Estaba deseando llegar a casa hoy para decirle a Zalabardo que Javier López se queja de que a él no se le menciona en estas notas; ni a su pueblo, ni a sus aguacates. Zalabardo, que para estas cosas tiene más memoria que yo, me contesta de inmediato: "¿Cómo que no? En setiembre se habló de él, de Frigiliana, de sus aguacates, del río Higuerón y del Pinarillo". Yo doy un respiro, porque no sabía cómo deshacer ese entuerto. Incluso por mi mente había pasado, cierto que muy fugazmente, quemarme al estilo bonzo. Zalabardo me dice que no sea exagerado y que mejor será que explique qué es eso de quemarse a lo bonzo, porque puede que los más jóvenes desconozcan el origen de la expresión.
En 1963, durante la guerra de Vietnam, un monje budista, que eso es un bonzo, manifestó su protesta contra el tratamiento de los asuntos religiosos por parte del gobierno del presidente Ngo Dinh Diem rociándose de líquido inflamable y prendiéndose fuego. El ejemplo se extendió y otros monjes imitaron su terrible modo de protesta. Hoy, quienes llevan su protesta hasta el punto de inmolarse (los terroristas suicidas, por ejemplo) lo hacen de manera más trágica (a la vez que salvaje) aún: llevándose por delante todas las vidas que pueden.
Por cierto, que creo que entonces empezó a extenderse el término autoinmolarse. Su uso, por supuesto, es innecesario, porque inmolar es un verbo transitivo que significa 'ofrecer (algo) en sacrificio'; si se usa la forma reflexiva, inmolarse, ya estamos diciendo 'ofrecerse a sí mismo como víctima'. Sin embargo, seguimos abusando del sufijo auto-, que, como sabemos, significa 'por sí mismo' o 'a sí mismo'. Podemos hacer autocrítica, podemos ejercer una autodefensa, podemos escribir una autobiografía; todo eso está muy bien. Pero si con me excluyo ya estoy diciendo bien a las claras que me quedo fuera de algo por propia voluntad, ¿por qué caer en la redundancia de decir que me autoexcluyo? Y si una persona marcha al destierro por propia voluntad o porque lo obligan, lo exilian, en este segundo caso, o se exilia, en el primero; pero de ningún modo se autoexilia. Lo mismo podría decirse de los verbos (auto)convencerse, (auto)flagelarse, (auto)definirse, (auto)censurarse o (auto)proclamarse. A propósito, María Moliner, con buen criterio, no recoge la mayoría de esta formas
Quienes abusan de este empleo de auto- cometen dos fallos: el primero, ignorar lo que es la construcción reflexiva en nuestra lengua; el segundo, alargar innecesariamente las palabras, como ayer decíamos.
Zalabardo me dice que le debo a Javier haberme dado pie para el comentario de hoy. Y es verdad, porque pensaba hablar de otra cosa. Así que ya tengo tema para mañana.
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