Tenía ganas de ir hoy a Granada. Hemos estado, concretamente, en el Parque Federico García Lorca, de Alfacar. Es este un bello pueblo que conserva su nombre árabe, como casi todos los de la zona. El Parque se encuentra situado a escasos metros de la Fuente Grande, a la que los árabes llamaron de Aynadamar, es decir, Fuente de las Lágrimas. Bello y poético nombre también.
Hemos encontrado el parque descuidado, sucio y sin agua en sus fuentes. Un lugar que se pretende sea un símbolo no puede quedar tan olvidado.
De vuelta a Málaga, cojo la prensa y, en primera página, me encuentro este titular: "Sólo la muerte me impedirá regresar a España". Son palabras de Abdelgani, un marroquí de 17 años, repatriado como tantos otros inmigrantes, y que confiesa, desde Tánger, su firme intención de repetir la aventura de entrar en España.
A principios del siglo VIII, un conglomerado de pueblos de lengua y cultura árabe, cruzaron el estrecho y se expandieron por la península sin que el decadente pueblo godo pudiera evitarlo. Crearon aquí una de las culturas más relevantes de la antigüedad (se cuenta que Córdoba fue la primera ciudad de occidente en tener iluminación nocturna) y enseñorearon Al Ándalus durante ocho siglos.
Nos dieron y enseñaron lo que no podemos imaginar: agricultura, comercio, ciencia, arte, orfebrería, arquitectura. Los Omeya fueron señores de medio mundo. Y nos dejaron, cómo no, numerosos elementos léxicos, que ocho siglos dan para mucho. El árabe, tras el latín, es la lengua con mayor cantidad de elementos en el castellano. La agricultura y botánica nos dejaron aljibe, alberca, azafrán, almiar, azahar, arrayán y almoraduj. Del comercio son tarifa, arancel, aduana, arroba o alhóndiga. A la construcción pertenecen aldea, zaguán, azotea, albañil y azulejo. Elementos de la casa y el vestido son almohada, almirez, jofaina, albornoz o babucha. Al campo de los juegos pertenecen ajedrez, tahúr o azar. Se refieren a instituciones alcalde, alguacil y albacea. Y, por fin, al mundo científico pertenecen alambique, guarismo, cifra o álgebra. Y así hasta completar los miles de términos que nos dieron.
Ahora, poco más de cinco siglos después de expulsarlos de aquí, no olvidemos que ellos se consideraron dueños de Al Ándalus durante casi mil, siendo nosotros representantes de una sociedad más avanzada y opulenta, mientras ellos viven en una situación muy cercana a la miseria, les damos con las puertas en las narices y volvemos a arrojarlos de nuestro territorio.
Vivimos la paradoja de necesitar, y aprovecharnos, de los inmigrantes al tiempo que hacemos lo posible por rechazarlos. Nos consideramos muy superiores a ellos y les damos de lado como si fueran a contagiarnos. No nos planteamos siquiera si, por tanto como nos dieron, tenemos ahora una deuda con quienes, como Abdelgani, buscan aquí una vida mejor que la que tienen.
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