salida a tantos encargos. ¿Desmerecería acaso su valía? Creo que no.
Siguiendo con Forges y pasando a otro asunto. ¿Ha decidido alguien estudiar la expresión de sus monigotes? Siempre se ha dicho de Arniches que no imitó la forma de expresarse de los madrileños, sino que creó un habla peculiar de la que los madrileños se fueron apropiando. Pensé que algo similar pasa con Forges cuando ayer leía cómo el sufrido ciudadano de su viñeta, al tener que aguantar la respuesta de que para darse de baja en Timóvil debería traer un vacilaspo lúcido encabronoide, pensaba: Stupendo: ahora yo le mando a entrenar a la selección española de fúmbo, y ya la tenemos liada. Creo que vale para entender lo que yo quiero decir: que, siendo un invento suyo, creemos que toda la gente habla así; y que siempre hay quien se enfada por nada.

viernes, octubre 20, 2006

ESA FOTO TIENE TRUCO

El otro día vi en la prensa una información que hablaba de que en el proceso de digitalización de los fondos gráficos de la Agencia EFE han aparecido los negativos que sirvieron de base para trucar unas fotos del encuentro de Franco con Hitler. No es que se desconociera el hecho en sí de la manipulación; lo que han aparecido, como digo, son los negativos que sirvieron para hacer, de dos o más fotos, una que fue a la que se dio oficialidad.
Casi todos los medios dieron cuenta del suceso; algunos, incluso lo presentaron como si fuera una novedad ahora conocida, cuando desde siempre ha sido algo común la manipulación fotográfica. No es necesario tener un laboratorio de última tecnología ni utilizar Photoshop como algunos ilusos pudieran creer. Cualquier mediano aficionado a la fotografía es capaz de conseguir los efectos deseados a poco que se lo proponga.
En el cine, que no es más que una sucesión de imágenes fijas a un ritmo que crea la ilusión de movimiento, el trucaje se ha utilizado desde su origen. Podemos recordar, por ejemplo, la película Hotel eléctrico, la primera de las españolas, si no estoy equivocado, en emplear los efectos especiales. Estábamos, cuando se hizo, todavía en la prehistoria de la cinematografía.
La manipulación no es exclusiva del cine. De toda la vida, los fotógrafos "han retocado" las fotos para un mejor resultado. Hay muchos ejemplos de fotos trucadas en la prensa; fotógrafos sin escrúpulos han falseado el motivo captado por sus objetivos para ofrecer un producto de mayor impacto. Pero quizá donde esta técnica de falseamiento de la realidad haya tenido más adeptos sea en la política. Ahora se habla de las de Franco, pero hay casos que tienen que ver con Mao, con Fidel Castro... Por lo común, han sido los dictadores quienes más han abusado. No sé si el mayor número de trucajes tuvo lugar en la época estalinista. Yo siempre recuerdo una de 1920 en la que se ve a Lenin dirigiéndose a las masas. En una copia, está también presente Troztky. En otra, sin embargo, este último ha desaparecido como por arte de magia.
¿Se da en la lengua algo parecido? ¿Podemos hablar de la existencia de, por ejemplo, dos palabras de las que haya surgido una tercera diferente a las originales? La respuesta es sí, aunque es preciso dejar claro desde un principio que no se trata de un proceso premeditado y consciente, sino producto del desconocimiento. Primer caso: tenemos un verbo infligir, que significa 'causar un daño físico o imponer un castigo' y otro, infringir, que quiere decir 'quebrantar un precepto, ley o norma'. Sin embargo, oímos que se dice, mal, inflingir o infrigir o se confunde el significaddo de una con el de la otra. Segundo caso: hay un verbo proveer que es 'abastecer de algo' y otro, prever, que es 'ver con anticipación'. Pues bien, nos duelen los oídos de oír continuamente preveyó o preveyendo donde deberíamos decir previó y previendo. Tercer y último ejemplo: verbos desechar, 'excluir o tirar algo' y deshacer, 'descomponer algo'; resultado: se crean las inexistentes formas deshecho, 'basura' (por desecho) y deshechado, 'abandonado' (por desechado).
Estas podrían ser algunas de las fotos trucadas (bien que involuntariamente) del lenguaje. Procuremos volver a la imagen original.

jueves, octubre 19, 2006

HISTORIAS DE LA RADIO

Tengo que confesar que yo soy un enamorado de la radio. Mis recuerdos, desde la niñez, están casi todos ligados a una imagen de la radio. Mi madre era modista y muchos de mis primeros años transcurrieron en su taller, donde el trabajo se sobrellevaba escuchando la radio. No olvidaré nunca aquellos inacabables programas de discos dedicados, muy en especial los de Radio Andorra y Radio Córdoba, o las novelas de Guillermo Sautier Casaseca en la SER. Tampoco me perdía ninguno de los programas de Diego Valor, aquel héroe interplanetario que se enfrentaba a los malvados venusianos capitaneados por el Gran Mekong.
En mi pueblo había una emisora, Radio Juventud, que pertenecía a la cadena de emisoras de la Falange, la Cadena Azul de Radiodifusión; allí viví mi primera experiencia ante un micrófono. Era 1958, había muerto el papa Pío XII, y yo había escrito un panegírico de su figura que Bernardo Cuevas, locutor de la emisora que había sido mi preparador para el examen de ingreso al bachillerato me permitió leer. Tenía yo cuando leí aquello catorce años.
La radio en aquellos años era más variada. También más entretenida, o al menos eso me parece ahora. Tenía programas para todas las edades y de todos los formatos. Inolvidables son para mí Cabalgata fin de semana, Ustedes son formidables, Matilde, Perico y Periquín, Discomanía, de Raúl Matas, o el incombustible Carrusel deportivo, que ya por aquellas calendas nos mantenía toda la tarde del domingo pendientes del resultado de los partidos de fútbol.
Sigo siendo adicto a la radio, pero ahora me parece que es más monótona y que se abusa de las tertulias. A todas horas hay gente que cree saberlo todo hablando de cualquier cosa. Y, claro está, como siempre que se habla de más, se mete con frecuencia la pata. Me imagino que entonces habría igualmente fallos, pero yo no los percibía.
A propósito, salía la otra tarde del instituto, de una evaluación, y puse la radio del coche en el momento en que una tertulia de las que digo se despedía. Un tertuliano, no sé de quién hablaba, preguntaba si la persona de quien trataban había dimitido o la habían cesado. Esta misma mañana, oía a Rajoy decir que él, a no sé quién, lo cesaría.
Parece mentira que todavía no se hayan enterado, con lo fácil que es. En nuestra lengua hay tres verbos de significado muy claro y que se suelen usar bastante mal: dimitir, cesar y destituir. Dimitir significa 'abandonar por propia voluntad un cargo para el que uno ha sido elegido o designado antes de que concluya el tiempo para el que se ha sido designado'. Cesar es 'dejar de desempeñar un empleo o cargo por haberse agotado el periodo para el que se fue elegido o designado'. Y destituir es 'deponer, quitar, a alguien del puesto que ocupa por voluntad de quien lo propuso para él'. O sea, que yo puedo dimitir, cesar o ser destituido.
Y digo que se emplean mal estos verbos porque, primero, entre nosotros, es difícil, por no decir imposible, que alguien dimita. Segundo, porque no es posible cesar a alguien, ya que es un verbo intransitivo. Y tercero, porque, en todo caso, si alguien lo hace mal, lo que corresponde es destituirlo, cosa que casi ningún dirigente hace porque pudiera entenderse que se ha equivocado al hacer el nombramiento.

miércoles, octubre 18, 2006

¡QUE VIVA MÉXICO!

Joaquín Martínez, creo haberlo dicho ya antes en uno de estos comentarios, es un compañero de Ciencias que tiene un problema, no grave, pero problema al fin y al cabo. Joaquín Martínez, digo, tiene una clara tendencia hacia el Departamento de Lengua, al que, en ocasiones, quisiera pertenecer. Pero, claro, y ese es el problema, otras veces se siente atraído por el Departamento de Física. Mientras decide, ha optado por la solución más fácil: se ha comprado un reloj Breitling de 1.700 euros. Así, ahora somos los demás los que queremos estar junto a él para ajustar nuestras vidas al discurrir exacto y preciso de su reloj.
"¿Y qué tiene que ver México con el reloj de Joaquín?", me suelta de malos modos Zalabardo. Y, claro, se lo cuento. Pues resulta que, hace unos días, Joaquín me comentó que ha notado que ahora se tiende a escribir México en lugar de Méjico. Ya se lo dije a él, pero me parece que este es un buen tema para una de las notas de esta agenda. Ayer, El País traía una noticia titulada "Oaxaca en estado de sitio" y que se iniciaba así: "El avión de Aeroméxico procedente de la capital mexicana llega a Oaxaca con apenas una veintena de pasajeros". Y me pareció que era una buena oportunidad.
En la Edad Media, el español tenía un sonido palatal fricativo sordo, parecido en su pronunciación al grupo sh del inglés o ch del francés, que se representaba con la letra x (dixo, traxo, etc.). Posteriormente, ese sonido derivó hacia uno velar fricativo sordo, el que actualmente representamos con la letra j (dijo, trajo, etc.). De esta forma, nuestro Jiménez actual y nuestro Mejía, por dar solo dos ejemplos, eran Ximénez y Mexía. Pues bien, en algunos lugares de América han preferido conservar el arcaísmo ortográfico de la x (aunque haya cambiado la pronunciación) y, de esta forma, se recomienda utilizar los topónimos y gentilicios México, Oaxaca, mexicano, aunque se habrán de pronunciar Méjico, Oajaca y mejicano. Las formas con x (pese a que las dos son aceptables) son las preferidas en el país y en gran parte de Hispanoamérica. Igual sucede con Texas, que, aunque escrito así, debemos pronunciar Tejas. Por eso, en la noticia reproducida al comienzo, se debe leer Aeroméjico, mejicana y Oajaca. Por supuesto, leer 'Oaksaca' o 'Méksico' es totalmente incorrecto.
Espero que, después de esta nota erudita, Joaquín me siga permitiendo mirar la hora en su reloj Breitling.

martes, octubre 17, 2006

QUEMARSE A LO BONZO

Estaba deseando llegar a casa hoy para decirle a Zalabardo que Javier López se queja de que a él no se le menciona en estas notas; ni a su pueblo, ni a sus aguacates. Zalabardo, que para estas cosas tiene más memoria que yo, me contesta de inmediato: "¿Cómo que no? En setiembre se habló de él, de Frigiliana, de sus aguacates, del río Higuerón y del Pinarillo". Yo doy un respiro, porque no sabía cómo deshacer ese entuerto. Incluso por mi mente había pasado, cierto que muy fugazmente, quemarme al estilo bonzo. Zalabardo me dice que no sea exagerado y que mejor será que explique qué es eso de quemarse a lo bonzo, porque puede que los más jóvenes desconozcan el origen de la expresión.
En 1963, durante la guerra de Vietnam, un monje budista, que eso es un bonzo, manifestó su protesta contra el tratamiento de los asuntos religiosos por parte del gobierno del presidente Ngo Dinh Diem rociándose de líquido inflamable y prendiéndose fuego. El ejemplo se extendió y otros monjes imitaron su terrible modo de protesta. Hoy, quienes llevan su protesta hasta el punto de inmolarse (los terroristas suicidas, por ejemplo) lo hacen de manera más trágica (a la vez que salvaje) aún: llevándose por delante todas las vidas que pueden.
Por cierto, que creo que entonces empezó a extenderse el término autoinmolarse. Su uso, por supuesto, es innecesario, porque inmolar es un verbo transitivo que significa 'ofrecer (algo) en sacrificio'; si se usa la forma reflexiva, inmolarse, ya estamos diciendo 'ofrecerse a sí mismo como víctima'. Sin embargo, seguimos abusando del sufijo auto-, que, como sabemos, significa 'por sí mismo' o 'a sí mismo'. Podemos hacer autocrítica, podemos ejercer una autodefensa, podemos escribir una autobiografía; todo eso está muy bien. Pero si con me excluyo ya estoy diciendo bien a las claras que me quedo fuera de algo por propia voluntad, ¿por qué caer en la redundancia de decir que me autoexcluyo? Y si una persona marcha al destierro por propia voluntad o porque lo obligan, lo exilian, en este segundo caso, o se exilia, en el primero; pero de ningún modo se autoexilia. Lo mismo podría decirse de los verbos (auto)convencerse, (auto)flagelarse, (auto)definirse, (auto)censurarse o (auto)proclamarse. A propósito, María Moliner, con buen criterio, no recoge la mayoría de esta formas
Quienes abusan de este empleo de auto- cometen dos fallos: el primero, ignorar lo que es la construcción reflexiva en nuestra lengua; el segundo, alargar innecesariamente las palabras, como ayer decíamos.
Zalabardo me dice que le debo a Javier haberme dado pie para el comentario de hoy. Y es verdad, porque pensaba hablar de otra cosa. Así que ya tengo tema para mañana.

lunes, octubre 16, 2006

LA PALABRA MÁS LARGA

En todos los campos se ha dado siempre la tendencia a buscar "lo más" como si la calidad fuera cuestión de magnitud o cantidad. La calabaza más grande, el libro de más páginas, la paella para mayor cantidad de personas. Siempre lo más largo, lo más grande, lo más alto.
Si miramos hacia el cine, tenemos la batalla más larga, la mayor catástrofe rodada, la mayor cantidad de extras, el beso más largo, etc. Si nos quedamos con el metraje de las películas, yo estaba creído en que la película más larga jamás rodada había sido Intolerancia, de David W. Griffith, allá por los albores del cinematógrafo, que en su primer montaje, nunca estrenado, llegó a las ocho horas de duración, aunque luego quedó en solo 207 minutos. Mas, buscando en los entresijos de internet, encontramos la inefable Lo que el viento se llevó, con 211 minutos, que la desbanca. Pero la palma se la lleva una película de la que yo jamás tuve noticia. Su título, en inglés, The cure for insomnia, El remedio para el insomnio, o algo así. Su duración, 5.220 minutos, ¡87 horas! Tendré que preguntarle a José Manuel si él conoce este dato.
Con las palabras se puede hacer una competición parecida. ¿Cuál es la palabra más larga de nuestra lengua? Zalabardo me ayuda en la tarea y nos ponemos a pensar; terminadas con los sufijos -mente o -miento, es verdad que salen unas cuantas de cierta extensión, aunque tienen menos mérito que otras. Rebuscando en nuestro cerebro encontramos constantinopolitano, con 19 letras, o contrarrevolucionario y desoxirribonucleótido, con 20 letras cada una. Pero a las tres supera esternocleidomastoideo, con 22. La verdad es que, ya desde pequeño, este músculo, que no es el mayor, me resultó simpático, aunque fuera solo por su nombre. Por cierto, que no me molestaré en averiguar si existe una palabra más larga; si la hay, espero que alguien envíe su comentario a esta nota de la agenda.
En el uso del lenguaje hay gente que tiende también a alargar los vocablos, como si de esta forma tuvieran más significado o a ellos se les entendiera mejor. Este vicio ya lo atacó hace años Fernando Lázaro, pero no ha remitido. En prensa, en radio, en televisión nos los encontramos continuamente. Si queremos tener más fuerza, no culpemos a nadie, culpabilicémoslo; no legitimemos una actuación, mejor la legitimizamos; quien lideriza una facción es más líder que quien simplemente lidera; habrá más posibilidades de éxito si en lugar de fecundar fecundizamos. A veces el alargamiento de una palabra se consigue no con el sufijo -izar, sino añadiendo, además, un innecesario prefijo: embarnizar, empolvorizar o encanalizar en lugar de las formas más plebeyas barnizar, empolvar o canalizar.
Lo peor de todo es que las palabras que comento han entrado ya en el DRAE, como si tuviésemos necesidad de ellas. Así que, si tenemos algún problema con el ordenador, no lo reiniciemos, será mejor inicializarlo. Y si yo acabo este comentario, que ya se va alargando, mejor será que lo finalice, que para eso la palabra es más larga.

domingo, octubre 15, 2006

EL MAR / LA MAR

En anterior ocasión he explicado que el género gramatical no es más que la opción de admitir el artículo el (género masculino: el árbol) o el artículo la (género femenino: la casa). Pero quizás no todo el mundo sepa que hay sustantivos que son de género ambiguo, es decir, que se construyen tanto con artículo masculino como femenino, sin que el hecho de llevar uno u otro comporte cambio de significado.
El DRAE califica como ambiguos algo más de cien sustantivos, aunque bastantes de ellos son dudosos y muchos sean palabras de muy escasa utilización. Con unas cosas y con otras, nos quedamos con una mínima representación de estas palabras (azúcar, bajante, canal, casete, fin, lente, mar, reúma y pocas más). Todas se pueden construir indistintamente con el o con la. Incluso hay tres, que yo sepa, que el diccionario no califica como tales y sí lo son: puente, calor y color.
Pero lo que ya no es ambiguo es el estado de nuestros mares. Están siendo esquilmados sin que nadie haga nada por evitarlo. Y no es nada nuevo, aunque parece que no queremos enterarnos. Acabo de leer un reportaje sobre el tema en el suplemento Domingo, de El País, y los datos que da son escalofriantes. El bacalao de Terranova se agotó hace veinte años y la anchoa del golfo de Vizcaya está en peligro de extinción. Pero uno de los casos más graves es el del atún rojo, del que se pescan 50.000 toneladas, muy por encima de las 36.000 permitidas y el triple de lo aconsejable para la conservación de la especie (14.000 toneladas). Por no citar el 25 % de especies ya agotadas y el 52 % de las que están en peligro.
Cada día más somos una población urbana, que no tenemos otro contacto con la agricultura y la pesca que el que se produce cuando ocasionalmente vamos al mercado o el que tenemos a través de los documentales de la televisión. Y allí, en el mercado, queremos ver los más esplendorosos ejemplares de animales marinos o de productos vegetales sin reparar en si es época de consumirlos o no porque sea periodo de cría y regeneración de los bancos marinos o si es tiempo de que esos vegetales crezcan. Y como los pedimos a toda costa, nunca faltará quien pesque en tiempo de veda y quien siembre en invernadero, esquilmando los caladeros o cultivando a destajo bajo plásticos y agotando los acuíferos. Algún día lo tendremos que lamentar.
Mientras, aquí en Málaga, todavía hay ilusos, ignorantes e irresponsables que siguen pidiendo chanquetes.

sábado, octubre 14, 2006

GRATIS ET AMORE

Mediamos ya octubre y todavía hace una temperatura más cercana a la del verano que a la del otoño. Esto nos hace remolonear a la hora de salir al campo los sábados tal como acostumbramos. Habría que madrugar mucho para no ser víctimas del calor y no es cosa tampoco de perder horas de sueño el fin de semana.
Total, que nos hemos ido a Torre del Mar a comer un poco de pescaíto y a andar por su paseo marítimo. El día ha sido, desgraciadamente, magnífico. Y digo lo de desgraciadamente porque sigue sin llover. No sé si la situación meteorológica que padecemos tendrá que ver con el cambio climático, pero algo de eso debe haber, pues no vemos ni una triste nube.
Andando que te andarás, topamos finalmente no con la iglesia, aunque sí a su costado izquierdo, con la parada del tranvía que une Torre del Mar con Vélez-Málaga. Fue inaugurado hace tres días. "El primero", dice la propaganda y aclara que es el primer tranvía contemporáneo de Andalucía. ¡Ni el metro de Sevilla, ni el de Málaga! El tranvía de Vélez ha sido el primero en funcionar de cuantos hay proyectados en Andalucía. La propaganda no dice exactamente, pues esto me lo invento yo, que no había más que dos opciones: o se hacía, o no se hacía. En realidad, lo que dice es que se ha construido con una subvención que, o se utilizaba para el tranvía o no se concedía.
Puestos allí, y dado que los primeros días de circulación el viaje es gratuito, Zalabardo me dice: ¿Y si nos damos un paseo y lo probamos? Dicho y hecho. De la aglomeración de gente para hacer lo mismo que nosotros mejor no hablar. No hay como dar gratis algo para que la gente acuda como moscas, pues, como ya digo, en el periodo de pruebas no hay que pagar billete. Incluso hay quien se sube al tranvía y hace el recorrido de ida y vuelta varias veces sin bajarse; sobre todo, aquellos que no han conseguido asiento y cuando, ya llegando al final, ven que ha quedado uno libre, se sientan y prometen no levantarse al menos durante los tres próximos recorridos.
Al regreso, Zalabardo me pregunta de cuántas maneras se puede decir en nuestra lengua que algo es gratis. Ya en casa, consulto el diccionario de María Moliner y me encuentro que lo que se da sin tener que pagar nada a cambio ha sido recibido gratis, de balde, de gorra, de gañote, de bóbilis, de momio, de oque, por la bella cara, por amor al arte, por la cara bonita, llovido del cielo, gratisdato, de guagua o por el morro. Hay algunos más, pero estos son los más resultones.

viernes, octubre 13, 2006

DENTRO DE UN ORDEN

Una de las cosas de las que no se habla mucho cuando tratamos cuestiones referidas al lenguaje, a lo mejor porque nos parece una obviedad, es del orden de la frase. Todo el que haya estudiado latín recordará que entre las primeras preocupaciones que teníamos al iniciar las tareas de traducción de un texto estaba la de ordenar la frase. Buscábamos el nominativo sujeto y lo colocábamos al principio; luego el verbo y detrás, según el proceso aprendido, el acusativo complemento directo, el dativo que funcionaba como complemento indirecto y todo lo demás. Todo ello era debido a la gran libertad del latín para disponer la colocación de los diferentes elementos, lo que se conoce con el nombre de hipérbaton.
En la poesía de Góngora, una de las cimas de nuestra literatura del barroco, nos encontramos con un problema parecido. El genial cordobés, que trató en sus obras de imitar la sintaxis latina, nos obliga a desentrañar un enrevesado hipérbaton si es que queremos acceder al sentido de sus versos: "Pasos de un peregrino son errante cuantos me dictó versos dulce Musa en soledad confusa", escribe al comienzo de sus Soledades, lo que debemos entender del siguiente modo: "Cuantos versos me dictó [una] dulce Musa en confusa soledad son pasos, unos perdidos [y] otros inspirados, de un errante peregrino".
Viene a cuento esta erudita introducción, por la que pido disculpas, porque nuestra lengua ha heredado parte de esa libertad de construcción que el latín tenía. Claro está, se trata de una libertad dentro de un orden, como digo en el título, porque no es tan fácil ir esparciendo por ahí sujetos y predicados, verbos y complementos, y pretender que todo siga teniendo sentido. Siempre se cuenta la anécdota de aquel anuncio aparecido en el escaparate de una tienda de confecciones: Se venden pantalones para caballeros de tergal. ¿Quiénes eran de tergal, los caballeros o los pantalones?
Frases de ese tipo resultan siempre jocosas porque el oyente establece unas relaciones significativas que no son las que pretende el hablante. Es como en aquel anuncio aparecido en un pueblo y que, en letras muy bien rotuladas, señalaba: Prohibida la circulación a todos los animales menos al burro del alcalde. No sabemos cómo se lo tomaría el alcalde, pero el pueblo todo tuvo cachondeo para rato.
Bien, hablo de todo esto porque ayer, en la edición electrónica de El País, se titulaba una noticia de esta manera: Muere estrangulada una mujer en Jaén por su compañero. Desgraciadamente, en este caso, el orden no mueve a risa, y menos su contenido; pero se hace preciso decir que la frase hubiese sido más correcta redactada de otra forma. Si por su compañero es el agente de estrangulada, en Jaén es el complemento de lugar de muere y mujer es el sujeto de este mismo verbo, se hubiese preferido esta otra ordenación: Muere una mujer en Jaén estrangulada por su compañero. No necesariamente así, pues hay otras opciones también válidas, pero dejando suficientemente claro lo que es cada cosa.
A cuestiones de este tipo me refería ayer cuando hablaba de la responsabilidad que tenemos algunos profesionales.

jueves, octubre 12, 2006

ERUDITOS A LA VIOLETA

Desde que comencé con estos comentarios me persigue una gran preocupación: que alguien pudiera ver en mí la actitud pedante y soberbia de quien siempre cree encontrarse en posesión de la verdad y considera errado al resto del mundo. Si eso fuese así, si diese la impresión de un rígido censor que solo está al acecho de los fallos que puedan cometer los otros, renunciaría inmediatamente a seguir con este cuaderno. Zalabardo me dice que a veces estoy cerca de parecerlo y yo le pido que me ayude y me llame la atención cuando esté en ese peligro.
Porque, me creáis o no, este blog es para mí una especie de terapia, una disciplina de quien no busca más que avanzar en el intento de conocer mejor y cuidar la lengua que utiliza. La base, el lema de mi proceder, es una frase que un día escuché a uno de mis profesores más recordados y respetados, Manuel Alvar, en la Facultad de Letras de Granada, cuando todavía estaba en la calle Puentezuelas: "Si no puedes enriquecer la lengua que has heredado, al menos no la transmitas empobrecida".
Por eso, en mi profesión, prefiero mejor convencer de lo que son los buenos usos antes que reprender por los usos desviados. No quiero ser como esos eruditos a la violeta que solamente tienen un conocimiento superficial de las cosas y que censuran acremente a quienes dicen andé o habemos seis (indudablemente formas proscritas por la norma culta, pero muy en la línea de la lógica del lenguaje y por tanto comprensibles en quienes no tienen más que un conocimiento intuitivo de la lenga) al tiempo que ellos no paran de decirmucho habían seis, mucho preveyó, mucho opino de que, mucho es una persona como muy simpática o van llamando protocolo a lo que no es más que un simple procedimiento u hoja de ruta a cualquier conjunto de acuerdos y actuaciones para solucionar un conflicto.
De eso es de lo que pretendo huir, porque creo ser conocedor de mis propios límites y porque sé que yo no estoy libre de cometer errores, que los cometo. Y en los que trabajamos con el lenguaje, periodistas, políticos, profesores..., el patinazo tiene menos disculpa.

miércoles, octubre 11, 2006

T!

Lo bueno que tiene la publicidad en esta sociedad consumista en que vivimos es que puede hacernos sentir la necesidad de un producto que nunca hubiésemos imaginado siquiera. Zalabardo se lleva el dedo índice a la sien dándome a entender que estoy, que estamos todos, como una chota. No entiende que nadie pueda ser atraído por algo que no conoce hasta el punto de no poder pasar sin ello, sea lo que sea.
Desde no hace mucho, nos están bombardeando con un producto que se llama T! Es, al parecer, un refresco a base de té aromatizado en diferentes versiones. La campaña de lanzamiento se fundamenta en un juego de cuatro colores: blanco melón, rojo melocotón, verde manzana y negro limón. Zalabardo dice que, a lo mejor, alguna de estas variedades tiene también sabor a té. Cuando se pone sarcástico, Zalabardo es así. Yo, a decir verdad, no he probado el tal refresco y, como amante del té, no sé si me gustaría. Pero mentiría si niego que a mí también me alcanza ese secreto deseo de catarlo. Cosas de la publicidad: "Usted no ha pensado nunca en ello, usted no lo necesita, a usted no le servirá de nada; pero, ¿podrá ser feliz viendo como los demás lo tienen y usted no?
Pero el tema del comentario de hoy no es la publicidad, sino la t, o mejor, las palabras del castellano terminadas en t. No me negará nadie que es una terminación extraña en nuestra lengua, donde las consonantes finales comunes son n, l, r, s, d y z. El otro día, José Antonio, un compañero, me preguntaba si para estos comentarios yo me documentaba. Por supuesto que me documento. Nunca cometería la osadía de pretender saber todo aquello de lo que hablo. Pues bien, esta vez he utilizado el programa de búsqueda de la versión electrónica del DRAE y el Diccionario panhispánico. En el primero, encuentro recogidas ciento treinta formas con terminación en t. La inmensa mayoría, por no decir la totalidad, tienen origen foráneo. Pero algunas son de uso muy frecuente y a ellas voy.
Sabéis que siempre he defendido dos cuestiones en este campo del léxico: la españolización de los préstamos tanto en la fonética como en la ortografía y el mantenimiento de un criterio recto, no cambiante. Pues bien, nuestro diccionario propugna y defiende, entre otras, las formas bufé, chalé, carné, vermú, gurmé e incluso balé frente a las formas con terminación consonántica (bufet, chalet, carnet, vermout, gourmet y ballet). Hay algunas en las que incluso se ha perdido hasta la conciencia de que en origen tenían t final (corsé o bidé). En cambio, sigue considerando preferibles las formas argot, boicot, complot, debut, entrecot o fagot frente a las formas castellanizadas (argó, boicó, compló, debú, entrecó o fagó). Se podría defender, y tengo mis reservas, algún caso por los derivados surgidos (debutar, debutante, boicotear, boicoteo, etc.). Pero no creo defendibles las demás. ¿Habría que hacer alguna campaña publicitaria en favor del criterio uniforme?

martes, octubre 10, 2006

¿Y QUÉ ES LO NUESTRO?

Si no fuese porque llegamos ya al comentario número cincuenta, hoy probablemente no habría escrito nada. Y es que a esta hora, después de toda una mañana de clases y la tarde ocupada con el claustro, la verdad es que uno ya está cansado. Pero hay números que tienen algo de mágicos y el cincuenta está entre ellos, como el cien, como el quinientos, como el mil.

Cuando a la hora del recreo hojeé el diario SUR, Zalabardo puso un gesto muy diferente al de ayer, todo preñado de socarronería. Hoy, en cambio, estaba serio. Motivo, la página cuatro del diario de Málaga. En ella aparece una foto de Juan Antonio Roca, el principal encausado del 'caso Malaya', en la que parece estar tocado con uno de esos gorritos cónicos que vienen en las bolsas de fiestas acompañado de un matasuegras y una bolsa de confetis. A Roca, según se puede leer, le han intervenido unas libretas con datos de su vida en prisión y otras cosas. Lo que a Zalabardo le preocupa es lo que dice en la cuarta columna, que no se ha dado a esta documentación el tratamiento de agenda, puesto que en ella no se han encontrado teléfonos.
"Si eso es así, que lo de Roca no es agenda, ¿qué es entonces lo nuestro?", me pregunta serio, como ya digo, Zalabardo. Yo trato de convencerlo de que la persona que escribe la información tiene una idea muy simple de lo que es una agenda. Y, para su tranquilidad, le enseño tres de los mejores diccionarios que circulan ahora de nuestra lengua. El DRAE, el académico, dice que agenda es un 'libro o cuaderno en que se apunta, para no olvidarlo, aquello que se ha de hacer'. María Moliner, en el suyo, empieza por explicar la etimología, neutro plural del gerundivo de agere y la define como 'libro o cuaderno en que se anotan las cosas que hay que hacer o hay que recordar'. Por fin, Manuel Seco, en su Diccionario del español actual, indica que es un 'libro o cuaderno dedicado a anotaciones personales de datos que interesan recordar y en que se destina un espacio a cada día del año'. Ninguno, pues, dice que tenga que ser una lista de números de teléfonos.
Zalabardo, ya más tranquilo, me dice que, tanto esto como los escritos de Roca, son agendas. Le respondo que sí, que los teléfonos no constituyen sino un tipo de datos más de los muchos que interesa recordar. Le explico que lo que ha pasado no es más que un caso de los muchos que se dan en que nos vamos de ligeros al utilizar un término pensando que significa únicamente aquello que estamos pensando cuando lo empleamos.
Pero las palabras, le digo, siempre, inevitablemente siempre, significan más de lo que creemos, y, en ocasiones, mucho más de lo que quisiéramos. De ahí su carácter mágico, como el de muchos números, como el cincuenta, que es el que cumple este comentario.

lunes, octubre 09, 2006

VISADO DENEGADO

Hay ocasiones en que Zalabardo me mira de una forma especial, con una medio sonrisa que avisa que va a intentar cogerme por sorpresa o a traición o que va a procurar pillarme en algún tipo de renuncio. Hoy me miraba así cuando, de improviso, me ha dicho: "Si siempre dices que la lengua es como un organismo vivo, que pertenece al pueblo, y que las gramáticas y los diccionarios van indefectiblemente por detrás, ¿cómo se decide qué transformaciones se aceptan y cuáles no?; ¿qué normas rigen la sustitución o adopción de una nueva palabra, un giro expresivo o una variante sintáctica?"
Le aguanto la mirada y, luego, porque sé que quiere pillarme, me pienso la respuesta. Y es que hay preguntas que, aunque muy fáciles de enunciar, tienen una más compleja respuesta; esta es una de ellas. De todas formas, le digo: tendríamos que decir que cuando la palabra, giro o variante se generalicen en su uso. Me mira sin dejar la medio sonrisa, y es que sabe cómo voy a continuar: pero... "Siempre hay un pero, ¿cuál es esta vez?", me dice. Y yo continúo: pero, si el proceso no se realiza de acuerdo con la lógica interna de la lengua o a sus modos de funcionamiento, no hay por qué aceptar ningún cambio.
Espera que le dé ejemplos y no tardo en escoger algunos. Si cada uno de los dos extremos de un eje es un polo, polarizar, figuradamente, tendría que ser distribuir o concentrar algo en torno a los polos o a dos opciones contrapuestas; entonces, ¿cómo vamos a dar carta de naturaleza, cómo vamos a entregar un visado de libre circulación a un término como bipolarización, aunque lo recoja el diccionario de la RAE? Otro ejemplo: no hace mucho que comentaba en otro lugar la introducción del anglicismo master para referirnos a los cursos de posgrado; su equivalencia en español sería maestro o maestría, pero si optamos finalmente por adoptarlo, ¿por qué no lo españolizamos como máster? Y termino. La vigésima segunda edición del DRAE, de 2001, recoge adhesivo como 'objeto que, dotado de una materia pegajosa, se destina a ser adherido en una superficie'. Pese ello, más adelante recoge el término autoadhesivo, que en la edición vigésima primera, de 1992, no aparecía; y la define como 'que tiene una sustancia que le permite adherirse con facilidad'. ¿Qué diferencia hay entre ambas? ¿Qué razones avalan la inclusión de la segunda en el diccionario, por mucho que la gente la utilice? Pues eso.

domingo, octubre 08, 2006

EL SUEÑO DE ABDELGANI

Tenía ganas de ir hoy a Granada. Hemos estado, concretamente, en el Parque Federico García Lorca, de Alfacar. Es este un bello pueblo que conserva su nombre árabe, como casi todos los de la zona. El Parque se encuentra situado a escasos metros de la Fuente Grande, a la que los árabes llamaron de Aynadamar, es decir, Fuente de las Lágrimas. Bello y poético nombre también.
Hemos encontrado el parque descuidado, sucio y sin agua en sus fuentes. Un lugar que se pretende sea un símbolo no puede quedar tan olvidado.
De vuelta a Málaga, cojo la prensa y, en primera página, me encuentro este titular: "Sólo la muerte me impedirá regresar a España". Son palabras de Abdelgani, un marroquí de 17 años, repatriado como tantos otros inmigrantes, y que confiesa, desde Tánger, su firme intención de repetir la aventura de entrar en España.
A principios del siglo VIII, un conglomerado de pueblos de lengua y cultura árabe, cruzaron el estrecho y se expandieron por la península sin que el decadente pueblo godo pudiera evitarlo. Crearon aquí una de las culturas más relevantes de la antigüedad (se cuenta que Córdoba fue la primera ciudad de occidente en tener iluminación nocturna) y enseñorearon Al Ándalus durante ocho siglos.
Nos dieron y enseñaron lo que no podemos imaginar: agricultura, comercio, ciencia, arte, orfebrería, arquitectura. Los Omeya fueron señores de medio mundo. Y nos dejaron, cómo no, numerosos elementos léxicos, que ocho siglos dan para mucho. El árabe, tras el latín, es la lengua con mayor cantidad de elementos en el castellano. La agricultura y botánica nos dejaron aljibe, alberca, azafrán, almiar, azahar, arrayán y almoraduj. Del comercio son tarifa, arancel, aduana, arroba o alhóndiga. A la construcción pertenecen aldea, zaguán, azotea, albañil y azulejo. Elementos de la casa y el vestido son almohada, almirez, jofaina, albornoz o babucha. Al campo de los juegos pertenecen ajedrez, tahúr o azar. Se refieren a instituciones alcalde, alguacil y albacea. Y, por fin, al mundo científico pertenecen alambique, guarismo, cifra o álgebra. Y así hasta completar los miles de términos que nos dieron.
Ahora, poco más de cinco siglos después de expulsarlos de aquí, no olvidemos que ellos se consideraron dueños de Al Ándalus durante casi mil, siendo nosotros representantes de una sociedad más avanzada y opulenta, mientras ellos viven en una situación muy cercana a la miseria, les damos con las puertas en las narices y volvemos a arrojarlos de nuestro territorio.
Vivimos la paradoja de necesitar, y aprovecharnos, de los inmigrantes al tiempo que hacemos lo posible por rechazarlos. Nos consideramos muy superiores a ellos y les damos de lado como si fueran a contagiarnos. No nos planteamos siquiera si, por tanto como nos dieron, tenemos ahora una deuda con quienes, como Abdelgani, buscan aquí una vida mejor que la que tienen.

sábado, octubre 07, 2006

¿Y A QUIÉN CULPAMOS?

Esta mañana he estado paseando por parte de las instalaciones de la Exposición Mundial de Filatelia, que se ha inaugurado hoy en Málaga. Sin duda es un gran acontecimiento para la ciudad y para España. Se podía observar la diversidad, en función de su procedencia, de visitantes. La Ministra de Fomento, muy sonriente, ha estado presente y ha descubierto una placa conmemorativa.
De pronto, paseando por las distintas casetas de la Exposición montadas en calle Larios, Zalabardo ha reclamado mi atención señalando con el dedo hacia una de las banderolas que flanquean estas casetas. Sobre el "amarillo Correos" se podía leer, en destacada letra negra Exposición Mundial de Filatélia. Así, filatélia, con esa tilde colada de rondón y tan cantarina como la tilde, esta vez por ausencia, del logotipo de Telefonica.
Tengo que decir que no en todas era así, que otras están bien escritas. Y, claro, no sé si eso es mejor o peor. ¿Cómo pasan estas cosas? ¿A quién hay que pedir cuentas? Luego, cuando en el pabellón del Museo Postal contemplas la exposición Un paseo por la escritura y puedes apreciar esas muestras de caligrafía y ortografía tan cuidadas, estos descuidos te dan más rabia.
Como descuido es la introducción lenta y, al parecer, irremediable, de tantos extranjerismos innecesarios en nuestro idioma. En el pabellón de Logista, en la Alameda Principal, ha habido un problema de venta indebida de sellos. Un representante de la Comisión organizadora, después de solucionar el problema, le decía a otro: "Vamos a otro stand en el que pasa algo parecido". ¿Ven lo que les digo? No sé si es por descuido, por vanidosa afectación o por ignorancia, pero lo cierto es que, día a día, vamos dando entrada a términos que deberíamos evitar. No hay que utilizar stand si tenemos caseta o pabellón; ni email si disponemos de correo o mensaje electrónico; ni handicap en lugar de obstáculo o dificultad; ni software si existen programas o aplicaciones; ni set (de radio, televisión, etc.) si podemos decir plató o estudio.
Verán ustedes que para cada uno de los ejemplos anteriores he indicado dos términos propios que pueden sustituir al foráneo. Y los ejemplos no se agotan en esos, sino que podríamos seguir aportando muchos más.
Lo peor no es que los usen los pedantes, lo malo es que, poco a poco, van calando en la gente normal. El problema de venta de sellos del que hablo se solucionó; ¿quién pondrá solución a este otro problema?

viernes, octubre 06, 2006

FUNCIONARIOS

Paseábamos Zalabardo y yo tranquilamente cuando me preguntó por qué será que hay grupos que, con o sin razón, han de cargar con una fama que se convierte en peso del que resulta casi imposible desprenderse. Le pido que me aclare algo más lo que quiere decir y que me ponga algún ejemplo de lo que mantiene. Me contesta que, por ejemplo, nosotros, los funcionarios, somos unos de esos grupos. Ya de principio se nos mira con cierto recelo por eso de que disfrutamos de un puesto de trabajo fijo por los siglos de los siglos. Además, se dice, esa seguridad en el puesto va acompañada de una cierta indolencia a la hora de trabajar y de un desprecio hacia quien no es de la partida.
Protesto ante Zalabardo de lo que dice, aunque no puedo dejar de reconocerle que hay individuos que parecen esforzarse por que esa sea la impresión dominante. Yo conocí a un funcionario que decía, como quien cuenta un chiste: la administraación paga mal a sus funcionarios; menos mal que nosotros le devolvemos la moneda trabajando poco. Con gente así, no me extraña que se nos mire como se nos mira.
Claro que la administración también se las trae en el trato hacia sus empleados. Este verano, Zalabardo y yo estuvimos en un tribunal de oposiciones. Después de estar ocupados desde el 23 de junio hasta el 20 de julio con aquel proceso, salimos desengañados por el funcionamiento del mismo. Y no solo hay que decir que la administración, al menos la de educación, paga mal a quienes participan en tales eventos, sino que aun después de dos meses largos de su terminación no nos han pagado.
Y de esto va hoy el comentario, de formas de expresar lo que cobra el que trabaja por cuenta de otro. Por ejemplo, la palabra sueldo procede del latín solidus, cierta moneda de oro; en la Edad Media el sueldo seguía siendo la moneda con que se pagaba a los guerreros mercenarios, por lo que a estos se les llamó soldados, 'los que cobran en sueldos' y a la paga se denominó soldada. Más tarde, la palabra sueldo se comenzó a utilizar para designar el salario, de forma general. Por cierto, que esta última palabra, que en nuestra lengua se empezó a usar en el siglo XV, en su origen procedía de la forma latina salarium, 'suma de dinero que se entregaba a los soldados para que se compraran sal'.
Quien quiera saber curiosidades sobre la historia de las palabras puede consultar el Diccionario etimológico, de Joan Corominas, o el Diccionario etimológico indoeuropeo de la lengua española, de Edward Roberts y Bárbara Pastor. Sin duda, quien lo haga pasará momentos amenos durante su consulta. Aunque no sea funcionario.

jueves, octubre 05, 2006

¡ESTO ES MUY FUERTE!

Leemos en la prensa u oímos en televisión que a Julián Muñoz lo han trasladado de prisión para evitar que le hagan grabaciones ilegales; alguien comentará de inmediato: ¡es que es muy fuerte! Se comenta que han detenido a un celador del hospital Carlos Haya porque, haciéndose pasar por médico, ha abusado de una paciente; no faltará quien nos replique: ¿verdad que es muy fuerte? Un padre denuncia que su hijo no solo ha sido objeto de agresiones en el colegio, sino que estas han sido grabadas por los compañeros; siempre habrá en el entorno quien manifieste: ¡es que es muy fuerte, de verdad!
Me pregunta Zalabardo de qué es síntoma eso y no me resulta difícil responderle que de la pobreza léxica en que desgraciadamente vamos hundiéndonos. La lectura, pese a que cada vez se compran más libros, parece estar en retroceso. Claro que no es lo mismo comprar un libro que leerlo. Antes nos refugiábamos en los libros tanto para pasar el rato como para dejar volar nuestra imaginación. Y la lectura es un medio de enriquecimiento léxico. Leyendo La isla del tesoro, de Stevenson, o cualquier libro de Salgari, aprendíamos vocabulario marinero; sabíamos lo que eran las jarcias, la gavia, el palo mayor, la amura, etc. Hoy apenas si consumimos lo que nos dan en televisión. Y en los programas de la tele hay más gruñidos que palabras y más patadas que razones. Apenas si sale alguien que sepa enlazar cuatro o cinco palabras seguidas.
Para expresar que alguna cosa ha conmovido nuestro ánimo, de modo positivo o negativo, podrían salir adjetivos por un tubo; algo es extraordinario, singular, excepcional, sorprendente, inquietante, chocante, repulsivo, aterrador, impresionante, inaudito, increíble, esplendoroso, conmovedor, brutal, abominable, espantable, embarazoso, molesto, sobrecogedor, turbador, patético, trágico, inefable, inenarrable, etc. Sin embargo, la mayoría de las veces, apenas si somos capaces de articular otra cosa que no sea el susodicho ¡qué fuerte!
¡Qué fuerte!, ¿no?

miércoles, octubre 04, 2006

SALIR A DOS CARAS

Casi todos los juegos disponen de un determinado número de palabras y expresiones propias que caracterizan el juego en sí y hacen que se reconozca a sus participantes. Término general es el de envidar; en el tute se cantan las cuarenta y en el dominó se ahorca a las dobles si no se colocan a tiempo.
También del dominó es la expresión salir a dos caras (que se completa con el añadido como los hombres malos), que indica que quien inicia el juego no lo hace con una ficha doble sino con otra cualquiera. Pero no quiero hablar aquí de vocabulario de los juegos ni de dominó (o dómino, como se dice en algunos lugares). Voy a tratar de palabras que el diccionario (me refiero al de la RAE) recoge con doble acentuación. Esto viene a cuento porque hoy, durante el desayuno, Joaquín Martínez, que aunque es de ciencias está considerado como miembro honorario del Departamento de Lengua, preguntaba qué era más correcto: estratosfera o estratósfera y por qué se decía solo atmósfera y no atmosfera.
Nuestra lengua, y el diccionario da fe de ello, posee un número no despreciable de palabras que se admiten con doble acentuación (fútbol y futbol, alvéolo y alveolo, cántiga y cantiga, cardíaco y cardiaco, réptil y reptil, gladíolo y gladiolo, íbero e ibero, etc.). En cada caso, ambas formas son correctas y válidas, aunque algunas se utilicen más en una forma que en otra.
Respecto a la pregunta de Joaquín, hay que decir que se da una circunstancia algo curiosa. El diccionario recoge unas cuarenta palabras formadas sobre el elemento compositivo -sfera que designan, por lo general, distintas zonas o capas de la Tierra y del Sol. De casi todas ella existe una doble forma (estratósfera y estratosfera, exósfera y exosfera, litósfera y litosfera, pirósfera y pirosfera, etc.). Pero vayamos por partes; la vigésima segunda edición del diccionario académico presenta como indistintas las formas atmósfera y atmosfera. En cambio, el Panhispánico dice que hay que considerar correcta, por ser la más usada, la forma esdrújula (atmósfera). Frente a esto, los dos diccionarios consideran más correctas, en el resto de los casos, las formas llanas (magnetosfera, mesosfera, etc.) frente al criterio del español americano, que prefiere las palabras esdrújulas (ionósfera, heterósfera, noósfera, etc.). Y en medio de esta especie de batiburrillo, es decir, de tantas parejas de palabras, resulta que, de homosfera, el diccionario no recoge más que la palabra llana.
Zalabardo me dice que eso se podría considerar discriminatorio, ¿o no?

martes, octubre 03, 2006

MANOS BLANCAS...

Paseábamos el otro día Zalabardo y yo, y me decía que va a ser necesario cambiar toda una serie de expresiones que expresan la relación entre hombre y mujer si no queremos ser tachados de machistas y contrarios a todo lo que signifique trato de igualdad entre los sexos.
Como yo le decía que me parecía exagerado, él acepta ponerme algunos ejemplos: argumenta que ya no debemos decir eso de manos blancas no ofenden, porque puede significar trato discriminatorio hacia la mujer y su consideración como objeto o, cuanto menos, sexo débil. Tampoco, si una mujer se excusa por dar la espalda a algún contertulio, podrá decirse lo de que las mujeres no tienen espalda, porque nos podrían responder, con malos modos, si acaso lo que tienen es caparazón, como las tortugas.
Me lo pienso un poco y admito que en algo tiene razón Zalabardo. Por lo menos, en el hecho de que ahora es más difícil plantearse una relación hombre-mujer, sin que sea el hombre el que se sienta cohibido y sin saber qué es lo que debe hacerse. Le cuento algo que observé recientemente, en un viaje en tren. Se me apeteció ir al vagón cafetería para tomar un té. El espacio dentro de la barra era, como fácilmente podemos imaginar, reducido. Pues bien, allí había dos empleados de la compañía ferroviaria que no paraban de moverse hacia un lado y hacia el otro atendiendo a los viajeros que acudían a consumir algo. Uno era varón y el otro, hembra. El roce de los cuerpos era inevitable; en otro tiempo, la mujer hubiese temido el comportamiento del hombre en tal situación. Pero allí ocurría algo que, al menos para mí, resultaba, si no insólito, al menos curioso. Cada vez que se cruzaban, la joven no dudaba en apretar su pecho contra la espalda de él al tiempo que, de manera no muy disimulada, le daba un pellizco en el trasero, llamado, por otro nombre, culo. Al muchacho, un color se le venía y otro se le iba, sin saber cómo reaccionar. ¿Se daban ellos cuenta de que, tal como pasaba conmigo, otros viajeros podían también verlos?
Otro giro que no se sabe muy bien si mantener o no, por su ambigüedad, es el que pide como norma de conducta mano de acero en guante de seda. Y esto me da pie para el comentario de las palabras de hoy. ¿Saben bien algunas personas lo que es un guante? Parece ser que algunos comentaristas deportivos lo ignoran cuando dicen, para aplaudir una buena intervención del portero, que metió la manopla y desvió el balón. A estos no estaría de más decirles que el guante es una prenda que cubre la mano y tiene una funda para cada dedo; eso es lo que utilizan los porteros de fútbol. En cambio, la manopla es una especie de guante sin separaciones para los dedos o con solo una para el pulgar. En fin, ya puestos, digamos que hay un tercer tipo, el mitón, que cubre solamente desde la muñeca hasta laa mitad del pulgar y el nacimiento de los demás dedos. Lo que un castizo diría, un guante sin dedos. Pues eso.