Tengo que ser sincero y confesar que he pasado un lapso de tiempo nada reducido pensando cómo titular el apunte de hoy. Nos ha calado tan profundamente esa nefanda moda de lo políticamente correcto que pensamos que siempre va a existir alguien que se queje de lo que digamos o de cómo lo digamos. Así, dudaba si titular como he hecho o utilizar la expresión más "correcta" de mercenarios de las letras. Y con esto último ya creo que todos sabemos a lo que me refiero. Pero como siempre a estos personajes de los que hablo se les ha llamado negros y ya sabéis que yo no soy muy amigo de lo políticamente correcto en el lenguaje, he preferido el título que empleo.
Con el término negro se designa, en la literatura, al escritor que cede su pluma, a cambio de un pago, y escribe por encargo una obra que se publicará bajo el nombre de otra persona. Como decía arriba, mercenarios de las letras. Se dice que el término, de innegable matiz peyorativo, se comenzó a utilizar en tiempos de Alejandro Dumas, padre, que ya era bastante adepto a esto de subcontratar a determinados escritores para que le escribieran los folletines que luego publicaba con su nombre.
Podríamos pensar que estos negros eran personas desconocidas, aunque lo cierto es que, a lo largo de la historia, no han escaseado los nombres de prestigio que alguna vez en su vida han trabajado como negros. Se dice, y se lee, yo no tengo pruebas de ello, que alguna vez han escrito para otros Cándido (Carlos Luis Álvarez), Andrés Trapiello y J. J. Millás.
Me vino este tema a la cabeza contemplando ayer el chiste de Forges en El País. Pensé entonces: ¿Cómo es posible que este dibujante dé tanto de sí? ¿Cuántos trabajos de Forges se publican al día en diferentes medios? Y no me dio ningún repelús pensar que no sería extraño que tuviera un equipo que, bajo su dirección, fuese dando salida a tantos encargos. ¿Desmerecería acaso su valía? Creo que no.
Siguiendo con Forges y pasando a otro asunto. ¿Ha decidido alguien estudiar la expresión de sus monigotes? Siempre se ha dicho de Arniches que no imitó la forma de expresarse de los madrileños, sino que creó un habla peculiar de la que los madrileños se fueron apropiando. Pensé que algo similar pasa con Forges cuando ayer leía cómo el sufrido ciudadano de su viñeta, al tener que aguantar la respuesta de que para darse de baja en Timóvil debería traer un vacilaspo lúcido encabronoide, pensaba: Stupendo: ahora yo le mando a entrenar a la selección española de fúmbo, y ya la tenemos liada. Creo que vale para entender lo que yo quiero decir: que, siendo un invento suyo, creemos que toda la gente habla así; y que siempre hay quien se enfada por nada.
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